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La pequeña burguesía se pasa a la clandestinidad

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Aprovechando la fiesta del colonialismo, hemos dedicado varias horas de esta madrugada a tratar de entender el artículo de Joseph A. Todd sobre “Ocupaciones, asambleas y acción directa” que publica la revista Diagonal (*) y que es una traducción del original aparecido en Red Pepper.

Como el artículo es crítico, autocrítico diríamos, hemos de empezar por una crítica de las faltas de ortografía: el verbo rebelarse se escribe con b, mientras que aparece varias veces escrito con v, por lo que cuando se pretende tratar las “tácticas del siglo XXI” hay que empezar por leerse el manual de los programas informáticos de edición de textos que, sin necesidad de saber gramática, realizan un buen trabajo.

De ello hemos sacado la impresión de que el artículo no representa a la “generación de activistas del siglo XXI” sino a la del siglo XIX.

Es muy mala señal que un artículo que va sobre las diversas formas de protesta utilice expresiones (activismo, hacktivismo y clicactivismo) que denotan el origen ideológico del artículo, que no es otro que las múltiples policías estadounidenses y sus equipos de sociólogos y sicólogos expertos en contrarrestar el “activismo del siglo XXI” que Todd propone.

Los estudiantes, como Todd, son aficionados a este tipo de tediosos artículos psicoanalíticos más que políticos. Nosotros no tenemos ni noción de psicoanálisis, por lo que no podemos competir con gente tan leída y tan estudiosa, del estilo Todd y Monedero. No sabemos quiénes son ninguno de los autores que cita, como Nick Srnicek o Fredric Jameson, no sabemos lo que significa “mapeo cognitivo” pero debe ser algo terrible.

En lo que hemos alcanzado a comprender, Todd tiene bastante razón en lo que dice. No sólo en Gran Bretaña los estudiantes están hasta la coronilla de todo ese desfile de comedias que padecemos desde hace décadas y que, como bien dice, se han agotado: las “performances” callejeras, los teatrillos “light” y los “shows” que con la excusa de la protesta y la “lucha” imitan a los carnavales de Cádiz, como los occupys, el Día del Orgullo Gay y otros espectáculos lúdicos, festivos y divertidos.

Nosotros siempre estuvimos en contra de ese tipo de farsas y nos gusta comprobar que ahora también la pequeña burguesía se ha cansado de ellas porque tienen muy poco que ver con el cabreo monumental que muestra otra clase social, como la que pertenecen aquellos que son despedidos de su trabajo o desahuciados de sus viviendas.

Si no hemos entendido mal, lo que Todd propone es algo mucho más “heavy” y está bien argumentado: hacer el payaso en la calle no le evita a nadie la posibilidad de ser golpeado, detenido, juzgado y encarcelado. Por el mismo o similar precio existe la posibilidad de pasarse a la clandestinidad, aunque para no caer en las zarpas de Scotland Yard matiza un poco su propuesta. No pretende animar “a los activistas a realizar acciones más ‘radicales’, que puedan ser violentas, ilegales, peligrosas o perturbadoras”.

Es un pasito, pero tampoco se crea el lector que la pequeña burguesía va mucho más allá. Se trata exactamente de lo que el autor dice: molestar e incordiar. Es lo propio de los adolescentes díscolos.

(*) https://www.diagonalperiodico.net/global/31833-ocupaciones-asambleas-y-accion-directa-critica-la-politica-poner-cuerpo.html

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