En el momento en que se anunciaba la visita de Kerry a Ankara, prevista para el 21 de agosto, altos oficiales de la OTAN han declarado a la BBC que “la crisis turca acaba de comenzar y su impacto internacional será mucho más perturbador a todo lo que hemos visto hasta ahora”.
Lo que no dicen en Bruselas es que si bien Turquía tiene su crisis, la OTAN tiene la suya propia, es decir, que al fracasar el golpe de Estado, los imperialistas han entrado en crisis, y no sólo en Turquía: no van a poder llevar adelante en Oriente Medio la misma política que hasta la fecha.
Turquía es una pieza clave del triángulo sobre el que pivotan las políticas imperialistas en Oriente Medio. Con las monarquías del Golfo y con Irán, Turquía es un aliado regional de importancia para Estdos Unidos, fundamentalmente por su posicionamiento geoestratégico como paso marítimo de la flota rusa del Mar Negro y por su cercanía con los países productores de petróleo del Oriente Medio.
Además, es un país miembro de la OTAN, y desde 1954 la alianza imperialista cuenta con la base aérea de Incirilik, que ha jugado un rol clave en las recientes operaciones militares norteamericanas en Afganistán e Irak. Según un cable diplomático del Departamento de Estado revelado por Wikileaks, en Incirilik estarían estacionadas “entre 60 y 90 ojivas nucleares” como parte del despliegue nuclear mundial de Estados Unidos en vistas a una guerra internacional con Rusia.
El ejército turco es parte de la estructura militar de la OTAN, el segundo en importancia tras el estadounidense con un contingente cercano a los 630.000 hombres. El desmantelamiento de este ejército es, pues, un golpe muy duro para la alianza militar imperalista.
Erdogan pretende acabar con lo que él llama “remanentes golpistas infiltrados en el Estado”, reiterando su acusación y la complicidad de países extranjeros en el fracasado golpe, en clara referencia a Estados Unidos. La depuración militar del gobierno de Ankara es una depuración directamente dirigida contra la alianza militar imperialista.
Armado y formado por Washington, cualquier iniciativa que el ejército turco hubiera tomado, no puede haber escapado al conocimiento de Estados Unidos y a su aprobación.
No obstante, las desavenencias entre el AKP y la OTAN no proceden del golpe del 15 de julio. En 2003 el AKP se negó a permitir la invasión de Irak a través de suelo turco. El martes el diario turco “Al Sabah” mencionó la primera referencia pública de Erdogan a su homólogo sirio Bashar Al-Assad, refiriendo que había condenado el golpe de Estado, “mientras que Arabia saudí nos ha clavado el puñal en la espalda”.
Siendo primer ministro, en 2013 Erdogan mostró interés en unirse a la Organización de Cooperación de Shanghai, una iniciativa en materia de seguridad para mantener a la OTAN fuera del espacio euroasiático. Según Nazanín Armanian, debido a que Erdogan tenía “su propia agenda en la política exterior, saliendo de la órbita de Estados Unidos”, Washington le castigó “duramente, empujándole al infierno de la guerra de desgaste de Siria”.
Lo que no dicen en Bruselas es que si bien Turquía tiene su crisis, la OTAN tiene la suya propia, es decir, que al fracasar el golpe de Estado, los imperialistas han entrado en crisis, y no sólo en Turquía: no van a poder llevar adelante en Oriente Medio la misma política que hasta la fecha.
Turquía es una pieza clave del triángulo sobre el que pivotan las políticas imperialistas en Oriente Medio. Con las monarquías del Golfo y con Irán, Turquía es un aliado regional de importancia para Estdos Unidos, fundamentalmente por su posicionamiento geoestratégico como paso marítimo de la flota rusa del Mar Negro y por su cercanía con los países productores de petróleo del Oriente Medio.
Además, es un país miembro de la OTAN, y desde 1954 la alianza imperialista cuenta con la base aérea de Incirilik, que ha jugado un rol clave en las recientes operaciones militares norteamericanas en Afganistán e Irak. Según un cable diplomático del Departamento de Estado revelado por Wikileaks, en Incirilik estarían estacionadas “entre 60 y 90 ojivas nucleares” como parte del despliegue nuclear mundial de Estados Unidos en vistas a una guerra internacional con Rusia.
El ejército turco es parte de la estructura militar de la OTAN, el segundo en importancia tras el estadounidense con un contingente cercano a los 630.000 hombres. El desmantelamiento de este ejército es, pues, un golpe muy duro para la alianza militar imperalista.
Erdogan pretende acabar con lo que él llama “remanentes golpistas infiltrados en el Estado”, reiterando su acusación y la complicidad de países extranjeros en el fracasado golpe, en clara referencia a Estados Unidos. La depuración militar del gobierno de Ankara es una depuración directamente dirigida contra la alianza militar imperialista.
Armado y formado por Washington, cualquier iniciativa que el ejército turco hubiera tomado, no puede haber escapado al conocimiento de Estados Unidos y a su aprobación.
No obstante, las desavenencias entre el AKP y la OTAN no proceden del golpe del 15 de julio. En 2003 el AKP se negó a permitir la invasión de Irak a través de suelo turco. El martes el diario turco “Al Sabah” mencionó la primera referencia pública de Erdogan a su homólogo sirio Bashar Al-Assad, refiriendo que había condenado el golpe de Estado, “mientras que Arabia saudí nos ha clavado el puñal en la espalda”.
Siendo primer ministro, en 2013 Erdogan mostró interés en unirse a la Organización de Cooperación de Shanghai, una iniciativa en materia de seguridad para mantener a la OTAN fuera del espacio euroasiático. Según Nazanín Armanian, debido a que Erdogan tenía “su propia agenda en la política exterior, saliendo de la órbita de Estados Unidos”, Washington le castigó “duramente, empujándole al infierno de la guerra de desgaste de Siria”.