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La limpieza étnica en los Balcanes |
Un lector comenta nuestro artículo sobre la creación de la Gran Albania, que nosotros calificamos como “anexión” y no como autodeterminación. Para suplir nuestra ignorancia nos recomienda que leamos una obra de Lenin sobre la autodeterminación y lanza al aire varias preguntas retóricas. Para nosotros la principal de ellas es la que compara a Kosovo con Crimea. Consideramos que es errónea, lo mismo que las demás, y vamos a centrarnos en ella exclusivamente.
El derecho de autodeterminación concierne a todas las naciones y ni Kosovo ni Crimea lo son. A partir de aquí, no hay similitudes entre un caso y otro, por lo que las comparaciones históricas son verdaderas piruetas intelectuales que conducen a complicar un análisis, como la cuestión nacional, que ya es complicada de por sí, al intervenir factores históricos, culturales, económicos, jurídicos, políticos, etc.
Es, pues, el típico debate que conduce al infinito desde el primer momento, sobre todo cuando no se aborda el fondo de la cuestión y, como consecuencia de ello, no hay un posicionamiento de cada cual que, como decía Stalin, en la época actual, la imperialista, para un revolucionario sólo puede conducir a entender el movimiento de liberación nacional, en cualquier parte del mundo, como una lucha contra el imperialismo y no como parte de un nuevo reparto del mundo.
La autodeterminación significa que las naciones y las colonias dejan de ser objetos para convertirse en sujetos, protagonistas de sus propias decisiones. No significa que dejan de ser objetos de unos (imperialistas) para convertirse en objetos de otros (igualmente imperialistas). Dicho con otras palabras: si los movimientos de liberación nacional no se enfrentan al imperialismo acaban siendo un juguete de los cambalaches entre los imperialistas por trocear y repartirse el mundo, y eso por más justa que sea su causa. Los marxistas estamos a favor de lo primero y en contra de lo segundo.
Pero ni en Kosovo ni en Crimea hay ninguna nación ni, por lo tanto, derecho de autodeterminación. Pero ese no es el peor de los errores. Lo realmente importante es que la Guerra de los Balcanes, lo mismo que la de Ucrania, no tuvo su origen en la autodeterminación de nadie, de que ningún país, tuviera o no tuviera derecho a ello.
Hay que tener mucho cuidado en este tipo de análisis porque si no se elaboran correctamente, conducen a ponerse a favor del imperialismo en nombre del marxismo, de la revolución o del derecho de autodeterminación de las naciones, que es lo que vemos con tanta frecuencia en la actualidad en ciertos círculos políticos de los que cabía esperar otra cosa.
La Guerra de los Balcanes es un ejemplo, como otros, de las agresiones que el imperialismo viene poniendo en marcha desde la caída del Telón de Acero en 1990 contra determinados países, y lo más curioso es constatar que ante tales hechos hay quien pone el foco de su atención en dichos países, escamoteando la intervención del imperialismo que, como es fácil comprender, es la fuerza fundamental sobre el escenario.
No sabemos si los lectores estarán de acuerdo o no con esto, pero nosotros pensamos que así es, por lo que consideramos que Yugoeslavia y luego Serbia fueron víctimas de una agresión imperialista y no los agresores. Nos parece inaudito que después de una guerra criminal que ha destruido un país, sigamos poniendo nuestro dedo acusador sobre dicho país, juzgándole y poniendo en primer plano sus defectos, sus crímenes o los de sus dirigentes. Nos parece más inaudito aún cuando los efectos de dicha guerra permanecen y Serbia sigue siendo un país tratado como paria, especialmente por la Unión Europea, a pesar de todas las pruebas de sumisión que viene mostrando desde hace muchos años.
Cualquier marxista debería poner los aspectos fundamentales de una situación en primer plano. Ahora bien, cuando se empieza alegando por el final, cuando se mezcla el pasado con la actualidad, se traen a colación los mil y un agravios cometidos por los titistas contra Kosovo y contra Albania o cuando se afirma que también los serbios practicaron la limpieza étnica, es porque hay un desenfoque total, por más ciertas que sean, y sus consecuencias prácticas son nefastas, ya que conducen a lavar la cara al imperialismo.
