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El asesinato de Kennedy 50 años después (3)

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El escenario del crimen: Dallas

Juan Manuel Olarieta


Dallas era el escenario ideal, el centro más reaccionario e imperialista de Estados Unidos, donde se reunían grupos fascistas como la John Birch Society o los Minutemen. Muchos tenían vínculos con los nazis, mientras que otros eran peones de los monopolios petroleros y las industrias de defensa. El escenario no queda completo sin tener en cuenta a los pistoleros mafiosos y los grupos de contrarrevolucionarios cubanos. Eran las distintas caras de una única moneda.


Lo que Pittsburgh es al acero, Dallas es al petróleo. Kennedy tenía sus peores enemigos muy cerca, en la misma capital tejana, en el grupo de presión Suite 8F, los petroleros del partido demócrata. Para las elecciones de 1960 Kennedy les había prometido subvenciones por un supuesto agotamiento del petróleo tejano (peak oil), pero dos años después predicaba todo lo contrario.


Entre aquellos demócratas había dos marionetas de los hidrocarburos, el vicepresidente Johnson y el gobernador Connally. Éste estaba sentado delante en el mismo coche del Presidente en el momento de los disparos y fue uno de los que resultaron heridos. Había sido ministro de la Marina porque ésta la mayor consumidora de petróleo.


Kennedy tenía enemigos por todas partes, a la izquierda y a la derecha. Earl Cabel, el alcalde de Dallas, encargado de proteger la ruta y la seguridad de la caravana de automóviles en la que viajaba Kennedy, era hermano del general Charles Cabell, despedido de la CIA junto con Allen Dulles tras el fracaso de Playa Girón en 1961.


El 24 de mayo de 1954 la revista "Time" puso al petrolero tejano Clint Murchison en portada. Era el prototipo del magnate de Dallas. Con su socio Fulgencio Batista proyectó la construcción de un túnel debajo de la bahía de La Habana que la Revolución tiró por los suelos en 1959... Al túnel y a Batista.


Murchison era un conocido nazi. Él ponía el dinero para financiar al Partido Nazi de América, a la John Birch Society, a toda clase de periódicos antisemitas y la caza de brujas de McCarthy. Estaba tan vinculado al vicepresidente Johnson como a la mafia. En 1955 un comité del Senado descubrió que el 20 por ciento de la Murchison Oil Company era propiedad de Vito Genovese. También descubrió que Murchison mantenía vínculos financieros muy estrechos con el capo de la mafia de Nueva Orleans, Carlos Marcello.


Era el dueño del Hotel del Charro en La Jolla, California, cuyos huéspedes más asiduos eran los mafiosos Meyer Lansky, Santos Trafficante, Johnny Rosselli, Sam Giancana y Carlos Marcello, los políticos Johnson, Nixon, Connally y la pareja de policías Edgar Hoover y Clyde Tolson, director y subdirector del FBI respectivamente.


A finales de 1940 Murchison y otro magnate del petróleo de Texas, Sid Richardson, se reunieron con Hoover. Fue el comienzo de una amistad duradera. La pareja Hoover y Tolson invirtió mucho dinero en los negocios petroleros de Murchison. En 1952 trabajaron juntos para organizar una campaña de desprestigio contra el candidato presidencial demócrata Adlai Stevenson que, menos de una década después, se convirtió en un político muy cercano a Kennedy y representante de Estados Unidos ante la ONU. Los fascistas tejanos le acusaban de haberse vendido al organismo internacional, al que consideraban como un "instrumento de los comunistas". El día en que se celebraba el aniversario de la fundación de la ONU Stevenson fue agredido en la capital tejana por los fascistas.


Murchison era amigo de Madeleine Duncan Brown, tejana y amante de Johnson, quien el día antes del asesinato de Kennedy estuvo en una reunión en la casa de Murchison en Dallas, que describió como "uno de los más importantes encuentros en la historia de Estados Unidos".


Otras fuentes incluyen entre los invitados de la reunión a la pareja de policías Hoover y Tolson, al magnate del petróleo Haroldson Hunt, a John J. McCloy, a Richard Nixon y algunos miembros del grupo de presión Suite 8F. A última hora de la tarde también llegó el vicepresidente Johnson. Su amante narró así aquella escena:


"La tensión llenó la sala a su llegada. El grupo inmediatamente se reunió a puerta cerrada. Poco tiempo después Lyndon [Johnson], ansioso y rubicundo, reapareció. Yo sabía cómo operaba Lyndon [Johnson] en secreto. Por lo tanto no dije nada [...] ni siquiera que yo estaba contenta de verle. Apretando mi mano tan fuerte, a su juicio, aplastada por la presión, habló con un susurro callado, mascullando, en mi oído, no un mensaje de amor sino uno que siempre recordaré: 'Después de mañana los malditos Kennedy nunca me avergonzarán de nuevo; no es una amenaza, es una promesa'".


Para la reacción tejana Kennedy estaba vendiendo el país a los comunistas y a los negros. Los días anteriores a su visita habían aparecido repartidos por Dallas más de 5.000 carteles con su foto de frente y de costado, como los fugitivos, con la inscripción: "Se busca por traidor". El mismo día del atentado los fascistas tejanos insertaron en el diario republicano de la capital, "Dallas News", una hoja entera de publicidad criticando al presidente. El clima de tensión era tan alto que el jefe de policía de la ciudad tuvo que aparecer en televisión la misma mañana del 22 de noviembre para hacer un llamamiento a la calma.



Era la calma que precedía a la tormenta.

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El asesinato de Kennedy 50 años después (4)

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Operación Paperclip

Juan Manuel Olarieta

Cuando al final de la Segunda Guerra Mundial la avanzadilla del Ejército Soviético llegó hasta el cuartel general del espionaje nazi, lo encontraron vacío. Su máximo dirigente, el general Gehlen, con todo su Estado Mayor, se habían entregado a Allen Dulles, el agente de la OSS, Oficina de Servicios Estratégicos, en Suiza.

Tras la guerra el espionaje nazi pasó a trabajar para Estados Unidos en lo que se conoció con el nombre clave de Operación Paperclip. La OSS se convirtió en la CIA, de la que Allen Dulles fue su primer director civil en 1953. Cuando aquel año el primer ministro iraní nacionalizó el petróleo, Dulles le derrocó con la ayuda de Gehlen.

La red de contactos que Gehlen había trenzado en el interior de la URSS quedó a disposición de Dulles bajo la tapadera de la Oficina de Coordinación Política del Departamento de Estado. Una parte de ella, dirigida por Frank Wisner, se convirtió finalmente en la Red Gladio. Más allá del Telón de Acero el jefe de la CIA no movía un dedo sin preguntar antes a Gehlen. Entre 1948 y 1950 más de 200 nazis de Bielorrusia fueron trasladados a Nueva Jersey junto con sus respectivas familias. Los nazis entrenaron a la CIA en los métodos operativos de funcionamiento. Eran pioneros en la infiltración, la intoxicación y la creación de empresas ficticias para apoyar operaciones encubiertas.

Los nazis refugiados en Estados Unidos eran, ante todo, grandes capitalistas, como Karl Blessing, antiguo funcionario del Reichsbank y dirigente del cártel del petróleo Konti (Kontinentale Oil A.G.). Konti tenía importantes intereses en Oriente Medio de los que surgieron los lucrativos negocios de Allen Dulles y la familia Bush con los jeques saudíes y la familia de Osama Bin Laden.

Konti estaba asociada a IG Farben, el principal cliente nazi de Allen Dulles y McCloy, ambos miembros de la Comisión Warren. Después de la guerra, una vez al frente de la CIA, Dulles no sólo ocultó los antecedentes nazis de Blessing sino que le redactó una biografía falsa.

Lo mismo ocurrió con el capitán de las SS Otto von Albrecht Bolschwing, que había sido el brazo derecho de Gehlen en Estados Unidos. Simultáneamente Von Bolschwing trabajaba para la OSS de Dulles. Sin el apoyo de éste y de Hoover, la penetración nazi en Estados Unidos hubiera resultado imposible. Además de Dulles y Hoover, el tercer pilar de la Operación Paperclip era Nixon que empezó así su carrera política.

En 1945 Nixon era un joven oficial de la marina encargado de la tarea de supervisar los documentos nazis capturados tras la guerra. Dulles y Hoover le indicaron cómo tenía que hacer su trabajo. Debía eliminar determinados expedientes de los dirigentes nazis de la Konti así como los indicios que incriminaban a Prescott Bush en la colaboración con el enemigo durante la Segunda Guerra Mundial.

Ayudando a Prescott Bush Nixon se convirtió en un apéndice de los monopolios petroleros de Texas y California. En compensación, Allen Dulles le ayudó en 1947 a financiar su primera campaña parlamentaria en California, que fue un éxito. Dentro del parlamento Nixon tuvo un papel protagonista al lado del senador Joseph McCarthy durante la caza de brujas, logrando que la CIA quedara fuera de la investigación.

Cuando en 1952 los republicanos llegaron en el gobierno, en su condición de vicepresidente Nixon supervisó el nuevo programa de inmigración para ocultar a los nazis, a los que llegó a recibir en la Casa Blanca.

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Charla de Alfredo Grimaldos en Sevilla sobre la Transición, con participación de ex-preso político

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El viernes 22 de noviembre a las 19:00 en el Rectorado, en el marco de la lucha por la memoria histórica y la reivindicación de los derechos democráticos más fundamentales para el pueblo, traeremos a Alfredo Grimaldos para que nos cuente un poco cómo fue el chanchullo ese que se conoce como "Transición", un tema en el que es experto y ha realizado numerosas investigaciones y publicado diversos ensayos, tales como "La CIA en España", "La sombra de Franco en la Transición" o "Claves de la Transición". La Transición fue lo que dio un origen más directo al régimen político que existe en la actualidad en nuestro país. Para entenderlo, por tanto, hay que entender cómo se fundó, quién lo hizo, qué significó esto con respecto al régimen anterior, etc.
El acto asimismo contará con la participación de un ex preso político que nos hablará de su experiencia en aquellos momentos, qué significado tuvo para él la Transición. Hablará de Billy el niño, este torturador que se está intentando extraditar a Argentina, así como de denuncias contra él y sus prácticas. También se intentará hablar, en la medida de las limitaciones espacio-temporales del acto, de la doctrina Parot.

El asesinato de Kennedy 50 años después (5)

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La aristocracia del espionaje nazi en Estados Unidos

Juan Manuel Olarieta


Entre los espías nazis que en la posguerra se pusieron a disposición de la CIA estaba George De Mohrenschildt (1911-1977), que había nacido en Bielorrusia, cerca de la frontera de Polonia. Su padre, el millonario Sergio Alexander De Mohrenschildt, era propietario de la "Branobel Oil Company" en Bakú, en la costa del Mar Caspio. Era también un furibundo zarista que fue detenido y encarcelado poco después de la Revolución de Octubre. En 1921 los bolcheviques le condenaron al destierro en Siberia, pero logró escapar con su familia a Polonia, donde en 1931 se graduó en una academia militar.

En 1938 De Mohrenschildt emigró a Estados Unidos. En Nueva York conoció a la familia Bouvier, incluida la joven Jackie, futura esposa de Kennedy, y se convirtió en un amigo íntimo de su tía, Edith Bouvier Beale.

El espionaje británico informó a la Casa Blanca sobre sus sospechas de que De Mohrenschildt trabajaba para los nazis. También fue acusado de colaborar con el gobierno francés de Vichy. Gracias a Pierre Fraiss, un fascista francés que operaba en Estados Unidos, De Mohrenschildt encontró trabajo en la empresa Shumaker de Nueva York. Trató de comprar petróleo en Texas y California para el gobierno de Petain y también mantuvo relación con personajes execrables, como el criminal de guerra nazi Klaus Barbie, el Carnicero de Lyon.

En 1941 De Mohrenschildt se asoció con la compañía de producción cinematográfica "Film Facts" propiedad de su primo, el barón nazi Konstantin Von Maydell. Gehlen reclutó a Maydell en la posguerra para colaborar en los programas de la CIA para exiliados soviéticos. También reclutó a otros miembros de la red de Maydell para trabajar con las organizaciones de exiliados de Europa del este en Estados Unidos. Maydell dirigía la AFABN (Amigos Americanos de la Naciones del Bloque Antibolchevique), una de las organizaciones más reaccionarias que orquestaba la CIA.

Un informe del FBI de 15 de setiembre de 1942 constata que en aquella época De Mohrenschildt era considerado como "muy pro-nazi". El informe también registra que De Mohrenschildt vivía en Washington con Quinten Keynes, un miembro del espionaje británico, y dos oficiales navales estadounidenses.
Hasta el ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941 Roosevelt no ordenó a Hoover capturar a los agentes alemanes que operaban en Estados Unidos. Sin embargo, Hoover tenía su propio criterio al respecto, que era el mismo de Allen Dulles. Las relaciones de los nazis con las altas esferas políticas de Washington, especialmente con Hoover, siempre fueron estrechas. Hoover estuvo obsesionado por una supuesta "amenaza comunista" desde que en 1919 encabezó la Oficina General de la División de Inteligencia, donde cooperó con los agentes nazis que dominaban la Interpol, la policía internacional con sede en Berlín. Entre otros dirigentes nazis, Heinrich Himmler, Reinhard Heydrich, Arthur Nebe, eran miembros activos de la Interpol.

