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El juego sucio del Gobierno Regional de Kurdistán

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Barzani con George Bush
Tigrane Yegavian

Fragilizado por sus fracturas internas, el poder kurdo ha hecho de la independencia un asunto de política interna y un medio de presión sobre Bagdad. ¿Es realmente un defensor contra la barbarie yihadista, como aparenta la imagen que vende a sus aliados occidentales?

Presidente del Gobierno Regional de Kurdistán aunque su mandato haya finalizado en 2014, Massoud Barzani agita de forma periódica el espectro de un referéndum sobre la independencia. ¿No sería esto, en definitiva, la prolongación lógica de una amplia autonomía?  El Kurdistán irakí dispone hoy de la mayoría de los atributos de soberanía estatal, a excepción de la moneda: un parlamento democráticamente elegido, petróleo explotado sin aval del gobierno central, fuerzas de seguridad autónomas, relaciones diplomáticas... Se creería que esta independencia haría justicia a un pueblo demasiado tiempo frustrado por el juego cínico de las potencias imperiales.

Pero, pese a la profunda hostilidad del ejército turco, ¿esta independencia no serviría más bien para debilitar la influencia preponderante del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) en la esfera transnacional kurda? Vista más de cerca, la nube de quimeras se disipa, porque los obstáculos a este proyecto son legión.

Un episodio muy poco glorioso


En primer lugar, el aspecto regional. Además de la hostilidad de los cuatro Estados involucrados (amenaza de desestabilización en Irán y Turquía), esta independencia unilateral no podría hacerse sin daños. Las fronteras de la Región autónoma, efectivamente, no están definitivamente trazadas desde que los peshmergas tomaron Kirkuk y sus yacimientos en 2014, aprovechándose del empuje del Califato Islámico (EI o Daesh). Esto explica principalmente porque los kurdos apoyan indirectamente al Daesh, al que perciben como una amenaza menor en comparación con las milicias chiítas. Por otra parte, en las semanas precedentes a la toma de Mosul por el Daesh, las autoridades kurdas han proporcionado a los yihadistas armamento, incluyendo misiles anticarro Kornet, a fin de debilitar al gobierno central, contra el cual Erbil mantiene una querella respecto a la gestión de los recursos naturales. Un episodio poco glorioso de la historia reciente de un Kurdistán protector de las minorías, pero que permanece sordo a las llamadas de ayuda de los yazidíes. Aún más grave es que los recientes ataques contra el Daesh han mostrado los fallos en la combatividad de los peshmergas. Conocedor de la región, Gérard Chaliand habla de un “reblandecimiento” debido a la prosperidad de la década de los años 2000.

No inmunes a la corrupción, las unidades de defensa kurdas sufren también graves carencias en cuestión de armamento pesado y moderno. A ello se añade su incapacidad para coordinarse eficazmente y federarse ante una inminente amenaza de destrucción. Dicho de otra forma, en ausencia de una dirección unificada y de un embrión de ejército nacional libre de discrepancias partidistas (PDK, UOK), los kurdos no estarán en condiciones  de resistir a una ofensiva convencional ni de proteger sus fronteras violadas de forma regular por las incursiones de los ejércitos turco e iraní. La reciente estampida de los peshmergas ante el ejército del Al-Baghdadi ha demostrado que, sin el apoyo norteamericano e iraní (como en el caso de 2014), los kurdos no podrán aguantar al EI. Por último, el seguro de vida norteamericano ya no ofrece garantía sólida. Se recordará el abandono de los kurdos irakíes por parte de Washington en 1975 y, más recientemente, el de la denominada oposición moderada siria.

¿Fin del milagro económico?


Pero sobre todo es el aspecto económico lo que más escuece. Según la Constitución irakí, el gobierno de Bagdad atribuye el 17 por ciento de su presupuesto (unos 15.000 millones de dólares) equivalente al 95 por ciento de los ingresos de la región, al Kurdistán autónomo. Dinero fresco, que los dirigentes kurdos emplean también para fidelizar a sus clientelas, ahora con un funcionariado pletórico (1.400.000 personas, el 25 por ciento de la población).

