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Ni dios se libra de la ruina del capitalismo

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El Banco Popular siempre estuvo ligado al Opus Dei, la congregación mafiosa del franquismo que fundó el canonizado Jose María Escrivá de Balaguer. Su quiebra hace que quiebre la Obra del mismísimo Dios del Vaticano, una demostración evidente de que las catástrofes terrenales y la caída de la cuota de ganancia llegan hasta el cielo.

A pesar del voto de pobreza que juran los afiliados al Opues Dei, cuando los obispos, los fieles, los devotos y las beatas querían guardar sus expolios y sus ahorros, siempre iban a parar al mismo paraíso especulativo: las acciones y los depósitos del Banco Popular, porque desde los más negros tiempos del franquismo en la Bolsa de Madrid siempre se ha escuchado la misma tonadilla: “El Banco Popular es el más rentable del mundo”.

En la autovía de salida de Madrid hacia Coruña, la antigua Nacional VI, hay un viejo caserón de ejerce las veces de monasterio y, al mismo tiempo, centro de datos, uno de los más modernos del mundo, donde decenas de monjas se apiñan sobre los ordenadores para gestionar y esconder la contabilidad real del Banco, mientras por los altavoces escuchan cantos gregorianos y rezan rosarios.

Ahora que los Papeles de Panamá han descubierto el paraíso, hay que recordar que el Banco Popular nació de otro banco, el Credit Andorra, cuyo nombre es bastante elocuente por sí mismo. El Banco siempre ha lavado el dinero del más grande paraíso fiscal jamás concebido, el Vaticano, al tiempo que ocultaba el expolio de tierras y de patrimonio artístico y monumental que viene cometiendo la Iglesia católica desde hace años, muchos años.

Esos sinvergüezas que protestan públicamente por la evasión fiscal, aún no han dicho nada acerca de la mayor red ‘offshore’ que se ha creado en España, la Iglesia católica, sus órdenes religiosas, sus fundaciones caritativas y demás tentáculos eclesiásticos que no sólo no pagan impuestos sino que cobran de ellos.

Los billetes de dólar llevan una divisa que reza: “In God we trust” (Confiamos en Dios). Pero no hay confiar tanto. El dinero sagrado está sometido a las mismas leyes del capitalismo que el dinero más negro y hoy el paradisíaco Banco ha arruinado a los capitales más ligados al nacional-catolicismo: las acciones que antes valían 30 euros ahora se cotizan a 1,8 euros.

En todo el mundo, incluida España, las grandes religiones están ligadas al feudalismo y, por lo tanto, a la tierra, a lo que antes los economistas llamaban “sector primario” y ahora simplemente inmobiliario. En España siempre se ha ocultado que el terrateniente más poderoso no es ningún marqués sino la Iglesia católica, un verdadero ejemplo de monopolio económico.

Si los “marxistas” hispánicos no se hubieran contagiado de anarquismo folklórico habrían entendido en dónde está el núcleo del poder de la Iglesia católica y que la “lucha contra la religión” no radica en mofarse de las ideas de los fieles sino en atacar las propiedades de sus jefes, esto es, tratar a la Iglesia como el monopolio que es.

Aún falta aludir al otro pilar de la España negra, el franquismo, sin el cual no se podría entender ni el poder actual de la Iglesia católica ni el Banco Popular, que durante décadas creció con los labios pegados a las ubres de la feroz explotación del proletariado derrotado en la guerra y esclavizado después.

En los años sesenta una parte del gobierno franquista se reservaba para ministros del Opus Dei, que contaba con el apoyo del almirante Carrero Blanco. Sin embargo, los capitalistas nunca ponen todos los huevos en la misma cesta y Luis Valls, miembro del Opus Dei y eterno director del Banco Popular, perteneció al Consejo Privado de Juan de Borbón. Al mismo tiempo el Opus Dei también jugaba la baraja de la “oposición domesticada”, financiado proyectos como el diario Madrid, que fue derribado -literalmente- por el franquismo. “Tenemos que envolver el mundo en papel de periódico”, decía Escribá de Balaguer.

El impulsor de Credit Andorra y del Banco Popular, Rafael Termes, fue presidente entre 1966 y 1990 de la Asociación Española de Banca, el “holding” a través del cual la banca se relaciona con el Estado fascista español. Era un reducido círculo al que en los tiempos de la transición se le llamó “Los Siete Magníficos”, en referencia a las reuniones periódicas que mantenían los presidentes de los siete bancos más importantes de la época, de los que hoy ya sólo quedan dos por algo que Marx calificó como “concentración de capitales”.

Poco antes de morir en 2005, Termes inició la campaña contra el matrimonio homosexual a través del Foro de las Familias, otro de los tinglados creados y financiados por el Opus Dei.



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