Aunque le mantuvo bajo vigilancia, Hoover libró a De Mohrenschildt de la cárcel. El espionaje es siempre un recorrido de ida y vuelta. Nunca se ponen todos los huevos en la misma cesta. El hermano mayor de George, Dimitri De Mohrenschildt era un feroz anticomunista, miembro de la OSS y uno de los fundadores de Radio Europa Libre y Amcomlib (alias Radio Liberty) de la CIA.


Todos desempeñaron a la perfección el mismo doble juego. Como buen espía el aristócrata ruso negó cualquier simpatía nazi. Lo que estaba haciendo, en realidad, era rodar una película documental sobre la resistencia en Polonia para recaudar dinero para financiarla. Incluso le dio la vuelta al asunto: solicitó unirse a la OSS y, aunque le rechazaron, se convirtió en un agente doble; ingresó en el servicios de inteligencia de Estados Unidos y siguió manteniendo sus relaciones con organizaciones nazis como ODESSA, que ocultaban a los criminales de guerra.

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El asesinato de Kennedy 50 años después (6)

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La camarilla nazi-zarista de Dallas

Juan Manuel Olarieta


En 1949 De Mohrenschildt obtuvo la ciudadanía de Estados Unidos y se trasladó a Dallas, donde había una colonia de exiliados zaristas que formaban parte de los sectores más reaccionarios de la ciudad.

En la capital del petróleo De Mohrenschildt trabajó como geólogo para diversas empresas, entre ellas Humble Oil, propiedad de Prescott Bush, quien había financiado al partido nazi. Se hizo amigo de su hijo George H. W. Bush, que entonces era a la vez director de Zapata Off Shore y agente de la CIA. Le llamaba "Poppy", un apodo que sólo utilizaban sus más íntimos amigos.

El aristócrata ruso viajó frecuentemente por Latinoamérica y trabajó para la empresa Cubano-Venezolana Oil Voting Trust Company, fundada por William Buckley Sr. Por aquela época conoció a Jack Alston Crichton, uno de los petroleros que negociaron con Batista.

A partir de 1957 comenzaron las reuniones de De Mohrenschildt con J. Walton Moore, jefe local de la CIA en Dallas. En el expediente que conserva la CIA sobre De Mohrenschildt, que está desclasificado, constan sus informes a Moore sobre la Yugoeslavia de Tito.

En 1955 De Mohrenschildt conoció a Jeanne LeGon, con quien se casó en 1959. LeGon era socia de Abraham Zapruder, un capitalista ruso-judío que huyó de la URSS en 1920. Zapruder era uno de aquellos integrantes de la camarilla zarista de Dallas y de dos organizaciones que funcionaban como pantallas de la CIA: The Dallas Council On World Affairs y The Crusade For A Free Europe.

Zapruder filmó el asesinato de Kennedy en Dallas. Su película es la única que registró el crimen en su totalidad y, probablemente, se ha convertido en la película más vista de la Historia. Pero hay preguntas que permanecen sin contestar. En aquella época las cámaras de vídeo no eran de uso tan corriente como ahora. Si el itinerario había cambiado la noche anterior, ¿quién le informó a Zapruder para que estuviera en el sitio exacto a la hora convenida?, ¿quién le indicó que llevara una cámara para grabar el asesinato?

Henry Luce, propietario de las revistas Time y Life, compró la película filmada por Zapruder. Lo lógico es pensar que su objetivo era el de vender los derechos de imagen. Entre sus manos tenía mucho más que la primicia periodística de un acontecimiento histórico. Se trataba de una grabación en directo del asesinato del presidente de Estados Unidos. Pues bien, Luce guardó la grabación bajo llave, que no reapareció hasta que bastantes años después el fiscal Garrison reabrió el caso.

Desde que durante su juventud ambos coincidieron en la universidad, Luce era amigo personal de Bush. Su mujer Claire Boothe Luce, formó parte las operaciones encubiertas de la CIA. Cuando viajaban a Nueva York los mercenarios cubanos de la Operación 40 se alojaban en su casa.

En junio de 1963 De Mohrenschildt se trasladó a Haití, donde la CIA le consiguió un contrato con el gobierno para extraer petróleo. En la operación entraron otros especuladores de baja estofa que luego se hicieron conocidos, como Mohamed Al Fayed, a su vez socio de Bush en Singer, la fabricante de las máquinas a coser. Más tarde a Bush le relacionaron con Khashoggi (cuñado de Mohamed al Fayed y vecino de Marbella) en el asunto Irán-contra.


Los hilos de la trama van tan lejos como el camino que uno quiera recorrer.


El asesinato de Kennedy 50 años después (7)

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El chivo expiatorio: Lee Harvey Oswald

Juan Manuel Olarieta

En 1961 J. Walton Moore, el jefe local de la CIA en Dallas, le habló a De Mohrenschildt de Oswald, un agente de ínfimo rango de la Agencia que entonces residía en Minsk, Bielorrusia, donde De Mohrenschildt había vivido de niño.

Unos años antes, en 1956, Oswald se había alistado en los marines. Su formación inicial fue como operador de radar y su primer destino la estación aérea del Cuerpo de Marines del Toro. Luego fue trasladado a la base de la CIA en Atsugi, Japón, de donde partían los aviones espía U-2 que sobrevolaban el espacio aéreo soviético. Finalmente estuvo en la base de U-2 de la bahía de Subic, Filipinas.

Además del aprendizaje del ruso, las tareas encomendadas a Oswald requerían un permiso especial de seguridad. Resulta imposible que un marine maneje información clasificada y sea enviado a varias bases secretas de la CIA en el Pacífico si previamente no ha sido reclutado como agente de la Oficina de Inteligencia Naval o similar.

Su oficial de instrucción se había graduado en la Escuela de Servicio Exterior, una de las múltiples instituciones del espionaje militar imperalista. Todo apunta, pues, a que Oswald fue entrenado para ejecutar operaciones encubiertas.

A petición propia se licenció del ejército en setiembre de 1959, un año antes del tiempo convenido y con los 1.500 dólares que había ahorrado en su trabajo como marine, en octubre embarcó en Nueva Orleans hasta Finlandia como paso previo para entrar en la URSS, donde al llegar solicitó la nacionalidad soviética.

Resulta poco creíble que el gobierno de Estados Unidos permitiera tan fácilmente su marcha, por los secretos militares que conocía, salvo que Oswald viajara formando parte de alguna operación inteligencia militar.

Una vez en la URSS, Oswald fue interrogado durante un mes por el KGB. Tras el derrumbe del Telón de Acero la parte desclasificada de los archivos del KGB revela que sospechaban de Oswald como agente de la CIA.

Como le denegaron el refugio, cayó en una depresión y el 21 de octubre intentó cortarse las venas en un hotel de Moscú. Le permitieron la estancia en la URSS por un tiempo limitado y trabajó como obrero en una fábrica de material electrónico en Minsk, donde conoció a Marina Prusakova, hija de un coronel del KGB y sobrina de un funcionario del servicio secreto. Ambos se casaron y al año siguiente tuvieron una hija.

Pero el espionaje y los espías van y vienen. En junio de 1962 el antiguo marine pidió a la embajada estadounidense en Moscú la devolución de la ciudadanía y el pasaporte, lo que logró en sólo 48 horas, autorizando a los tres miembros de la familia a viajar a Estados Unidos y anticipándoles los gastos del viaje.

La familia se estableció en Fort Worth, Texas. Ni el FBI ni la CIA se preocuparon de interrogarles. Seguramente no hacía falta porque lo sabían todo al respecto.

En Fort Worth la CIA hizo las presentaciones y Oswald conoció a De Mohrenschildt y a su mujer Jeanne, que le introdujeron en la camarilla zarista de la ciudad. También le presentaron a Ruth Paine, cuyo marido trabajaba en Bell Helicopters, una empresa que se salvó de la quiebra gracias a la guerra de Vietnam. Cuando el fiscal Garrison solicitó estudiar las declaraciones de la renta de la familia Paine, no se lo permitieron, lo cual era ilegal y denota que ambos estaban protegidos por la CIA. Ruth Paine fue la que consiguió el trabajo a Oswald en el almacén de libros pocas semanas antes del atentado.

Gracias a la colonia zarista de Dallas, Oswald entró a trabajar en la empresa Jaggars-Chiles-Stovall. No se trataba de una tarea cualquiera. Allí se dibujaban los planos cartográficos para el Pentágono que no sólo estaban clasificados como secreto militar, sino que era la empresa que el año anterior había obtenido la ubicación de los misiles soviéticos en Cuba.

Luego Oswald trabajó en la empresa cafetera de un famoso anticastrista en Nueva Orleans. Cuando el fiscal Garrison investigó a los compañeros que habían trabajado allí con Oswald descubrió que, años después, todos ellos estaban trabajando para la Nasa. ¡Qué casualidad! ¿Quién intercedió por ellos? ¿Con qué propósito?

En esta historia siempre aparecen muchas más preguntas que respuestas.

El asesinato de Kennedy 50 años después (8)

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La infiltración de Oswald en los medios progresistas
Juan Manuel Olarieta

Por instigación de De Mohrenschildt y con el fin de procurarse una coartada, Oswald se instaló en Nueva Orleans en marzo de 1963, donde se infiltró en los movimientos progresistas que apoyaban la revolución cubana. Realizó dos intervenciones radiofónicas en las que se declaró marxista y secretario del comité local de una supuesta asociación llamada "Fair Play for Cuba"; más tarde se comprobó que era una invención del propio Oswald.

Incluso le detuvieron por repartir octavillas en favor de la revolución cubana por las calles de Nueva Orleans que causaron graves enfrentamientos con los gusanos exiliados. El policía que detuvo a Oswald declaró en su informe que aquello le había parecido "un montaje".

El incidente se publicó en los periódicos y el 15 de agosto Oswald apareció en una cadena de televisión de Nueva Or­leans en un foro sobre Cuba donde él era la estrella invitada.

Años después Garrison investigó la dirección de contacto que aparecía en los panfletos que repartía Oswald en Nueva Orleans. Aquella dirección correspondía al mismo edificio donde había trabajado Guy Banister, un antiguo agente del FBI y del Servicio de Inteligencia de la Marina quien, además, era un conocido fascista de Nueva Orleans, presidente de la Liga Anticomunista del Caribe. ¿Compartían edificio en Nueva Orleans los castristas con los anticastristas? La única diferencia era que el edificio daba a dos calles diferentes.

Oswald conocía a Banister y la pelea en la calle le proporcionó una aureola de militante procastrista que le podía permitir infiltrarse en las organizaciones progresistas de Nueva Orleans. Era un topo.

La infiltración es una técnica policial en la que el FBI siempre demostró maestría. Según un informe de 1962 entregado a Robert Ken­nedy por el FBI, el Partido Comunista de Esta­dos Unidos estaba compuesto de 5.000 militantes, de los que 1.576 eran confidentes.

La conclusión que se deslizó a la prensa no pudo ser más simple: el asesinato de Kennedy había sido cometido por un comunista partidario de la revolución cubana. Todo había sido un enorme descuido ante un comunista tan peligroso como Oswald. El jefe de la policía de Dallas, Jesse Curry, apareció en televisión pocas horas después del atentado diciendo que el FBI tenía controlado a Oswald. Es normal que vigilaran a uno de los "comunistas" más peligrosos de la ciudad. Sin embargo, sólo unos minutos después se desdijo públicamente. El FBI reconoció ante la Comisión Warren que no había vigilado a Oswald ni antes ni durante el viaje presidencial. ¿Para qué?

En el paraíso de la seguridad, todo parece reducirse a una cuestión de negligencia. La policía no pareció preocuparse porque días antes Oswald hubiera comprado un fusil por correo. La CIA, el FBI, el Servicio Secreto y la policía habían permitido que la comitiva presidencial pasara justo debajo de la ventana donde trabajaba aquel comunista.

En plena guerra fría se podían contar con los dedos de una mano los estadounidenses emigrados a la URSS y después retornados al país de nuevo. Eran aún menos quienes después desempeñaban una actividad política procubana abierta. ¿Nadie vigilaba en el país de la vigilancia? ¿O más bien cerraron los ojos?

El asesinato de Kennedy 50 años después (9)

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Todos los hilos conducen al mismo sitio
Juan Manuel Olarieta

Todos los nombres que tienen relación con el asesinato de Dallas forman parte de un círculo reducido de pistoleros presentes en los mismos lugares y en los mismo momentos. Se conocían entre sí. En agosto de 1978 Victor Marchetti, agente de la CIA, publicó un artículo en el periódico "Spotlight" en el que aludía a un informe de la Agencia de 1966 según el cual Sturgis, E. Howard Hunt y otros habían estado involucrados en el asesinato de Kennedy. Marita Lorenz habría provisto la información para el operativo.

Hunt le acusó de un delito de injurias, pero Marchetti no se había inventado el artículo. Su fuente principal había sido William Corson, coronel de la inteligencia naval, aunque también había entrevistado, entre otros, a un sujeto tan oscuro como James Angleton, miembro de la CIA, de Gladio y de otras cloacas parecidas. Hubo numerosos litigios con resultados contradictorios, pero en 1995 un jurado absolvió a Marchetti.

