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La CIA y la mafia marsellesa. Los socialistas, los Guerini y la CIA. (1)

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(Extractos de "Marseille sur Héroïne, la French Connection (1945-1975)", de Alfred McCoy)
 
Si las alianzas creadas durante la guerra por los bajos fondos corsos tendrían importantes consecuencias tras la Liberación para el tráfico de heroína, constituyendo los cimientos de la futura dinastía criminal de Marsella, el fin de la ocupación alemana iba a traer tiempos difíciles para el “ambiente” marsellés. Durante mas de veinte años Carbone y Spirito habían controlado la mafia, inaugurando nuevas formas de actividad criminal, organizando el mando y la disciplina y sobre todo estableciendo alianzas políticas. Ya no estaban, y ninguno de los patrones supervivientes gozaba del poder ni de las prerrogativas de recoger su cetro. Para agravar las cosas los enemigos tradicionales, es decir los partidos socialistas y comunistas permanecieron firmemente unidos hasta mediados de 1946, obligando así a una alianza entre conservadores y mafia a fin de obtener a toda costa el poder político. Con ocasión de las primeras elecciones municipales, en abril de 1945, una coalición de izquierda pone al jefe del Partido Socialista, Gaston Deferre, en la alcaldía. Rompiendo con los socialistas en 1946, el Partido Comunista lleva con éxito una campaña independiente y elije su propio candidato a la alcaldía en noviembre[1]. Por otro lado, una nueva unidad policial, los CRS (Compagnies Républicaines de Sécurité) se habían convertido en el azote de la mafia marsellesa. Formados durante los combates de la Liberación en agosto de 1944, cuando la mayoría de los policías municipales (que habían sido notorios colaboradores) desaparecieron[2], se asignó a los CRS la tarea de restablecer el orden público, buscar a los colaboradores, perseguir el contrabando y reprimir el tráfico del mercado negro. Un elevado porcentaje de sus oficiales habían sido reclutados entre los resistentes comunistas, y cumplieron con su deber demasiado eficazmente para la tranquilidad del hampa[3]. Pero ésta no tarda en preparar su ascenso al poder, En otoño de 1947, un mes de sangrientas batallas callejeras, reveses electorales y la intervención secreta de la CIA privó al Partido comunista del poder y establecieron una redistribución definitiva de las cartas políticas en Marsella. Cuando las huelgas y los disturbios finalizaron, los socialistas habían roto todo contacto con los comunistas, una alianza entre los socialistas y el hampa controlaba la vida política d Marsella y los hermanos Guerini se habían convertido en los “árbitros” incontestados del submundo marsellés. Durante veinte años sus decisiones tendrían fuerza de ley en el seno de la delincuencia. El enfrentamiento comenzó muy inocentemente en las elecciones municipales del 19 y 26 de octubre de 1947. Aescala nacional, el nuevo partido anticomunista del general de Gaulle (el RPR, Rassemblement du peuple français) alcanza un confortable éxito electoral en toda Francia. En Marsella, los conservadores reconstituidos consiguieron suficientes puestos en el consejo municipal como para descartar un alcalde comunista y elegir una alcaldía conservadora. Uno de los primeros actos oficiales de la nueva administración consistió en aumentar las tarifas de tranvías municipales: una decisión perfectamente inatacable, por estar perfectamente justificada por la agravación del déficit financiero. Pero esta medida tendría consecuencias imprevistas.
 