El vicio es siempre el mismo y aquí lo sabemos desde la guerra civil, en donde los estrábicos ponen en el primer plano a “unos y otros” pasando por alto que los unos eran fascistas mientras que los otros eran todo lo contrario, y también cometieron errores, no eran puros y no siempre actuaron de manera ideal, correcta y acertada.
Lo que diferencia a los marxistas es que no tienen una concepción metafísica de las guerras, no ponen a todas las guerras en el mismo plano, sino todo lo contrario. No entienden de “unos y otros”, del “todos ellos cometieron crímenes”, “son todos iguales” y demás.
En todas las agresiones imperialistas que se vienen produciendo desde la caída de la URSS, como en el caso de los Balcanes, o en el de Ucrania, o en el de Siria, nuestro punto de vista nos conduce a ser tildados de proserbios, o prorrusos, o assadistas, porque defendemos a los países que son víctimas de una agresión, y los que viven de poner etiquetas a los demás quieren sacar el foco de la atención del imperialismo y de sus crímenes, lo que —desde nuestro punto de vista— les convierte en sus cómplices.
Otras veces nuestros puntos de vista y posicionamientos se tachan de geopolíticos o geoestratégicos, a pesar de que son términos que nosotros no empleamos. Al parecer pretenden que pongamos el acento en Kosovo, en Crimea o en Kurdistán, y que esa sea la vara de medir. Es un vicio introducido como consecuencia de la desaparición de la Internacional Comunista y, con ella, de la manera correcta en la que se debe analizar cualquier problema en la época actual, que es la imperialista, a pesar de que los comunistas deberían saber que su propia historia, empezando por la Revolución de 1917, no se puede entender fuera de ella. Quizá lo que nos quieren aconsejar es que, a la manera usual, nos enfanguemos en el lodazal de la Púnica, la Gürtel o la Operación Lezo, es decir, en el fango de la politiquería, que es la misma en Prístina que en Madrid.
En una entrada posterior seguiremos con otro capítulo relativo a la incorporación de Crimea a Rusia.
El derecho de autodeterminación concierne a todas las naciones y ni Kosovo ni Crimea lo son. A partir de aquí, no hay similitudes entre un caso y otro, por lo que las comparaciones históricas son verdaderas piruetas intelectuales que conducen a complicar un análisis, como la cuestión nacional, que ya es complicada de por sí, al intervenir factores históricos, culturales, económicos, jurídicos, políticos, etc.
Es, pues, el típico debate que conduce al infinito desde el primer momento, sobre todo cuando no se aborda el fondo de la cuestión y, como consecuencia de ello, no hay un posicionamiento de cada cual que, como decía Stalin, en la época actual, la imperialista, para un revolucionario sólo puede conducir a entender el movimiento de liberación nacional, en cualquier parte del mundo, como una lucha contra el imperialismo y no como parte de un nuevo reparto del mundo.
La autodeterminación significa que las naciones y las colonias dejan de ser objetos para convertirse en sujetos, protagonistas de sus propias decisiones. No significa que dejan de ser objetos de unos (imperialistas) para convertirse en objetos de otros (igualmente imperialistas). Dicho con otras palabras: si los movimientos de liberación nacional no se enfrentan al imperialismo acaban siendo un juguete de los cambalaches entre los imperialistas por trocear y repartirse el mundo, y eso por más justa que sea su causa. Los marxistas estamos a favor de lo primero y en contra de lo segundo.
Pero ni en Kosovo ni en Crimea hay ninguna nación ni, por lo tanto, derecho de autodeterminación. Pero ese no es el peor de los errores. Lo realmente importante es que la Guerra de los Balcanes, lo mismo que la de Ucrania, no tuvo su origen en la autodeterminación de nadie, de que ningún país, tuviera o no tuviera derecho a ello.
