Quantcast
Channel: La lucha es el único camino
Viewing all articles
Browse latest Browse all 7676

La evolución de los prejuicios anti-islámicos

$
0
0
Alain Ruscio

La hostilidad sistemática hacia el Islam está anclada desde muy antiguo en el pensamiento occidental. De esencia cristiana, tiene su fuente en el espíritu de cruzada, florece durante la expansión colonial y tras un tiempo de paréntesis retoma fuerza con la “guerra contra el terrorismo”. La palabra “islamofobia”, que ilustra el concepto, tiene por su parte medio siglo. Si ahora, en nombre de la defensa de la laicidad, algunos intelectuales franceses muy mediáticos no temen asumir la estupidez odiosa que alberga, otros, felizmente, se dedican a denunciarlo.

Históricamente, el enfrentamiento armado ha sido el marco de toda la historia de las relaciones entre Occidente y el mundo musulmán. Fue el primer modo de contacto, primero en la conquista árabe del sur de Europa y, posteriormente, durante las Cruzadas en Oriente. Si nos referimos a la colonización francesa en la época moderna, todas las generaciones de franceses desde 1830 han recibido los ecos de enfrentamientos con el mundo árabe-musulmán en el seno del imperio: la toma de Argel (1830), la guerra dirigida por Abd el-Kader (1832-1847), la revuelta de Kabylie (1871), la lucha contra los Kroumirs y el establecimiento del protectorado en Túnez (1880-1881), la conquista de Marruecos y establecimiento del protectorado (1907-1912), revuelta en Argelia (1916-1917), la guerra del Rif (1924-1926), revuelta y represión en Argelia (mayo de 1945), enfrentamiento con el Istiqlal y el sultán de Marruecos (1952-1956), con el Neo-Destur en Túnez (1952-1954); ciclo que se cierra con la guerra de Argelia (1954-1962). El paréntesis se cierra, pero provisionalmente, porque el concepto de “choque de civilizaciones” vuelve con fuerza a principios del siglo XXI.

La islamofobia, históricamente inseparable del racismo antiárabe, tiene numerosos siglos de existencia. ¿No es notable, por ejemplo, que algunos elementos constitutivos de la cultura histórica de los franceses estén íntimamente ligados a enfrentamientos con el mundo árabe-musulmán? ¿Por que Poitiers, una batalla menor, ha tomado la dimensión de preludio (victorioso) al “choque de civilizaciones”? ¿Por que Charles Martel, un poco bárbaro por cierto, es uno de los primeros héroes de la historia de Francia, una especie de “muralla” de la civilización? Si preguntamos al “francés medio”, o al menos a los que recuerdan las fechas, Poitiers (732) es de las primeras, con la coronación de Carlomagno en 800, la batalla de Marignan en 1515 o la toma de la Bastilla en 1789.

¿Por que la batalla de Roncesvalles en 778, en la que ni un solo musulmán ha combatido, (los enemigos del valiente Roland eran guerreros vascos) se ha convertido en símbolo de la traición de los sarracenos, atacando como traidores en una proporción de 10 a 1? Ni un antiguo colegial francés olvida que trabó conocimiento con la literatura francesa, antaño, con la “Chanson de Roland”. Y nadie borra de su memoria la personificación del Bien en los luminosos caballeros procedentes de Occidente, y la del Mal en los sombríos guerreros de la “nación maldita/más negra que la tinta”.

Muchos siglos antes de los teóricos e ilustradores del pensamiento colonial, el autor escribía: “Los paganos están equivocados, los cristianos tienen el derecho”. La guerra entre “ellos” y “nosotros” comenzaba bajo los auspicios del maniqueísmo mas cándido. Efectivamente, el racismo antiárabe, durante mucho tiempo (¿desde siempre?) inseparable de la islamofobia, tiene muchos siglos de existencia, se remonta a la Edad Media y sigue en el Renacimiento con los “matamoros” de la Reconquista española.

Posteriormente, en la época colonial, la hostilidad se enuncia con la mejor de las buenas conciencias, con el tono de la evidencia: “Es evidente: el Islam es una fuerza de muerte, no una fuerza de vida”. Convencidos de ser portadores de los verdaderos (los únicos) valores de la civilización, los coetáneos de la conquista y posteriormente de la colonización iban del sinsabor a la desilusión: los católicos y los misioneros constataban, decepcionados, que la religión musulmana era una bloque impenetrable; los laicos intransigentes se lamentaban, rabiosos, de que su concepción de la Razón no penetraba en esos cerebros oscurecidos por el fanatismo... Desde entonces, la noción de “árabe” (la mayoría de los franceses denominaba árabes a todos los colonizados en el Magreb) y de “musulmán” se fundirán en una especie de magma incomprensible, impenetrable. Hostilidad de raza y de religión se mezclarán en una única “fobia”.

