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África descabalga a Neson Madela de su pedestal de leyenda

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Cuando un personaje, como Mandela, ha acaparado durante los últimos años de su vida, los titulares de los medios de comunicación del mundo entero, hasta acabar siendo una leyenda, es porque hay gato encerrado. Nadie pasa tan rápidamente de un anonimato de décadas de cárcel al pedestal de la Jefatura del mismo Estado que lo mantuvo preso.

Incluso aquellos a los que engañó se les empieza a caer la venda de los ojos en la misma Sudáfrica. “¿Qué concesiones realizó?” a los que habían sostenido el criminal régimen de apartheid, uno de los más sanguinarios del siglo pasado? La tentación de hacer un paralelismo con la transición española es irresistible...

El 6 de mayo nuestro admirado Jean Paul Pougala, el vendedor de mangos silvestres en el mercadillo de Dakar, lanzaba la primera salva de artillería: “No, Mandela no es mi héroe”, escribió Pugala. La situación es peor que en la época del apartheid. Ahora la minoría blanca vive su mayor época de esplendor económico, mientras la población negra se sumerge en una miseria.

En 1994 Mandela homologó la República Sudafricana al resto de países africanos. Los billetes sudafricanos llevan la efigie de Mandela pero quienes dirigen el Banco Central con los mismos blancos racistas de siempre, a los que el antiguo preso abrió las puertas del Continente Negro.

El capital financiero sudafricano exporta ahora más capitales que nunca al resto de África. En 2012 el fondo PIC (Public Investment Corporation) y el Nedbank se aduañaron del Ecobank. El primero se creó en 1911 para gestionar los fondos de pensiones de los funcionarios sudafricanos. La minoría blanca controla el 95 de su capital, estimado en 100.000 millones de dólares.

El Nedbank es la filial de la empresa de seguros británica Old Mutual, que con un 20 por ciento del capital controla la dirección y compite con otros capitales africanos en condiciones muy ventajosas gracias a un gobierno africano “negro”. Lo mismo se puede decir de otros grandes capitales que circulan con un falso marchamo “africano”, a pesar de estar dirigidos por empresarios blancos, cuando no sucursales británicas.

El imperialismo quiso que Mandela fuese un ejemplo no sólo para los dirigentes africanos sino para la misma población, pero en Sudáfrica la población negra empieza a apercibirse de que el ANC, la organización que pactó el fin del apartheid, les ha traicionado. Muchos barrios están al borde de la revuelta. Los grupos más activos empiezan a mirar a Robert Mugabe, el ogro de los imperialistas, que siguió el camino opuesto al de Mandela en Zimbawe.

El apartheid no se ha acabado: es otra falsedad. Un europeo no tiene ningún problema para entrar en Sudáfrica. Ni siquiera necesita visado, algo imposible para cualquier africano. Las mejores tierras para los cultivos siguen siendo propiedad de los blancos...

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