Hay que tener mucho cuidado en este tipo de análisis porque si no se elaboran correctamente, conducen a ponerse a favor del imperialismo en nombre del marxismo, de la revolución o del derecho de autodeterminación de las naciones, que es lo que vemos con tanta frecuencia en la actualidad en ciertos círculos políticos de los que cabía esperar otra cosa.
La Guerra de los Balcanes es un ejemplo, como otros, de las agresiones que el imperialismo viene poniendo en marcha desde la caída del Telón de Acero en 1990 contra determinados países, y lo más curioso es constatar que ante tales hechos hay quien pone el foco de su atención en dichos países, escamoteando la intervención del imperialismo que, como es fácil comprender, es la fuerza fundamental sobre el escenario.
No sabemos si los lectores estarán de acuerdo o no con esto, pero nosotros pensamos que así es, por lo que consideramos que Yugoeslavia y luego Serbia fueron víctimas de una agresión imperialista y no los agresores. Nos parece inaudito que después de una guerra criminal que ha destruido un país, sigamos poniendo nuestro dedo acusador sobre dicho país, juzgándole y poniendo en primer plano sus defectos, sus crímenes o los de sus dirigentes. Nos parece más inaudito aún cuando los efectos de dicha guerra permanecen y Serbia sigue siendo un país tratado como paria, especialmente por la Unión Europea, a pesar de todas las pruebas de sumisión que viene mostrando desde hace muchos años.
Cualquier marxista debería poner los aspectos fundamentales de una situación en primer plano. Ahora bien, cuando se empieza alegando por el final, cuando se mezcla el pasado con la actualidad, se traen a colación los mil y un agravios cometidos por los titistas contra Kosovo y contra Albania o cuando se afirma que también los serbios practicaron la limpieza étnica, es porque hay un desenfoque total, por más ciertas que sean, y sus consecuencias prácticas son nefastas, ya que conducen a lavar la cara al imperialismo.
El vicio es siempre el mismo y aquí lo sabemos desde la guerra civil, en donde los estrábicos ponen en el primer plano a “unos y otros” pasando por alto que los unos eran fascistas mientras que los otros eran todo lo contrario, y también cometieron errores, no eran puros y no siempre actuaron de manera ideal, correcta y acertada.
Lo que diferencia a los marxistas es que no tienen una concepción metafísica de las guerras, no ponen a todas las guerras en el mismo plano, sino todo lo contrario. No entienden de “unos y otros”, del “todos ellos cometieron crímenes”, “son todos iguales” y demás.
En todas las agresiones imperialistas que se vienen produciendo desde la caída de la URSS, como en el caso de los Balcanes, o en el de Ucrania, o en el de Siria, nuestro punto de vista nos conduce a ser tildados de proserbios, o prorrusos, o assadistas, porque defendemos a los países que son víctimas de una agresión, y los que viven de poner etiquetas a los demás quieren sacar el foco de la atención del imperialismo y de sus crímenes, lo que —desde nuestro punto de vista— les convierte en sus cómplices.
Otras veces nuestros puntos de vista y posicionamientos se tachan de geopolíticos o geoestratégicos, a pesar de que son términos que nosotros no empleamos. Al parecer pretenden que pongamos el acento en Kosovo, en Crimea o en Kurdistán, y que esa sea la vara de medir. Es un vicio introducido como consecuencia de la desaparición de la Internacional Comunista y, con ella, de la manera correcta en la que se debe analizar cualquier problema en la época actual, que es la imperialista, a pesar de que los comunistas deberían saber que su propia historia, empezando por la Revolución de 1917, no se puede entender fuera de ella. Quizá lo que nos quieren aconsejar es que, a la manera usual, nos enfanguemos en el lodazal de la Púnica, la Gürtel o la Operación Lezo, es decir, en el fango de la politiquería, que es la misma en Prístina que en Madrid.
En una entrada posterior seguiremos con otro capítulo relativo a la incorporación de Crimea a Rusia.