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Estados Unidos no descarta el empleo de su arsenal nuclear contra Rusia y China

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El general Curtis LeMay
Damos por conmúnmente admitido que el mundo está ante una nueva guerra fría, como si la anterior hubiera acabado en algún momento. Quizá algunos utilicen el término en un sentido retórico, para poner la dosis necesaria de dramatismo a una situación que, según parece, carece por sí misma de tal connotación. Seguramente no tienen en cuenta todos los hechos involucrados en la nueva guerra y, muy en particular, la presencia de un dispositivo nuclear que no para de crecer y reorganizarse. Desde luego, todos suponemos que hoy no hay en el mundo un conflicto que pueda justificar -de ninguna manera- el empleo del arma nuclear.

Sin embargo, a finales de marzo se produjo algo significativo en la cadena de mando del ejército estadounidense: el nombramiento del general Robin Fond a la cabeza del Global Strike Command de la Fuerza Aérea Estadounidense. El Global Strike Command se creó en 2008 para agrupar a todas las fuerzas estratégicas nucleares que hasta entonces estaban afectas al Strategic Command, que tenía un carácter mixto, es decir, que participaba tanto de la Fuerza Aérea como de la Marina de Guerra.

La reestructuración vuelve al modelo del Strategic Air Command, que había sido disuelto en 1992, lo cual significa que es la primera vez que un general de cuatro estrellas de la Fuerza Aérea se pone a la cabeza del mando estratégico. Los tiburones del Pentágono han recordado los tiempos de Curtis LeMay, aquel viejo perro de los sesenta que proponía “golpear primero” (First Strike), es decir, atacar a la URSS con armas nucleares sin la necesidad de ninguna excusa previa.

Hasta ahora Curtis LeMay había sido convenientemente relegado a un segundo plano, casi al olvido. Era una antigualla de la guerra fría, del puente aéreo de Berlín, de los vuelos U2 y de la crisis de los misiles de Cuba. La reestructuración del mando estratégico corre en paralelo con el rescate de este general, que también formó parte de la Fuerza Aérea. Sus teorías vuelven a un primer plano, lo cual es harto significativo de los ambientes que circulan por Washington. La estrategia de atacar primero ya no parece tan descabellada.

Desde que se retiró a mediados de los años sesenta, es decir, hace ya medio siglo el general LeMay era sinónimo de masacre, pero de ese tipo de masacres de tecnología avanzada, de última generación. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial defendió los bombardeos masivos sobre Japón, incluso sobre las ciudades más pobladas, incluso sobre civiles inocentes. En mayo de 1945 dijo a sus oficiales en el Weekly Intelligence Review: “Buscamos y destruimos al enemigo allá donde se encuentre, en el mayor número posible. Para nosotros, no hay civiles en Japón”.

Para ordenar bombardeos, como el de Tokio en marzo de 1945, habría que ser especialmente amoral, y los carniceros del imperialismo, como LeMay, se definen exactamente así: “Matar a los japoneses no me preocupaba mucho en aquella época. Supongo que si hubiera estado en el lado de los vencidos, hubiera sido juzgado como un criminal de guerra.

Han pasado 70 años desde entonces, pero los criminales de guerra convictos y confesos vuelven por donde solían. Un artículo de la revista Foreign Affairs de marzo de 2006 recordó la estrategia First Strike para la nueva guerra fría: “Estados Unidos dispone hoy de una superioridad nuclear que le permitiría, si fuera necesario, plantearse un primer golpe nuclear estratégico contra sus dos principales adversarios, Rusia y China”.

Lo dijo MacNamara respecto de China en tiempos de Kennedy y lo ha repetido Chebarchin, el antiguo dirigente del servicio de inteligencia exterior de Rusia: “Lo único que Occidente espera de Rusia es que Rusia no exista”. Se puede llamar de muchas maneras: aniquilación, exterminio... Para lograrlo no hay nada mejor que empezar lanzando bombas nucleares sin previo aviso, sin motivo aparente.

Si se vuelven a analizar con atención las declaraciones de los altos oficiales del Pentágono en los últimos años, se verá una clara evolución hacia la catástrofe. En 2006 matizaban cuando se referían a Irán. En 2011 aún eran cautos al desatar la guerra en Siria. Ahora tienen la lengua mucho más floja porque su hegemonía mundial es cada vez más difícil de preservar. El mes pasado las declaraciones del general Dempsey, presidente del Comité de Jefes de Estado Mayor, justificando en envío de armas a Ucrania supusieron un salto cualitativo, aunque fuera verbal.

Todas las peleas empiezan así: a alguien se le va lengua y acaban en las manos. Los bocazas son gente peligrosa y el Pentágono está lleno de ellos. Ese tipo de matones piensa que la guerra con Rusia y China es inevitable. Pero si es inevitable, ¿por qué esperar, ¿por qué no empezar dando el primer golpe, un golpe contundente, capaz de aturdir al adversario?

Finalmente, hay una trampa que favorece hoy más que nunca el delirio imperialista de lanzar bombas nucleares sobre la población de cualquier país del mundo: nadie cree que eso sea posible. Hace 50 años existía un poderoso movimiento contra la fabricación e instalación de armamento nuclear. Hoy no existe nada de eso, e incluso hay varios estúpidos que se regodean de ello porque lo que antes se llamaba “coexistencia pacífica”, la lucha contra la guerra nuclear, les sabe a poco, les suena a blandengue.

¿Se creían Ustedes que todos los estúpidos están en el Pentágono? ¡Qué error!

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