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El Rey de Kurdistán quiso ser un aliado fiel del imperialismo (y 2)

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Cheikh Mahmud
Tras el fracaso del levantamiento de 1931, a Mahmud le obligaron a vivir en una especie de exilio interior en una aldea de la región de Suleimanya, en unas condiciones materiales muy precarias. Los británicos creían que en cualquier momento podían volver a necesitar de sus servicios.

La correspondencia intercambiada entre 1920 y 1940 por el dirigente kurdo con los imperialistas expresa el “malentendido” entre unos (dominadores) y otros (dominados). La calculada ambigüedad de los británicos hacia los kurdos llevó a que Mahmud creyera que eso era lo que esperaban de él: que se enfrentara a Bagdad. Lo que está fuera de duda es que bajo ninguna circunstancia el enemigo eran los británicos. Los enemigos eran los árabes, que no vivían en Londres sino en Bagdad.

Para Mahmud resultaba irrelevante que el cargo de gobernador en Bagdad lo ocupara el rey Feisal, que estaba puesto por los propios británicos y era hachemita; ni siquiera era irakí. A Mahmud le daba lo mismo: era árabe. En la histórica -y sangrienta- manifestación celebrada en Suleimanya en 1930 las masas kurdas gritaban “Queremos autonomía, no queremos un gobierno árabe”.

Para entonces los imperialistas ya habían conseguido lo que se proponían. Fue un triunfo absoluto de la vieja política que el Imperio Otomano sólo había intentado: para someter a los árabes, primero utilizaron a los kurdos con falsas promesas de autonomía y, cuando a su rey, al verdadero rey árabe, a Feysal, le pusieron al frente del nuevo Estado irakí, utilizaron a estos contra aquellos.

Rafiq Hilmi, un colaborador cercano de Mahmud y representante de la “effendiyya” nacionalista kurda, escribió que los británicos nunca entendieron que Mahmud era un nacionalista y trataron de sobornarle y corromperle con privilegios. “No supieron hacer de él [de Mahmud] un aliado sumiso”, apunta Hilmi.

Uno de los pecados de los dominados es que se esfuerzan por “entender” a sus dominadores y cuando les “entienden” lo que lamentan es su falta de “comprensión” hacia ellos, provocada quizá porque no han nacido allá, en Kurdistán. La dominación sería más dulce si hubieran criado sobre el terreno, si hablaran la lengua o si conocieran la historia local.

Hoy los intelectuales nacionalistas kurdos no son capaces de ponerse de acuerdo sobre la figura de su primer rey, cabeza de la actual dinastía Barzani que ahora regenta el Gobierno Autónomo de Kurdistán en Irak. Deben agradecérselo al imperialismo y a una atroz guerra.

Mahmud es un héroe nacional para los kurdos irakíes. Pero otros -que también son kurdos- afirman que sus verdaderos objetivos no eran nacionales sino personales, que no tenía “ideales” sino que perseguía el enriquecimiento de su familia.

Ambas cosas no son incompatibles. Los personajes históricos del tipo Mahmud llevan pantalones con dos bolsillos; en uno llevan su patria y en el otro las monedas y nadie puede poner en duda que ambas les gustan, aunque en casos de apuro es posible que tengan más de una duda sobre si quieren más a su padre o a su madre, a un bolsillo que al otro.

En la historia sólo hay un tipo de personajes que jamás tienen dudas ni vacilaciones porque sólo tienen un bolsillo; el otro está vacío. Sólo ellos pueden llevar una batalla hasta el final. Son esos de los que Marx y Engels dijeron que sólo podían perder sus cadenas...

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