Correspondió a Ernest Renan sintetizar todo el espíritu de una época: “El Islam es la más completa negación de Europa. Es el desprecio de la ciencia, la supresión de la sociedad civil, la espantosa simplicidad del espíritu semítico, la reducción del cerebro humano, cerrándolo a toda idea delicada, a todo sentimiento elevado, a toda búsqueda racional, colocándolo ante una tautología eterna: ‘Dios es Dios’” (La réforme intellectualle et morale, París, Michel Lévy Fréres, 1871).

Un término que se remonta a 1910

Hay que definir este sentimiento; la palabra “islamofobia” parece la más adecuada. Y de forma opuesta a una extendida vulgata, es multisecular. El primer uso de del término data de 1910. Está presente en la pluma de un tal Alain Quellien, hoy olvidado. Propone una definición de una sorprendente modernidad:

“La islamofobia siempre ha existido. Y existen aún prejuicios extendidos contra el Islam entre los pueblos de la civilización occidental y cristiana. Para algunos el musulmán es el enemigo natural e irreconciliable del cristiano y del europeo. El islamismo es la negación de la civilización, y la barbarie, la mala fe y la crueldad es todo lo que se puede esperar de los mahometanos” (La política musulmana en el África occidental francesa, París, Emile Larose).

De esta manera, en su primera aparición escrita, la palabra “islamofobia” estaba acompañada del término “prejuicio” y del concepto de “choque de civilizaciones”. Continuaba una lista impresionante de citas procedentes de todos los horizontes, en donde se multiplicaban los reproches hostiles; el Islam se asimilaba a la guerra santa, a la poligamia, al fatalismo y, en fin, al inevitable fanatismo.

El mismo año Maurice Delafosse, estudiando también el Islam en el África subsahariana, consideraba a su vez:

“Tomado en conjunto, y a excepción de algunos grupos de Mauritania aún hostiles a la dominación europea, la disposición de los musulmanes de África occidental no se opone realmente a nuestra civilización [...] Sea lo que sea que digan aquellos para los que la islamofobia es un principio de la administración indígena, Francia no tiene más que temer de los musulmanes en África occidental que de los que no son musulmanes [...] La islamofobia no tiene razón de ser en el África occidental” (Revue du Monde Musulman, vol. XI, 1910).

Dos años más tarde, Delafosse publica su obra maestra, en la que retoma literalmente su artículo de 1910, remplazando únicamente los términos “África occidental” por “Alto Senegal – Níger”.

En 1912, el gran sabio Louis Massignon informa de las propuestas de Rachid Ridha, un intelectual egipcio, con ocasión del Congreso Internacional de Ulemas. Evocando las actitudes de las diferentes potencias respecto al Islam, Massignon expresa sus propias opiniones: “La política francesa podrá ser menos islamófoba” que las otras potencias coloniales. Significativamente, titula su artículo “La defensa musulmana”. No hay error: dice “defensa”, y no “ofensiva”.

Tras la guerra, Étienne Dinet, gran pintor orientalista convertido al Islam y su amigo Slimane ben Ibrahim vuelven a utilizar el término en dos obras, una en 1918 y otra en 1921. En la segunda, machacan con cierto placer a un jesuita, el padre Henri Lammens, quien había publicado escritos con pretensiones científicas, en realidad ataques en toda regla contra el Corán y Mahoma. Dinet concluía: “Nos ha parecido necesario desvelar no solamente a los musulmanes, sino también a los cristianos imparciales, a qué grado de aberración puede la islamofobia llevar a un sabio”. La palabra aparece igualmente en la prensa, precisamente en una crítica muy laudatoria de la primera de estas obras: “El fanatismo de Mahoma no está ni en su vida ni en el Corán; es una leyenda inventada por los islamófobos de la Edad Media”.

Una mentira histórica que permanece

La palabra (pero no el concepto) desaparece del vocabulario hasta los años 1970-1980. En 2003, dos escritores, Caroline Fourest y Fiametta Venner, publican en su revista un dossier con un título evocador “¿Islamófobos... o simplemente laicos?”. El titular del artículo introductorio emplea el término “islamofobia” provisto de un prudente y significativo signo de interrogación. Comienza así: “La palabra ‘islamofobia’ tiene una historia que merece ser conocida antes de usarla con ligereza”. Ciertamente. Pero las autoras se desvían y, exposición mediática mediante, han confundido después a decenas de ensayistas, y probablemente a millares de lectores. Porque afirman que las palabras “islamofobia” e “islamófobo” han sido una especie de bombas de efecto retardado colocadas por la revolución iraní, recuperadas más tarde por oscurantistas musulmanes que están repartidos un poco por todas partes en Occidente. Las dos ensayistas afirman que

