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El islam en la URSS (y 3)

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Juan Manuel Olarieta

Tras la Revolución de Octubre, el sistema educativo también se desdobló, creándose escuelas musulmanas paralelas a las soviéticas, aunque en este caso favorecido por la penuria económica derivada de la guerra civil, es decir, que mientras las escuelas soviéticas eran de nueva planta, se mantuvieron las musulmanas y se crearon otras nuevas, si no las había.

La mayor parte de los locales y otros bienes expropiados durante la Revolución fueron entregados a las instituciones educativas islámicas, de tal manera que en 1925 en Daguestán había 1.500 escuelas musulmanas que acogían a 45.000 alumnos, mientras que sólo había 183 escuelas públicas soviéticas.

Para desarrollar su trabajo educativo y político, el Partido bolchevique se apoyó en las cofradías religiosas más progresistas y avanzadas, lo que abrió una nueva etapa de florecimiento de culturas hasta entonces silenciadas. Las universidades promovieron cursos de formación, se publicaron monografías, nuevos medios de prensa y radio y se estimularon debates sobre los más variados temas históricos, lingüísticos, sociales y culturales. En especial se promovieron aquellas que corrientes teológicas que defendían un socialismo islámico, que se oponían a la usura o al acaparamiento de riquezas.

Muchos de los grupos más avanzados de las sociedades musulmanas se incorporaron al Partido bolchevique, como el movimiento panislámico kazajo Uch-Zhus, la cofradía Vaisita de los tártaros del Volga, la organización Mili Firqa de los de Crimea o la guerrilla iraní Jengelis que primero combatieron en el Ejército Rojo y luego crearon el Partido Comunista de Irán. En Azerbaián se formaron tanto el Partido Socialista musulmán Hummet y el Partido Comunista persa Adelet.

En las repúblicas de mayoría islámica la Revolución se definió como “korenishacha”, que se puede traducir como “enraizamiento”, de tal manera de las masas y sus organizaciones típicas no fueran solapadas por una nueva superestructura que, en definitiva, sólo podía ser rusa y, por lo tanto, heredera del colonialismo.

Para ello en 1924 el poder soviético inició la edición de las publicaciones oficiales en 25 idiomas diferentes. Al año siguiente alcanzaron los 34 idiomas y en 1927 el número de idiomas fue ya de 44.

Además concedió prioridad a las poblaciones locales para el acceso a las funciones públicas tanto como para el logro de cualquier trabajo. En muchos casos hubo que destituir o privar de las tierras a los rusos, cosacos muchos de ellos, es decir, antiguas tropas zaristas. En Ingusetia y Chechenia 65.000 colonos cosacos fueron expulsados de sus tierras, que fueron devueltas a los autóctonos.

Así fue como se crearon sobre el terreno los nuevos cuadros dirigentes del Partido comunista, de los órganos soviéticos de poder, del Ejército Rojo o de las universidades, así como técnicos, ingenieros e intelectuales. La construcción de la URSS no se podía fundamentar en otro desembarco de rusos llegados de cualquier lejana ciudad que ni siquiera eran capaces de hablar el idioma vernáculo sino en la movilización de las masas.

A diario es posible leer a finos intelectuales, sobre todo si son “progres”, contra los prejuicios y el oscurantismo de todas las religiones y, muy especialmente, del islam. Estoy de acuerdo con muchas cosas de las que dicen porque son intemporales; sirven tanto para un roto como un descosido. Pero en muy pocas ocasiones se tiene la oportunidad de conocer algo sobre los prejuicios y el oscurantismo en que nos has sumido varios siglos de colonialismo, por lo que acabaré estas líneas con un incidente que se produjo durante el Congreso de Bakú, cuando todos los oradores despotricaban contra el imperialismo británico que oprimía a los pueblos asiáticos...

... Excepto uno, un turcomano llamado Nabutabekov, que después de tanta paja en el ojo ajeno les hizo ver la viga que los delegados tenían en el propio: “¡Liberadnos de los colonizadores que trabajan bajo la máscara de los comunistas!”, gritó. Pero no lo hizo para renegar de la Revolución de Octubre, sino todo lo contrario, porque no hay nada más infamante que ponerse del lado de los opresores en nombre de la clase obrera, del comunismo o del ateísmo.

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