Juan Manuel Olarieta
La ley de la contradicciĂłn es la mĂĄs importante de la dialĂ©ctica, decĂa Lenin, porque explica el movimiento, el cambio, el desarrollo y las metamofosis de todos los fenĂłmenos naturales, sociales y culturales. Una contradicciĂłn es una manera moderna de aludir a los viejos principios clĂĄsicos del pensamiento âunitas complexâ o âpluribus unumâ o, lo que es lo mismo, uno se divide en dos y dos forman uno.
Las contradicciones ponen de manifiesto la complejidad de aquello que, a primera vista, parece simple o sencillo. La unidad no es uniformidad ni homogeneidad; un anĂĄlisis mĂĄs profundo de cualquier unidad siempre acaba encontrando que se compone de elementos diversos, complejos e incluso opuestos.
La burguesĂa habla de la existencia de una âclase mediaâ que es una proyecciĂłn de sĂ misma y de su mediocridad. Quiere dar a entender que la sociedad es una masa homogĂ©nea de personas, como si no hubiera contradicciones ni antagonismos entre ellas. A lo sumo, sĂłlo es capaz de establecer diferencias sociales por una escala progresiva de ingresos.
En ocasiones la ley de la contradicciĂłn se concreta aludiendo a âla unidad y la lucha de contrariosâ, en donde la lucha se considera mĂĄs importante que la unidad. Esta concepciĂłn procede de que hoy los marxistas son casi los Ășnicos herederos de aquel tipo de concepciones cientĂficas y las aplican a la lucha de clases como si fuera un continuo enfrentamiento entre dos sectores de la sociedad que no tienen nada que ver entre sĂ.
Nuestro adversario siempre nos parece algo exterior, extraño o ajeno a nosotros mismos. De ahĂ que hablemos tambiĂ©n de contradicciones âinternasâ y âexternasâ para conceder mĂĄs importancia a las primeras que a las segundas. Sin embargo, si las contradicciones fueran âexternasâ no formarĂan parte de ninguna unidad o no estarĂan unidas entre sĂ.
A veces esa exposiciĂłn deficiente de las contradicciones conduce a sostener que la lucha de clases enfrenta a dos partes de la sociedad âdesde fueraâ. Por eso se suele hablar de contradicciones interburguesas o en el interior mismo de la burguesĂa.
Esa concepción opone la lucha a la unidad como si ambas cosas fueran diferentes. Parece que algo que estå unido no se puede enfrentar, cuando sucede justamente al revés: los opuestos se pueden enfrentar precisamente porque estån unidos, porque forman una unidad.
En ese sentido todas las contradicciones son internas, lo cual exige aclarar, ademĂĄs, que cuando la dialĂ©ctica habla de lo interno no se refiere a lo que estĂĄ âdentroâ. Por ejemplo, una manzana no madura sĂłlo por su propio desarrollo interior sino que estĂĄ indisolublemente unida al ĂĄrbol, que âa su vezâ estĂĄ unido a la tierra tanto como al aire y al sol. La manzana y el ĂĄrbol forman una unidad indisoluble con la tierra, el aire y el sol.
El proceso de oxidaciĂłn de una viga de hierro tampoco es consecuencia de algo que estĂĄ en su interior sino en el exterior: del contacto con el oxĂgeno ambiental que hay fuera de ella. Por lo tanto, a ciertos efectos, una viga no se puede analizar aisladamente, ya que tambiĂ©n forma parte (una unidad) con lo que le rodea.
Se pueden poner mĂșltiples ejemplos de lo mismo. En casi todos los paĂses el Ministerio de Asuntos Exteriores se llama asĂ porque consideran que las relaciones internacionales son externas al propio paĂs. Pero, ÂżcĂłmo calificar a la base naval de Rota? Suena extraño considerar como âexternosâ a la ONU, la UniĂłn Europea, la OTAN o el Fondo Monetario Internacional.
En cualquier anĂĄlisis, las ciencias (y por lo tanto los marxistas) padecen una tensiĂłn que estĂĄ perfectamente explicada por los oximorones que antes he mencionado: âunitas complexâ y âpluribus unumâ. Por un lado, ninguna ciencia es capaz de poner encima de la mesa todos los factores y condicionantes que influyen sobre un determinado fenĂłmeno porque, como decĂa Engels, âtodo influye y es influenciado por todoâ. Pero las ciencias no pueden trabajar con âtodoâ, por lo que escogen un resumen de la realidad y de los hechos. En los laboratorios los experimentos son un esquema simplificado de la realidad, no la realidad misma.
La tendencia heredada del siglo XIX, que algunos cientĂficos califican errĂłneamente como la ânavaja de Occamâ, es un deslizamiento hacia la simplicidad y, a veces, hacia el simplismo tĂpico de las ideologĂas anglosajonas.
El otro polo son ese cĂșmulo de concepciones llamadas a veces âholĂsticasâ y âmĂĄs recientementeâ defensoras del âpensamiento complejoâ que ponen de manifiesto las limitaciones de ciertos modelos o concepciones excesivamente lacĂłnicas, cayendo muchas veces, por su parte, en abstracciones vacĂas, de esas que lo dicen todo y no dicen nada.