Más de dos años después del fin de la guerra, Marsella no conseguía liberarse de las ruinas dejadas por los bombardeos aliados. La tasa de paro era elevada, los salarios bajos; reinaba el mercado negro y una grave penuria de los elementos más indispensables daba un aire desesperado a los compradores matinales[4]. Los tranvías tenían una importancia vital para la ciudad, y el incremento de tarifas tuvo por efecto adelgazar el monedero y provocar la cólera. El sindicato obrero social-comunista, CGT, replicó mediante el boicot activo de los tranvías. El conductor que osaba conducir un tranvía quedaba bloqueado por las barricadas y el lanzamiento de piedras por parte de la población furiosa[5]. La clase obrera de Marsella no estaba sola en su desgracia. En toda Francia los obreros sufrían las dificultades de una dolorosa recuperación económica. Los obreros trabajaban largas jornadas para relanzar la producción y sus esfuerzos se veían mal pagados. Presionados por sus consejeros norteamericanos, los sucesivos gobiernos franceses bloqueaban los salarios a fin de acelerar la renovación económica. En 1947 la producción industrial prácticamente había alcanzado su nivel de antes de la guerra, pero el obrero especialista medio de París no ganaba mas que el 65% de lo que conseguía en el momento mas fuertes de la depresión[6]. Llegaba hasta el hambre, literalmente: el precio de los alimentos se había disparado, y el obrero medio comía un 18% menos que en 1938. Pudiendo apenas los salarios cubrir sus gastos de alimentación, los obreros estaban obligados a llevar la parte mas pesada de los impuestos. El sistema fiscal era tan injusto que el prestigioso cotidiano Le Monde lo había definido como «más inicuo que el que había provocado la Revolución francesa»[7]. En Marsella, durante todo el inicio del mes de noviembre, los incidentes agravaron las tensiones políticas como consecuencia del boicot de los tranvías, que culminaron con el desencadenamiento de la violencia el 12 de noviembre. Aquel día fatal comienza con una manifestación matutina de obreros encolerizados, continuó por la tarde con el apalizamiento de los concejales comunistas durante una reunión municipal y acabó con un muerto al atardecer[8]. Aquella mañana temprano numerosos millares de obreros se habían reunido frente al Palacio de Justicia para exigir la liberación de cuatro jóvenes obreros metalúrgicos detenidos por atacar un tranvía. Cuando la policía conducía a dos de ellos hacia el tribunal, la muchedumbre se echa encima de los guardias y los dos hombres escaparon. Animados por este éxito, se busca durante numerosas horas forzar los cordones policiales, exigiendo que las acusaciones contra los obreros se retiren. Ante la determinación de las masas, el tribunal se reúne precipitadamente y hacia las cuatro de la tarde la acusación de reduce a un delito menor. Los manifestantes se preparan a dispersarse cuando un obrero no identificado llega gritando «¡Todos a la alcaldía! ¡Están golpeando a nuestros camaradas!»[9]Esta agresión tuvo lugar en el curso de una reunión ordinaria del consejo municipal, cuando los concejales comunistas habían planteado la cuestión de las tarifas tranviarias.
 
La discusión se había hecho virulenta, y algunos de los matones partidarios del alcalde (todos miembros de la banda Guerini) intervinieron contra los concejales comunistas[10]. La noticia de las agresiones de extendió rápidamente en Marsella y en una hora cuarenta mil manifestantes se reunieron ante el ayuntamiento[11]. El puñado de policías presentes no pudo controlar la situación hasta que el antiguo alcalde comunista Jean Cristofol hubo calmado a la multitud. En media hora se había dispersado, y a las 18:30 todo estaba tranquilo. Mientras que la mayor parte de manifestantes volvían a sus casas, un grupo de jóvenes obreros se reúne sobre los muelles y ocupa las pequeñas calles situadas en los alrededores de la época. Con sus locales de noche y sus burdeles, este sector se consideraba generalmente como el barrio del hampa. Era notorio que estos establecimientos controlaban el mercado negro y constituían un legítimo objetivo de la cólera de la clase obrera. Mientras que las masas invadían las calles rompiendo los cristales, Antoine y Barthelemy Guerini dispararon contra ellos, hiriendo a numerosos manifestantes. Por la noche un joven metalúrgico Moria a causa de las heridas[12]. A la mañana siguiente el diario comunista La Marselleise afirmaba que «Carlini y Vernejoul volvían a los métodos de Sabiani en la alcaldía de Marsella». El diario decía que una investigación había revelado que el ataque del que habían sido víctimas los concejales se debía a los hombres de Guerini[13]. Esta acusación no fue refutada de manera convincente ni por el periódico socialista Le Provencal ni por Le Meridional gaullista. En el curso de la audiencia del tribunal del 16 de noviembre, dos policías testificaron haber visto a los Guerini disparar contra la gente. En la misma audiencia, uno de los más jóvenes hermanos Guerini reconoció que Antoine y Barthelemy se encontraban en aquellos lugares en el momento del tiroteo. Pero cuatro días mas tarde los policías se retractaron misteriosamente y el 10 de diciembre todas las acusaciones contra los Guerini se abandonaron[14]. La mañana del 13 de noviembre, al DIA siguiente del tiroteo, la confederación local de trabajadores llamó a una huelga general, y la ciudad quedó paralizada. Los trabajadores de Marsella habían alcanzado el punto de ruptura casi al mismo tiempo que sus camaradas del resto del país. Las huelgas salvajes estallaron por todos los sitios, en fábricas, en minas y ferrocarriles[15]. Al salir a la calle los militantes obreros para manifestarse por salarios dignos y por disminuciones de precios, la dirección del Partido comunista fue obligada, contra su voluntad, a iniciar una acción. El 14 de noviembre, al DIA siguiente de que los sindicatos de Marsella llamaran a la huelga, la CGT llama a  una huelga general en todo el país. Contrariamente a lo que se podría creer, los dirigentes comunistas de la época estaban lejos de ser  fieros revolucionarios. Eran en su mayor parte hombres de cierta edad, de tendencia conservadora, que habían servido a la patria en las filas de la Resistencia y que ahora aspiraban, por encima de todo, a tomar parte en el gobierno de su país.
 
