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El Movimiento Gülen: un Estado dentro del Estado turco

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Erdogan de luna de miel con Gülen
La gente en Turquía habla de ello, uno tiene que prestar atención y hacer muchas preguntas, la mayoría responderá vagamente, pero con insistencia las respuestas empiezan a cobrar sentido. Esto que todos saben pero nadie comenta, bien por miedo o por desconocimiento, es el conocido como Movimiento Gülen, comúnmente llamado en Turquía“Estado Paralelo”.

Es un movimiento socio-religioso que ha encontrado en este país el mejor escenario para desarrollarse y extenderse. Con un 99% de población musulmana y con un secularismo establecido constitucionalmente, el tipo de Islam turco, con sus distintas interpretaciones, difiere de lo que se encuentra en otros lugares y favorece la aparición de este tipo de movimientos.

La cemaat o comunidad, es el resultado de un proyecto desarrollado por un imán, Fethullah Gülen, en la década de los 70. Un movimiento, una comunidad, que posee un poder e influencia más allá de las fronteras turcas. Esto le da una posición que puede ser vista con recelo por otros sectores socio-políticos. Su penetración en la estructura social y estatal lo ha convertido en un ente constantemente presente pero cuya situación, o miembros, nadie es capaz de señalar con exactitud, y menos ahora, cuando se esconden mucho más por miedo a ser encontrados.

Un suelo fértil


Para comprender la relevancia que un movimiento socio-religioso como el del imán Fetullah Gülen ha adquirido, tenemos que ser conscientes de la complejidad en materia religiosa que posee Turquía.

Durante el Imperio Otomano y, en menor medida, con la República, existían cofradías religiosas; estas se agrupaban en torno a los famosos tekkes, donde desarrollaban su actividad y profundizaban en las enseñanzas del Corán. Poseían una tradición muy social y no se centraban únicamente en la religión, si bien es cierto que algunas eran más tradicionales que otras y seguían un estudio más severo de los textos sagrado, pero en general se acababan convirtiendo en una plataforma socio-religiosa.

Con esta base cofrade, no es extraño encontrar que dentro de las fronteras otomanas surgieran distintas formas de interpretación del Islam. Un islam de corte más tradicional, basado en la presencia de doctores encargados de la interpretación de la ley coránica y, en el lado opuesto, unas corrientes islámicas de raíz sufí que tienen su origen en las tradiciones turcomanas de tendencias místicas y mucho más sincréticas. Dentro de este grupo existían multitud de cofradías dirigidas por doctores-filósofos en torno a los que se congregaban las gentes para el estudio de la fe desde un punto de vista mucho más espiritual.

Con la llegada de la república en 1923 y la implantación de un régimen secular en el recién nacido estado turco, toda esta estructura se desmorona. El establecimiento de un secularismo con la consiguiente prohibición del culto del islam, hizo que muchas de las cofradías, al igual que gran cantidad de madrasas, fueran cerradas. La tradición cofrade turca se vio por lo tanto muy perjudicada; la conmoción y la llegada de una modernidad provocaron el surgimiento de nuevos movimientos islámicos que ocuparon la posición social y religiosa de las anteriores cofradías.

De entre estos nuevos movimientos la corriente de interpretación islámica de Said Al-Nursi, un místico musulmán que abogaba por una reforma en la aproximación al islam, influirá definitivamente en Fetullah Gülen. Los principales pilares de su pensamiento son la síntesis entre el islam y la ciencia, la aceptación de la democracia occidental, la mejora de la conciencia islámica fomentando el uso de la razón como camino a la revelación y una aceptación del libre mercado y la educación como medio para la salvación. Para Said al-Nursi la conquista de la modernidad era una confirmación de las enseñanzas coránicas, asumiendo que el islam podía convivir perfectamente en un mundo cambiante.

Tras la muerte de Al-Nursi uno de sus discípulos, Fethullah Gülen, continuó con el proyecto de su maestro, surgiendo el que llegaría a ser uno de los movimientos islámicos más influyentes de la actualidad. Gülen tomó la educación como punto central; entendía que la ignorancia era un atraso para la evolución del islam, ante una realidad dominada por la ciencia, el progreso y la razón, decidió utilizar la educación como medio para ayudar en la difusión de un islam en conformidad con su tiempo.

La entrada en la década de los 80-90 de un neoliberalismo de manos de Turgut Özal, trajo consigo una mayor permisibilidad en materia religiosa. Esto facilitó el que Gülen pudiera abrir centros privados en distintas ciudades, comenzando por Izmir y Estambul y, progresivamente, expandirse por toda la geografía turca.

