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La profunda hipocresía tras el ‘escándalo’ de los ‘Papeles de Panamá’

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En referencia a los “Papeles de Panamá” el periodista francés Thierry Meyssan habla de la “Doctrina Romer”, el intento de reconducir al capital financiero mundial hacia Estados Unidos y sus aliados más próximos.

Es algo extraordinariamente curioso porque en casi todos los comentarios sobre esos “papeles” lo que más destaca es la animadversión generalizada hacia el capital financiero, los bancos, los paraísos fiscales, las SICAV, las cuentas opacas, etc., a las que se asocia la ilegalidad, el crimen, el dinero negro y la corrupción. Quien oculta algo es porque está manchado por algún tipo de remordimiento.

Desde la Edad Media las religiones cristianas han condenado al capital bancario como usurario. El desprecio por los fondos buitre es ya milenario. Se trata de una teoría económica con un componente religioso que considera el interés del dinero como un pecado, mientras que no opina lo mismo de la plusvalía.

El mundo admite a los “emprendedores” pero no a los especuladores, aunque los usureros y los banqueros nunca han estado de acuerdo con estas teorías religiosas y económicas, por motivos que son más antropológicos que económicos. En un banquero vemos a un judío y en un judío a un banquero avaricioso, con su barba de chivo contando sus monedas en un rincón. Si los banqueros no son judíos, se parecen mucho a ellos.

Los usureros están en minoría y ven peligrar sus capitales. Ya les ocurrió en otras épocas, cuando prestaban dinero al Estado y el Estado no les podía devolver el capital principal ni los intereses. La solución era la expropiación. El Estado pinchaba la burbuja y la hacía desaparecer como por ensalmo, o hacía desaparecer a los prestamistas expulsándolos del país por ser “extranjeros” (judíos). Conducidos al destierro, es casi natural que los banqueros (y los judíos) busquen el cielo, y si no lo encuentran, por lo menos existe un paraíso terrenal en el que les tratan con un poco de consideración.

Si los 40 billones de dólares que hay en los paraísos fiscales entraran en la bolsa española, nuestros políticos y periodistas hablarían en otro tono, bien diferente. A cada paso les escuchamos implorar la necesidad de preservar la “Marca España” para que los extranjeros (sólo los que tengan dinero, ojo) vengan a sacarnos de la crisis con sus divisas. El Banco de España y la CNMV no preguntan por el origen del dinero, que es de color negro si está en Panamá y se convierte en blanco si está en el Ibex-35.

No conviene, pues, generalizar. El dinero puede ser malo, pero también puede ser bueno. Es malo cuando se va y es bueno cuando viene. En el capitalismo el instrumento más preciso para medir la ética y la moral es la balanza de pagos.

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