Ese mismo mes, Joseph Trento y Jacquie Powers escribieron una historia similar para el "Sunday News Journal".

Aunque Hunt, asistente personal de Allen Dulles, escribió muchas novelas de espías, le costó empezar a hablar sobre algo que no fuera ficción. Desde el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, estuvo en todos los guisos. Es posible que fuera uno de los que estuviera en Bolivia para transmitir la orden de asesinar al Che. En 1971 se unió al equipo de "fontaneros" de Nixon que organizó el asalto a Watergate, por lo que fue condenado por conspiración.

Al salir de la cárcel militar en la que cumplió casi tres años de su reclusión, Hunt siguió siendo fiel a sí mismo. No hizo otra cosa que seguir tejiendo los infundios y las cortinas de humo para los que le habían entrenado en la CIA. En 1973 publicó su libro "Give Us This Day" en el que dice que Oswald era un marxista, partidario de Fidel y de "la revolución roja en La Habana".

No se soltó la lengua hasta 2004, cuando poco antes de morir su hijo le grabó varios audios en los que confirmaba que el presidente Johnson fue el instigador del asesinato de Kennedy, que fue organizado, entre otros, por su viejo colega Sturgis. Tampoco entonces añadió nada que no se sospechara, pero contribuyó a reafirmar algunas líneas de investigción. Buena prueba de su interés es que dichas grabaciones pasaron casi desapercibidas, en un país donde el asesinato de Kennedy vende cualquier exclusiva.

Según publicó el diario "Florida Sun Sentinel" el 4 de diciembre de 1963, Sturgis conoció a Oswald en Miami dos días antes del asesinato de Kennedy. Oswald le pidió incorporarse a la Brigada Anticomunista que había formado Sturgis para invadir Cuba. Hay fotos de ambos en un campo de entrenamiento de Operacion 40.

Watergate es, pues, uno de los hilos perdidos del asesinato de Kennedy. Habían transcurrido nueve años desde entonces. Además de una cortina de humo, Watergate fue un robo organizado por la CIA para encubrir su participación en la invasión de Playa Girón y el asesinato de Kennedy. No se trataba de un caso de espionaje político, como decían Woodward y Bernstein.

Así lo explicó Sturgis cuando estaba en prisión. En agosto de 1974 este pistolero de la CIA concedió una entrevista al semanario "True Magazine" en la que afirmó que lo que buscaban en Watergate era un informe del gobierno cubano sobre las operaciones encubiertas de la CIA dentro de Estados Unidos, algo que prohíbe la legislación de aquel país. Desde luego que el asesinato de un presidente también está prohibido, pero para algunos era más importante esa injerencia de la CIA en sus asuntos internos.

El 7 de mayo de 1990, en otra entrevista, Sturgis fue más concreto. Reconoció a un periodista del "San Francisco Chronicle" que Nixon ocultó la verdad sobre el asesinato de Kennedy, al tiempo que reconoció su participación en el mismo: "La razón por la que nosotros robamos en Watergate fue porque Nixon estaba interesado en parar las filtraciones de noticias relacionadas con las fotos de nuestro rol en el asesinato del Presidente John F. Kennedy".

Pero Sturgis seguía sin aclarar cual había sido ese rol. En 1978 ante el Comité de Asesinatos del Congreso, Marita Lorenz aseguró que fue él, Sturgis, uno de los autores de los disparos contra Kennedy en Dallas.

En un artículo publicado en la revista "The Realist" Paul Kangas afirma: "Entre otros miembros de la CIA que George Bush reclutó para la invasión [de Playa Girón] estaban Frank Sturgis, Howard Hunt, Bernard Baker y Rafael Quintero [...] El día que JFK fue asesinado, Hunt y algunos del posterior equipo de Watergate fueron fotografiados en Dallas, así como un grupo de cubanos, uno de ellos con una sombrilla en alto, como señal, al lado de la limusina del Presidente, justo donde Kennedy fue tiroteado [...] Hunt y Sturgis le dispararon a JFK desde el montículo de hierba. Fueron fotografiados y vistos por 15 testigos".

Pero si quienes dispararon a Kennedy fueron Hunt y Sturgis, ¿cuál fue el rol de Oswald?

El asesinato de Kennedy 50 años después (10)

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El asesinato del asesino 
Juan Manuel Olarieta
Cuando la policía detuvo a Oswald, la comisaría se convirtió en un circo al más puro estilo cinematográfico de aquel país. Los periodistas y las cámaras de televisión inundaban los pasillos. En los traslados al calabozo, le interrogaban al detenido tanto o más que los propios policías. Las grabaciones registraron para la posteridad que Oswald siempre negó su participación en el asesinato, e incluso que la policía le estaba impidiendo la defensa de un abogado, algo que en Estados Unidos es muy significativo, no sólo porque se trataba de una ilegalidad televisada, sino porque si Oswald hubiese admitido su culpabilidad la policía no hubiera podido utilizar su confesión como prueba en un juicio.

¿Qué estaba pasando? Parece obvio que a la policía no le interesaba ninguna confesión y, desde luego, que no iba a haber ningún juicio. 48 horas después de su detención, la policía se disponía a trasladar a Oswald a la cárcel para "protegerle" porque habían recibido amenazas de muerte contra él. Pero si eso era cierto, ¿por qué no impedir la entrada de los periodistas a la comisaría?

La policía lo hizo al revés y cuando se disponían a introducir a Oswald en el furgón, en el sótano de la comisaría apareció el pistolero Ruby entre una multitud de periodistas e impunemente asesinó a Oswald a la vista de todos. También quedó grabado para siempre.

Si Oswald no fue quien disparó contra Kennedy, ¿por qué le asesinaron? Sin duda porque formaba parte integrante del complot, aunque no se sepa exactamente cuál es esa parte.

Desde el mismo momento de la detención de Oswald, uno de los que merodeaba por los pasillos de la comisaría era Ruby. ¿Otro fallo de seguridad? ¿Por qué la policía autorizó el acceso a la comisaría de un pistolero de la mafia? Porque eran clientes habituales de los prostíbulos de Ruby, en los que no pagan ni un céntimo. Una bailarina de su cabaret, Nancy Hamilton, dijo que el 75 por ciento de los policías de Dallas habían pasado alguna vez por los burdeles de Ruby en Dallas.

Pero, ¿quién era Jack Ruby? Su nombre originario era Jacob Rubinstein y era un pistolero de la Mafia de Chicago, donde había nacido. El resto de su biografía es intercambiable con cualquiera de los protagonistas del asesinato de Kennedy. Por ejemplo, Ruby estuvo en Cuba en 1959 invitado por el empresario estadounidense de prostíbulos Lewis McWillie, quien a su vez estaba en contacto con Sturgis en La Habana. Lo mismo que Sturgis, McWillie también participó en la Operación 40 para derrocar a Fidel.

La mafia le encargó trasladarse a Dallas para hacerse cargo de varios garitos ruinosos. Ruby no le disparó a Oswald ni en el corazón ni en la cabeza, sino en el vientre, como siempre hacía la Mafia, y con un calibre 38, el que siempre utiliza la mafia.

Oswald y Ruby se conocían desde hacía tiempo porque Oswald había sido un cliente habitual de los prostíbulos de Ruby. Las chicas de su garito vieron a Oswald entre el público días antes del atentado.

Ante el Comité de Asesinatos del Congreso, Marita Lorenz aseguró el 31 de mayo de 1978 que estuvo presente en una reunión en casa de Orlando Bosch Ávila, dos meses antes del asesinato de Kennedy, en la que participaron Oswald, Sturgis y los mercenarios de Operación 40. En su testimonio dijo que el 15 de noviembre dos vehículos partieron de Miami con destino a Dallas y que ella viajó en uno de ellos junto a Sturgis y Oswald. En un punto del trayecto contactaron con Ruby.

Al mismo tiempo, Ruby era un peón de Nixon, quien en 1947 le propuso como testigo de cargo del Comité de Actividades Antiamericanas de McCarthy. Desde entonces Ruby estuvo en la nómina del Congreso como miembro del equipo de Nixon. Ruby se trasladó a Dallas en 1947 por encargo tanto de Nixon como de la mafia, que vienen a ser otras dos caras de la misma moneda.

Según un informe del FBI descubierto en los años setenta, Nixon presionó varias veces para impedir que el FBI investigara los crímenes de Ruby y que no se le citara a declarar ante un Comité del Congreso que estaba investigando a la mafia.

Una vez detenido, Earl Warren visitó a Ruby en prisión acompañado de Gerald Ford, que luego sería presidente. El mafioso les dijo que temía por su vida y dirigiéndose personalmente a Warren le dijo que era el único que podía salvarle. En la cárcel de Dallas no podía hablar. A cambio de revelar todo lo que sabía, Ford le sugirió la posibilidad de trasladarle a una cárcel de Washington bajo protección.

Ruby se disponía a contar lo que sabía. En su declaración el mafioso también dio a entender que detrás del complot estaba el propio presidente Johnson. Pero en este asunto lo que menos interesaba era la verdad, especialmente a quienes tenían la tarea de informarse e informar acerca de ella. Warren le negó el traslado. Dejarle en la cárcel de Dallas fue una auténtica condena a muerte, que se ejecutó en 1967 mientras Ruby esperaba un juicio por tráfico de drogas. Le diagnosticaron una neumonía pero murió de cáncer 28 días después.

Fue otra muerte oportuna. Los cuatro abogados de Ruby también murieron, uno detrás de otro: en 1965 Tom Howard, en 1971 Clayton Fowler, en 1995 Phil L. Barleson y en 1996 Melvin Belli. Todas las puertas se volvieron a cerrar.

El asesinato de Kennedy 50 años después (y 11)

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Epílogo para un crimen perfecto
Juan Manuel Olarieta
¿Quién dice que el crimen perfecto no existe? El asesinato de Kennedy es un buen ejemplo de lo contrario, aunque para ello hubiera que borrar todas las pistas y aunque fuera de la manera chapucera en que lo hicieron. Oswald y Ruby sólo eran algunas de las pruebas más importantes que había que eliminar, pero no eran las únicas.

Inmediatamente después del atentado y de jurar su cargo de presidente, Johnson ordenó que la limusina presidencial manchada de sangre fuera limpiada por los agentes del Servicio Secreto en el mismo aparcamiento de ambulancias del hospital en el que ingresaron a Kennedy. Fue su primera orden. No podía quedar ningún cabo suelto. Si se hubiera abierto algún juicio por el asesinato de Kennedy, la mesa de las pruebas hubiera estado vacía. No por ineptitud de la policía de Dallas sino porque nadie pensó nunca en un juicio.

Ni siquiera hubiera habido autopsia porque, según la legislación, se hubiera debido realizar en el hospital de Dallas, pero el Servicio Secreto secuestró el cadáver por la fuerza y lo embarcó en el avión presidencial rumbo a Washington. ¿Un juicio por asesinato con una autopsia ilegal? Si la verdad no interesaba a nadie, un juicio mucho menos y, por lo tanto, ¿para qué investigar nada?

El congresista Thomas Hale Boggs fue otro de los integrantes de la Comisión Warren, pero llegó a conclusiones muy distintas. En 1971 afirmó que el informe oficial de la Comisión era falso e involucró a Hoover y a otro miembro de la Comisión, Arlen Specter, de aquella patraña. El congresista Boggs desapareció durante un vuelo a Alaska al año siguiente. Ni siquiera apareció la avioneta en la que volaba.

En 1976, trece años después del asesinato, la Cámara de Representantes creó un comité para esclarecer los asesinatos políticos cometidos en la década anterior. La investigación de la Comisión Warren pasó al olvido. Ahora la conclusión era la contraria: fueron dos los tiradores que dispararon sobre Kennedy, el tercer tiro partió de Oswald y, además, se podía afirmar "que el presidente John F. Kennedy fue probablemente asesinado como resultado de una conspiración". ¿Probablemente?

Hasta este punto, es decir, hasta el borrado de las huellas del crimen, Estados Unidos en nada se diferencia de cualquier otro país capitalista. La diferencia es que, además, en Estados Unidos el vacío se llena con la sobredosis de información, las cortinas de humo, la intoxicación y el exceso. Así han ido apareciendo las miles de teorías de la conspiración. A partir de una única verdad, que la versión oficial de la Comisión Warren es mentira, todo lo demás es legitimo porque cuando alguien esconde algo es cuando hay que empezar a buscar.

El problema es qué es lo que hay que buscar, qué interesa buscar. La concepción idealista de la historia busca personas y personajes, se interroga por el quién, por el autor de los disparos y los responsables del asesinato. Por el contrario, en la ciencia de la historia los sujetos se objetivan progresivamente y las personas acaban siendo personificaciones. Entonces pregunta por los motivos, los giros y los cambios que los personajes ponen en marcha.

Kennedy fue víctima de su propia concepción idealista de la historia, aunque una semana antes de su asesinato, en un discurso en la Universidad de Columbia reconoció que existían presiones para convertir el cargo de Presidente "en algo meramente figurativo". Estaba equivocado: el cargo de Presidente ya era figurativo, por más que él tratara de impedirlo. Eso le costó la vida. Creyó que desde ese cargo se podía cambiar una política firmemente asentada en Washington. Formaba parte de los que quieren cambiar las cosas desde dentro.