“[El término islamofobia] ha sido empleado en 1979 por los mullahs iraníes que deseaban presentar a las mujeres que rechazaban el velo como ‘malas musulmanas’, acusándolas de ser ‘islamófobas’. Ha sido la reacción siguiente al asunto Rushdie, por parte de asociaciones islamistas londinenses como Al Muhajiroun o la Islamic Human Rights Commission, cuyos estatutos incluyen la ‘recogida de informaciones sobre los abusos contra los derechos de Dios’. De hecho la lucha contra la islamofobia entra bien en esta categoría, al englobar todos los ataques a la moral integrista (homosexualidad, adulterio, blasfemia, etc.). Las primeras víctimas de la islamofobia son a su entender los Talibanes, ¡mientras que los ‘islamófobos’ más frecuentemente citados por estos grupos son Salman Rushdie o Taslima Nasreen!”

Esta versión, que ignora totalmente la historia colonial del término, se retoma sin ninguna distancia crítica en 2010 por el equipo del “Dictionnaire historique de la Langue Française”: “Islamofobia e islamófobo, términos aparecidos en los años 80”, dando así a esta fecha (un simple error de un siglo) un espaldarazo científico.

“Error” que sigue siendo ampliamente mayoritario, pese a los mil y un desmentidos. Caroline Fourest ha propuesto en 2004, en su ensayo “Frére Tariq”, una relación directa entre el jomeinismo y el pensador musulmán Tariq Ramadan, que el primero habría intentado, en su opinión, implantar ese concepto en Europa, en un artículo de “Monde Diplomatique” de 1998. Pero de hecho, si la palabra figura entre comillas, es porque se menciona tomándola de otro lugar: “Se puede hablar de una especie de ‘islamofobia’, según el título del valioso estudio emprendido en Gran Bretaña por el Runnymede Trust en 1997”. Parece difícil hacer de esta frase parcial un intento subrepticio de introducir un concepto en el debate francés.

Que por otra parte... ya estaba presente. Un año antes, en el mismo mensual, la palabra había sido usada por Soheib Ben Cheikh, muftí de la mezquita de Marsella: “En la treintena impulsiva y cultivada, persigue ‘adaptar el Islam al mundo moderno’, combatir la ‘islamofobia’ y, simultáneamente, el sentimiento de rechazo, de frustración y de ‘aislamiento’ que sufren los musulmanes de Marsella”.

El ‘suspiro’ del hombre blanco

Para las dos escritoras citadas, es la propia palabra “islamofobia” la que hay que prohibir, porque es portadora de “terrorismo intelectual”. Constituiría un arma de los integristas en su lucha contra el laicismo, prohibiendo de hecho toda crítica al Islam. El ensayista Pascal Bruckner, autor de “El suspiro del hombre blanco”, subtitulado “Tercer Mundo, culpabilidad, odio a sí mismo” (1983), y provocador más recientemente en “Tiranía de la penitencia” (2006) comparte, como no podía ser de otra forma, las convicciones de sus jóvenes colegas:

“Forjado por los integristas iraníes a finales de los 70 para oponerse a las feministas americanas, el término ‘islamofobia’, calcado de de ‘xenofobia’, tiene como objetivo hacer del Islam un objeto intocable so pena de ser acusado de racismo [...] Asistimos a la fabricación de un nuevo delito de opinión, análogo a lo que se hacía antiguamente en la Unión Soviética contra los enemigos del pueblo. Son palabras que contribuyen a infectar la lengua, a oscurecer su sentido. ‘Islamofobia’ forma parte de esos términos que hay que prohibir con urgencia en el vocabulario” (Libération, 23 de noviembre de 2010).

Por su parte, Claude Imbert, fundador y editorialista histórico de “Point”, semanario a la vanguardia en este tema, emplea e incluso reivindica la palabra en una declaración a la cadena de televisión LCI el 24 de octubre de 2003:

“Hay que ser honesto. Yo mismo soy un poco islamófobo. No me importa decirlo [...] Tengo el derecho, no soy el único que piensa en este país que el Islam (y digo bien, el Islam, no hablo de los islamistas) en tanto que religión aporta una debilidad de diferentes arcaísmos, aporta una manera de considerar a la mujer, de desvalorizar a la mujer, además de una voluntad de suplantar la ley del Estado por el Corán, que efectivamente, me hace islamófobo”.

Esta declaración suscitó diferentes críticas, que llevaron al periodista a replicar, a la semana siguiente, en la misma emisión: “El Islam, desde el siglo XIII, se ha calcificado, y ha tendido sobre el conjunto de pueblos una especie de camisa de fuerza, una especie de yugo”. Se consideraba “irritado” por la acusación de racismo de la que era objeto: “La islamofobia [...] se aplica a una religión, el Islam, no a una etnia, nación, pueblo, y tampoco a individuos que constituyen el pueblo de los musulmanes”.