En estas escuelas se mantenía una enseñanza secular de acuerdo a las leyes estatales, pero de un nivel superior al de la pública. A su vez, desarrollaron una serie de centros de apoyo, las dershanes, que ofrecían apoyo extraescolar. La educación y las escuelas, como hemos mencionado, sigue lo establecido por la ley, sin embargo, en las dershanes se aúna una enseñanza en profundidad de las materias científicas, con un ambiente musulmán tradicional de tendencia espiritual, educando a los alumnos en un islam conservador pero abierto a la hora de convivir con elementos occidentales como son la democracia, el libre mercado o el secularismo. El prototipo de estudiante al que se dirigió este tipo de educación es una de las razones por las que el movimiento ha conseguido tanto poder. Los estudiantes provenían en su mayoría de familias de clase media-baja que habían emigrado desde Anatolia central a las grandes ciudades en busca de un futuro. Los centros Gülen les ayudaron a acceder a la enseñanza universitaria, lo que les granjeó no solo el futuro respaldo de los ex alumnos sino también de sus familias.

El éxito de los centros y universidades gülenistas, dentro y fuera del país, favoreció que los gobiernos los aceptaran al ser percibidos como un buen medio de propagar la imagen de una nueva Turquía. La principal oposición se encontraba en los sectores Kemalistas, bien afianzados en la política y estructura estatal turca. La Cemaat, pese a ser un movimiento apolítico, tuvo que prestar apoyo indirecto a partidos de corte islámico como el AKP de Erdogan capaces de enfrentar al secularismo allí donde sus redes aún no alcanzaban.

Las amistades peligrosas

En la Turquía de los años 90 existían partidos islamistas, en su mayoría influidos por Necmettin Erbakan y casi todos apoyados por cofradías más antiguas y tradicionales como la Naksbandiya. Los gülenistas, al ser relativamente jóvenes, encontraron una oportunidad perfecta de alianza en el AKP con el que compartían una visión similar del islam y ambos estaban influidos por corrientes neoliberales.

La alianza necesitaba un enemigo u objetivo que le diera razón de ser, este lo encontraron en el ejército y las fuerzas seculares turcas. Con la renuncia del gobierno de Erbakan en el 1997 y acciones como el memorándum de 2007 contra el AKP, ideadas por los sectores kemalistas, la alianza cobró sentido, había que reducir el poder de los militares.

El AKP se sirvió de la formación y posición de muchos miembros gülenistas dentro de la administración pública, en el mundo de los negocios y la influencia en el extranjero del movimiento para ganar apoyos en su batalla política. El control de los medios de comunicación por parte de la cemaat fue una herramienta muy útil en su guerra contra los militares. Por otro lado, los gülenistas usaron el poder político del AKP para ir minando a las fuerzas seculares que impedían un desarrollo religioso, mientras mantenían su imagen de movimiento social apolítico.

Pero como todos sabemos, los matrimonios de conveniencia no suelen acabar bien. La tensión llegó a un punto insostenible, una serie de acontecimientos como lo ocurrido en 2012 cuando el jefe del servicio de inteligencia turco Hakan Fidan, fiel apoyo de Erdogan, fue llamado a declarar como parte de una investigación judicial, marcan la ruptura de la alianza y el inicio de una guerra encubierta. Esto fue visto por el gobierno como un intento de golpe de Estado urdido por individuos afines al movimiento Gülen dentro del sistema judicial. Como respuesta, el gobierno inició una serie de reformas educativas centradas en el cierre de escuelas Gülen, en particular las dershanes, y su sustitución por centros gestionados por el Estado. Las acusaciones de corrupción y la propaganda que los medios gülenistas, muy influyentes dentro y fuera de las fronteras turcas, hicieron del tema fueron la respuesta de la cemaat ante el comportamiento autoritario de Erdogan.

Ya sea porque uno tema que el poder de Gülen llegue al punto de terminar con su dominio, o bien porque los gülenistas no acepten el carácter autoritario que el AKP está adquiriendo, la única verdad es que en Turquía se está viviendo una caza de brujas digna de la guerra fría. El gobierno está llevando a cabo traslados de personal por vinculación con el movimiento, cese de cónsules honorarios, presiones a gobiernos extranjeros e incluso ha desembocado en una reducción de la libertad de prensa y cierre de medios.

Desde 2013, cuando más casos de corrupción salpicaron al AKP, el movimiento ha sido definido como grupo terrorista que, operando a través de una estructura paralela dentro de la administración estatal, tiene el fin último de derrocar al gobierno. En 2014 el propio Erdogan afirmó que: “No daremos ni agua a los miembros del Hizmet”.

Un fantasma internacional


Si por algo es conocido el movimiento Gülen es por su carácter transnacional. Una de sus mayores zonas de influencia fuera del territorio turco es la región del Cáucaso y Asia central. Con la caída del bloque soviético las distintas repúblicas fueron abriéndose al neoliberalismo, fomentando los negocios, el comercio y la entrada de entidades privadas. La táctica de Gülen de centrarse en el sector educativo, reduciendo casi al mínimo la connotación islámica, le sirvió para que su proyecto penetrara en estos Estados. La reducción de la presencia del islam en el tipo de enseñanza impartida en estos países, ha hecho que el movimiento pase a ser post-islamista, dejando de lado su característica religiosa para afianzar su posición, evitando que los gobiernos se sientan intimidados. Con los centros educativos la imagen de Turquía se fue expandiendo, en particular en países como Azerbaiyán, Georgia, Tayikistán, Kazajstán y Kirguistán, donde gracias a la red Gülen el gobierno turco ha mejorado sus relaciones político-económicas.