A partir de ahí se forja otra leyenda más: el Kennedy reformista, progresista, idealista, el recién llegado al nido de vívoras que es la Casa Blanca, el último representante de la época de Jefferson, Adams y Lincoln. Tampoco es eso. Kennedy ni siquiera alcanza el rango de caricatura de los "padres fundadores" de Estados Unidos.

Kennedy personifica a una parte del imperialismo estadounidense, que durante los años más críticos de la guerra fría se definía -fundamentalmente- por su posición respecto a la URSS. Frente a los "halcones", ellos eran las "palomas". En Estados Unidos no había una única línea respecto de la URSS, de la misma manera que en la URSS no había una única línea respecto a Estados Unidos. Es más: en 1962 la crisis de los misiles en Cuba puso de manifiesto que en Washington tampoco había uniformidad para responder a los cambios que en la URSS se estaban produciendo desde 1953, con el ascenso de Jruschov al Kremlin.

El asunto de la proliferación nuclear o, mejor dicho, la prohibición de la proliferación, lo que hoy llaman "armas de destrucción masiva", es una derivación de aquel pulso con la URSS. Esto se ha analizado desde el punto de vista del desarme y de la oposición del Pentágono, junto con la industria armamentista, al mismo. Pero también es una parte del asunto, no el asunto en sí mismo.

La guerra fría y el armamento nuclear lo que estaban poniendo de manifiesto era el grado de desarrollo (científico, técnico, económico, político) de la URSS y el bloque socialista en su conjunto, que en 1955 firmaban el Pacto de Varsovia. La revolución china (1949), la guerra de Corea (1953), la derrota de Dien Bien-Phu (1955), la revolución cubana (1959), junto con el movimiento de los no alineados en el Tercer Mundo, la crisis del canal de Suez (1956)... no presagiaban nada bueno para el imperialismo.

El bloque socialista estaba en su apogeo y el imperialismo buscaba la mejor manera de hacer frente a la situación, que no podía reducirse a una amenaza permanente del uso del armamento nuclear. Desde Hiroshima y Nagasaki entre los círculos dominantes del Pentágono se había extendido la creencia de que esa era la única manera de tratar a sus enemigos más importantes. Aún hoy entre ellos es muy común creer que hay remedios técnicos (militares, policiales, represivos) para los problemas políticos. El prototipo de esa convicción fue John Foster Dulles, el hermano del jefe de la CIA y secretario de Estado con Eisenhower.

La guerra -decía Clausewitz- no es más que la continuación de la política por otros medios. Para poner a la URSS a la defensiva el imperialismo tenía que utilizar también medios políticos y diplomáticos, es decir, tenía que negociar con la URSS. Sin embargo, es propio de una concepción militarista interpretar la negociación como una claudicación, como un gesto de debilidad. Los fuertes siempre cometen el error de no negociar con quienes están -o consideran que están- en una situación de debilidad.

La crisis de los misiles se saldó con una negociación, que al año siguiente condujo al Tratado de Moscú de prohibición de pruebas nucleares. El objetivo era que la URSS se pusiera la soga al cuello, como así ocurrió. Era la única manera de acabar con el socialismo. En septiembre de 1959, cuando visitó Estados Unidos, Jruschov debió quedar hipnotizado por Eisenhower y lo que se llamó el "Espíritu de Camp David". Siempre dijo que la coexistencia pacífica con el imperialismo era posible; bastaba con hacer concesiones, con dar lo que pedían. A cambio sólo exigían que les dejaran "en paz".

El asesinato de Kennedy no logró sus objetivos. La destitución de Jruschov un año después tampoco consiguió los suyos. Las decisiones no dependían de ninguno de ellos, por lo que fueron sustituidos por otros aún más mediocres, figurines de esos que ni siquiera se molestan en disimular sus limitaciones.

El concepto de transición en el materialismo histórico

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Juan Manuel Olarieta



El concepto de transición, decía Lenin, es fundamental para entender el movimiento, el desarrollo y el cambio, tanto en la historia, como en la naturaleza: "¿Qué distingue la transición dialéctica de la no dialéctica? El salto. La contradicción. La interrupción de la gradualidad. La unidad (identidad) del ser y el no ser" (1).

A su vez, dicho concepto involucra el de etapa porque los saltos nunca son instantáneos sino procesos que se desarrollan a través de distintas etapas. Así, entre la noche y su opuesto, el día, están los crepúsculos y los amaneceres, etapas intermedias en las cuales la luz aparece y desaparece, unas veces más rápido que otras. En esas situaciones la duda sobre si es de día o de noche es como la botella medio llena o medio vacía: es metafísica. Lo que interesa saber es el movimiento: si está amaneciendo o está anocheciendo.

La historia tampoco conoce cambios instantáneos. La revolución rusa no fue la toma del Palacio de Invierno, sino la revolución de 1905, la guerra mundial, la revolución de febrero, la de octubre y la guerra civil. Dado que todo fenómeno está en movimiento, tanto en la naturaleza como en la sociedad, todo fenómeno es histórico: "La filosofía de la praxis es el historicismo absoluto", decía Gramsci (2).

En todo proceso histórico hay determinados cambios que son más importantes con relación a los otros que van por delante o por detrás y marcan los puntos de inflexión, los saltos de una etapa a la siguiente. Son los que luego los historiadores toman como frontera entre unos momentos y los sucesivos, aunque en ocasiones, no sean más que símbolos, como el asalto a la Bastilla en la revolución francesa.

Esos puntos de inflexión convierten a la historia en un devenir esencialmente irreversible, sin marcha atrás. Ahora bien, si en la historia no hay cambios instantáneos, tampoco los hay lineales. Que la historia sea una sucesión de acontecimientos esencialmente irreversibles no significa tampoco que no se repitan, que la historia no vuelva sobre sí misma y no se parezca a algo que ya ocurrió antes. Por eso decía Marx que a veces la historia parece repetirse, pero una vez en forma de tragedia y otra de farsa (3). La ruptura y la repetición dividen a la historia en etapas o modos de producción. Es lo que permite clasificar el tiempo histórico, ordenarlo y sistematizarlo en ciclos, entender tanto la continuidad como la discontinuidad.

Las transiciones históricas son los saltos en los cuales los fenómenos cambian cualitativamente su naturaleza, adquiriendo otra diferente. Así, el capitalismo se convierte en socialismo, apareciendo en la historia como un cambio revolucionario, una unidad homogénea y a veces como un momento fugaz: los 10 días que estremecieron al mundo. Entonces todo parece claro y extraordinariamente simple. Pero "de la revolución misma no debe uno forjarse la idea de que sea un acto único [...] sino que es una sucesión rápida de explosiones más o menos violentas, alternando con periodos de calma más o menos profunda", escribió Lenin (4).

Al poner la lupa encima de la revolución socialista, por ejemplo, el asunto aparece en toda su complejidad, se dilata en el tiempo y aparecen etapas, como el comunismo de guerra, la NEP o la colectivización. La distinción entre una cualidad y otra es relativa, es decir, que un cambio es cualitativo en relación a otro, que es puramente cuantitativo. Las transiciones, pues, no pueden ser las mismas en un caso que en otro. La transformación del capitalismo premonopolista en imperialismo es un cambio cualitativo del capitalismo, dentro del capitalismo; no lo es si lo ponemos en relación con el socialismo.

Engels lo expuso diciendo que en la naturaleza no hay saltos porque todo procede a la manera de saltos (5), es decir, de cambios cualitativos. Todo fenómeno que cambia experimenta transformaciones que, a la vez, son cuantitativas y cualitativas. Aunque no sean de la misma naturaleza, ambas son necesarias. Una revolución no sólo son grandes cambios sino también pequeñas reformas, modificaciones muchas veces insignificantes de las que luego los libros de historia se olvidan porque sólo tienen en cuenta las anteriores. En ocasiones, esas pequeñas reformas se pueden obtener sin una revolución, pero en otras sólo son posibles si van precedidas o acompañadas de las grandes.

En esto no hay fórmulas. Las revoluciones no son abstracciones sino acontecimientos históricos concretos que jamás se repiten. Por ello, para dirigir una revolución en un determinado país hay que conocer su historia porque en ella se encuentran tanto las coincidencias como las diferencias con respecto a otros países. La historia concreta determina la naturaleza de la revolución que se va a desencadenar y, por lo tanto, sus etapas. Por ejemplo, dado el desarrollo alcanzado en España de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, la revolución sólo puede ser de tipo socialista, una declaración que lo dice todo y, a la vez, no dice nada.

Sólo una vanguardia, es decir, una minoría, es capaz de dirigir una revolución, lo cual significa que sólo ella es capaz de anticiparse y, por lo tanto, de prever las etapas que una revolución va a atravesar necesariamente en un determinado país. Pero eso sólo sucede con una minoría; los demás, la mayoría, aspira a soluciones mágicas, inmediatas y perfectas, típicas de las distintas variantes del socialismo utópico en donde la sociedad soñada queda establecida de una vez y para siempre.

El prototipo de utopismo son los que reivindican la dictadura del proletariado, porque dicen que en España la revolución sólo puede ser de naturaleza socialista. Sin embargo, ni en Rusia, ni en China, ni en Vietnam se vieron pancartas en las calles reclamando la dictadura del proletariado o el socialismo. La revolución no se dirige con frases más o menos redondas, por acertadas que sean. En términos hegelianos se puede decir que una vanguardia no sólo necesita entender lo mediato (el objetivo último) sino lo inmediato (el medio existente) y ponerlos en relación. Tan erróneo es cojear de un pie que del otro. Mientras el izquierdismo sólo habla de los grandes objetivos finales, el reformismo se refugia en las penurias de la actualidad presente.

La mayoría siempre se ha negado a admitir que la revolución atraviese ninguna clase de etapas. Los anarquistas, por ejemplo, lo quieren todo y lo quieren ya, ahora mismo. En Rusia los populistas negaron las etapas de la revolución porque negaron que allá se estuviera desarrollando el capitalismo. Según ellos, Rusia iba a saltar al socialismo sin pasar antes por el capitalismo. Es una polémica que se reprodujo en los setenta, cuando algunos acusaron a los comunistas de dogmáticos porque defendían que la sucesión de modos de producción era inexorable y que para construir el socialismo era necesario antes pasar por el capitalismo. Los trotskistas también han sostenido siempre ese tipo de concepciones, calificando a los comunistas de etapistas y falsificando el concepto marxista de revolución permanente.

Las concepciones que niegan las etapas en cualquier clase de revolución son erróneas, lo mismo que aquellas otras que se estancan en las etapas, o las dilatan en el tiempo. Éstos últimos hablan de etapas pero no de la transición de unas a otras, ni del momento oportuno para hacerlo. Por ejemplo, en la URSS Bujarin quiso mantener la NEP de manera indefinida y se opuso a considerarla como una etapa agotada y, por consiguiente, que era necesario pasar a otra etapa diferente: la colectivización del campo. Las etapas son necesarias precisamente para saltar de unas a otras. La revolución se divide en etapas porque no todas las medidas que un gobierno tiene que aprobar se pueden ejecutar simultáneamente y no todas ellas tienen la misma importancia económica y política. Las etapas existen porque la vanguardia no improvisa sino que actúa organizada y planificadamente, porque sabe lo que tiene que hacer en cada momento para avanzar.

El salto de una etapa a otra no sólo determina la discontinuidad y la ruptura entre ambas, sino también la continuidad. Las revoluciones no empiezan de cero sino de lo que hay, de lo que el capitalismo deja. Al dia siguiente de la revolución francesa, la situación de un zapatero de París no había cambiado. Se había producido un salto histórico gigantesco que pocos eran capaces de apreciar. Del mismo modo, el 8 de noviembre de 1917, tras el triunfo de la revolución socialista en Petrogrado, Rusia seguía siendo un país capitalista inmerso en una guerra imperialista. No hay revolución que erradique el feudalismo ni el capitalismo por decreto, aunque lo intente.

Así pues, en una etapa subsisten buena parte de las condiciones propias de la anterior, es decir, existe el feudalismo dentro del capitalismo y éste dentro del socialismo. A causa de ello, por más que la naturaleza de la revolución de octubre fuera socialista, los bolcheviques adoptaron numerosas medidas de tipo democrático o, si se quiere, de tipo democrático burgués. La pureza no existe, ni en la biología ni en la historia. No existen revoluciones exclusivamente burguesas, ni exclusivamente proletarias. Incluso a veces hay revoluciones en las que parece que una clase necesita traicionarse a sí misma, mostrarse impura, como cuando en 1789 la burguesía francesa preservó la monarquía, una institución típicamente feudal.

Los semirrevolucionarios soportan muy mal este tipo de situaciones ambiguas y siguen calificando de etapistas a quienes en España reivindican la República Popular, que ellos entienden de manera opuesta al socialismo, o a la dictadura del proletariado. Lo más corriente, en palabras de Lenin, es entender la contradicción como oposición, la diferencia entre una etapa y otra, pero además de eso es necesario captar la transición de un opuesto a su contrario. Eso es precisamente "lo más importante", decía Lenin (6). Cualquiera puede entender la diferencia entre el capitalismo y socialismo; lo complicado empieza al trazar el paso de uno a otro, cuando hay que empezar a salir de las abstracciones, las generalidades y las vaguedades que sirven tanto para un roto como para un descosido pero, sobre todo, para quedarse en la nube de los debates y las discusiones vacías.

