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El control de las tierras raras es estratégico

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Albert de Mereuil

Las “tierras raras” son un grupo de metales de propiedades semejantes, constituido por un grupo de 17 elementos. Sus características han permitido el desarrollo de numerosas tecnologías de vanguardia, principalmente en el campo de la energía. La eólica, el coche híbrido y las bombillas de bajo consumo dependen actualmente de ellas. Incluso numerosas tecnologías punta militares se basan en las tierras raras, como satélites, sistemas de guía, sistemas de defensa antimisiles y la industria aeroespacial.

El primer país en explotar masivamente las tierras raras fueron los Estados Unidos, que desde los 60 vieron un uso industrial en el petróleo y en el vidrio. Con la explotación de la mina de Mountain Pass, el país alcanza un lugar predominante en la producción mundial hasta los años 90. La mina cierra en 2002 como consecuencia de problemas medioambientales y por la competencia de las minas chinas, que hizo caer el precio de las tierras raras.

En China, la naturaleza estratégica de éstas fue advertida muy pronto por el gobierno, cuyos miembros tienen a menudo una sólida formación científica. Así, la Sociedad Académica China para el estudio de las Tierras Raras, Chinese Society of Rare Earth, se fundó ya en los años 80. El dirigente chino Deng Xiaoping captó el interés estratégico de los metales raros, y decidió posicionar a su país como primer productor mundial en 1992 con la célebre fórmula “el Medio Oriente tiene petróleo, China tiene las tierras raras”.

Posteriormente, China ha adquirido una situación monopolista en materia de explotación y de producción. Suponía en 2010 el 95% de la producción mundial de tierras raras, aún no disponiendo, según el USGS (United States Geological Survey), más que del 38% de las reservas estimadas. La Sociedad China de Tierras Raras incluiría actualmente a más de 100.000 expertos, según su página de internet. A modo de comparación, su homólogo europeo, la European Rare Earth and Actinide Society, contaría con 700 miembros en 2009.

En el curso de los años 90 y en la década siguiente los gobiernos de países capitalistas se han mostrado complacientes con China. Le permitieron construir su monopolio para beneficiarse del bajo costo de sus tierras raras, en una lógica de corto plazo. Se hicieron poco a poco dependientes de los recursos chinos sin darse cuenta de la importancia que tenían. En 2009, los medios occidentales se familiarizaron con la cuestión de las tierras raras como resultado de la publicación por el Ministerio de Industria chino de un informe respecto a la política del país en la materia.

Esta toma de conciencia mediática devuelve a la realidad a los países consumidores y alimenta las tensiones con China. Son particularmente agudas con Japón, al reivindicar China numerosas islas potencialmente ricas en recursos. En octubre de 2010 el ministro de Asuntos Exteriores japonés, Akikiro Ohata, declaró públicamente  su intención de crear una reserva para anticiparse a las interrupciones en el suministro. Corea del Sur siguió inmediatamente a Japón, invirtiendo 15 millones de dólares en un stock de tierras raras que estará listo este año. En Estados Unidos, en marzo de aquel mismo año fue presentado al Congreso un proyecto de ley para constituir un stock de tierras raras considerado como “indispensable para la seguridad nacional”.

Paralelamente, el gobierno lanza una investigación sobre las maniobras de China para bloquear sus exportaciones hacia los Estados Unidos y Japón. Esta investigación sirvió de preparación a la queja del 13 de marzo de 2012 ante la OMC planteada conjuntamente por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón contra China. Posteriormente, las industrias norteamericanas han establecido planes para relanzar la producción nacional. Hoy, los países capitalistas son conscientes del peligro de no poder dotarse de tierras raras chinas. Si China ha sido la única hasta ahora  en explotar sus recursos, otros países tienen un potencial importante: la esfera rusa de influencia alberga el 19% de las tierras raras, los Estados Unidos el 13%, Australia el 6% y la India el 3%.

China se ha apuntado a la estrategia de saturación monopolista del mercado de tierras raras, practicando una primera fase de dumping social y medioambiental. Una estrategia que ha tenido éxito gracias a la apropiación paralela y rápida, a principios de los años 90, de tecnologías complejas de explotación y purificación de las tierras raras, hasta entonces controladas por Rhône-Poulenc y Molycorp. En muy poco tiempo los chinos se han dotado de capacidades industriales, convirtiéndose en los líderes mundiales de las técnicas de purificación.

En una segunda fase, China puso en marcha un sistema de tasas y de cuotas a la exportación, implantadas en el año 2000 bajo pretexto de preservar los recursos. Los importes de las cuotas fueron reduciéndose progresivamente cada año. A partir de 2004 también la política fiscal evoluciona gradualmente para limitar el acceso de los compradores extranjeros a las tierras raras. Las empresas extranjeras, a causa de esto, se van viendo progresivamente inclinadas a invertir en China para acceder a las material primas; eso permite al país exportar más productos terminados de un mayor valor añadido, obteniendo a cambio transferencias de tecnología a su territorio.

Japón es el mayor importador mundial de tierras raras. En 2009 dependía de China en un 90%. Cuando tomó conciencia de ello, reaccionó muy rápidamente, concentrándose en la superioridad tecnológica en la cadena de valorización, en el incremento de los stocks estratégicos, en la diversificación de las fuente de suministro y el reciclaje de productos electrónicos. Su sector privado establece activamente asociaciones con las compañías mineras extranjeras, como ilustra el acuerdo firmado en 2009 con Kazajastán para explotar sus yacimientos de tierras raras. Como resultado de esta estrategia, Japón en 2012 ya no dependía de las tierras raras chinas más que en un 49%.

