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El ejército de Pancho Villa en el Pentágono

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El general Pancho Villa
Es una buena señal de la excelente salud de la “dirección general” de las fuerzas armadas de Estados Unidos:  el superávit de estrellas,  como el cielo de verano sin nubes, sobre las costas griegas, en medio del desembarco de emigrantes-refugiados. Según el Daily Beast, que proporciona una contabilidad muy precisa, en la “guerra” (denominación oficial) de Estados Unidos contra el Califato Islámico hay actualmente, (para un total de 5.000 soldados), un general cada 416 efectivos; 21 generales. Aunque Irak va en cabeza: para “ninguna fuerza USA combatiente”, según el Pentágono tenemos 12 generales de las fuerzas armadas estadounidenses. Según las cifras oficiales, la relación es incluso más impresionante, porque el Pentágono afirma que hay solamente 3.870 soldados afectos a la “guerra” contra el Califato Islámico, lo que nos da un general para 323 soldados. Es la cuenta del propio Daily Beast, que corrige la cifra oficial aumentándola a 5.000.

Es un porcentaje notable y excepcional a la vez si lo aplicamos a Estados Unidos, que supera los múltiples ejemplos de ejércitos a lo Pancho Villa que nos da la historia. El artículo de Nancy A. Yussef merece ser leído con la máxima atención, ya que detalla las posiciones, las especialidades, lo útil y necesario de esta lluvia de estrellas permitiéndonos tener una medida de este extraordinario “imbroglio”, y también la ineptitud del laberinto burocrático en que se han convertido las fuerzas armadas de Estados Unidos.

Estos generales están repartidos en el teatro de operaciones, (en tanto que se pueda hablar de “teatro” y de “operaciones”), en los países adyacentes a este “teatro” y naturalmente en Estados Unidos. También en Estados Unidos está el cuartel general del Central Command (CentCom), que cubre la zona geográfica del Próximo y Medio Oriente hasta Pakistán, con otros tantos puntos de mando. Los generales de CentCom “se cuentan por docenas”, precisa el artículo, lo que podría llevarnos ampliamente mas allá del centenar.

El Pentágono proporciona diversas explicaciones a esta situación, que se juzga como “normal” y “útil” y “necesaria”. Una de esas explicaciones es que las reducciones masivas de efectos norteamericanos desde hace medio siglo no han afectado más que a los soldados y suboficiales, mientras que los efectivos de oficiales y generales permanecen igual. Otra es la adición de la complicación y la multiplicación: la complicación del “tecnologismo” y de sus desarrollos, de los sistemas, de las gestión de los sistemas, del empleo de los sistemas, de la contabilidad y los líos contractuales relacionados con esos sistemas; la multiplicación de los servicios anexos a las fuerzas armadas según la evolución de los conflictos, con los sistemas relacionados con esos sistemas; la multiplicación de los servicios anexos a las fuerzas armadas según la evolución de los conflictos, con los sistemas de comunicación, la guerra psicológica, las diversas misiones de ciberguerra, las relaciones públicas, las cuestiones societarias, la politización y militarización de algunas de sus actividades, y desde luego las burocracias de control y de gestión que controlan todos los servicios de control y gestión.

El resultado de esta evolución es la constante creación de servicios anexos, y de servicios anexos a los servicios anexos, en todas las ramas de la burocracia, de la logística a la contabilidad, al análisis, a la inteligencia, a la prospectiva, etc. Esta evolución constituye una especie de círculo vicioso: el desarrollo burocrático está en parte justificado por la necesidad de que haya constantemente un exceso de generales mediante la creación de puestos a medida, mientras que este desarrollo burocrático justifica por si mismo el mantenimiento de la impresionante plétora de generales y la necesidad de mantener la dinámica del proceso de incremento de los cuerpos de generales. Dos secretarios de Defensa intentaron atacar recientemente este problema. Robert Gates propuso en 2008 la supresión de cincuenta generales y almirantes. Nadie ha podido decir nunca si esta recomendación se llevó a cabo y quedará como un secreto de polichinela, clasificado como “secreto de Defensa” en este inicio del siglo XXI, del que se pueda adivinar el resultado. Hagel, que sucedió a Gates, comenzó la reducción de un 20% de la plantilla de generales (así como de la burocracia civil), pero, según la frase típica “no permaneció suficiente tiempo en su puesto para finalizar esta reforma”.

