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El yihadismo se propaga hacia Asia

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Christina Lin

El secretario de Defensa Ashton Carter y el Secretario de Estado John Kerry consideran a menudo a los grupos yihadistas rebeldes en Siria como miembros de la “oposición siria”.

Sin embargo, como los servicios de inteligencia alemanes han destacado, más del 95 por ciento de combatientes en Siria son extranjeros y no sirios. Incluso muchos de ellos no son árabes, sino cada vez más frecuentemente asiáticos.

En el transcurso de los últimos años, combatientes procedentes de Asia central, de China y de Rusia están escondidos en el norte de Siria, en torno a Alepo e Idlib, en su mayoría llegados de Uzbekistán. más conocidos bajo el nombre de los “uzbekos de Alepo”, diversos grupos tales como Katibat al Tawhid wal Jihad y Imam Bujari Jamaat (IBJ) están alineados junto a Al-Nosra. El número de combatientes de Asia central en grupos como Jaish al-Muhajireen wal Ansar, que incluye a chechenos, uzbekos y tayikos aparecidos en Siria en 2012 se estima en unos 1.500 en Alepo. También están fusionados con Al-Nosra.

Las estimaciones globales de combatientes de Asia central que han engrosado Al-Nosra y el Estado Islámico son de unos 5.000, con combatientes uigures chinos estimados en unos 1000, basados en Idlib. Según el director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos Andul Rahman, también hay más de 2.000 combatientes llegados de Chechenia, del Daghestán y de otras regiones del Cáucaso funcionando con Al-Nosra, y “están concentrados en las provincias de Idlib, de Alepo y de Latakia”, en donde Rusia concentra sus golpes aéreos. Una reunión en setiembre en Chatham House ha revelado como la amenaza yihadista percibida en Rusia es un factor principal en la elaboración de la política del Kremlin para “intervenir militarmente en Siria”. Rusia teme de estos yihadistas su regreso a casa, así como el ataque a ciudadanos e intereses rusos en el extranjero. Esta amenaza es cada vez más compartida por Estados asiáticos.

La ‘saudización’ del sudeste de Asia

Peter Knoope, investigador asociado al Centro Internacional por la Lucha contra el terrorismo de La Haya, ha apuntado que el Califato Islámico y otros grupos yihadistas en Siria reclutan y se aprovechan de jóvenes descontentos en Asia central. Y también, ha puesto en guardia: “la cuestión no es saber si una acción violenta va a golpear la región de Asia central, sino cuando”.

En el sudeste de Asia, la violencia ya está presente con el ataque de Yakarta en enero, lo  que subraya el peligro de que el Califato Islámico y Al-Qaeda establezcan un bastión regional.

En el sur de Asia, aun cuando no se haya dado todavía un ataque reivindicado por Al-Qaeda o el Califato Islámico, en la India suena la alarma por la invasión del wahabismo y la potencial creación de nuevos grupos yihadistas sirios en el subcontinente, similares a los de Indonesia.

Alarmado por esta forma de guerra híbrida contra la India, en la revista Indian Defense Review de setiembre de 2014 el general indio retirado Afsir Karim reprochaba a los saudíes utilizar el wahabismo como arma para dominar la India, y ahogar otras formas del Islam (por ejemplo los sufíes, los chiítas, etc.). También les reprochaba atacar la tradición cultural pluralista india, y emplear el grifo de (millones) de dólares para propagar la teología wahabita y proporcionar así un terreno fértil para engendrar los futuros yihadistas.

De hecho, en agosto de 2015 la inteligencia  fue alertada de un posible ataque contra las instalaciones navales de Cochin y Bombay por la rama hindú nuevamente creada de Al-Qaeda. El general Karim observa además la peligrosa tendencia de Al-Qaeda y de otros ideólogos y grupos radicales a exhortar a las organizaciones religiosas musulmanas hindúes a tomar las armas contra el Estado, y su capacidad de reclutar numerosos jóvenes musulmanes radicalizados por el wahabismo.

También en Malasia el ex diplomático Dennis Ignatius avisa sobre lo que denomina la “saudización” del sudeste de Asia. Considera increíble que una nación muy moderada, constitucionalmente laica y democrática como Malasia esté ahora infestada por extremistas llamando a la shariá, y celebrando debates sobre “amputación de miembros, decapitaciones, lapidaciones e incluso la crucifixión”.

