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Comando Dixán: un documental contra la islamofobia

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Luis M. Rodríguez

Ni la periferia parisina, ni el barrio de Molenbeek en Bruselas. El epicentro del yihadismo en Europa está en Cataluña. Eso es, al menos, lo que intentaron hacernos creer las autoridades hace ahora algo más de una década. Toca hacer memoria.

23 de enero de 2003. El juez Ruiz Polanco ordena una espectacular acción policial contra el terrorismo islamista en España. Es la Operación Lago.

150 miembros del Cuerpo Nacional de Policía, GEOS y TEDAX irrumpen de madrugada en distintos domicilios de Banyoles, Olot, Salt, Badalona, Santa Coloma y Sant Jaume de Llierca. ¿Resultado? 23 detenidos sospechosos de preparar atentados con explosivos y material químico. La mayoría son procedentes de Argelia.

Los medios de comunicación se hacen eco de lo sucedido sacando a relucir sus mejores dotes de espectáculo. “La ofensiva contra Bin Laden llega a Girona” (El Punto). “Los 16 arrestados en Cataluña preparaban atentados con explosivos y material químico” (El País). “La policía halla material químico y explosivo a los 16 detenidos de Al Qaeda en Cataluña” (El Mundo), “Al Qaeda en Girona” (Diario de Mallorca).

Los medios repiten la versión de la policía. Nadie pone en duda las fuentes, porque la información viene refrendada al más alto nivel.

El mismo presidente del Gobierno, José María Aznar, afirmaba sin ambages en rueda de prensa que “se ha desarticulado una importante red de terroristas vinculados a Al Qaeda” que “estaba preparando la comisión de atentados con explosivos y armas químicas”.

Por el tono de su discurso, parecían hechos probados. Pero... ni mucho menos lo eran.

“Cuando Aznar habla en 2003 a bombo y platillo de la Operación Lago como motivo para intervenir en la guerra de Irak dice que se ha desarticulado una célula terrorista de Al Qaeda con armas químicas preparada para atentar. De lo de Al Qaeda nunca más se supo, de atentar tampoco, y las 'sustancias químicas' incautadas resultaron ser productos de uso común, como el polvo blanco que resultó ser jabón, según los laboratorios del Ministerio de Defensa”.

Nos lo cuentan Sílvia Rispau, Mostafà Shaimi y Marta Bosch, tres de las personas implicadas en la realización de Dixán, un documental que hay que entender como ejercicio de memoria, pero también como fábula precautoria sobre los peligros de un sistema capaz de justificar todo tipo de abusos en nombre de la guerra global contra el terrorismo.

Entonces era Al Qaeda y la sombra del 11-S. Hoy son Califato Islámico, Siria y París. El contexto es básicamente idéntico. Dixán llega en el momento justo.

“La Operación Dixán es una puerta abierta para hablar y abrir debates sobre el racismo o la islamofobia”, explica el equipo del documental. “Debates que, demasiadas veces, se afrontan de forma dicotómica y nada compleja. Los hechos de estos días y los discursos que se generan lo demuestran”.

Pero volvamos al caso que nos ocupa. Volvamos a lo que el equipo de Dixán llama “el fiasco”.

El Gobierno español usó la Operación Lago como argumento para justificar una intervención militar en Irak. Sin embargo, un mes después de las detenciones, todo el caso empezó a desmoronarse por unas pruebas demasiado inconsistentes

Aznar utilizó Lago como argumento para justificar frente al gobierno español una intervención militar en Irak. Incluso Colin Powell, secretario de Defensa de EEUU, llegó a aludir a la Operación Lago como prueba frente al Consejo de Seguridad de la ONU. Aquello, desde luego, pintaba serio.

El “amigo español” parecía haber hecho un buen trabajo. Sin embargo, un mes después de las detenciones, todo el caso empieza a desmoronarse.

Poco a poco se fue sabiendo que el origen de la aparatosa Operación Lago no tenía nada que ver con el asedio internacional a Al Qaeda, sino con una modesta petición judicial cursada desde Francia. Pedían el registro de dos domicilios en los que parecían haberse alojado dos argelinos detenidos en el país vecino.

Cuando España comunica a Francia las detenciones, el juez francés responde mostrando cero interés por extraditar a ninguno de los detenidos. No ve amenaza o interés ninguno en esas personas.

Casi a la vez, los laboratorios del Ministerio de Defensa resuelven que ninguna de las sustancias intervenidas en los registros domiciliarios es peligrosa y que una de las sustancias en polvo que se creía podría ser explosiva, es en realidad jabón, detergente. Desde ese preciso momento, aquella supuesta célula durmiente de Al Qaeda empieza a ser conocida, en la prensa y en la calle, como “Comando Dixán”. Hay coña.

El 12 de febrero, el juez Ruiz Polanco muestra su malestar por la situación de la Operación Lago, instando a la policía española a que aporte pruebas que justifiquen las detenciones. Pocos días después, el fiscal Alonso pide la libertad sin cargos para los detenidos. En junio de aquel año, el magistrado Ruiz Polanco archiva finalmente el caso.