En cualquier caso, toda teorĂa se fundamenta en una simplificaciĂłn de la realidad, en modelos y sistemas, de tal manera que las contradicciones que toma en consideraciĂłn las considera como âinternasâ, mientras se olvida de las demĂĄs o las considera âexternasâ o menos importantes que las anteriores.
AsĂ es muy corriente creer que en un paĂs lo realmente relevante son los âasuntos internosâ o domĂ©sticos, mientras que las relaciones âexterioresâ desempeñan un papel subordinado o no influyen tanto como las otras. La historia ha demostrado mil veces que esa concepciĂłn tambiĂ©n es errĂłnea. Cuando en los años noventa Yugoeslavia desapareciĂł del mapa polĂtico, no fue sĂłlo por factores âinternosâ.
Ese tipo de exposiciones que divide las contradicciones en internas y externas es bastante artificiosa, sobre todo si no se maneja con cuidado porque a unos efectos, en funciĂłn de lo que se pretenda analizar, unas contradicciones serĂĄn internas, mientras que serĂĄn externas a otros.
Es algo que provoca numerosas y estĂ©riles discusiones porque algunos no se dan cuenta de que estĂĄn simplificando los hechos, mientras que otros seleccionan determinados hechos, cuando quizĂĄ tendrĂan que haber seleccionado otros mĂĄs relevantes.
El anĂĄlisis de las contradicciones sirve para profundizar en el conocimiento de cualquier fenĂłmeno, no sĂłlo los sociales y culturales, sino tambiĂ©n los naturales. Debe mostrar la complejidad que hay en ellos, aĂșn cuando a simple vista parezca que se trata de cosas simples y sencillas. Pero sobre todo debe servir para estudiar su movimiento y su evoluciĂłn, que es siempre ânecesariamenteâ algo complejo. A la humanidad no sĂłlo le interesa constatar el hecho de que las cosas cambian sino âsobre todoâ saber hacia dĂłnde cambian, para lo cual hay que averiguar primero por quĂ© cambian.
Muchas veces oĂmos eso de que no se debe simplificar, que las cosas son mĂĄs complejas de lo que decimos. Es verdad. Cualquier anĂĄlisis siempre se puede matizar y estirar tanto como se quiera. Pero el proceso inverso es igualmente cierto. Los marxistas lo llaman âla contradicciĂłn principalâ. En todos los fenĂłmenos hay determinadas contradicciones que son mĂĄs relevantes que otras, las influyen y las condicionan. Por lo tanto, la complejidad no sĂłlo se puede sino que se debe resumir en sus aspectos mĂĄs importantes, como ese de que toda la historia de la humanidad no es mĂĄs que la historia de las clases sociales y de la lucha entre ellas.
Las contradicciones ponen de manifiesto la complejidad de aquello que, a primera vista, parece simple o sencillo. La unidad no es uniformidad ni homogeneidad; un anĂĄlisis mĂĄs profundo de cualquier unidad siempre acaba encontrando que se compone de elementos diversos, complejos e incluso opuestos.
La burguesĂa habla de la existencia de una âclase mediaâ que es una proyecciĂłn de sĂ misma y de su mediocridad. Quiere dar a entender que la sociedad es una masa homogĂ©nea de personas, como si no hubiera contradicciones ni antagonismos entre ellas. A lo sumo, sĂłlo es capaz de establecer diferencias sociales por una escala progresiva de ingresos.
En ocasiones la ley de la contradicciĂłn se concreta aludiendo a âla unidad y la lucha de contrariosâ, en donde la lucha se considera mĂĄs importante que la unidad. Esta concepciĂłn procede de que hoy los marxistas son casi los Ășnicos herederos de aquel tipo de concepciones cientĂficas y las aplican a la lucha de clases como si fuera un continuo enfrentamiento entre dos sectores de la sociedad que no tienen nada que ver entre sĂ.
Nuestro adversario siempre nos parece algo exterior, extraño o ajeno a nosotros mismos. De ahĂ que hablemos tambiĂ©n de contradicciones âinternasâ y âexternasâ para conceder mĂĄs importancia a las primeras que a las segundas. Sin embargo, si las contradicciones fueran âexternasâ no formarĂan parte de ninguna unidad o no estarĂan unidas entre sĂ.
A veces esa exposiciĂłn deficiente de las contradicciones conduce a sostener que la lucha de clases enfrenta a dos partes de la sociedad âdesde fueraâ. Por eso se suele hablar de contradicciones interburguesas o en el interior mismo de la burguesĂa.
Esa concepción opone la lucha a la unidad como si ambas cosas fueran diferentes. Parece que algo que estå unido no se puede enfrentar, cuando sucede justamente al revés: los opuestos se pueden enfrentar precisamente porque estån unidos, porque forman una unidad.