Quienes necesitan adornarse de frases contundentes desvalorizan la democracia, o la envuelven con adjetivos no menos contundentes, como la de "burguesa" en donde la burguesía queda como el baluarte de las libertades y los derechos, es decir, como algo que nunca ha sido y, paralelamente, los comunistas aparecen como su negación, como partidarios declarados de la dictadura. El planteamiento que hacen los semirrevolucionarios es el mismo que hace hoy la burguesía, que asocia la democracia al capitalismo.

A ellos la democracia les sabe a poco. Su planteamiento no sólo es erróneo sino que, además, se contradice con los hechos. Desde hace un siglo los comunistas han sido quienes se han puesto a la cabeza de la lucha contra el fascismo, es decir, de la lucha por la democracia, una batalla en la que los muertos se cuentan por decenas de millones. Con mucha más razón hoy, sobre todo en España, la lucha contra el fascismo sigue indisolublemente vinculada a la lucha por el socialismo, al proletariado y a los comunistas.

Vivimos en el país de la Inquisición, la llevamos metida en la médula de los huesos. Somos el país de las hogueras. Sin solución de continuidad en España hemos pasado de la Inquisición al franquismo y, a pesar de ello, o quizá a consecuencia de ello, seguimos teniendo con este asunto una confusión importante. Durante generaciones nunca hemos disfrutado ni de libertad, ni de derechos, ni de migajas de nada de eso. Creemos saber de lo que se trata por referencias indirectas; nos lo imaginamos, y algunos imaginan tanto que creen incluso disfrutar de la democracia "burguesa" porque no han recibido los imprescindibles palos en las costillas que les convenzan de lo contrario. No escarmientan en cabeza ajena.


Notas:

(1) Lenin: Cuadernos filosóficos, Obras Completas, tomo 29, pg.255.
(2) Gramsci: Política y sociedad, Barcelona, 1977, pg.58.
(3) Marx: 18 Brumario de Luis Bonaparte, Barcelona, 1971, pg.11.
(4) Lenin: ¿Qué hacer, Obras Escogidas, tomo I, pg.258.
(5) Engels: Dialéctica de la naturaleza, Madrid, 1980, pg.215.
(6) Lenin: Cuadernos filosóficos, cit., pgs.124-125.

La guerra está cada vez más cerca

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El 24 de octubre la revista "Cicero" de Berlín insertó un artículo de Andreas Rinke (*) sobre la vigilancia electrónica de Estados Unidos a los políticos y monopolistas europeos, que expresa la hipocresía continental ante el espionaje a un aliado. ¿Tienen secretos los amigos?, ¿no se fían los europeos de sus aliados? ¿esconden algo a la Casa Blanca?, ¿hay algo de lo que Estados Unidos no se deba enterar?

La amistad es la confianza; el espionaje es la desconfianza. Los amigos se cuentan las intimidades unos a otros espontáneamente. No hace falta vigilarles, y menos a hurtadillas. Si hay secretos es porque los amigos no lo son tanto. Por decirlo de otra manera: si quieres saber los amigos que tienes, enumera los secretos que les cuentas. Si queremos saber los amigos que tiene Estados Unidos, contemos a quiénes vigila y a quiénes no. A sus enemigos les vigila; con sus amigos comparte confidencias. Por lo tanto, tenemos que deducir dos conclusiones. La primera es que si Estados Unidos ha vigilado a Europa (Wikileaks, Snowden, Prism), es porque no prevalece la amistad precisamente. La segunda es que el escándalo que ha organizado la prensa europea (los círculos imperialistas de los que es portavoz) con el asunto es pura hipocresía.

La prensa rusa lo tiene más claro: como Rusia no es precisamente una potencia amistosa hacia Estados Unidos, lo mismo que China, nada de esto les ha sorprendido lo más mínimo. De ahí que su perspectiva sobre el espionaje sea diferente: "A Europa la han puesto en su lugar", titula La Voz de Rusia, quien añade que "los europeos ya no son dueños en su propia casa". Los rusos dicen, además, que Washington no tiene intención de renunciar a lo que califica como un "control total", sobre todo porque invirtieron sumas astronómicas en el espionaje. La vigilancia ha existido, existe y seguirá existiendo, añade un comentarista (28 de octubre). La prensa europea, por el contrario, son unos hipócritas que se rasgan las vestiduras por algo que conocen cabalmente desde hace décadas, mucho antes de los ordenadores e internet.

El control electrónico absoluto de las comunicaciones pone de manifiesto, otra vez, el mito de la neutralidad tecnológica: "los instrumentos no son buenos o malos; depende de cómo se utilicen". Fue un error de moda en los primeros tiempos de internet, cuando la pequeña burguesía intentó recuperar sus viejos sueños de horizontalidad en los que las redes sociales sustituían a las relaciones personales. La realidad iba a quedar engullida por la virtualidad.

El artículo de Rinke va justamente en la línea opuesta y propone una comparación feliz: "Al igual que el primer satélite soviético impulsó a los estadounidenses a salir al espacio, estas revelaciones deben motivar a Europa para subsanar su retraso en las tecnologías de la información".

Pero no es sólo tecnología, ni tampoco retraso exactamente sino algo un poco distinto: al impulsar e imponer el desarrollo de las tecnologías digitales, Estados Unidos tomó la delantera a Europa y por eso monopoliza el tráfico que circula por internet. Lo controla tanto como controlaba antes las comunicaciones vía satélite.

En cualquier país capitalista las comunicaciones son la infraestructura básica del mercado, un sector estratégico. Primero fueron las postas de diligencias, luego los servicios postales y ahora los usuarios postean en los foros. En una guerra no hay bocado más apetecible que el mensajero que lleva el correo, y si los papeles confidenciales no se pueden capturar, se destruyen. Las bombas siempre caen en los nudos de comunicaciones del enemigo, sus estaciones de tren, sus carreteras, sus puertos y sus aeropuertos.

Pero en las guerras, como en todas las demás cosas del mundo, la conciencia marcha con retraso respecto a la realidad presente. Los manuales de Estado Mayor lo expresan diciendo que a ellas los oficiales van con la lección aprendida en la guerra anterior, no con previsiones para la próxima.

Pues bien, no esperes que la siguiente guerra empiece con la invasión de Polonia por una columna de tanques acorazados. Tampoco con un rearme que acumule arsenales de artilugios que quedan obsoletos en muy poco tiempo. Las guerras empiezan cuando los espías se movilizan, observando al enemigo para descubrir sus "verdaderas intenciones" y adelantarse a ellas. La guerra se apoya en la sorpresa. El adversario no va a hacer lo que tú esperas que haga, sino justamente lo contrario. Tu enemigo trata de sorprenderte o, en otros términos: se aprovecha de tu falta de previsión.

Sin embargo, en una guerra no puede haber sorpresas, y la primera sorpresa y, a la vez, la más estúpida es que no esperes su estallido. Cuando logres salir de tu asombro, el enemigo ya te habrá vencido. Tratarás de enviar un mensaje a tu amigo con el móvil para prevenirle y te darás cuenta de que no funciona. Si además te crees la vanguardia de algo, harás el ridículo.

En una guerra el control de las comunicaciones -digitales o no- es el paso previo para su destrucción. Ahora bien, en la actualidad cuando se habla de "destrucción" basta entender "inutilización" en el sentido de que hasta una lavadora tiene en su interior un programa informático para el agua caliente o para lavar en frío, para la ropa blanca o la de color, para el aclarado, el centrifugado, etc. Para destruir una lavadora basta sabotear el sistema informático con el que funciona.

En 2010 Estados Unidos e Israel no necesitaron bombardear las centrales nucleares iraníes para paralizar su funcionamiento. Los drones son ordenadores volantes, los satélites también son ordenadores, los cohetes están teledirigidos y las bombas son "inteligentes". Un componente fundamental de la próxima guerra será, pues, la inutilización de la infraestructura digital del adversario. De ahí que hoy todos los ejércitos imperialistas tengan una división de informática.

Como no le gustaban las sorpresas, Stalin advirtió diez años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, añadiendo que, a diferencia de las anteriores, sería una guerra "de motores". Acertó. Si tú quieres imitarle, adivina si va a estallar otra guerra mundial y en qué se diferenciará de las precedentes. Si quieres imitarle más de cerca, prepárate para ella. No será una guerra informática, pero será un guerra que empiece por la informática.

(*) Andreas Rinke: Der NSA-Skandal hat auch Vorteile, Cicero, Berlín, 24 de octubre de 2013
http://www.cicero.de/kapital/prism-snowden-angela-merkel-merkelphone-deutsche-industrie-nsa-affaere-hat-auch-vorteile-sputnik-schock/56209

Transición y constitución

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Juan Manuel Olarieta

No sólo hemos dejado que nos engañen en lo que a la transición concierne, sino que tampoco sabemos lo que es una constitución, por lo que llamamos de esa manera a cualquier trozo de papel impreso. Naturalmente que por una repetición insistente también tenemos asociada la democracia a la constitución e ingenuamente nos hemos convencido de que los países fascistas lo eran porque no tenían una constitución, ni la parafernalia que la acompaña: libertades, derechos, elecciones, partidos, separación de poderes, etc.

¿Qué es una constitución? En 1862, hace ya 150 años, Lasalle, el socialdemócrata alemán que mantenía una relación de amor, odio y otros estados de ánimo hacia Marx y Engels, pronunció un ciclo de conferencias para responder a esa pregunta: ¿qué es una constitución? Diferenciaba entre la constitución en sentido formal, una norma jurídica escrita sobre el papel, y la constitución real, el conjunto de fuerzas que dominan en una sociedad. Según Lasalle, los problemas constitucionales no son, en última instancia, problemas jurídicos, sino de poder (1).

¿Es necesario insistir sobre algo tan obvio? Si, por muchas razones, entre ellas porque también hay una mala comprensión de las relaciones entre lo formal (jurídico) y lo real (sociológico). Hay quienes desprecian lo jurídico y hay quienes miran la realidad sólo a través de los agujeros legales y redactan manuales sobre los derechos de los detenidos.

Cuando Montesquieu habla de "separación de poderes" se refiere a ambas cosas al mismo tiempo. Sus "poderes" no son el legislativo, el ejecutivo y el judicial sino las clases sociales. A lo que se refiere Montesquieu es al reparto del poder entre las clases sociales, o mejor dicho, a un nuevo reparto del poder entre ellas, de una redistribución de ese poder político (2). Eso es una constitución: la formalización jurídica de un cambio político.

De ahí se desprende algo obvio: no es la constitución la que redistribuye el poder sino que es un cambio en el poder el que redacta una nueva constitución. Al poder de crear e imponer una nueva constitución Sieyés, un representante típico de la burguesía revolucionaria, lo llamaba "poder constituyente". Pero también lo podemos decir en términos actuales, más comprensibles: la lucha de clases es el motor de la historia y, por lo tanto, también es la que redacta, cambia y anula las constituciones.

Las primeras constituciones aparecen con las revoluciones burguesas. Son expresiones suyas, es decir, reflejan el asalto de la burguesía al poder político y la construcción de un nuevo Estado, diferente del anterior. Uno de los mayores exponentes de la nueva teoría constitucional fue Sieyés, quien lo expresó claramente. "¿Qué es el Tercer Estado?", preguntaba Sieyés refiriéndose a la burguesía. "No es nada", respondía él mismo. "¿Qué debe ser el Tercer Estado?", volvía a preguntar. "Todo". La burguesía quería todo el poder para sí misma.

Sieyés forjó el núcleo fundamental de lo que es una constitución, el de "poder constituyente", que luego Lenin expresó a su manera al decir que "no basta con dar a la Asamblea representativa la denominación de constituyente. Es preciso que dicha asamblea tenga poder y fuerza para constituir"(3). Entonces, para juzgar la Constitución de 1978 hay que tener en cuenta ambos factores. En primer, el aspecto formal: si las Cortes surgidas de las elecciones de 1977 fueron constituyentes, o no. Y segundo, el aspecto material, si dichas Cortes tenían la fuerza suficiente para constituir, es decir, para cambiar la naturaleza política del Estado.

Es lo que Lasalle calificaba como los "factores reales de poder", lo que en tiempos de la transición se llamaban "poderes fácticos", una expresión que ya nadie utiliza ahora, pero que entonces era muy corriente precisamente porque esos poderes, los de verdad, no sólo no estaban en las Cortes, sino fuera de ellas y, además, porque esos poderes no sólo no querían cambiar sino que estaban en contra de cualquier cambio.

Así que todas las respuestas a las preguntas anteriores son negativas, incluso las de tipo formal, lo que conduce a concluir que España no tiene constitución, que la Constitución de 1978 no es tal constitución o, dicho en términos más claros, que dicha constitución es un fraude que procede de otro fraude y que fue redactada por unos defraudadores. En el derecho todo fraude, de ley o de cualquier otro tipo, conduce a la nulidad. Un certificado de nacimiento falso es nulo, un billete de 7 euros es nulo y una constitución falsa es también nula: no existe como tal.

¿Por qué no hay constitución? Porque no hubo transición, ni cambio político. Lenin preguntaría lo siguiente: ¿tenían las Cortes de 1977 poder para cambiar algo?, ¿eran las Cortes de 1977 un poder? Naturalmente que no. Pero la respuesta tiene que ir mucho más allá: ni eran constituyentes ni lo pretendieron jamás. Las elecciones de junio de 1977 no se convocaron para cambiar el Estado, derogar las Leyes Fundamentales franquistas y elaborar una nueva constitución.