La habilidad que habían demostrado en la dirección de la Resistencia les había ganado el respeto de la clase obrera y, gracias a sus esfuerzos, los trabajadores franceses sindicados habían aceptado los bajos salarios tras la guerra, absteniéndose de hacer huelgas en 1945 y 1946. Sin embargo, su apoyo continuo a la política de austeridad draconiana del gobierno comenzaba a suponerles menos votos en las elecciones sindicales, y en 1946 un observador del Departamento de estado norteamericano  declaraba que los dirigentes comunistas «no podían contener el descontento de la base»[16]. Cuando a mediados de noviembre de 1947 las huelgas salvajes y las manifestaciones estallaron, el Partido comunista se vio obligado a apoyarlas para no perder la dirección de la clase obrera. En cualquier caso, lo hizo sin entusiasmo. Sin embargo, a finales de noviembre, 3 millones de trabajadores estaban en huelga y la economía francesa se encontraba prácticamente paralizada. Desdeñando la opinión de sus propios expertos, los responsables de la política exterior norteamericana interpretaron la huelga de 1947 como una maniobra política del Partido comunista y «temieron» que no fuera mas que el preludio de una «toma del gobierno». El motivo de esta ceguera era sencillo: desde mediados de 1947 la guerra fría se había «congelado» y todos los acontecimientos políticos se consideraban bajo el punto de vista del «conflicto ideológico mundial que opone el comunismo del este a la democracia occidental[17]».
 
Inquietos por los progresos soviéticos en el Mediterráneo oriental y por el crecimiento de los partidos comunistas en Europa occidental, la administración Truman organizó en mayo un plan de estructuración europeo (el conocido como Plan Marshall), cuyo presupuesto se elevaba a numerosos miles de millones de dólares, y crea la CIA en septiembre[18]. Decididos a salvar a Francia de un golpe de Estado comunista inminente, la CIA intervino para ayudar a romper la huelga, escogiendo para ello al Partido socialista como porra. Tras décadas de investigación, los actores de aquellas operaciones clandestinas salieron del secreto oficial que les había tapado durante tanto tiempo. Cuando a principios de 1947 el Congreso USA vota un presupuesto de 400 millones de dólares para combatir al comunismo, el presidente Harry Truman «empleó este dinero de forma abierta en Grecia y Turquía, pero de forma clandestina en Francia e Italia, con la CIA como intermediario, con el objeto de apoyar a los partidos políticos democráticos[19]». Aquel verano, en el caos burocrático que siguió a la creación de la Agencia, las funciones de investigación fueron repartidas entre el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado y la rama ejecutiva bajo la dirección mas bien vaga del nuevo director de la CIA. Ante la urgencia de dotarse de una fuerza de investigación, el National Security Council creó la OPC (0ffice of Policy Coordination) en junio de 1948, a fin de desarrollar «una capacidad de acción política secreta», misión mas bien amplia que suponía operaciones clandestinas tales como la infiltración en los sindicatos. Financiados por la CIA pero acogidos por el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa, la OPC se desarrolla en esta situación anormal, fuera de todo control burocrático y mucho mas generosamente financiada que la misma CIA[20].
 
