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El racismo y el fascismo se han convertido en una plaga en Suecia

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Un artículo publicado por el diario británico The Guardian narra la historia de Kyle James, un afroamericano que fue expulsado en julio de un club de Estocolmo por dos vigilantes jurados, que le golpearon y le agredieron con gas pimienta.

Posteriormente, la policía sueca detuvo a James, que fue acusado de haber golpeado a uno de los agentes de seguridad, y tras obligarle a despojarse de su ropa, fue encerrado en una celda desnudo durante horas. Según James, "fue una de las experiencias más humillantes de mi vida".

"Siempre tuve la percepción de que la gente era liberal y de mente abierta en Escandinavia, pero ni siquiera un animal debería ser tratado así", relató el afectado.

The Guardian recuerda que, según un informe de la ONU presentado el pasado lunes al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el aumento de la violencia racista en Suecia, particularmente contra los ciudadanos procedentes de África, es "un problema social".

Los crímenes racistas hacia los suecos de origen africano se incrementaron más de un 40 por ciento entre 2008 y 2014, según cifras oficiales del Consejo Nacional de Prevención del Crimen de Suecia.

Christer Mattson, director del Instituto Segerstedt –un observatorio del fascismo dependiente de la Universidad de Gotemburgo– denuncia a The Guardian la situación, agregando que Suecia no ha debatido suficientemente su pasado racista.

Lo mismo que en el III Reich, en Suecia se aprobaron leyes eugenésicas que permitían esterilizar a la población por motivos raciales. Estuvo vigente hasta los años sesenta. En 1996 los socialdemócratas se opusieron a una ley para indemnizar a las víctimas de la eugenesia, que no se pudo aprobar hasta 1999.

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