En 2009 los Estados Unidos dependían en un 100% de las importaciones. El gobierno tardaría en tomar conciencia de los riesgos de la dependencia de las tierras raras para el desarrollo de las tecnologías verdes y de la defensa nacional. Desde 2011 se impulsa una estrategia de control nacional del conjunto de las fases de producción, fundamentada en la articulación entre lo público y lo privado. Se reabre la mina de Mountain Pass y se relanza la prospección minera. Apoya a las industrias extractivas y metalúrgicas norteamericanas, como Molycorp, que explota principalmente los recursos australianos. En paralelo, los Estados Unidos prosiguen su búsqueda de soluciones alternativas a las tierras raras y de medios para aliviar las debilidades nacionales del sector. La estrategia de constitución de un proceso de producción completo en los Estados Unidos ha comenzado con retraso, y llevará su tiempo.

La Unión Europea dependía hasta en un 100% de las importaciones en 2009. Para remediarlo, se establecieron numerosos ejes estratégicos prioritarios: consolidar el acceso a los recursos con acuerdos de cooperación, apoyar las investigaciones sobre el reciclado y sobre las tecnologías de ahorro en tierras raras y establecer un balance regular de las materias primas estratégicas. La herramienta de esta política es el proyecto ERAMIN, que debiera constituir la base de una futura red europea del conjunto de materias minerales denominado ENERC, European Non-Energy Raw Materials Research (Investigación europea sobre minerales no energéticos en bruto).

Las firmas privadas, principalmente francesas y alemanas, se impacientan y llevan a cabo sus propias políticas de aprovisionamiento, de almacenamiento y de búsqueda de soluciones alternativas. Por ejemplo, Francia, a través del Bureau de Investigación Geológica y Minera (BRGM) ha establecido con KazAtomProm, empresa minera de Kazajastán especializada en el uranio, un acuerdo de participación estratégica en septiembre de 2011.

Hoy, la Unión Europea no tiene más que un esbozo de política respecto a las tierras raras. Australia y Canadá son los países mas avanzados tanto en la prospección en sus territorios específicos como en la toma de control de las minas en el extranjero. La canadiense GWMG posee por ejemplo  el 100% de las acciones del yacimiento sudafricano de Steenkampskraal, mientras que en el Brasil, la segunda mayor reserva del mundo tras China, MBAC ha avanzado sus peones y piensa poder rivalizar con ella en la cantidad producida.

Por su parte, la Australian Greenland Minerals and Energy posee el yacimiento de Kvanfjeld en Groenlandia. Para su explotación nacional, Australia no queriendo descargar en su suelo el coste ecológico de la transformación de las tierras raras, se ha asociado con Malasia para que la compañía Lynas deslocalice su proceso de refinado. Australia y Canadá no fueron conscientes de la importancia estratégica de las tierras raras antes que otros; pero siendo potencias mineras dueñas de estos metales en su subsuelo, recuperan el retraso más rápidamente que otros.

En Rusia, el gobierno habla por vez primera de lanzar un programa de explotación de tierras raras en 2012. Esta ausencia de interés se explica por el hecho de que las industrias rusas utilizan muy pocas tierras raras, y que la dependencia del país es por tanto pequeña. Tras la toma de conciencia mundial sobre el asunto, Rusia sin embargo toma medidas sobre este material estratégico. El Primer Ministro anunció en 2013 querer constituir “reservas de urgencia de todos los recursos necesarios para un horizonte de entre 10 y quince años”, y especialmente de tierras raras como consecuencia de la posición monopolista que había tomado China.

China posee hoy la ventaja de elegir las armas y la iniciativa del atacante. La situación actual es resultado de la estrategia china, enfrentada a unos países occidentales desindustrializados que no han sabido asegurar a tiempo sus suministros, basándose en la apertura de nuevas minas en terceros países (Estados Unidos, Australia, Kazajastán o India).

Los países europeos han sido sorprendidos en sus estrategias de promoción de energías verdes, que se suponían iban a sustituir a una parte de los hidrocarburos. Hoy, esta conducta podría traducirse no solamente en una extrema dependencia de la energía eólica fabricada en China, con el neodymio extraído del suelo chino, sino también en un débil beneficio medioambiental para los próximos años. Si la crisis europea y la ralentización de la economía mundial alivian a corto plazo las tensiones sobre la oferta de tierras y sus precios, la relevancia del sector a largo plazo es considerable.

China posee hoy la ventaja de la elección de las armas y la iniciativa del atacante, al haber sabido hacer de las tierras raras una potente herramienta en un monopolio artificial. Todos los demás países consumidores han reaccionado tardíamente, no percibiendo la importancia del asunto hasta finales del 2009. China es actualmente la única potencia con el control de todos los pasos en el proceso de producción. Aunque la queja sobre las restricciones chinas a las exportaciones de tierras raras presentada ante la OMC tuviera un resultado favorable, China habrá ganado un tiempo precioso sobre sus competidores en el refuerzo de su capacidad de control sobre las tierras raras.

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