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La policía de Chicago utiliza un almacén para torturar a los detenidos

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La policía de Chicago utiliza “un almacén especial” como prisión clandestina para llevar a cabo interrogatorios y aplicar diferentes métodos de tortura contra los detenidos, reveló el miércoles el diario británico The Guardian.

Los policías emplean este almacén, denominado “sitio negro”, para mantener a los detenidos fuera de sus bases de datos, golpearlos, encerrarlos con grilletes durante “periodos prolongados” y evitar que tengan acceso a un abogado durante 24 horas. Incluso niños de tan solo 15 años han sido sometidos a estas prácticas brutales.

Pese a que Estados Unidos ha cometido crímenes similares en todo el mundo desde el 11 de septiembre de 2001 con el pretexto de la “guerra contra el terror”, la investigación del periódico británico indica que el “sitio negro” es para personas no sospechosas de actividades relacionadas con el llamdo “terrorismo”, sino que “es compartido por unidades antipandillas y antidrogas de la policía”.

En este mismo contexto, informa el diario, Jacob Church, un hombre detenido por la policía de Chicago, fue interrogado durante 17 horas en ese lugar “sin recibir sus derechos Miranda”, es decir, la notificación de que puede guardar silencio, dijo Church a The Guardian.“Esencialmente no se me permitió tener contacto con nadie”.

En los últimos meses, la policía de Estados Unidos ha recibido críticas de todos los lados por las palizas brutales, sobre todo a raíz de una serie de muertes de ciudadanos afroamericanos a manos de efectivos que causaron masivas protestas a lo largo del país.

En 1994 Estados Unidos se adhirió a la Convención contra la Tortura, un compromiso internacional que nunca ha ratificado con posterioridad. El año pasado el informe del Senado sobre las torturas practicadas a los detenidos por "terrorismo" desde 2001 resultó demoledor para el mundo entero, a pesar de la tortura es una práctica corriente de la CIA desde su origen en la posguerra.

Pero la CIA no sólo tortura con sus propias manos, sino que siempre ha sido una escuela para los torturadores del mundo entero. En los años sesenta la Escuela de las Américas, donde los espadones latinoamericanos estudiaron la manera de aplastar a sus pueblos respectivos, incorporó la tortura como un método de interrogatorio a los detenidos políticos. En aquella época se redactó el manual “La Lucha Contra la Subversión” en el cual se detallaba los métodos y prácticas, con el uso de instrumentos especiales para hacer “hablar” hasta a los más inocentes. Se calcula que más de 80.000 militares latinoamericanos pasaron por esa escuela que fue llamada por las instituciones de derechos humanos como la “Escuela de la Tortura”.

Posteriormente se cambió de nombre, convirtiéndose en el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad.

Uno de los jefes del Servicio de Inteligencia de Uruguay en la época de la dictadura militar (1973-1985), el almirante Eladio Moll, declaró que “EEUU nos enseñó y adoctrinó a torturar y matar a los prisioneros políticos bajo el lema “tortura y mata”.

En Chile Augusto Pinochet Hiriart, el hijo del infame asesino reconoció en 2001 que “la guerra antisubversiva no la aprendimos de nadie más, que de los norteamericanos. Cuando ellos hablan de tortura, son los métodos de interrogación que nos enseñaron”.

La técnica de los “vuelos de la muerte” practicados durante la dictadura en Argentina (1976-1983) para tirar a los prisioneros vivos al mar después de torturarlos y en el caso de las mujeres, violarlas, fue la continuidad de la experiencia norteamericana en Vietnam con “el viaje interrumpido en helicóptero” o “la lección de volar”.

La CIA formó los primeros equipos médicos destinados para mantener vitales y saludables a los torturadores y mantener vivos a los torturados durante el interrogatorio. Los mejores científicos fueron contratados para la industria de la tortura.

Estados Unidos redactó el Manual de Entrenamiento para la explotación de Recursos Humanos bautizado como Manual del Buen Torturador. En 1992 Dick Cheney, entonces Secretario de Defensa, ordenó destruir todos aquellos manuales que contenían “material ofensivo y desagradable”.

Diez años después cambió de idea autorizando y legalizando la tortura junto con George W. Bush, George Tenet y Donald Rumsfeld, que convirtieron a su país en un Estado torturador.

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