¿Es útil proseguir la lista de estos nuevos combatientes, de estos modernos “debeladores de infamias”? Cada día, cada hora tal vez, tienen oportunidades de repetir sus verdades, en los semanarios con portadas de papel satinado, en la televisión, en cenáculos, sin temor de los disidentes ultra minoritarios... o ausentes.

Si el uso del concepto a la mínima oportunidad por algunos musulmanes fundamentalistas puede y debe irritar, parece sin embargo difícil discutir que los islamófobos existen y actúan. Todo acto hostil, todo gesto brutal, todo insulto contra un/una musulmán en tanto que musulmán, contra una mezquita o sala de oración, solo puede ser calificado de islamófobo. Y, ya que hay islamófobos, y que ahora constituyen una corriente que se expresa en el seno de la sociedad francesa, ¿cómo no calificar a esto de islamofobia?

Los musulmanes de Francia no tienen ninguna necesidad de abogados. En su inmensa mayoría hostiles al aumento (real) del integrismo, sitúan su combate en el campo de la defensa de un Islam verdadero, moderno, tolerante y fiel a las fuentes.

Rechazar la lógica de enfrentamiento

Paralelamente, se ha perfilado una fuerte reacción, por parte de autores que no se sitúan en absoluto en una visión religiosa, para rechazar y denunciar la lógica del enfrentamiento. Mientras que el uso mismo de la palabra les parece a muchos una concesión a los terroristas (al menos del pensamiento), Alain Gresh coloca como título oportuno“Islamofobia” en un innovador artículo en Monde Diplomatique (noviembre de 2001). En 2004, el sociólogo Vincent Geisser publicaba en la editorial La Découverte el primer estudio sintético sobre la cuestión, “La nouvelle islamophobie”. Al año siguiente, otro investigador, Thoman Deltombe, diseccionaba en el mismo editor “L’islam imaginaire. La construction mediatique de l’islamophobie en France, 1975-2005”.

Los ensayos más recientes de Edwy Plenel, “Pour les musulmans” (La Découverte, 2013) y de Claude Askolovitch, “Nos mal-aimés, ces musulmans que la France ne veut pas” (Grasset, 2013) han entablado una contraofensiva. En el último se afirma, en su capítulo de conclusiones:

“Lo que Francia ha construido tras veinticinco años, tanto por la derecha como por la izquierda, a fuerza de escándalos, de leyes y de rechazos, de mentiras nostálgicas, es la idea de la ‘diferencia’ musulmana, intransigente la razón y a la República; la proclamación de un identidad en peligro, nacional o republicana, y todo será lícito -legalmente- para mantenerla”.

Entre los católicos progresistas, la misma respuesta: “Esquizofrenia. Mientras que las revoluciones árabes testimonian sed de democracia por parte de los musulmanes, el miedo al Islam envenena la atmósfera en Francia y, ante las elecciones, el espantajo se agita más que nunca. ¿No quiere Sarkozy un debate sobre el lugar del Islam en la República? Toma así uno de los temas favoritos del Frente Nacional” (Revista Golias, núm. 137, marzo de 2011).

Otro eco contemporáneo, bajo la pluma de Jean Baubérot, especialista de la sociología de las religiones y del laicismo:

“Desde diversos ángulos, se asiste a la multiplicación de indignaciones primarias, ideas estereotipadas que quieren tener el valor de pruebas mediante la repetición por miles en los medios de comunicación de masas. La evolución global es inquietante, y esto se debe a la vez al aumento de los extremismos que se identifican con tradiciones religiosas (en plural) y de un extremo centro que quiere imponerse socialmente como el (no) pensamiento único y rechaza todo lo que no coincide [...] Occidente es el ‘mundo libre’ provisto de todas las virtudes, ante un Islam monolítico y diabolizado” (Le Monde, 6 de octubre de 2006).

En el mismo artículo figura un paralelismo entre el antisemitismo de los tiempos del “affaire Dreyfuss” y el incremento de la islamofobia a principios del siglo XXI: “Tales estereotipos son permanentes: solo cambian las minorías a las que transforman en chivos expiatorios. La lucha contra la intolerancia no dispensa de la lucha contra la estupidez del odio”. En estos tiempos, en los que los personajes que nos dirigen no tienen más que la palabra “guerra” en la boca y en la pluma, son frases reconfortantes.

Fuente: http://orientxxi.info/magazine/islamophobie-un-mot-un-mal-plus-que-centenaires,1155

Viewing all articles
Browse latest Browse all 7676

Latest Images

Trending Articles





Latest Images