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El dinero, las amistades y los intereses de Trump en Oriente Medio

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Durante la campaña electoral, Trump se vanaglorió de que, a diferencia de Hillary Clinton, él se constituiría en un baluarte de lucha contra el terrorismo en Oriente Medio cuando llegara a la presidencia, bombardearía implacablemente al Califato Islámico, volvería a desplegar entre 20.000 y 30.000 soldados en Irak y prohibiría la importaciçon de petróleo procedente de Arabia saudí si los jeques continuaban apoyando a los salafistas.

“¿Quién voló las Torres Gemelas? No fueron los irakíes sino los saudíes. Mire a Arabia saudí, abra los archivos”, declaró a Fox News. Pero detrás de las palabras están los hechos, que dicen algo muy distinto: a lo largo de su campaña electoral, Trump creó ocho nuevas empresas en Arabia saudí. Es propietario o director de THC Jeddah Hotel Advisor y DT Jeddah Technical Services Advisor, empresas relacionado con un proyecto hotelero en el Golfo Pérsico.

Al mismo tiempo que creaba sus empresas, en una reunión convocada en Alabama, Trump reconocía que se entendía con “todos los saudíes. Me compran apartamentos. Gastan 40 millones de dólares, 50 millones de dólares. ¿Debo detestarlos? Los quiero mucho”.

Los vínculos de negocios de Trump con los saudíes son antiguas. Tres meses antes del 11-S, Trump vendió el piso 45 del Trump World Tower a Arabia saudí por 4,5 millones de dólares. A pesar de ello, utilizó la intervención saudí en los atentados terroristas de 11-S para desacreditar a sus adversarios.

Rudy Giuliani, uno de quienes optan al cargo de Secretario de Estado, ha dicho que Hillary Clinton debía disculparse públicamente ante los estadounidenses por haber aceptado donaciones saudíes. “Me gustaría verla excusarse por el dinero que la Fundación Clinton ha aceptado, procedente de Arabia saudí, donde las mujeres no pueden conducir. Me han dicho que [Clinton] es feminista, ¿y acepta dinero de un país en el que las mujeres no pueden conducir?”, preguntó Giuliani.

Pero el antiguo alcalde de Nueva York es un capataz remunerado de la Organización de los muyaidines del pueblo iraní, organización para la que en 2012 hizo campaña con éxito a fin de que fuera borrada de la lista grupos terroristas extranjeros del Departamento de Estado.

A Giuliani los muyaidines le han pagado varias veces por pronunciar conferencias en nombre del grupo en 2011 y 2012, cuando aún estaba en la lista de grupos terroristas, lo que está prohibido por la legislación de Estados Unidos, ya que no se ha inscrito como agente de intereses extranjeros en Estados Unidos.

El futuro consejero de seguridad nacional, el general Michael Flynn, que fue director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa, es decir, del Pentágono, firmó un contrato con una empresa holandesa que servía de testaferro de otra turca muy cercana de Erdogan. El año pasado, la empresa de Flynn, Flynn Intel Group, firmó un acuerdo de “lobbying” con Inovo BV, una empresa pantalla de Inovo Turkije. Ambas empresas fueron creadas por Ekim Alptekin, un testaferro de Erdogan que preside el Consejo de Negocios turco-americano, que a su vez es una sección de la Comisión de Relaciones Económicas Internacionales de Turquía, cuyos miembros designa el Ministerio de Economía y la Asamblea nacional de Turquía.

En ejecución de las obligaciones derivadas el contrato, Flynn escribió un artículo afirmando que el golpe de Estado del 15 de julio en Turquía estaba dirigido por el clérigo Fetullah Gülen y alabando la represión que Erdogan emprendió con posterioridad al mismo.

Tampoco Flynn se ha inscrito como agente de intereses extranjeros en Estados Unidos, por lo que su actuación es ilegal.

En agosto de 2012, cuando dirigía la DIA, Flynn recibió informes sobre el apoyo de Turquía y los Estados del Golfo a “la insurrección de Siria” y a Al-Qaeda en Irak. La DIA advirtió que la continuación de dicho apoyo conduciría a la creación de un “principado salafista” en el este de Siria y, eventualmente, la declaración de un “Estado islámico” en Irak y en Siria. En las entrevistas que mantuvo tras este informe, Flynn confirmó que sus términos eran exactos.

También Trump tiene intereses propios en Turquía. Ha cobrado más de 10 millones de dólares por ceder el uso del nombre a un rascacielos de 40 pisos, el Trump Towers de Sisli, en Estambul.

La empresa pública Qatar Airways ha alquilado un espascio en uno de los rascacielos de Trump en Nueva York, donde tiene su cuartel general. Además tiene un gran proyecto inmbiliario en los Emiratos Árabes Unidos. El año pasado su holding indicó a Hotelier Middle East que su cadena de hoteles de lujo, Trump Hotel Collection, tiene previsto construir más hoteles en Dubai, en Abu Dabi, en Qatar y en Arabia saudí.

El capital manda. Como tantos otros, Trump y su equipo detestan a los musulmanes, pero no a su dinero. Impedirían la llegada de las personas pero nunca la de los réditos.

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