Una constitución no implanta la libertad sino que es consecuencia de ella, de una situación previa de libertad que nunca hubo en España, y menos en 1977. No es necesario leer la prensa de entonces. Cualquiera que haya vivido la transición al cabo de la calle no hablará sino de un estado de terror, de crímenes, de miedo, de palos, de detenciones, de torturas y de cárceles.

Por el contrario, la libertad forma parte esencial del poder constituyente y para que haya libertad hay que liberar a los presos políticos de las cárceles, reconocer los derechos de reunión, asociación, manifestación, legalizar a los partidos políticos y la libertad de expresión, el acceso de todos a los medios de comunicación públicos... Nada de esto se produjo en 1977. La consecuencia política fundamental de este hecho es que la legitimidad de este régimen es la misma que la del franquismo, es decir, ninguna. Nadie puede calificar de legítimo a un Estado edificado sobre el criminal alzamiento de 1936 y la matanza subsiguiente. La transición no fue más que una prórroga de esa situación de guerra y posguerra. Más de lo mismo.

Las cosas no cambian nada por el hecho de que las imitaciones de los falsificadores sean tan buenas que embauquen a los incautos. Siempre que hay una imitación hay que compararla con el original. Si hablamos de fraude hay que mirar en la trastienda, analizar la historia, los hechos, la práctica. Si no hubo ningún tipo de poder constituyente, lo que hay que analizar es eso que en 1977 se llamaban "poderes fácticos".

Los incautos se quedan con el aspecto formal de las cosas, lo que debió ser y no fue. Pero los diputados de 1977 no inventaron el fraude. Sieyés, que era cura, sabía mucho de fraudes y, a pesar de ello, le ocurrió lo mismo hace más 200 años, lo que le movió a escribir su conocida obra, en la que dice: "El conocimiento de lo que hubiera debido hacerse puede llevar al conocimiento de lo que se hará" (4). Si no queremos que nos vuelvan a timar de nuevo los mismos timadores de siempre, deberemos exigir ahora lo que no tuvimos en 1977 ni hemos tenido nunca, empezando por la liberación de los presos políticos.

Notas:

(1) Lasalle: ¿Qué es una constitución?, http://norcolombia.ucoz.com/libros/Lassalle_Ferdinand-Que_Es_Una_Constitucion.pdf
(2)La separación de poderes en el constitucionalismo burgués, http://pendientedemigracion.ucm.es/info/nomadas/32/jmolarieta.html
(3)Lenin: Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Obras Escogidas, tomo I, pg.475.
(4) Sieyés: ¿Qué es el Tercer Estado?, Madrid, 1973, pg. 92. 


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[Completo] El asesinato de Kennedy 50 años después, Juan Manuel Olarieta

La producción de samovares y acordeones en la Rusia pre-revolucionaria

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Juan Manuel Olarieta

Como en el resto de Europa el movimiento revolucionario ruso surge de la revolución de 1848 y, dada la represión zarista, se gesta entre los emigrantes, es decir, fuera de la propia Rusia y en un contacto muy estrecho con las demás corrientes revolucionarias europeas, entre otras la que Marx y Engels encabezaban. El movimiento revolucionario ruso a finales del siglo XIX presenta, pues, tanto rasgos comunes con el resto de Europa junto a otros que son propios y característicos.

En muy poco tiempo, apenas 50 años, ese movimiento atravesó tres etapas fundamentales en las que la influencia del marxismo fue creciendo progresivamente. Inicialmente aparece como un movimiento democrático revolucionario (Chernichevski), posteriormente surge el populismo (Mijailovski), y la tercera etapa se inicia con el grupo Emancipación del Trabajo encabezado por Plejanov, que desemboca en la creación del partido socialdemócrata en 1898.

De dicho partido surgen posteriormente los bolcheviques que, al encabezar la revolución de 1917, desencadenan un proceso de retorno: lo que llegó a Rusia procedente del oeste, regresa de nuevo a Europa occidental, naturalmente profundamente transformado y enriquecido por el leninismo. Desde el punto de vista geográfico, por tanto, a Europa occidental retorna algo de lo que salió de la propia Europa occidental.

La intelectualidad seudomarxista critica ese proceso calificándolo despectivamente como "eurocentrismo". Pero el marxismo no es una teoría, que es como ellos la consideran, sino una teoría revolucionaria, es decir, deducida de la revolución, un fenómeno que entonces sólo se podía analizar cabalmente en Europa y en ninguna otra parte. Eso es lo que hicieron entonces y lo que hacen ahora los revolucionarios, a diferencia de los profesores de historia, de los escritores y de los diletantes de salón.

A lo largo de varios años Marx y Engels mantuvieron una estrecha relación política, directa e indirecta, con varios exiliados rusos y, como no tenían por costumbre hablar de lo que no sabían, estudiaron ruso para poder conocer mejor el país y discutir con conocimiento de causa. Además de reuniones, ambas partes intercambiaron correspondencia, que en aquella época era una de las principales formas de comunicación. Aquella correspondencia iba dirigida a los personajes de Rusia más insospechados que cabe imaginar y versó sobre los asuntos más variopintos, como es el caso de la carta de Marx a Annenkov (un burgués liberal) sobre Proudhon o la de Engels a Lavrov (un populista) sobre Darwin.

Esa correspondencia demuestra que ya entonces Marx y Engels estaban en el centro del movimiento revolucionario europeo (o sea, mundial) y que sus diferentes corrientes (incluido Bakunin, otro ruso) les consideraban como los más reputados maestros.

Es también remarcable que una correspondencia privada, no destinada a la publicación, resulte de tanta actualidad y tenga tan extraordinaria importancia. En parte esa correspondencia se ha perdido, pero los populistas tradujeron y distribuyeron varias obras, como el Manifiesto Comunista y El Capital, y publicaron en sus revistas algunos artículos de Marx y Engels.

Como no podía ser de otra forma, uno de los debates fundamentales con los rusos fue la singularidad del gran Imperio, un tema recurrente en el movimiento obrero mundial desde siempre, normalmente mal planteado, en la forma de unos supuestos "modelos" (soviético, chino, yugoeslavo), o del "eurocomunismo" y las diversas "vías" hacia el socialismo de Togliatti. En términos filosóficos el debate aludía a la relación entre lo abstracto (modo de producción) y lo concreto (formación histórico-social). Marx y Engels analizan el capitalismo (lo abstracto) en la Inglaterra de su época (lo concreto) y, del mismo modo, el socialismo se analiza en la URSS. Pero al analizar el capitalismo en España no se encuentran "roundsmen" como en Inglaterra, ni al analizar el socialismo en Cuba se encuentran "kulaks" como en la URSS. Un marxista tiene que analizar el capitalismo (o el socialismo) en algún país y en algún tiempo concretos. Lo que no tiene sentido, ni marxista ni de ningún tipo, es hablar del capitalismo como un espectro fantasmagórico, intemporal.

Con el tiempo el mismo vicio ha ido creciendo, cambiando de formato y empeorando cada vez más. Kevin Anderson, uno de los intelectuales seudomarxistas en boga, ha vuelto recientemente al mismo error de la misma manera errónea. Lo llama marxismo unilineal o multilineal (*). Otros dicen que el marxismo es del siglo XIX, que ahora las cosas han cambiado (pero no dicen cuáles) y que hay que retocarlo un poco (o mucho) para poder "aplicarlo" al siglo XXI.

Son variaciones sobre el mismo tema, como el "determinismo" que algunos confunden con el fatalismo, la sucesión inexorable de esos modos de producción que tienen que aparecer por todos los rincones de la historia. En resumen, según algunos el marxismo no es "aplicable" a determinadas sociedades o épocas históricas, que es como decir que la aritmética no es "aplicable" a todos los números.

Los populistas no se oponían al marxismo, sino que decían que no era "aplicable" a Rusia, con lo cual querían decir que Rusia jamás sería un país capitalista. Lo mismo que Togliatti, ellos también creían que el marxismo, lo mismo que el capitalismo, eran "europeos". Lo verdaderamente ruso era el populismo. Entonces al menos una parte de la cuestión reside en entender lo que es el marxismo.

En 1899 se celebró en San Petersburgo un debate público sobre un tema que llevaba exactamente el título "¿Es posible conciliar el populismo con el marxismo?", lo cual ya es bastante significativo. Los populistas eran nacionalistas. Lo que preguntaban en realidad era: ¿es posible conciliar a Europa con Rusia?, ¿es Rusia una parte de Europa? Pero es aún más significativo lo que en ella dijo Vorontsov, un populista: los marxistas "europeos"están más ceca del populismo que los "rusos". Naturalmente que cuando Vorontsov se refería a los "marxistas rusos" ni siquiera se refería a Plejanov sino a oportunistas como Piotr Struvé, presente en aquel acto, es decir, a los "marxistas legales".

Traer ahora aquel debate aquí puede parecer oportunista en cierta medida porque "El desarrollo del capitalismo en Rusia", una de las obras de historia más extraordinarias jamás escritas, a cuya redacción Lenin dedicó tres largos años (1896-1899), dejó las cosas bien claras. El marxismo no sólo se podía "aplicar" a Rusia sino que se "aplicó" de una manera tan magistral que en 1917 condujo al proletariado a la Revolución. Hoy sabemos que los populistas no tenían razón.

Pero aferrarse a esos argumentos "ex post facto" es jugar con ventaja; además de poner las cosas en su sitio, lo cual no es fácil, hay que ponerlas en su época. Una carta de 1877 dirigida por Marx a la revista rusa "El memorial de la patria" trata sobre esto: ¿qué es el marxismo? Afirma que el dirigente populista Mijailovski había "metamorfoseado"su explicación de la génesis del capitalismo en el occidente europeo, convirtiéndola en una "teoría histórico-filosófica de la marcha general que el destino impone a todo pueblo, cualesquiera que sean las circunstancias históricas en que se encuentre". En otras palabras, los populistas convertían algo histórico en algo suprahistórico.

Los errores de los populistas procedían de dos orígenes distintos: no sólo tenían una concepción distorsionada del marxismo sino que, además, tenían una concepción distorsionada de Rusia, y cuando hoy se leen con un poco de atención esos mismos debates, como el de Anderson, se observa exactamente el mismo error que Marx y Engels observaban en los populistas: son suprahistóricos, es decir, abstracciones, teorías que pretenden suplantar a otras teorías simétricas a ellas. Lo que todas estas teorías tienen en común es que son una exégesis permanente. Están hechas de frases y citas que cuadran casi exactamente con lo que el escritor quiere sostener.

Al leer una obra maestra, como "El desarrollo del capitalismo en Rusia" aparece lo concreto, además de lo abstracto. Más que datos hay detalles. Las publicaciones marxistas son tan exahustivas y minuciosas que al repasarlas un siglo después agobian al lector, como cuando "El Capital" se refiere a los clanes celtas de la alta Escocia, o cuando Lenin dedica un apartado a analizar la orfebrería y la producción de samovares y acordeones en Rusia.

Anderson no habla para nada de acordeones, no habla de nada concreto, no habla de historia sino sobre la historia, después de convertirla en un fantasma. Por ejemplo, larga la siguiente patada: "Un ejemplo común del uso continuado de este modelo unilineal es la máquina de propaganda estatal China, cuando apoda la cultura tibetana como 'feudal' y consecuentemente atrasada". Si los chinos tienen una máquina de propaganda estatal, Anderson tiene el estilo publicitario burgués, que consiste en soltar las frases típicas de los letreros de neón, huérfanas de argumentos, absolutamente vacías, como el resto de su artículo.

Lo de menos es si Anderson tiene razón o no. Lo que es seguro es que no es marxista, lo que se confirma cuando manifiesta las mismas intenciones que Vorontsov en Rusia: conciliar el marxismo con otras corrientes ideológicas, tan oportunistas como él mismo. Es algo típico de quienes no son marxistas, una conclusión que se confirma cuando Anderson busca las diferencias entre Marx y Engels: el primero es multilineal, mientras que Engels cayó en el mismo vicio que la maquinaria de propaganda estatal china.

Un debate o una obra de historia en la que no se habla de cosas como samovares y acordeones podrá resultar interesante, pero no tiene relación con el marxismo. Si además, está repleta de citas de Marx, hay motivos para temer lo peor.

(*) De los ‘Grundrisse’ al ‘Capital’: Temas Multilineales, Marxismo Crítico, 12 de diciembre de 2013, http://marxismocritico.com/2013/12/12/de-los-grundisse-al-capital/

El fetichismo por los clásicos

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 Juan Manuel Olarieta


El 3 de enero en La Haine Fabretti escribe un artículo relativo a un debate que, según interpreto, versa más sobre la validez que sobre la importancia de que los textos marxistas conduzcan a la lectura de Marx y Engels directamente.

Para defender su postura contraria, Frabetti pone los ejemplos de Newton y Darwin que, según mi criterio, demuestran lo contrario de lo que él pretende. Mi opinión, pues, milita a favor de que cualquier texto científico, del tipo que sea, convoque al lector a recurrir a las fuentes, a los clásicos. Soy un fetichista de los clásicos cada vez más convencido, practico el culto a la personalidad como un rito pagano y sostengo que si alguien quiere saber sobre física debe leer a Galileo y Newton, si quiere saber sobre biología debe leer a Darwin y si quiere saber sobre materialismo histórico debe leer a Marx, Engels y Lenin (no sólo a Marx).