El descenso de precio de los hidrocarburos ha provocado una crisis tanto más grave en tanto que Bagdad, que no ha digerido que Erbil se salte al gobierno central en sus transacciones petrolíferas con compañías extranjeras, no paga a los funcionarios kurdos desde enero de 2014. Como resultado, el mercado está en caída libre, los bancos vacíos, centenares de empresas han quebrado. Y no son los 100.000 barriles de petróleo vendidos por los kurdos los que permitirán reflotar las cajas y comprar la paz social. Por todas las partes de la región autónoma hay millares de obras faraónicas abandonadas en las grandes ciudades. Las debilidades estructurales de la economía kurda están a la altura de las locas ambiciones de su élite venal: comercio estéril, débil producción que se acompaña de una incitación a importar todo de Turquía y de Irán. En resumen, todo para descorazonar a la libre empresa y transformar al ciudadano en consumidor pasivo. A esto se añade el explosivo contexto político: con Mosul a 85 kilómetros de Erbil, los inversores se verán más asustados para realizar proyectos de gran envergadura.

Ante las medidas de austeridad aplicadas (los peshmergas han sido exentos), mientras que el gobierno regional se esfuerza por insertar a los refugiados, toda una capa de la sociedad ha viso su nivel de vida (mantenido artificialmente) caer. Las manifestaciones se han multiplicado en las principales ciudades de Kurdistán, y vuelve a darse la emigración.

Otra incógnita es la suerte de los centenares de millares de refugiados irakíes, aparcados en las aglomeraciones kurdas. Una independencia formal, ¿no les obligaría a un segundo desarraigo?

Contradicciones en cascada

Como grandes olvidados de los acuerdos Sykes-Picot y del Tratado de Lausana, los kurdos parecen haber tomado su revancha de la historia desde 1991. Desde la instalación de una zona de exclusión aérea no han dejado de alejarse de Bagdad. Hoy, la inmensa mayoría de los kurdos irakíes está a favor de un divorcio amistoso, inspirándose en el modelo checoslovaco.

¿Como explicar entonces el activismo de los representantes kurdos en el seno del Parlamento y del gobierno federal, y los encuentros entre diferentes formaciones políticas irakíes en Erbil?  ¿A que se debe la insistencia para que el puesto de presidente de la República sea ocupado por un kurdo? ¿Por qué esta presión sobre los representantes de la comunidad chiíta para que Nouri Al-Maliki no sea destinado al puesto de primer ministro? Por las pruebas que hay, si bien los actores políticos kurdos juegan en muchos tableros, su desarrollo demuestra sobre todo la inexistencia de un proyecto serio de independencia, en tanto su papel de hacedores de reyes los beneficie. Como mucho, estas reivindicaciones muestran ser un medio de “exprimir mejor el limón”. Un juego peligroso que podría perjudicarlos en caso de refundación del Estado irakí.

El Presidente ilegítimo


Enfrentándose a un desafío sin precedentes, la única solución que han encontrado Barzani y su clan para mantenerse en el poder es agitar el espectro de la independencia, en lugar de renovar una clase política profundamente corrupta. Además, el mandato de Barzani finalizó en 2014, y no ha sido renovado posteriormente, por lo que es un presidente ilegítimo.

El Parlamento, que hasta entonces había conseguido jugar un papel de institución relativamente democrática está marginado, lo  que agrava aún más la parálisis institucional. El movimiento anti-Barzani toma amplitud en el este de Kurdistán, que contrariamente a un Erbil sembrado de capitales turcos, tiene los ojos vueltos hacia Irán. La llamada a un referéndum sobre la independencia lanzada por un presidente a la desesperada tiene visos de ser una maniobra para adornarse y un medio de presión suplementaria contra Bagdad, cuando las relaciones de fuerza entre ambos están flaqueando.

Es cierto que el mito de la independencia de Kurdistán sigue ocupando espacio mediático. Esta estrategia de comunicación en el plano interno y de presiones en el internacional, permite por ahora reforzar la frágil base del PDK y del clan Barzani, sacudido por los numerosos escándalos de corrupción. El objetivo será convencer a un electorado que ha colocado al PDK en la posición de primera fuerza en el Kurdistán de Irak, que Barzani es el constructor de la independencia y que solamente él puede realizar el sueño histórico de los kurdos, conservando sus medios de influir en el juego irakí.

Pero, ¿durante cuánto tiempo y a qué precio especularán los dirigentes kurdos con la generosidad financiera de sus socios occidentales, de los cuales uno, Estados Unidos, ha entregado un cheque de 415 millones de dólares para recuperar Mosul? Es necesario constatar que retrasar el combate contra la corrupción y la lucha contra el Daesh en beneficio de siniestros cálculos oportunistas no tendrá lugar sin funestas consecuencias para todo un pueblo, rehén de sus dirigentes.

Fuente: http://www.comite-valmy.org/spip.php?article7247

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