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El futbolista que trató de asesinar a Lenin

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El fútbol llegó a Moscú a principios del siglo XX y a través de las fábricas. Los grandes empresarios, con los ricos Morozov a la cabeza, encontraron en el balón una forma de alejar a sus trabajadores del vodka y las revueltas políticas.

El primer campeonato en la capital rusa se organizó en 1910 con nueve equipos, entre ellos el Orechovo-Zuevo, propiedad de los Morozov. Popularmente conocido como OKS desde 1906 y germen del futuro equipo de la Policía (el Dinamo de Moscú) fue el campeón entre 1910 y 1914. Los dueños de la empresa ubicada en los suburbios de Moscú llenaron los periódicos de anuncios en los que reclamaban “ingenieros, empleados y obreros especializados que supieran jugar al fútbol”. Así formaron un equipo que mezclaba británicos que trabajaban en Moscú (McDonald, Grennwood y, sobre todo, los excelentes hermanos Charnock) con buenos jugadores locales.

En ese escenario apareció una figura esencial para entender las relaciones diplomáticas entre Londres y Moscú: el escocés Robert Bruce Lockhart. Nacido en 1887 fue reclutado con apenas 20 años por el Foreing Office. En 1912 fue enviado a Moscú como vicecónsul y con la tarea de modernizar la inteligencia británica en un país que amenazaba con explotar.

La llegada de Lockhart fue recogida por la prensa rusa y los círculos británicos dando la bienvenida al político... y a una gran futbolista. Era un error porque el deportista de élite de la familia era su hermano John, gran jugador de cricket en Cambridge e internacional con Escocia en rugby. Nadie supo eso en Moscú y la familia Morozov, a través de los Charnock, llamó a su puerta para que formara parte del equipo de fútbol de su fábrica textil situada a unos 40 kilómetros al este de la capital. Robert no tenía el potencial de su hermano, pero sí ciertas habilidades con el balón y el deporte en la sangre porque ya su padre había sido jugador de fútbol.

Con cinco británicos más en sus filas, entre ellos el general Archivald Wavell (mariscal de campo británico en la campaña de África en la II Guerra Mundial y penúltimo virrey de la India) el OKS ganó el título. La medalla de ese torneo de Robert Bruce Lockhart la pueden ver quienes visiten en Edimburgo la Biblioteca Nacional de Escocia.

Lector voraz (aseguraba leer seis libros a la vez), mujeriego y de una inteligencia deslumbrante, R.B. Lockhart cuenta en su obra “Memorias de una agente británico” (1932) sus andanzas en el naciente fútbol ruso. Reacio al principio, la experiencia de jugar en un equipo mitad británico mitad proletariado ruso acabo siendo una enorme experiencia vital y profesional para el diplomático británico. Casi invencibles en el torneo local, el OKS comenzó a enfrentarse con clubes de otros países. De esos partidos narra R.B. Lockhart el choque en Moscú contra un equipo al que llama “los campeones de Alemania”. Como gesto de cordialidad, la Unión Rusa de Fútbol (nació en 1912) eligió un árbitro alemán. Harto de la dureza de los germanos, sobre todo del interior derecho, Lockhart se encaró con él “usando palabras que jamás hubiera utilizado en Inglaterra”. El árbitro se fue a por el “ruso”: “Tenga cuidado. Oí lo que dijo. Si vuelve a usar ese lenguaje le expulso”. El diplomático escocés narra en el libro que por un momento vio los titulares del día siguiente en la prensa moscovita: “El vicecónsul británico, expulsado por su lenguaje soez. Se dirigió al árbitro, pidió perdón por reclamar a Dios que acabara con el alemán y pudo seguir jugando”.

Con un excelente ruso, la figura de R.B. fue creciendo en el seno de la delegación británica en Rusia y el Foreing Office reclamó sus servicios en la embajada de Petrogrado. Una vez acabada la I Guerra Mundial fue enviado de nuevo a Rusia y suyos fueron los informes en los que iba detallando qué pasaba en el país del zar Nicolás II y el auge de los bolcheviques.

En enero de 1918 fue nombrado primera espada de la delegación británica en un Moscú ya soviético. Su figura comenzó a ser habitual en actos en los que aparecían líderes soviéticos de primer nivel: Lenin, Trotsky, Dzerhinsky... La capital soviética era un hervidero de intrigas. El 31 de agosto de 1918, Fanya Kaplan trató de asesinar a Lenin. El 2 de septiembre, Pravda denunciaba un complot franco-británico que tenía como fin la muerte de Lenin. El nombre de R.B.Lockhart aparecía en la información. Fue detenido y enviado a la temida Lubianka, donde fue interrogado directamente por Felix Dzerhinsky (creador de la Cheka, origen del KGB).

El 2 de octubre, viendo que el proceso se encaminaba a una pena de muerte segura y que existían motivos para relacionar a Kaplan con su hombre, Londres propuso a Moscú un intercambio por Maxim Litvinov, el representante soviético elegido por Lenin en Gran Bretaña y que había sido detenido con el único objeto de ser moneda de cambio en esa operación. Lockhart fue liberado, pero la sentencia, que fue de muerte para todos los acusados, explicaba que si pisaba de nuevo territorio soviético sería ejecutado de manera inmediata. Ya fuera de Moscú trabajó para que Trotski y sus seguidores pudieran encontrar lugares seguros cuando se desató la persecución al trotskismo en la Unión Soviética.

Durante la II Guerra Mundial, R.B. Lockhart se convirtió en una figura importante en los trabajos de propaganda británica, además de ser el enlace en Londres entre su gobierno y el exiliado de Checoslovaquia encabezado por Edvard Benes. Calladas las armas regresó a sus libros (su autobiografía “El As de los Espías” fue llevada a la televisión), tuvo un programa semana en la BBC Radio para Checoslovaquia. El 27 de febrero de 1970, con 83 años, se apagó la vida de este Sir británico, diplomático, espía, mujeriego y futbolista.

Fuente: http://www.marca.com/futbol/2016/10/30/5816666dca4741ee5a8b4572.html


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