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Grecia empieza a dar la espalda a Syriza

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En Grecia como en España, la política al estilo burgués, es una parte de la gastronomía. Se rige por las mismas reglas, la principal de las cuales es “Todos los días gallina amarga la cocina”, o dicho de otra manera, “En la variedad está el gusto”. Es a eso a lo que llaman “democracia”. Hacen falta recambios, caras nuevas que nos ilusionen con que van a ser ellos (y no nosotros) los que cambien las cosas, es decir, los que arreglen lo que otros (como ellos) han dejado hecho trizas.

En Grecia se llamó Syriza y en España se llama de otra manera, pero es lo mismo. Cuatro meses después, allá la gallina vuelve a amargar otra vez la cocina. Las encuestas dicen que Tsipras ha dejado de ser un encantador de serpientes. Su gobierno ha perdido la mitad del crédito que tenía cuando ganó las elecciones. El índice de confianza ha pasado de un 70 ó un 80 por ciento en febrero, a un 35 por ciento en los últimos sondeos. Casi la mitad de la población, un 48 por ciento, opina que Syriza lo está haciendo mal.

El martes otra manifestación popular, que cada vez son más numerosas, recordó al gobierno el callejón sin salida en el que se encuentra desde el principio: o vuelve a las viejas políticas de austeridad (y traiciona sus promesas) o rompe con los buitres de la banca internacional. El problema es que no quiere ni una cosa ni otra, y el transcurso del tiempo puede resquebrajar internamente a una coalición muy endeble política e ideológicamente.

Mientras deja pasar el tiempo, Tsipras hace como que negocia, pero hasta eso hace mal. El ministro de Finanzas Varufakis ha sido relevado al frente del equipo negociador por Euclid Tsakalotos. Aunque el lunes lo negó en una entrevista en la televisión griega (“Soy un soldado”, dijo), ya se habla de su salida del gobierno.

Varufakis no está de acuerdo con convocar un referéndum sobre un futuro acuerdo con los buitres que resulte demasiado crudo de digerir: “No es justo”, dice, “obligar a los ciudadanos a tomar esta decisión tan difícil”. Tiene toda la razón. Syriza no se puede lavar las manos como Pilatos. Los griegos ya votaron y les pasaron a ellos la responsabilidad de tomar una decisión.

En Grecia referéndum es sinónimo de austeridad, de retorno a las mismas políticas que los griegos rechazaron en las últimas elecciones. Las apuestas ya empiezan a comparar a Syriza con los gobiernos reaccionarios que llevaron a Grecia a la bancarrota actual: ¿hasta donde llegarán los recortes esta vez? Para medir a Syriza (la izquierda) con Nueva Democracia (la derecha) allá hablan del “e-mail Harduvelis”, un proyecto del antiguo ministro de Finanzas en el que se detallaban los recortes que Nueva Democracia tenía pensado acometer en el caso de haber ganado las elecciones.

Cuando a una organización como Syriza se la compara con un partido como Nueva Democracia, es porque estamos ante otro fraude más. En ese momento es cuando se presentan las plañideras para lamentarse: “yo no sabía”, “yo creía que Syriza...”, “me han desilusionado”, “todos son iguales” o “nunca más volveré a votar a nadie”. No será porque los aguafiestas no avisamos de ello con tiempo.

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