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Panamá lava más blanco

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El abogado panameño Ramón Fonseca Mora
En Panamá, los bufetes de abogados, de los que Mossack Fonseca no es más que uno de los varios ejemplos, son un poder fáctico como cualquier otro, una multinacional del chanchullo que emplea a cerca de 500 personas en Panamá y alrededor del mundo.

En su país forman parte del poder político y su actividad está íntimamente ligada a su historia, gangrenada por la corrupción y la dictadura de Noriega, de la que Mossack y Fonseca formaron parte.

En 2006 la aduana panameña interceptó un paquete que contenía 45 diamantes de contrabando procedentes de África del sur. Estaba destinado a una fundación, de esas benefactoras y caritativas, pero sus propietarios reales eran los abogados Mossack y Fonseca, cuyos nombres salieron a relucir ya entonces, aunque a nadie le importó nada.

La sangrienta dictadura de Noriega (1984-1990) demostró hasta qué punto Panamá ha sido y es un puesto avanzado del imperialismo, en el mismo centro de América y a caballo entre dos océanos. Aquello acabó en cuanto Washington movió un dedo de su mano y metió a su peón Noriega en una cárcel en Estados Unidos, donde aún continúa.

Si en algún momento a Putin, que conoce estos detalles mejor que nosotros, se le ocurrió guardar sus ahorros en un sitio como Panamá, no tengan ninguna duda: era rematadamente idiota. Es como poner al zorro a cuidar de las gallinas.

A la privilegiada situación del país no le bastó con el canal. En 1977 quiso crear una nueva Suiza, o un nuevo Singapur, o Hong Kong, o algo parecido, una plaza fuerte financiera basada en el secreto bancario y cero impuestos.

A partir de entonces Panamá no sólo lavó el dinero sucio del capitalismo, sino que lo centrifugó, lo secó, lo planchó y lo tendió al aire tropical. Durante 40 años nunca le importó a nadie lo más mínimo.

Cuando se sabía que las filtraciones estaban a punto de producirse, Bloomberg entrevistó a los abogados del bufete panameño, plenamente conscientes de que su lucrativo negocio había comenzado a desplomarse.

Jürgen Mossack, de 68 años, es un panameño de origen alemán. En la posguerra su padre, un oficial de la Waffen SS, fue uno de los que logró escapar a Latinoamérica.

Ramón Fonseca Mora es un panameño muy cercano al gobierno desde los tiempos de la dictadura de Torrijos. Es vicepresidente del Partido Panamista, un partido nacionalista que llegó al poder en 2014, vinculado al actual Jefe de Estado, Juan Carlos Varela, que le nombró su consejero, por lo que tenía un asiento en el Consejo de Ministros.

Todo fue bien, hasta la crisis económica de 2007 y la intensificación de la rivalidad entre las potencias imperialistas, a lo que Falciani ha denominado con absoluta precisión “guerra económica”, acentuada por la crisis y que, entre otras, se está expresando en las sanciones que impone Estados Unidos como gendarme mundial.

Como buenos abogados, en el bufete panameño se creyeron muy listos y se atrevieron a burlar al imperialismo: en los archivos aparece que ocultaban a 33 empresas que estaban burlando el embargo impuesto por Estados Unidos a determinados países y determinadas empresas.

Realmente intolerable. Fonseca tuvo que dimitir de su cargo de consejero del Jefe del Estado y, además, le salpicó otro ocultamiento en Brasil, donde Estados Unidos está empeñado en dar un golpe de Estado judicial que acabe con el gobierno de Dilma Rousseff.

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