Es más, apoyado en una experiencia secular sostengo que los alumnos tienen el vicio de tergiversar las enseñanzas de sus maestros, aún invocando su nombre, es decir, que se aprovechan del nombre de su maestro para introducir sus propias tesis de contrabando. Dado que pocas veces los alumnos llegan a la altura de los grandes maestros de los que estamos hablando, sus imitadores suelen ser muy deplorables. Es el problema de los newtonistas con Newton, los darwinistas con Darwin y de los marxistas con Marx. Los seguidores -en general- se convierten en una verdadera pesadilla.

No puedo estar más en desacuerdo con Frabetti cuando afirma que"si bien la lectura de los libros de Galileo, Newton o Darwin es fundamental para un epistemólogo o un filósofo de la ciencia, no es ni mucho menos imprescindible para un científico actual", y hasta se atreve a añadir -según sus palabras- que es inadecuada para el profano que desea acercarse a la física o a la biología.

Es un lastre que vienen padeciendo los científicos, al menos desde la implantación del positivismo a mediados del siglo XIX que, a su vez, es una de las causas de la profunda decadencia actual de la ciencia. La filosofía y la ciencia (la epistemología y la ciencia) no son universos separados (lo cual tampoco significa que sean el mismo universo). Los mejores filósofos, incluidos Marx y Engels, han construido su filosofía sobre una ciencia, de la cual eran, además, profundos conocedores, de manera que en su obra no es posible separar al filósofo del científico.

Dado que el positivismo introdujo artificialmente esa separación con un basto machete de sierra, y dado que el positivismo se considera hoy como "la" ciencia por antonomasia, cuando no es otra cosa que ideología burguesa, llegamos al lastimoso panorama actual que nos brindan la inmensa mayoría de los científicos actuales. Nos están dando gato por libre.

Iré aún más allá: todos los intentos llevados a cabo por separar a la filosofía de la ciencia conducen a groseras manipulaciones. Por ejemplo, todos los intentos que a la muerte de Newton llevó a cabo la Royal Society (máxima autoridad científica inglesa) por separar al Newton "realmente científico" del Newton político, matafísico y alquimista son -y siguen siendo- un engaño a los lectores que se ha prolongado durante siglos. Por eso más allá de cuatro generalidades seguimos sin saber quién era Newton, cuál fue su exactamente su teoría, por qué llegó a ella y qué es lo que trató de demostrar.

A falta de referencias directas, lo mismo que el marxismo, la ciencia actual acaba convertida en un rumor, en algo impreciso que los institutos y universidades transmiten de unos (profesores) a otros (alumnos) con la misma infidelidad con la que las leyendas se transmiten de padres a hijos.

Así leemos que -según Frabetti- Kohan ha puesto el concepto de fetichismo en el centro de su pensamiento, mientras que, por el contrario, cualquier marxista tiene otras preocupaciones diferentes y muchísimo mayores que esa, las cuales han estado y están en el centro del pensamiento de todos los marxistas, como el concepto de "partido comunista", por poner un caso. La primera manipulación de las muchas de Kohan sobre Marx, es precisamente esa. La burguesía no necesita desprestigiar al marxismo. Para esa tarea ya tiene a muchos anti-fetichistas, como Kohan, sin ir más lejos.

Me niego a sustituir mi fetichismo por Marx con un fetichismo por Kohan. El que quiera beber agua limpia que vaya a la fuente. Lo demás suele bajar bastante mezclado con porquería.

Para sacar a Newton fuera del armario

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Juan Manuel Olarieta

A la mayor parte de los científicos no les gusta desprenderse de sus fantasías, aunque critican las de los demás. Han creado un parque temático en torno a sí mismos y a lo que llaman "divulgación científica" que, en numerosas ocasiones, es una ideología, como cualquier otra. Idolatrando a la ciencia se encumbran a sí mismos como pequeños ídolos de barro.

Para saber lo que es la ciencia hay que olvidarse por un momento de sus apestosos aduladores y analizarla históricamente como cualquier otro conocimiento, a la luz de la dialéctica materialista. Lo que la ciencia es no suele coincidir con los succedáneos que ponen en su lugar, porque ese mundillo es como cualquier otro: también vive de sus propias leyendas.

Una de ellas dice que Isaac Newton (1642-1727) es el científico por antonomasia, que realizó aportaciones decisivas a determinados aspectos del conocimiento que han perdurado mucho tiempo después. Como toda leyenda, contiene una verdad relativa que permite descubrir en Newton lo que la ciencia y los científicos son realmente, para lo cual lo primero que hay que hacer es desprenderla de tópicos, como la manzana que le cayó del árbol a Newton mientras dormía la siesta.

A la verdad relativa hay que añadirle luego el resto del iceberg, los manuscritos que a la muerte de Newton fueron heredados por su sobrina, Catherine Barton, varios miles de papeles que encerraban su mundo interior. Aquel legado se troceó, publicándose sólo aquellas partes que alguien consideró como "ciencia auténtica", y rechazando la mayor parte, que fue olvidada porque desde aquel mismo momento los "auténticos científicos" empezaron a forjar la leyenda. Se creyeron mejores que el propio Newton y consideraron que aquellos manuscritos desmerecían su fama de "científico por antonomasia" con la que debía pasar a la posteridad.

La ideología dominante empezó, pues, cuando quienes se consideraron sus más fieles herederos intelectuales metieron un bisturí donde Newton no lo había metido. Si reunimos todos esos trozos dispersos obtenemos una imagen del científico y de la ciencia muy distinta de la que la que ha transmitido la ideología burguesa como "ciencia auténtica". Merece la pena destacar tres aspectos de Newton que me parecen importantes. El primero es que, aunque reacio al cuerpo a cuerpo, Newton toma partido en una polémica científica con la misma decisión con la que toma partido en las luchas de clases de su época. El segundo es que Newton fue un revolucionario también en el sentido más general de la palabra y, por supuesto, fue eso lo que le condujo a sentar los fundamentos de la mecánica, bien entendido que cualquier revolución en el conocimiento empieza por una crítica del conocimiento establecido. El tercero es que, a diferencia de quienes se consideran como sus herederos, en Newton el conocimiento formaba una unidad, un sistema donde unas partes se pueden diferenciar pero no separar de otras.

Como la mayor parte de los grandes intelectuales, sus inquietudes no se circunscribieron sólo al conocimiento científico, sino a cuestiones de lo más diversas, como las políticas. Quizá uno de los rasgos más olvidados de su biografía sea su participación en la segunda revolución inglesa, donde llegó a ser parlamentario por los "whigs", el partido liberal que en aquella época era lo más parecido a la extrema izquierda actual. Lo mismo que la revolución cubana llevó al Che Guevara a dirigir el Banco Central, la revolución de 1688 llevó a Newton a dirigir la Casa de la Moneda.

Lo que le condujo a un cargo político tan delicado para la burguesía fue otra circunstancia convenientemente descuidada de su biografía: su interés por la alquimia, un conocimiento precursor de la química hoy profundamente despreciado. Pero a finales del siglo XVII la acuñación de moneda más que conocimientos financieros requería de una pericia metalúrgica que sólo los alquimistas poseían. No es posible entender el atomismo de Newton -y por extensión la física moderna- sin entender su estrecho vínculo con alquimistas como Robert Boyle, autor de la conocida ley de los gases que lleva su apellido. Newton heredó el laboratorio de los alquimistas de Cambridge y escribió un "Index Chemicus" que suma cerca de 2.500 páginas, sin duda la parte más voluminosa de sus reflexiones científicas. Pero como no solo la Iglesia tiene censores sino también la ciencia, después de su muerte la Royal Society dictaminó que aquellos manuscritos no se debían publicar porque carecían de interés científico.

El pensamiento de Newton es ideológicamente ambiguo; refleja el compromiso político de la segunda revolución inglesa entre la aristocracia dominante y la burguesía emergente, por lo que oscila entre el materialismo y el idealismo. Sin duda, los escritos teológicos de Newton demuestran un costado que -incluso- va más allá del idealismo objetivo, con incursiones claramente teológicas y místicas que se dejan sentir en la física clásica. En palabras del científico y comunista británico John Bernal, se trataba de una nueva transacción -otra más- entre la religión y la ciencia.

El materialismo de Newton es, además de mecanicista, puramente embrionario, lo que ha conducido a la física moderna a la ratonera en la que hoy se encuentra. Sus conceptos más básicos, entre otros el movimiento (inclinatio ad quietem) y el espacio (tanquam sensorium dei), apenas soportan ya ese peaje que en el siglo XVII se abonó al idealismo, la teología y la mística. En cuanto escarbas un poco en la física te tropiezas con las Sagradas Escrituras hoy lo mismo que entonces.

En la revolución inglesa el materialismo no desempeñó el mismo papel que en Francia un siglo después. El caso de Hobbes demuestra que en las islas el materialismo y el ateísmo tenían un componente aristocrático, mientras que los movimientos populares revolucionarios adoptaron formas religiosas, que eran otras tantas formas de criticar a la Iglesia en su mismo lenguaje.

La teología de Newton hay que encuadrarla también dentro de los parámetros de la revolución inglesa del siglo XVII. Como en cualquier otro país, en Inglaterra la principal oposición a la revolución procedió de la Iglesia y los escritos de Newton constituyen un ataque en toda línea en su contra que entusiasmó a Voltaire y, a través suyo, a la Ilustración francesa. En primer lugar Newton se enfrentó a la Iglesia como institución, llegando a identificarla con la Bestia del Apocalipsis. En segundo lugar combatió los fundamentos que sustentaban su influencia ideológica y, en particular, el dogma de la Trinidad. Como otros revolucionarios de aquella época, adoptó las tesis arrianas hacia 1673, que fueron declaradas fuera de la ley por el Acta de Tolerancia de 1689.

Por una burla de la historia Newton era entonces profesor del Trinity College en Cambridge, es decir, que el profesor negaba hasta el nombre de la institución a la que pertenecía. Para fundamentar sus prejuicios teológicas Newton rechazó las interpretaciones y estudió hebreo para empaparse de las fuentes originales de los fundadores del cristianismo anteriores al Concilio de Nicea.

Pero también aquí Newton estuvo a la altura del compromiso político de 1688 y no hubo necesidad de que nadie le censurara porque se censuró a sí mismo. Para no ser perseguido nunca tuvo el coraje de salir del armario para defender públicamente sus convicciones. Su caso contrasta poderosamente con el de su sucesor en Cambridge, William Whiston, quien admitió públicamente su arrianismo, por lo que le destituyeron de su cátedra de matemática en la universidad, viéndose obligado a vagabundear el resto de su vida por los bares, intercambiando predicciones sobre calamidades meteorológicas por unas monedas para subsistir.

El pensamiento de Newton forma un sistema en el que sus prejuicios teológicos van de la mano de los filosóficos, como él mismo dejó establecido al titular su principal obra como "filosofía natural". Pero, ¿cuál fue esa filosofía? El idealismo objetivo, el platonismo, la misma que encontró entre los fundadores originarios del cristianismo y que estaba de moda entonces entre los círculos universitarios de Cambridge, la misma que aparece en varios de sus conceptos físicos y metafísicos, como el de "fuerzas matemáticas" o "cualidades ocultas".

Lo mismo que en el siglo XVII, también hoy los científicos más mediocres esconden su ateísmo, su teología, su filosofía y todos sus prejuicios políticos en el armario. Siguen con su manía de trocear el conocimiento: la religión llega hasta aquí... la filosofía es aquello otro... las ideologías no les interesan... pero ante todo, ¡vade retro con la lucha de clases! De esa manera se creen los únicos seres humanos que no tienen ni religión, ni ideología, ni filosofía, ni política, ni nada de nada.

La guerra asimétrica de China

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Según varios informes estadounidenses de inteligencia, China ha puesto en marcha una estrategia de "guerra asimétrica"​​que, en caso de enfrentamiento con Estados Unidos, le permitiría hacer frente a unas fuerzas con más capacidad de fuego.

El arte de la guerra asimétrica hunde sus raíces en la cultura china ancestral, reconoce la superioridad militar estadounidense, una situación frente a la cual anuncia que rehuirá el cuerpo a cuerpo, el choque directo. Para restablecer el equilibrio estratégico, que forma parte de su actual diplomacia, China busca explotar los puntos débiles de su adversario y, especialmente, su dependencia de los sistemas de comunicaciones.

En el caso de un hipotético ataque de las fuerzas armadas chinas a Taiwan, la "guerra asimétrica" también podría disuadir a Estados Unidos de la tentación de intervenir.

De los dispositivos de "guerra asimétrica" forman parte las armas electromagnéticas, los ataques a las redes informáticas, los láseres cegadores y los misiles anti-satélites.

Ya ha habido ciertas experiencias. El 11 de enero 2007 China destruyó deliberadamente uno de sus satélites meteorológicos utilizando un misil balístico. Dos años después un satélite espía estadounidense fue cegado temporalmente por un láser chino.

El país asiático demostró que en el futuro el espacio será un nuevo campo de batalla de vital importancia para los ejércitos, que allá la navegación y la comunicación son vulnerables y que en caso de ataque está capacitada para inutilizar las redes digitales de Estados Unidos.

