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La guerra clandestina contra Libia

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Por tierra, mar y aire... También la Marina de Guerra francesa está participando en la segunda agresión contra Libia, que tiene por objeto destrozar lo poco que la primera dejó en pie.

Naturalmente que dicha intervención es “discreta” porque el gobierno francés quiere eludir tanto a la prensa como a los diputados. Lo mismo ocurre con los británicos y los italianos que también mantienen tropas en Libia de manera clandestina.

Todos los parlamentarios miran para otro lado. Incluso algunos piden a gritos la masacre, como en Siria, con la excusa de acabar con los yihadistas... esos mismos yihadistas que ellos han puesto ahí.

Hace unas semanas la fragata francesa Surcouf transportó tropas especiales, que desembarcó a un kilómetro en la costa. La fragata Surcouf no es cualquier cosa. Es un buque de 3.200 toneladas y 125 metros de largo, construida con materiales especiales que la hacen indetectable para los radares.

Se ha unido a la “Fuerza Operativa Combinada 150” que coordina Estados Unidos en el mar de Arabia y en el Océano Índico.

Los comandos franceses trabajan el servicio del general Haftar en tareas de inteligencia y apoyo puntual. Hasta la fecha se trata, sobre todo, de bombardeos, como el de la fuerza aérea de Estados Unidos, que el 19 de febrero atacó Sabrata, matando a unas 50 personas, todas ellas tunecinas, excepto dos, de nacionalidad serbia, que estaban secuestradas por los yihadistas. (De estos dos últimos muertos los altavoces del imperialismo no dijeron nada).

Uno de los fallecidos era Nureddine Chuchan, de 36 años, a quien Túnez implica en los atentados del pasado año contra el Museo Bardo (22 muertos) y el de Susse (38 muertos).

La mayor parte de las facciones que se enfrentan en Libia se oponen por completo a cualquier clase de intervención de las grandes potencias. Lo mismo cabe decir de los países vecinos, especialmente Argelia, Túnez y Egipto.

Obama quiere subcontratar la segunda invasión del país a los países europeos y estos, a su vez, le trasladan el encargo a los vecinos árabes. Según un eufemismo del antiguo ministro y embajador argelino Abdelaziz Rahabi, es el “principio de solidaridad subsidiaria”.

Un informe de la ONU publicado el mes pasado describió a Libia como el reino del crimen y la impunidad: atentados, asesinatos, secuestros, torturas... Más que en una intervención militar, los vecinos de Libia piensan lo mismo que los europeos: hay que blindar las fronteras frente a la próxima ola de refugiados.

Sin embargo, un político tunecino no oculta que quizá una intervención militar de los imperialistas seguida de la ola correspondiente de refugiados no sea tan contraproducente. Después llegarían las ONG, con su ayuda humanitaria, sus campamentos y sus grandes paquetes. En fin un derroche de dinero que no habría que despreciar. Las tragedias con pan son menos...

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