Viendo como los jóvenes musulmanes del sudeste de Asia procedentes de Indonesia, Malasia, Singapur, Filipinas y otros lugares se radicalizan y se unen a la yihad en Siria y en Irak, mientras el Estado Islámico consigue formar una unidad militar para los combatientes de lengua malaya, la Katibah Nusantara Lid Daulah Islamiyyah (Unidad del Archipiélago Malayo por el Estado islámico en Irak y Siria), Ignatius atribuye este extremismo únicamente a la exportación agresiva de la ideología wahabita saudí que ha empleado más de 100.000 millones de dólares en el curso de los últimos decenios.

Y además ha advertido que “las relaciones sauditas-wahabismo se ha convertido en la mayor amenaza para la paz y la estabilidad en el mundo de hoy”. Fertilizando el suelo asiático con el wahabismo y con Arabia, Turquía y Qatar removiendo la caldera yihadista en Siria, cuando la mezcla tóxica acabe desbordándose y extendiéndose, los estados asiáticos se encontrarán frente a una rápida multiplicación de yihadistas caseros capaces de derribar regímenes seculares.

Convertir a Siria en una base para la yihad en Asia

Como los afiliados de Al Qaeda en Alepo, Idlib y del estado islámico en Raqqa se han constituido en el centro de mando de los yihadistas asiáticos, esto constituye una amenaza para la estabilidad y la seguridad regional en Asia, especialmente a la luz del reciente atentado en Yakarta.

De todas maneras, la propuesta turco-saudí de invadir Siria y proteger sus activos militantes incluyendo a los procedentes de Asia, pronto va a plantear problemas.

La ignorancia de los intereses de seguridad legítimos de los Estados de Asia y el apoyo de estos militantes; el riesgo de transformar el noroeste de Siria en una base de expansión la yihad hacia Asia, emparejado con la desconfianza creciente sobre el apoyo saudí al wahabismo en Asia... Todo ello puede provocar una intervención militar como la de los Estados Unidos en Afganistán tras el 11 de septiembre de 2001.

En la cumbre de la Organización de Cooperación de Shangai, en julio de 2015, cuyos miembros incluyen a China, India y los estados de Asia central, la amenaza de inestabilidad siria y el extremismo islámico están a la orden del día. Tres meses más tarde, en octubre, China y la India han efectuado ejercicios conjuntos contra el terrorismo en Yunnan, China.

En noviembre una delegación militar china dirigida por Changlong, vicepresidente de la Comisión Militar central de China acudió a la India para discutir la lucha contra el terrorismo, siendo la delegación de más alto nivel que ha llegado a India en 10 años. En diciembre, a continuación del atentado de Bangkok, del que se sospecha estar relacionado con los Lobos Grises, y que mató a ciudadanos chinos, de la ejecución del Califato Islámico de un ciudadano chino, y de un aumento de los ataques terroristas en China, desde Xinjiang en el oeste al Yunnan en el sur y a Pekín en el este, China adoptó su ley antiterrorista autorizando operaciones militares en el extranjero.

Poco tiempo después, Zhou Bo, de la Academia de Ciencias militares del Ejército Popular de Liberación  presumía que “la próxima guerra para China tal vez no sea con un vecino. Bien podría tener lugar lejos de sus fronteras  a fin de proteger los intereses chinos de ultramar y el bienestar no solo de ciudadanos chinos, sino de los de otros países”.

Teniendo en cuenta los conflictos de intereses entre las potencias asiáticas y el eje Ankara-Riad por el apoyo de los yihadistas del norte de Siria, debiera haber un diálogo para evitar los malentendidos. Como el antiguo diplomático indio M.K. Bhadrakumar ha apuntado, aunque Israel y Rusia tengan intereses sirios divergentes, han conseguido establecer un modelo de cooperación que permite clarificar las líneas rojas y las legítimas preocupaciones de seguridad de unos y otros.

Frente a la mundialización de la guerra siria que impacta ahora contra la seguridad de Asia, Turquía, Arabia saudí y potencias asiáticas como China, India y otras debieran igualmente poner en marcha un modelo de cooperación similar, buscando una solución política colectiva que permita desactivar el conflicto restableciendo la estabilidad regional.

Fuente: Asia Times, 9 de febrero de 2016

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