El fundador de la OPC fue Frank Wisner, antiguo agente de la OSS que había pasado los años posteriores a la guerra en Europa reclutando antiguos nazis, en primer lugar a numerosos criminales de guerra, a fin de enviarles tras las líneas soviéticas. Bajo su dirección brillante y original, la OPC atraerá rápidamente talentosos veteranos de la OSS como Thomas Braden y William Colby que compartían la opinión según la cual todo enemigo del comunismo, ya fuera oficial de la GESTAPO o gangster corso, podía ser un aliado de Norteamérica[21]. Tal como explicaba Colby, futuro director de la CIA, la OPC de Wisner «actuaba como la orden de los Templarios, dedicada a salvar la libertad de Occidente de las tinieblas comunista[22]» Desde el inicio de la Guerra Fría, la CIA y la OPC decidieron que los sindicatos eran la clave del combate por Europa occidental. Mediante la American Federation of Labor (AFL), la cual organizaba ya sus propias redes clandestinas en Europa, la Agencia se propuso hacer llegar unos dos millones de dólares a los dirigentes sindicales anticomunistas[23]. «Creo que el interés manifestado por la AFL/CIO para la protección del puerto de Marsella y otras cosas de este tipo habían empezado antes de la creación de la Agencia» declaraba Braden, responsable de la OPC para estas operaciones. «Tengo la impresión que eran efectuadas por la OSS, o bien por el ejército, o bien por el Departamento de Estado[24]». Es un hecho que a principio del año 1947 el embajador de estados Unidos en Francia, Jefferson Caffery, había avisado a Washington de que «el poder del Kremlin se extiende cada vez mas…mediante…el Partido comunista francés y su fortaleza, la CGT[25]». En una tácita petición de fondos, el embajador lamentaba que «los dirigentes sindicales que se oponen al dominio de los comunistas sobre la CGT no hayan tenido la ocasión (principalmente por falta de dinero) de organizar grupos de oposición eficaces [26]». Cuando en 1947 los comunistas convocaron huelgas contra el Plan Marshall, la CIA, en el curso de una de sus primeras operaciones, lanza un contraataque secreto. Con la AFL como intermediaria, organiza la primera escisión de un sindicato europeo haciendo llegar fondos a Leon Jouhaux, dirigente socialista, que hizo salir a su sindicato, Force Ouvrier, de una CGT controlada por los comunistas[27]. Sin reconocer el origen, el presidente de la AFL, George Meany, presumiría mas tarde de «haber financiado la escisión del sindicato francés bajo control comunista – nosotros lo hemos pagado, nosotros hemos conseguido dinero de los sindicatos americanos, nosotros hemos organizado sus sedes y enviado material[28]».
 
A primera vista, podría parecer erróneo ver a la CIA apoyando a un organismo situado a la izquierda como un Partido socialista. En Francia no existían mas que tres partidos políticos importantes: el socialista, el comunista y el gaullista, y, por simple eliminación, la CIA se echa en los brazos de los socialistas. Si el general de Gaulle se mostraba demasiado independiente para el gusto de los americanos, los dirigentes socialistas, que perdían rápidamente terreno ante los comunistas, estaban totalmente dispuestos a colaborar con la CIA. En un artículo del Saturday Evening Post fechado en 1967, el antiguo director del departamento de asuntos internacionales de la CIA, Thomas W. Braden, explicaba la estrategia de la Agencia, que consistían en servirse de la izquierda para combatir a la izquierda: esto fue el trabajo de Jay Lovestone, el adjunto de David Dubinsky en el Sindicato Internacional de los Trabajadores del Textil. Habiendo sido el dirigente del Partido Comunista de  los Estados Unidos, Lovestone tenía un perfecto conocimiento de las operaciones de infiltración en el extranjero. En 1947, la comunista CGT lanza una huelga que no consigue paralizar la economía francesa. Se temía una toma del poder. En esta coyuntura intervienen Lovestone y su adjunto Irving Brown. Con ayuda de los fondos proporcionados por el sindicato de Dubinsky crearon Force Ouvrier, un sindicato no comunista. Cuando escaseó el dinero, recurrieron a la CIA. Así es como empieza la financiación secreta de los sindicatos libres, que pronto se extendió a Italia. Sin esta financiación, la historia de la postguerra hubiera sido muy diferente[29]. Los envíos de la CIA, del orden de un millón de dólares por año, aseguraron al Partido socialista una sólida base electoral en el seno del movimiento obrero[30], y dieron a sus dirigentes la potencia política necesaria para enfrentarse a los trabajadores en huelga. Mientras que el líder socialista de Marsella, Gaston Deferre, predicaba una cruzada anticomunista desde lo alto de la tribuna de la Asamblea Nacional y en las columnas de Le Provençal[31], el ministro de Interior socialista Jules Moch, ordenaba a la policía intervenir brutalmente contra los trabajadores en huelga[32].
 
