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El turbio montaje del asesinato del espía Litvinenko

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Alexander Litvinenko
La llegada de Putin a la Presidencia de Rusia en 1999 se produjo en medio de una dura batalla, no sólo contra lo que entonces la prensa internacional llamaba “independentistas” chechenos, sino también interna contra los caballos de Troya del Kremlin.

En sólo 15 días, entre el 31 de agosto y el 16 de setiembre de 1999, en Rusia se produjeron cinco atentados mortíferos cometidos por los yihadistas chechenos, que no eran otra cosa que la quinta columna del imperialismo contra Rusia.

Los sangrientos atentados de 1999 hay que encuadrarlos en el contexto del giro que Putin da a la política interna e internacional de Rusia.

Entonces el borracho de Yelsin era Presidente de la República Federativa y Putin era su Primer Ministro y se disponía, según sus propias palabras, “a buscar a los ratones en su madriguera”, en referencia a la tercera guerra contra los chechenos, que a la postre resultó definitiva.

Pocas semanas después cayó Yeltsin y Putin tomó las riendas con el apoyo del conocido oligarca Boris Berezowski, entonces en la cúspide de su poder.

En aquel momento un oscuro espía del FSB, Alexander Litvinenko, feroz enemigo de Putin, abandonó Rusia para venderse a la CIA y cuando la CIA le repudió, se ofreció al MI-6 británico, que le acogieron con los brazos abiertos.

Se instaló en Londres, donde dio rienda suelta a su fobia contra Putin, jaleado por la prensa internacional y por... Berezovski, que había roto con Putin y también se había instalado en Londres, sumándose a la campaña anti-rusa. En Moscú a Berezovski le acusaban de haber apoyado a los yihadistas chechenos, de lo cual había varios indicios.

En Londres el espía Litvinenko de lealtades oscilantes, se puso a escribir un libro en el que acusaba al FSB de provocar los atentados de 1999. El libro se titulaba “Blowing up Russia: terror from within” (Explosiones sobre Rusia: el terror desde dentro) y su publicación fue financiada por el oligarca Berezovski.

Resumiendo: en Rusia se prohibió la difusión del libro y el oligarca Berezovski apareció muerto en 2013, aparentemente ahorcado.

Por su parte, Litvinenko falleció envenenado en 2006 con polonio, una sustencia radiactiva.

Pocas semanas antes de fallecer, Litvinenko se reunió con dos antiguos colegas del FSB, Andrei Lugovoi y Dmitri Kovtun, con quienes tomó el té en un hotel de Londres. Según Scotland Yard, fue en ese momento cuando resultó envenenado, de donde resulta la responsabilidad del FSB y, por elevación, de Putin.

Rusia se ha negado a extraditar a Lugovoi y Kovtun. Incluso ha condecorado al primero de ellos por los “servicios a la patria”. La situación ha degenerado en una escalada de la tensión entre ambos países. Gran Bretaña ha expulsado a cuatro diplomáticos rusos y Rusia ha hecho lo mismo con otros cuatro británicos y, además, ha interrumpido la extensión de visados para viajar y la colaboración antiterrorista entre ambos países.

Para presionar al Kremlin, en 2014 el gobierno de Londres recurrió a una argucia legal que no existe en otros países: la posibilidad de revisar documentos secretos a puerta cerrada no con fines judiciales sino a los efectos de conocer los hechos y sin ninguna clase de consecuencias judiciales.

Este tipo de asuntos seudojudiciales los manejan muy bien los gobiernos imperialistas para lavarse la cara ante la prensa. El año anterior el gobierno de Londres se había negado a la revisión de los documentos sobre el caso Litvinenko. ¿Qué había cambiado de un año para otro? La anexión de Crimea, la guerra del Donbas, la caída del vuelo MH-17... En fin, un interés claro por tensar la cuerda con Rusia.

Como buen pelele, el juez encargado del caso, Robert Owen, se presta a esta manipulación y su argumentación es cualquier cosa menos un acto jurídico: “Es probable que la operación del FSB contra Litvinenko fuera aprobada por Nikolai Patruchev [el antiguo jefe del FSB] y también por el Presidente Putin”.

Si, probablemente eso sea cierto y, por lo tanto, también es posible lo contrario, algo que hasta el más idiota sabe que no tiene nada que ver con una decisión jurídica. En definitiva, estamos en presencia de una manipulación política a escala internacional.

“El hecho de que el señor Litvinenko haya sido envenenado con polonio-210 fabricado en un reactor nuclear sugiere que los señores Lugovoi y Kotvun actuaban por cuenta de un Estado más que de una organización criminal”, añade el juez.

A los jueces les gusta alimentarse de “sugerencias”, cuando no de ensoñaciones, lo cual los políticos británicos y luego la prensa mundial han convertido en certezas absolutas.

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