En Europa se han centrado en la integración de los emigrantes turcos en la sociedad de los países de destino a través de sus centros, donde se mezclan jóvenes de los países receptores con emigrantes. De este modo la cemaat no se centra en la religión exclusivamente, al contrario que otras órdenes, sino que fomenta una educación secular y de nivel, promoviendo una imagen de Turquía como un país musulmán moderado y democrático, y ayudando a los jóvenes emigrantes a progresar en sus nuevas sociedades. También se han creado agrupaciones de pequeñas empresas que, bajo la influencia del movimiento, fomentan el comercio de los pequeños empresarios turcos en el extranjero con empresas en Turquía. Un ejemplo de este tipo de cooperativas empresariales es Tuskon.

En Estados Unidos, país donde el propio Gülen reside en su autoimpuesto exilio desde 1999, el movimiento tiene una enorme influencia; no solo con gran cantidad de escuelas, sino que incluso existe un think tank vinculado al movimiento que hace las veces de centro de propaganda gülenista, el conocido como Rethink Institute. En el continente africano, bien es cierto que en menor escala, el movimiento también se ha ido asentando. Han abierto escuelas, universidades y fomentado la ayuda humanitaria, pero les está resultando más complicado por las trabas que el gobierno turco va generando.

Ante la acumulación de poder por parte de Gülen y la consecuente influencia que esto conlleva, el gobierno de Turquía ha comenzado a presionar a estos países mediante un discurso en el que se acusa al movimiento de grupo terrorista con influencias islámicas, cuyo fin último es la expansión e imposición del islam. Este argumento ha tenido algunos frutos y se han cerrado centros y negocios vinculados a la cemaat en países del Cáucaso. El cierre de los centros no es el fruto de las políticas del AKP, sino más bien del temor de estos países a la infiltración de movimientos religiosos islámicos a través de los centros Gülen. Sin embargo, la calidad de la educación y el hecho de que muchos de los actuales altos cargos de las administraciones de estos estados se beneficiaron de su sistema de becas, legitima al movimiento en su carácter formador y pedagógico, lo que no deja de significar que este posea un fuerte poder en distintos países, sobre todo en la cercana región del Cáucaso.

La guerra contra un fantasma


Como hemos visto, la situación en Turquía no es nada sencilla; no tenemos que indagar mucho para darnos cuenta de que el movimiento de Fethullah Gülen tiene acceso a todos los rincones no sólo de la administración estatal, sino también de la esfera económica y política. Por un lado, se puede comprender el temor del gobierno ante un enemigo de estas características, sobre todo si se es consciente del poder que este tipo de comunidades adquieren en una sociedad de tradición sectaria como la turcomana.

Gülen ha diseñado una red de seguidores que, pese a no haber sido directamente influidos por su pensamiento, sí que han estado en contacto con él y, lo más relevante, es que ha sabido centrar su proyecto en una clase baja que no tuvo oportunidad de acceder a la educación en su día. La ayuda que el movimiento ha prestado en la formación de sus hijos le ha granjeado el apoyo de las masas, lo que hace de él un personaje de gran influencia entre un grupo social mayoritario en Turquía.

Aunque, en el lado opuesto, cuando se estudia el movimiento y las acciones de éste, no se llega a estar de acuerdo con el AKP y la política que está llevando a cabo. El caso personal de Gülen y su auto impuesto exilio en Estados Unidos desde 1999, nos muestra el riesgo que el imán corre de ser procesado si regresa, lo que ayuda a comprender que exista miedo a la represión por parte del gobierno turco dentro del movimiento. A su vez, las acusaciones y detenciones que se están realizando no tienen un respaldo legal, convirtiendo todo en una caza de brujas en la que el AKP no para de ver fantasmas por doquier.

Con una influencia como la que tiene el movimiento, no queda claro que puedan acabar con él en un corto-medio plazo; es algo que existe, no se deja ver y que, cuanto más perseguido sea, más en la sombra se moverá pero que no dejará de estar presente. Se alzan voces afirmando que el AKP está progresando en su objetivo y que posee los medios para ocupar la posición que la cemaat prestaba a la sociedad. En el lado opuesto se dice que las redes de Gülen van más allá de lo que el propio Erdogan cree, y que el movimiento Gülen es el único con un poder suficiente como para movilizar a gran parte de la sociedad turca contra el AKP. Quién sabe hacia dónde conducirá esta cacería o cuales son las razones detrás de ella, sólo podemos presumir que será una guerra larga e injusta, y es que no es tan fácil apresar a un fantasma.

Fuente: http://es.abna24.com/cultural/article-day/archive/2016/07/29/768705/story.html

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