Con los consejos y la ayuda del agregado militar norteamericano en París, Moch pide la incorporación de 80.000 reservistas y moviliza a 200.000 soldados para luchar contra los huelguistas. Frente a ese despliegue de fuerza, la CGT suspendió la huelga el 9 de diciembre, tras menos de un mes de parada laboral[33]. Lo enfrentamientos mas sangrientos de esta huelga no tuvieron lugar en París, como dijo Braden, sino en Marsella. Por numerosas razones, era fundamental para la política extranjera norteamericana conseguir una victoria en Marsella que, siendo uno de los mayores puertos internacionales de Francia, constituía una cabeza de puente vital para las exportaciones del Plan Marshall hacia Europa. Una influencia duradera de los comunistas en la administración del puerto hubiera supuesto una amenaza al éxito del Plan Marshall y de todo programa de asistencia posterior. Siendo Marsella la segunda ciudad de Francia, una victoria duradera de los comunistas sobre el electorado marsellés aumentaría las oportunidades del Partido comunista de recoger suficientes votos para formar gobierno (el Partido comunista representaba ya al 28% del electorado y era el primer partido de Francia). El agravamiento de la ruptura entre los Partidos comunista y socialista de Marsella, y la actitud anticomunista de Defferre se habían manifestado ya en el curso de los debates de la Asamblea Nacional sobre los sangrientos incidentes del 12 de noviembre en Marsella. Mientras que los portavoces  locales del Partido comunista habían imputado a los Guerini las violencias sufridas por los concejales y el asesinato de un obrero metalúrgico, el líder socialista Gaston Defferre prefirió atacar a los comunistas: «Las banderas americanas y británicas que ondeaban en el ayuntamiento han sido arrancadas por las hordas comunistas…Ahora sabemos de que son capaces los comunistas: yo no dudo que el gobierno extraerá consecuencias. El Partido socialista deplora esos incidentes, y no tolerará que aquellos que se dicen diputados lleguen a desafiar la ley»[34]. Algunos días después, el diputado comunista Jean Cristofol refutó las acusaciones de Defferre, acusando a su vez a los malhechores a las órdenes de Guerini de estar a sueldo de los partidos gaullista y socialista de Marsella. Cuando Defferre se levanta para negar que el ni siquiera conoce a Guerini, otro diputado comunista le recuerda que un primo de Guerini era redactor en jefe de su diario Le Provençal. Después tomó la palabra para revelar algunos signos inquietantes del renacimiento del hampa marsellés: los colaboracionistas eran pasados a libertad condicional y los funcionarios autorizaban la reapertura de los locales nocturnos, entre los que figuraba el Club Parakeet de los Guerini. Estos locales habían sido cerrados en junio de 1947 por orden del mismo Cristofol, entonces alcalde de la ciudad[35].



[1]Agulhon et Barrat, CRS de Marseille, Pág.  144.

[2]nlion, Les FTB pp. 292-93.

[3]Agulhon et Barrat, CRS de Marseille, Pág.  46-47, 75-77.

[4]Castellari, La Belle Histoire. . .págs. 218-19.

[5]Agulhon et Barrat, CRS de Marseille, p. 145.

[6]Ioyce Kolko et Gabriel Kolko, The Limits of Power [N ew York, Harper& Row, 1972), pág. 157.

[7]Ibid., Pág. 440.

[8] Agulhon et Barrat, CRS de Marseille, págs. 145-146.

[9] Ibid., Pág. 147.

[10]Ibid., Pág. 148.

[11]1bfd., Pág. 171.

[12]1bid., págs. 149-150.