El ejército de Estados Unidos es hoy el más pesado, más lento, más burocratizado, mas esclerotizado del mundo, y de una manera general de toda la historia militar; ciertamente más que el ejército soviético antes del hundimiento de la URSS. También tiene el presupuesto más alto, cuando no monstruoso, sobrepasando muy ampliamente los dos tercios de todos los gastos militares del mundo, con un presupuesto real cercano al billón doscientos mil millones de dólares anuales (cerca del doble del presupuesto “oficial”). Según el GAO (Goverment Accountability Office) de 2013, solamente el capítulo de mantenimiento digamos “doméstico” (limpieza, mantenimiento de las máquinas de Coca Cola, etc.) de los puestos de mando generales y de los cuarteles generales de las fuerzas armadas de Estados Unidos se ha duplicado entre 2007 y 2012, hasta alcanzar 1,1 miles de millones de dólares. En 2001, la víspera del 11 de septiembre, un secretario de Defensa famoso, Donald Rumsfeld, advirtió que la mayor amenaza contra los Estados Unidos es el Pentágono.

En los cuarteles generales dentro de la Zona Verde fortificada de Bagdad, incluso los tenientes y coroneles están saludando a superiores a una tasa que supera la del Pentágono y desde luego cualquier instalación militar normal. Con unas 5.000 tropas desplegadas en Irak y Siria, esto significa que hay un general por cada 416 efectivos, más o menos. Para comparar, hay algunos capitanes en el ejército de Estados Unidos al mando de este mismo número. Además, muchos de esos generales vienen con su plantilla y su burocracia, que algunos indican como causa de las lentas decisiones contra un grupo de terror ágil.

Está el general de tres estrellas a cargo de la guerra, Sean MacFarland y sus dos delegados, uno de los cuales está en Irak de forma continua. Está el general de dos estrellas al mando del campo de batalla, Gary Volesky, y sus dos delegados, que también viajan entre Irak y Kuwait. Está el general de dos estrellas a cargo de la cooperación en seguridad (cosas tales como las ventas militares) y su delegado. Están los generales de una estrella al mando de la inteligencia, las operaciones, las futuras operaciones, la determinación de objetivos y apoyo sobre el terreno. Hay también un número no declarado de comandantes de las Fuerzas Especiales en el campo de batalla, de quien el ejército no habla públicamente; la cifra de una docena supone al menos un general de las Fuerzas especiales de una estrella.

Y esto es solamente el principio. Este número no incluye la bandada de generales destinados en lugares como Bahrein, Kuwait y Qatar para apoyar la misión. Ni cuenta el general de tres estrellas y sus dos ayudantes al mando del Comando Central de las fuerzas aéreas, estacionada en la base  Shaw Air Force, Carolina del Sur. También está el de Marina de tres estrellas a cargo del Comando Central de la Marina, basada en la Mac Dill Air Force de Florida, y su delegado y contrapartes en la Flota. Los tres Comandos son responsables de Medio Oriente. Finalmente, hay un número de generales de los aproximadamente 60 países en coalición. The Daily Beast sabe de tres de ellos apoyando a los generales de Estados Unidos, de Australia y del Reino Unido.

Una vez incluidos estos generales adicionales, hay al menos 21 altos mandos en Irak, número que incluso fuentes militares consideran conservador, como también hay probablemente otros generales de la coalición y posiblemente otros comandantes de Fuerzas especiales. Oficialmente hay 3.870 efectivos estadounidenses, el equivalente de una brigada pesada, que normalmente es dirigida por un coronel. Un solo coronel.

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