En 1999 dos coroneles del ejército del aire de China publicaron el libro "La guerra sin límites", en el que incorporaban a los piratas informáticos y a los especuladores financieros como actores clave en las guerras del futuro. El sistema financiero y el ejército son los dos instrumentos más importantes de la hegemonía imperialista de Estados Unidos. Por ello hay quien sospecha que ese fue el motivo de que durante la crisis financiera de 2007 los organismo reguladores de Estados Unidos prohibieran la venta a corto plazo en las bolsas. No se trataba de evitar la especulación para limitar las caídas de las cotizaciones sino que se trataba de una medida de prevención del colapso del sistema financiero.

Tampoco cabe descuidar que la mayor parte de los dólares que circulan por el mundo están en poder de China.

Por su parte, la política estadounidense persigue preservar su hegemonía, que depende de su fuerza tecnológica. En un informe de julio de 2002 (Converging Technologies for Improving Human Performances), la Fundación Nacional de Ciencias estableció el objetivo central de la ciencia estadounidense: la hegemonía no soporta rivales, aludiendo a terrenos como la informática, la aeronáutica, las energías y otros. El objetivo está claramente definido. No puede haber áreas científicas en las que los Estados Unidos comparta su supremacía con otros.

De la dependencia tecnológica en el sector de la navegación por satélite no hay más que un paso hacia la dependencia económica, política y militar. El caso del GPS (Estados Unidos) contra Glonass (Rusia) y BeiDou (China) ha sido uno de los ejemplos más claro de ese intento de preservar su hegemonía tecnológica. Los rusos han reorganizando su sistema Glonass y China desarrolla Bei Dou, su propio proyecto, mientras que Europa empezó a desarrollar el suyo, Galileo, con 30 años de retraso.

El operador del sistema de navegación GPS es el Pentágono, que puede cortar la señal en un determinado territorio o reducir la precisión de forma artificial, como hizo durante la Guerra del Golfo. El apagón también se puede utilizar para objetivos políticos y económicos.

La capacidad de manipulación es tal que el año pasado los ingenieros iraníes lograron hacer aterrizar en su territorio a un avión espía no tripulado de Estados Unidos gracias al control que obtuvieron de la señal del GPS.

Saber y ganar

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El 27 de julio de 2012 el diario alemán "Handelsblatt" informaba que en China el monopolio Volkswagen había sido víctima de espionaje industrial por parte de FAW, la empresa pública con la que opera de manera conjunta en aquel país. El objetivo de FAW era copiar los motores y cajas de cambio originales de la multinacional alemana.

Si es extraño espiar a un socio, aún más extraño es que en China ambos socios pretendieran lanzar un nuevo vehículo para el mercado ruso para competir con Skoda, una marca que pertenece al grupo Volkswagen, un monopolio que está en competencia consigo mismo.

El asunto no podía ser ninguna sorpresa para Volkswagen. Dos años antes su soció le había pirateado los planos de los motores para los nuevos modelos Polo y Golf para equipar a sus propios vehículos. Entonces el jefe de FAW se excusó diciendo que había sido "un error humano" y que iba a poner fin a la piratería. Pero FAW construyó una fábrica con los planos pirateados de los motores de su socio.

En enero de 2011 sucedió algo muy parecido en Francia. Renault presentó una denuncia contra una empresa de la que no dio el nombre, diciendo que se trataba de la "filial de una organización internacional" y despió a tres directivos de su "Tecnocentro" por espionaje industrial sobre su programa de vehículos eléctricos, el proyecto estelar del fabricante francés en el que había invertido 4.000 millones de dólares, de los cuales 1.500 concernían sólo al diseño de la batería.

En aquellos momentos Renault había registrado 56 patentes sobre vehículos eléctricos, tenía otras 34 a punto, más 115 en perspectiva.

Para referirse al asunto el ministro de Industria, Eric Besson, utilizó el término "guerra económica", por lo que se trataba de sabér quién era el adversario de la multinacional francesa. Según "Le Figaro"(7 de enero de 2011), que citaba fuentes del contraespionaje de la Dirección Central de Inteligencia Interior, las pistas conducían hasta China.

El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hong Lei, reaccionó diciendo que las acusaciones eran "totalmente infundadas, irresponsables e inaceptables". Pero lo cierto es que China ha puesto en marcha un ambicioso programa para fabricar vehículos eléctricos en el que participan 16 empresas públicas con una inversión prevista que se acerca a los 15.000 millones de dólares en diez años.

Estas guerras económicas muestran el verdadero rostro de la competencia imperialista, muy alejada de los bobalicones discursos de la pequeña burguesía sobre la "globalización". La guerra económica responde a su nombre; comporta tanto el espionaje industrial como la piratería, que en China están a cargo del viceprimer ministro Li Keqiang y que constituyen toda una disciplina académica desarrollada por el profesor Miao Qihao desde los tiempos de Deng Xiao-Ping.

Son muchos los países que tratan de reducir su atraso con respecto a las grandes potencias, pero pocos tienen planes tan minuciosos y completos como China. El presupuesto que el país asiático dedica a la investigación no conoce ningún tipo de recortes. En menos de 20 años ha pasado del uno al ocho por ciento del total mundial. Por primera vez, en 2009 el gobierno chino presentó un presupuesto para investigación que es el segundo del mundo, por detrás de Estados Unidos pero por delante de Japón.

Cualquiera no puede copiar ni piratear; antes hay que saber y China tiene 1,15 millones de investigadores. En 2025 una tercera parte de todos los investigadores del mundo será chino. Hay unos 200.000 estudiantes chinos realizando cursos por todo el mundo, financiados con dinero público. Uno de ellos era Wang Lili, una licenciada de la universidad francesa de ingeniería de Compiègne que estaba de prácticas en la multinacional Valeo, que fabrica accesorios para automóviles. En 2005 le descubrieron en sus seis ordenadores personales de gran capacidad con miles de archivos confidenciales sobre la empresa para la que trabajaba.

En 2011 China se convirtió en el país que más patentes registró. Dentro de poco pasará de ser un país pirata a ser un país que se defiende de los piratas.

Dios los cría y ellos se juntan

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Quién es Pablo Iglesias. Unabreve contextualización del intelectual posmoderno y reformista*

Decía Gramsci que, a la par que una clase social fundamental**nace (casi siempre, con la única excepción del proletariado, de la descomposición general del modo de producción anterior -ya se sabe: la muerte también da vida, que sostenía Engels), a la vez que esta se forja, crea, asimismo, para consigo, la intelectualidad que defienda sus intereses de clase (antagónicos con los de otra). La crisis del feudalismo empezó con la pérdida de poder económico por parte de la clase dominante, terreno en el cual sólo conservaba apenas fuerza en el campo. Los señores feudales tenían que lidiar en política con el ascenso de una burguesía envalentonada.Ante la descomposición del modo de producción feudal, la burguesía, en su fase incipiente, creó con ella los intelectuales que defendían sus intereses de clase. La Ilustración es elparadigma de la filosofía burguesa revolucionaria. Voltaire, Montesquieu, Diderot, Locke, D'Alambert, etc. fueron el cimiento filosófico e ideológico de la revolución burguesa, que precedió a la revolución política -la revolución francesa- pero que sucedió a la revolución económica -la revolución industrial. Un mismo proceso, evidentemente con sus particularidades, tiene lugar en el seno de cada clase social fundamental.

Sin embargo, no sólo la clase social dominante produce a sus defensores, sino que, además, en tanto que dominante, produce a los dominados, con la excepción única del proletariado, ya que la burguesía, a la que que oprime bajo su dictadura, ya había nacido junto a él. La condición para que exista la propiedad privada es la privación de propiedad a un grupo de seres humanos. Más de uno acusaba a la propiedad privada de «privarnos de todo». La expropiación de la burguesía a gran parte de la población provoca el surgimiento de la clase desposeída: el proletariado.

La clase obrera pronto se organiza. Primero lo hace por motivos de tipo económico (salario, asistencia laboral, condiciones de trabajo, accidentes, etc.); luego, a medida que se va cohesionando, los socialistas introducen desde fuera el comunismo y se cambia de miras. La lucha ya no es tanto una lucha económica como una lucha política, un campo de batalla donde se hallan dos clases antagónicamente enfrentadas, donde una tiene el poder y la otra no, y esta última es oprimida de múltiples maneras por la primera. Los trabajadores han de conquistar el poder mediante la violencia para suprimir su explotación y, con ella, la de toda la humanidad.

Debido a la comprensión de la necesidad de la revolución por parte de los obreros, la burguesía, dueña de todo el poder, se ve obligada a recurrir a la clase obrera (de nuevo) para perpetuar su orden. Soborna a una parte de los obreros para que estos introduzcan la ideología y la política burguesa en el seno de la clase proletaria.

Algo parecido ocurre en las capas de los intelectuales: muchos defensores de la política y de la ideología burguesa adoptan el marxismo de palabra para tergiversarlo, llaman a los obreros (la posmodernidad hace que ahora sean ciudadanos los apelados) a actos inofensivos, históricamente neutralizados y asimilados por la clase dominante. Este fenómeno se conoce como reformismo o revisionismoy tiene como base social a la pequeña burguesía y, sobre todo, el grupo mencionado anteriormente, la aristocracia obrera. Sin embargo, no hay que olvidar que, aunque la base social de esta ideología sean los pequeño-burgueses y los más privilegiados de la clase obrera,quien produce, quien hace nacer esta política, es la misma burguesía, la gran burguesía, que siembra la corrupción entre las filas obreras, y es ella quien más sale ganando con esto.

La burguesía, creadora del orden económico y social existente, también crea a sus intelectuales. Es oportuno, no obstante, hacer una distinción en función de la época histórica:los intelectuales de ahora no son de ninguna forma igualesa los intelectuales de la Ilustración. Antes de la revolución burguesa, antes de la toma del poder por parte de la burguesía, esta necesitaba el conocimiento verdadero del mundo (limitado por el desarrollo de las fuerzas productivas y su posición de clase) para transformar la realidad. En este sentido, los intelectuales burgueses del siglo XVIII y parte del XIX en los países capitalistas más avanzados eran progresistas, aportaban con su obra a la causa de la humanidad. Sin embargo, después de haber subido la burguesía al poder, necesita intelectuales, necesita de ideología que justifique el statu quo. En este sentido, los intelectuales burgueses se vuelven reaccionarios. Las distintas ideologías burguesas que tienen lugar en la fase reaccionaria del dominio de laburguesía no es más que un intento brusco y a la vez rebuscado de legitimar la explotación, el saqueo y la masacre del proletariado y de los pueblos oprimidos.Ella misma se ve obligada a crear intelectuales de distintas tendencias para controlar ideológicamente ala población, pero asimismo cerca el terreno: los disidentes de su orden deben estrictamente encorsetar toda su crítica dentro de los márgenes propios, es decir, dentro de su Constitución, sus normas y sus leyes. Las diferencias no son pues significativas, como sí lo eran en su época incipiente.

La crisis general en la que el capitalismo se halla sumergido exige a la burguesía recambiar las piezas ya degastadas. El PP y el PSOE, partidos que venían a sustituir al Movimiento Nacional (que ya estaba desgastado en los años 60 y 70, por eso se cambió por el bipartidismo), se hallan en una profunda crisis. Y sólo desde este contexto podemos enfocar el auge, promocionados por los poderosos mismos, de muchos intelectuales de izquierda (Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, etc.) que tienen voz en los medios del régimen, ya sean en formato televisivo (Intereconomía, Cuatro, La Sexta) o por escrito(Público, El País). No son más que un recambio de los actuales políticos decadentes de los poderosos; la voz de la aristocracia obrera y la pequeña burguesía, que no propone, ni en la teoría ni en la práctica, la superación del modo de producción capitalista. Las tertulias en especial cobran cierto interés respecto a lo que estamos tratando, donde en un plató televisivo se reúnen todos los pregoneros de la clase dominantea discutir cómodamente las distintas maneras de gestionarun asunto, donde se aparentan incluso enfados. Pero no son más que sillones para todos, charlataneo e incluso risas. Todo para distraer al personal, con la que está cayendo por otros lares, lluvia de males que sólo puede ser combatida por otra senda. No es más que apariencia: el circo mediático, ahora con más mano izquierda, tiene dueño, tiene Sumo Creador. Dios los cría y ellos se juntan.

Notas:

* El autor no se ha encomendado la tarea de elaborar una crítica general de las concepciones de Pablo Iglesias mediante este artículo, sino intentar de ilustrar al lector con un esbozo (con las limitaciones que ello conlleva) de los factores económicos, políticos, ideológicos, sociales, etc. que propician el actual auge de intelectuales similares a Pablo Iglesias. Para una crítica algo más detallada de este tipo de sujetos, véase el siguiente artículo de Manuel Navarrete http://www.insurgente.org/index.php/template/politica/item/9156-el-egorrevisionismo-teor%C3%ADa-y-praxis

** Cuando Gramsci dice clase social “fundamental”, se está refiriendo a aquellas clases que “históricamentese encuentran en disposición de asumir el Poder y la dirección de las otras clases, como, por ejemplo, la burguesía y el proletariado(A. Gramsci, La formación de los intelectuales, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1974)
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