En ese sentido todas las contradicciones son internas, lo cual exige aclarar, ademĂĄs, que cuando la dialĂ©ctica habla de lo interno no se refiere a lo que estĂĄ âdentroâ. Por ejemplo, una manzana no madura sĂłlo por su propio desarrollo interior sino que estĂĄ indisolublemente unida al ĂĄrbol, que âa su vezâ estĂĄ unido a la tierra tanto como al aire y al sol. La manzana y el ĂĄrbol forman una unidad indisoluble con la tierra, el aire y el sol.
El proceso de oxidaciĂłn de una viga de hierro tampoco es consecuencia de algo que estĂĄ en su interior sino en el exterior: del contacto con el oxĂgeno ambiental que hay fuera de ella. Por lo tanto, a ciertos efectos, una viga no se puede analizar aisladamente, ya que tambiĂ©n forma parte (una unidad) con lo que le rodea.
Se pueden poner mĂșltiples ejemplos de lo mismo. En casi todos los paĂses el Ministerio de Asuntos Exteriores se llama asĂ porque consideran que las relaciones internacionales son externas al propio paĂs. Pero, ÂżcĂłmo calificar a la base naval de Rota? Suena extraño considerar como âexternosâ a la ONU, la UniĂłn Europea, la OTAN o el Fondo Monetario Internacional.
En cualquier anĂĄlisis, las ciencias (y por lo tanto los marxistas) padecen una tensiĂłn que estĂĄ perfectamente explicada por los oximorones que antes he mencionado: âunitas complexâ y âpluribus unumâ. Por un lado, ninguna ciencia es capaz de poner encima de la mesa todos los factores y condicionantes que influyen sobre un determinado fenĂłmeno porque, como decĂa Engels, âtodo influye y es influenciado por todoâ. Pero las ciencias no pueden trabajar con âtodoâ, por lo que escogen un resumen de la realidad y de los hechos. En los laboratorios los experimentos son un esquema simplificado de la realidad, no la realidad misma.
La tendencia heredada del siglo XIX, que algunos cientĂficos califican errĂłneamente como la ânavaja de Occamâ, es un deslizamiento hacia la simplicidad y, a veces, hacia el simplismo tĂpico de las ideologĂas anglosajonas.
El otro polo son ese cĂșmulo de concepciones llamadas a veces âholĂsticasâ y âmĂĄs recientementeâ defensoras del âpensamiento complejoâ que ponen de manifiesto las limitaciones de ciertos modelos o concepciones excesivamente lacĂłnicas, cayendo muchas veces, por su parte, en abstracciones vacĂas, de esas que lo dicen todo y no dicen nada.
En cualquier caso, toda teorĂa se fundamenta en una simplificaciĂłn de la realidad, en modelos y sistemas, de tal manera que las contradicciones que toma en consideraciĂłn las considera como âinternasâ, mientras se olvida de las demĂĄs o las considera âexternasâ o menos importantes que las anteriores.
AsĂ es muy corriente creer que en un paĂs lo realmente relevante son los âasuntos internosâ o domĂ©sticos, mientras que las relaciones âexterioresâ desempeñan un papel subordinado o no influyen tanto como las otras. La historia ha demostrado mil veces que esa concepciĂłn tambiĂ©n es errĂłnea. Cuando en los años noventa Yugoeslavia desapareciĂł del mapa polĂtico, no fue sĂłlo por factores âinternosâ.
Ese tipo de exposiciones que divide las contradicciones en internas y externas es bastante artificiosa, sobre todo si no se maneja con cuidado porque a unos efectos, en funciĂłn de lo que se pretenda analizar, unas contradicciones serĂĄn internas, mientras que serĂĄn externas a otros.
Es algo que provoca numerosas y estĂ©riles discusiones porque algunos no se dan cuenta de que estĂĄn simplificando los hechos, mientras que otros seleccionan determinados hechos, cuando quizĂĄ tendrĂan que haber seleccionado otros mĂĄs relevantes.
El anĂĄlisis de las contradicciones sirve para profundizar en el conocimiento de cualquier fenĂłmeno, no sĂłlo los sociales y culturales, sino tambiĂ©n los naturales. Debe mostrar la complejidad que hay en ellos, aĂșn cuando a simple vista parezca que se trata de cosas simples y sencillas. Pero sobre todo debe servir para estudiar su movimiento y su evoluciĂłn, que es siempre ânecesariamenteâ algo complejo. A la humanidad no sĂłlo le interesa constatar el hecho de que las cosas cambian sino âsobre todoâ saber hacia dĂłnde cambian, para lo cual hay que averiguar primero por quĂ© cambian.
Muchas veces oĂmos eso de que no se debe simplificar, que las cosas son mĂĄs complejas de lo que decimos. Es verdad. Cualquier anĂĄlisis siempre se puede matizar y estirar tanto como se quiera. Pero el proceso inverso es igualmente cierto. Los marxistas lo llaman âla contradicciĂłn principalâ. En todos los fenĂłmenos hay determinadas contradicciones que son mĂĄs relevantes que otras, las influyen y las condicionan. Por lo tanto, la complejidad no sĂłlo se puede sino que se debe resumir en sus aspectos mĂĄs importantes, como ese de que toda la historia de la humanidad no es mĂĄs que la historia de las clases sociales y de la lucha entre ellas.