[13]La Marseillaise (Marseille), 13 noviembre 1947

[14]La Marseillaise, 17 et 21 noviembre et 10 diciembre 1947

[15]Kolko et Kolko, The Limits of Power, p. 396

[16]Ibid., p. 157.

[17]Walter Lafeber, America, Russia and the Cold Mr (New York, Iohn Wiley and Sons, 1967), p. 47

[18]lbid., pp. 48, 56.

[19]John Ranelagh, The Agency : The Rise and Decline of the CIA (New York : Simon & Schuster), p. 131.

[20]Comisión senatorial sobre las actividades del gobierno, « History of the Central Intelligence Agency », Supplementary Detailed Staff Report on Foreign an lwlitary (Government Printing Ofice, Rapport du Sénatn° 94-755), pp. 25-37.

[21]]ohn Loftus, The Belarus Secret (New York : Knopf, 1982), pp. 105-29; Vfllian Colby, Honorable Men :My Life in the CIA (New York : Simon& Schuster, 1978), pág. 75.

[22]Colby, Honorable Men, pág.  73

[23]Ronald L. Filippelli, American Labor and Postwar Italy, 1943-1953 (Stanford : Standford University Press, 1989), pp. 112-113

[24]Tom Braden hizo estos comentarios en noviembre de 1983. Cf Ranelagh, The Agency pp. 247-48

[25]. Peter Weiler, «The United States, International Labor, and the cold War : The Breakup of the World Federation of Trade Unions », Diplomatic History  5 n° 1 (1981), pág. 12

[26]Trevor Barnes, « Le secret de la guerre froide : la CIA et la politique étrangère américaine en Europe, 1946-56 », 1er partie, Historical Journal 24, n° 2 (1981), pp. 411-12

[27]Filippelli, American Labor; pp. 112-13. Algunos meses antes de «provocar» la escisión entre las fracciones comunista y socialista de la CGT, el dirigente obrero socialista Leon Jouhaux había estado (…) en Washington para reunirse con miembros de la administración Truman. Le Monde (Paris), 12 mayo de 1957.

[28]Filippelli, American Labor; p. 113.

[29]Thomas Braden, « Soy feliz de que la CIA sea “inmoral” », Saturday Evening Post 20 mayo 1967, p. 14.

[30]Ibid. No era la primera vez que los servicios de inteligencia norteamericanos empleaban este modo de financiación secreto para crear disensiones en las filas del movimiento obrero francés. Durante la Segunda Guerra Mundial, la rama Travail de la OSS, dirigida por Arthur Goldberg, procuró fondos a la «dirección socialista de la CGT clandestina, pero rechazó categóricamente proporcionarlos a los elementos comunistas de la misma organización. Esta postura ocasionó un grave incidente que envenenó las relaciones entre  (…) los partidos citados ( R. Hams Smith, OSS : The Secret History of American’s First Central Intelligence Agency (Berkeley, University of California Press1972. p 182

[31] Le Provençal (Marseille), 8-9 et 14 noviembre 1947.

[32]«Es entonces cuando los dirigentes de la fracción Force Ouvrier se separan definitivamente de la CGT y fundaron, con ayuda de las organizaciones  sindicales norteamericanas, la organización que aún lleva ese nombre» Jacques Julliard, la IV République, Paris, Calmann-Lévy 1968, pág.  124.

[33]Kolko et Kolko, The Limits of Power, p. 370. Esta alianza entre la CIA y los socialistas fue aparentemente precedida de complicadas negociaciones. En el curso de una visita a Washington en mayo de 1949, el dirigente del Partido socialista Leon Blum declaró a un periodista francés: «Numerosos diplomáticos americanos con (…) los que he hablado están convencidos de que el socialismo puede serla mejor defensa contra el comunismo en Europa». La prensa norteamericana informó mas tarde que el secretario del Tesoro del presidente Truman había exhortado a Blum a reunir a los partidos no comunistas y expulsar a los comunistas del gobierno. (Le Monde, Paris, 12 mayo 1967).56. Le Provençal, 14 noviembre 1947.57. La Marseillaise, 14 noviembre 1947. 

[34]Le Provençal, 14 noviembre 1947.57. La Marseillaise, 14 noviembre 1947. 

[35]La Marseillaise, 14 noviembre 1947. 


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