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Un congresista negro da la nota contra los nazis ucranianos

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Junto a otro del partido republicano por Florida, Ted Yoho, un congresista demócrata por el Estado de Michigan, John Conyers, ha presentado una enmienda al proyecto de presupuestos del Pentágono que -dentro de los parámetros de la obsesiva propaganda imperialista en los que se mueve Estados Unidos- sólo se puede calificar de “revolucionaria” por las dos medidas que propone.

La primera es la prohibición de que el Pentágono instruya militarmente al Batallón Azov y la segunda que se saque el sistema de misiles tierra-aire Manpad de Irak y Ucrania. Pero si la propuesta de ambos congresistas es “revolucionaria” los motivos lo son aún más.

Fuera de las “informaciones” oficiales es sobradamente conocida la naturaleza nazi del Batallón Azov. Las fotografías que se han divulgado con la parafernalia que le rodea es harto elocuente. Su apoyo al gobierno golpista de Kiev lo es aún más. Finalmente, que en el siglo XXI los vástagos del III Reich tengan el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea es absolutamente incalificable.

Pero lo que aún sorprende más es encontrar restos arqueológicos de antifascismo en el mismísimo Congreso de Estados Unidos. La enmienda Conyers-Yoho califica al Batallón Azov como el “repulsivo Batallón neonazi”.

La Cámara Baja de Washington ha admitido la enmienda de los congresistas por unanimidad, constituyendo así el primer acto legislativo oficial de Estados Unidos que reconoce formalmente la persistencia de fuerzas neonazis armadas y su integración dentro del ejército de un país europeo.

Como aquí nos gusta contarlo todo les contamos también que, por si fuera poco, Conyers es negro o, como dicen por allá, afro-americano, que es el congresista más veterano porque desempeña su cargo desde 1967, nada menos, que desde siempre fue un destacado militante por los derechos civiles y que tiene 87 años. En Estados Unidos los diputados negros forman una piña llamada “Black Caucus” en donde por encima del partido político está el color de la piel.

En fin, ya se lo avisamos antes: Conyers es arqueología, una especie en vías de extinción. De ahí que su enmienda esté cargada de simbolismo. Hace un par de años Conyers apoyó una enmienda de un joven congresista republicano, Justin Amash, para privar a la Agencia de Seguridad Nacional de buena parte de sus poderes de espionaje. Perdieron la votación por muy poco margen: 217 votos contra 207.

De una manera sutil, la enmienda Conyers-Yoho destaca que Estados Unidos está vendiendo armamento sofisticado que, a través de gobiernos intermediarios, acaba en manos de grupos como el Batallón Azov o el Califato Islámico.

También se apoya en el derribo en julio del año pasado del vuelo MH17 sin mencionar a los responsables del mismo, lo cual indirectamente contradice la campaña mundial orquestada por la Casa Blanca para involucrar a los rusos y a las milicias del Donbas. En el contexto de la enmienda, la fórmula indica claramente que los misiles Manpad entregados al gobierno de Kiev podrían caer en manos de nazis como los del Batallón Azov, los cuales podrían derribar aviones comerciales, asesinando a sus pasajeros de manera indiscriminada.

No ha habido reacciones oficiales por parte de los secuaces de Poroshenko a la enmienda de Conyers. No obstante, el sábado de la semana pasada el sitio de internet EuroMaidan recogía la opinión del Batallón Azov, que decía sentirse ultrajado por las acusaciones de consstituir un grupo armado de tipo nazi. Ellos se consideran a sí mismos como “patriotas”.

Es difícil que el gobierno de Kiev pueda guardar silencio durante más tiempo ante unas acusaciones tan graves rodando por los pasillos oficiales de Washington, nada menos. El asunto les ha pillado por sorpresa. En cualquier caso, en medio de una tenaza, su posicionamiento no va a sorprender: defenderán el “patriotismo” del Batallón Azov como si formaran parte del mismo.

En un nido de buitres carroñeros, como es el Congreso de los Estados Unidos, sólo la veteranía de un viejo zorro como Conyers ha podido lograr que la enmienda sorprenda en Kiev tanto como en Washington. ¿Cómo lo ha logrado? De la misma manera que dio el golpe contra la Agencia de Seguridad Nacional hace dos años: manteniendo la presentación de la enmienda en el más absoluto secreto hasta el último momento. Es el éxito de un francotirador experto que conoce mejor que nadie lo que se mueve por los pasillos legislativos.

Durante la semana pasada en el Congreso nadie se acordaba de Ucrania. Todos estaban entretenidos discutiendo sobre el tratado de libre comercio con Europa y la “Fast-Track Authority”. Aquí estamos absolutamente convencidos que ningún diputado se enteró de lo que estaba firmando cuando un abuelete negro que chochea contando viejas historias de hace medio siglo les puso un montón de papeles y un boli encima de la mesa.

¿Ucrania?, ¿nazis?, ¿qué es eso? En Estados Unidos a los diputados les ocurre lo mismo que en España: cuando no tienen instrucciones de sus jefes les da lo mismo ocho que ochenta. Hasta un viejo negro les toma el pelo. Es suficiente con tener cuatro cosas mínimamente claras. Conyers ha demostrado que las tiene; los demás congresistas no saben ni por dónde sopla el aire.

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