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Los kurdos anuncian un referéndum para independizarse de Irak

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Massud Barzani
“Ha llegado la hora”. Así anunció el presidente del Kurdistán irakí, Massud Barzani, la semana pasada la celebración de un referéndum sobre la independencia, decisión que tiene lugar en un momento en que los kurdos de Irak se enfrentan a una importante crisis económica y política, además de la guerra contra el Califato Islámico.

Este año se cumple el centenario de los acuerdos Sykes-Picot, que privaron a los kurdos de un Estado propio. Pero también pudiera quedar en la historia como el año de la independencia del Kurdistán iraquí. “Se dan ahora las condiciones para que el pueblo tome una decisión mediante el referéndum sobre su porvenir”, declaró Barzani.

Desde la ofensiva del Califato Islámico en 2014, Erbil ha tomado sus distancias con un Estado central que hoy está dividido en numerosas zonas: las controladas por Bagdad, conquistadas por los yihadistas o las administradas por los kurdos.

El momento no es el mejor para el Kurdistán, enfrentado a fricciones políticas y al borde de la bancarrota. Mientras que desde mediados de la pasada década la región se beneficiaba de un crecimiento de dos dígitos, el dato ha cambiado desde 2014. La zona debe soportar el coste de la guerra contra el Califato Islámico, y ya no recibe el 17 por ciento del presupuesto federal que le asigna la Constitución.

Se añade a esto (golpe de gracia para una economía basada en el oro negro) la vertiginosa caída de los precios del petróleo. El Kurdistán está al borde de la quiebra, y, no siendo un Estado, no tiene acceso a los mercados de deuda, por lo que no puede endeudarse para paliar la falta de liquidez.

A estas dificultades económicas se añade una crisis política que se inició en agosto del año pasado, cuando expiró el mandato de Barzani, en ausencia de elecciones y de acuerdo entre las principales formaciones políticas. Si la situación parece hoy estar apaciguada, las luchas intestinas no han desaparecido en una región en la cual la autonomía había sido casi seguida por una sangrienta guerra civil en los años 90.

La celebración de un referéndum va a envenenar las relaciones ya muy deterioradas con Bagdad. Las disputas entre Erbil y Bagdad son algo habitual desde hace muchos años, en los que los kurdos han ido dando pasos para alejarse de la órbita federal. Desde 2011 Erbil ha firmado de manera independiente contratos con multinacionales petrolíferas, principalmente con ExxonMobil, y exporta directamente el bruto vía Turquía, para furor de Bagdad, cuya opinión parece pesar cada vez menos en las decisiones políticas de los kurdos.

Erbil es uno de los principales aliados de Estados Unidos, Turquía e Israel en la región, pero es difícil que Washington apoye la independencia, sin contar con que Ankara, a pesar de sus lazos con el gobierno Barzani, podría mirar con malos ojos un Estado kurdo en sus puertas.

Además, se plantea el problema de las fronteras del nuevo Estado. Ahora Erbil controla una región que sobrepasa ampliamente sus fronteras oficiales. Los kurdos han incrementado su territorio en un 40 por ciento gracias a la ofensiva del Califato Islámico, aprovechándose de la huida del ejército iraquí, y apoderándose principalmente de la ciudad petrolífera de Kirkuk y no tienen ninguna intención de devolver estas zonas habitadas a la vez por kurdos, árabes y otras minorías.

La prueba de ello es la construcción de una trinchera de centenares de kilómetros, que va desde la frontera siria hasta Irán. Presentada oficialmente como un sistema de defensa, la trinchera ha creado polémica. Algunos ven en ello el principio de la división del país, que culminaría los planes imperialistas de redibujar el mapa de Oriente Medio.

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