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La cumbre fue un descenso a los infiernos del Sáhara

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Este fin de semana se ha celebrado en Nuakchott la cumbre de la Liga Árabe, un fracaso tan espectacular que ni siquiera ha sido noticia y, sobre todo, para el presidente mauritano Aziz, que pensaba lavarse la cara con ella y le ha salido muy mal.

La Liga Árabe se creó para que los países árabes salieran de la descolonización un poco menos desunidos de lo que les dejaron, pero ni siquiera son capaces de disimular: la división del mundo árabe, los enfrentamientos y las rencillas forman parte de la política moderna del imperialismo. Sus mejores ejemplos son Irak y Libia, sumidos en sendas guerras mortales. Pero hay muchos más.

La cumbre ni siquiera ha sido del agrado de Estados Unidos, que se ha rasgado las vestiduras al “descubrir” que el gobierno mauritano mantiene un acuerdo con Al-Qaeda desde 2010 para que los atentados se comentan en otras partes, como Marruecos por ejemplo, por lo que su aislamiento respecto de las viejas potencias coloniales es cada vez mayor, incluida Francia.

El aislamiento de Mauritania resulta un poco más soportable gracias a la buena vecindad con Argelia, dos países que se sotienen mutuamente “como el cordel sostiene el péndulo”, en frase feliz de un comentarista porque coinciden en la misma posición respecto al Sáhara.

En el mapa oficial de la Liga Árabe, el Sáhara ya no aparece dentro de las fronteras de Marruecos, por lo que nuestros vecinos renunciaron a ser los anfitriones de evento. A cambio les han vuelto a abrir las puertas de la Unión Africana, de la que habían salido por la puerta falsa a causa del Sahara, donde Marruecos lleva todas las de perder, lo que en el futuro va a deparar novedades como la que acabamos de vivir en Turquía y que a más de uno le van a sorprender -otra vez- con el pie cambiado.

La cumbre no ha interesado ni siquiera a los países árabes, de cuyos 22 jefes de Estado sólo 6 han acudido a la llamada de Nuakchott. La ausencia de los del Magreb era previsible; las de los jeques saudíes y el general Sisi, resultan mucho más significativas porque hasta ahora eran fieles aliados del general mauritano.

Si pasamos lista, los que han ido a la cumbre son los que están en la cuerda floja y necesitan algún puntal que les sostenga, como los presidentes de Yemen, Comores, Sudán o Yibuti, en fin países que no seríamos capaces de situar en el mapa con un mínimo de precisión.

El emir de Qatar, el sostén financiero de Mauritania, sólo estuvo tres horas porque tenía mucha prisa por marcharse y, además, Aziz ni le mencionó en el discurso de apertura.

Los debates, que sobre el papel parecían tan apasionantes y reñidos que se habían reservados varios días, se zanjaron en unas pocas horas, la mayor parte de las cuales dedicadas a formalismos oficiales.

Un dato importante: la atención a los diplomáticos árabes fue tan deficiente que los espartanos del Sahel sirvieron el te sin leche de camello, por lo que muchos de ellos pernoctaban en Agadir, al otro lado de la frontera norte, y regresaban a las sesiones oficiales por la mañana.

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