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McDonalds vuelve a tratar imponerse en Bolivia

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A pesar de una publicidad obsesiva, la cadena de restaurantes de comida basura sólo pudo permanecer 14 años en Bolivia, funcionando con pérdidas todos los años. Inútilmente la multinacional rebajó los precios para hundir a los restaurantes locales, pero no logró convencer a los bolivianos para que consumieran sus BigMacs, McNuggets o McRibs y demás porquerías. Los restaurantes tuvieron que cerrar uno tras otro, hasta desaparecer completamente en 2002.

Lamentablemente han vuelto a la carga en marzo de este año y esperamos que se vuelvan a arruinar de nuevo.

El fenómeno fue tan significativo que se rodó un documental titulado “¿Por qué McDonald quebró en Bolivia?”, presentando testimonios de cocineros, nutricionistas, educadores e historiadores expresando que para ellos la comida ofrecida por la multinacional y su proceso de elaboración eran repugnantes.

El rechazo no se basó en el sabor o el tipo de alimento, sino que más bien en el sistema mismo de comida basura. A diferencia de los españoles, los bolivianos valoran la calidad de los alimentos que ingieren. El tiempo de preparación de la comida basura sirve de advertencia para ellos. Prefieren la comida local y les gusta saber que se ha preparado adecuadamente.

La composición de los alimentos de las cadenas de comida basura siempre ha sido un secreto, hasta que el año pasado McDonalds los publicó y se supo que las tiras de bacon de las hamburguesas llevan “aromatizantes de humo”.

Las patatas fritas incluyen dextrosa, un tipo de azúcar, ácido sodio pirofosfato para mantener el color de las patatas, ácido cítrico como conservante y dimetilpolisiloxano, un derivado de la silicona que sirve de antiespumante.

El McRib se procesa con 70 ingredientes diferentes, que incluyen azodicarbonamida, la misma substancia para blanquear utilizada en la producción de espuma y plástico. McRib está constituido por mezclas de tripas, corazón y estómago. Las proteínas se extraen de la mezcla de esos componentes, con carne de cerdo, lo que facilita su moldeado en las fábricas. A pesar de que se vende como costilla, no hay nada de costillas en la repugnante mezcla.

Además llevan una combinación muy variada de aceites, como aceite de canola, elaborado a partir de semillas de colza modificadas genéticamente, de maíz, de cártamo o de soja hidrogenado con terc-butil-hidroquinona (TBHQ), una sustancia relacionada con enfermedades como el asma, trastornos cutáneos, hormonales, y, en estudios en animales a largo plazo, con ciertos tipos de cáncer y daños en el ADN, es decir, que los consumidores transmiten a las generaciones sucesivas.

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