Aparentemente, la pesadilla del Comando Dixán había llegado a su fin. Aparentemente...

“Cuando los miembros del supuesto Comando Dixán salieron en libertad y Ruiz Polanco archivó su causa y fueron recibidos en loor de multitudes durante las movilizaciones contra la guerra, quienes habían sido detenidos se vieron con fuerza suficiente para querellarse por injurias y calumnias contra Acebes y Aznar. ¿Cuándo antes se ha visto a ‘terroristas’ como esos? Para el Gobierno fue demasiado”.

Sílvia, Musta y Marta nos introducen así a la segunda parte de esta historia. Un capítulo cargado de tensiones e irregularidades que podría resumirse en estos puntos:

1. El Gobierno, escaldado, reabre el caso agarrándose a un informe del FBI en el que se conjetura con que las sustancias incautadas durante la Operación Lago podrían ser usadas para la fabricación de “napalm casero”. Cuatro de los antiguos detenidos son imputados nuevamente. Tras prestar declaración, son dejados en libertad.

2. El 11 de marzo de 2004, estalla una decena de bombas en trenes de cercanías de Madrid, matando a 190 personas. Al Qaeda reivindica el atentado.

3. Cuatro días después, el magistrado Ruiz Polanco es suspendido cautelarmente por el Consejo General del Poder Judicial. Baltasar Garzón asume interinamente sus asuntos y ordena detener y encarcelar a los cuatro imputados.

4. En el otoño de 2006 se celebra el juicio contra el Comando Dixán. Son 6 los acusados. Durante el proceso hay multitud de piezas que no parecen encajar. “La acusación naufraga en el juicio contra los implicados en la operación Estanque”, escribe el diario El Punt en una de sus portadas.

La Audiencia Nacional condenó a 13 años de prisión a cinco de los acusados de formar una célula integrista. A la vez, en la misma sentencia se absolvía a los cinco de los delitos de conspiración para cometer atentados y tenencia de explosivos

El tribunal que juzga los hechos concluye que, a la luz de los informes periciales, “no puede apreciarse la existencia de depósito de materiales inflamables, ni la voluntad tendencial de dedicar tales líquidos a la fabricación de explosivos”. El tribunal también concluye que no hay indicios de conspiración para cometer atentados. Aún así, cinco de los seis acusados son condenados por pertenencia a organización armada y falsificación de documentos.

Casi nadie de los que han seguido de cerca el proceso entiende las condenas, y mucho menos la dureza de las sentencias.

“Los acusados por el Comando Dixán fueron condenados para que nadie tuviera que asumir su error, ni los jueces, ni el Gobierno ni el aparato antiterrorista del Estado”, opinan los impulsores del documental Dixán.

“Para protegerse a sí mismo, el Gobierno forzó la reapertura del caso en la estela del 11-M y tras conseguir sacar del medio al juez instructor Ruiz Polanco. Absolverles hubiera sido una condena a Aznar, Acebes, al Cuerpo Nacional de Policía, a la Fiscalía de la Audiencia Nacional, a Garzón y a todos los que contribuyeron a construir el montaje del Comando Dixán. Había que condenar para protegerse, y en eso los poderes del Estado se pusieron de acuerdo”.

La referencia al juez Polanco no es casual. Cuando fue apartado del caso, el magistrado dejó clara su opinión en declaraciones a la Agencia Efe.

“Yo tengo la seguridad, la tenía y la sigo teniendo, de que estos cuatro señores de un grupo de dieciséis que estuvieron una larga temporada en prisión, no han hecho absolutamente nada. Los puse en libertad porque no tenía ni un solo indicio de culpabilidad de estos señores”.

¿A qué respondía entonces la sentencia?

“Los romanos mandaban a los cristianos a las fieras por el mero hecho de serlo, y los nazis a los católicos, judíos y gitanos”, argumentaba el juez. Ahora, es el turno de los musulmanes.

“Aquellas condenas fueron una expresión de injusticia, destrozaron vidas de una forma espeluznante”, opinan los impulsores de Dixán. “La maquinaria jurídica solo cumplió el papel de justificar los errores políticos. No había ninguna prueba material para condenar al Comando Dixán, pero había que tapar el ridículo del Estado”. Y esa maniobra, dejó vidas abolladas.

“Si lo miras desde el lado humano es casi insoportable. Alguien que ha venido aquí huyendo de una Argelia atrapada entre la guerra civil y la parálisis económica para vivir una vida mejor, digna, normal, sin hacer más que trabajar, sin militar en nada, de repente se ve atrapado en una confabulación para justificar la intervención española en Irak del gobierno agonizante de Aznar contra la voluntad inmensamente mayoritaria del pueblo... Y así, sin comerlo ni beberlo, acaban robándote casi diez años de tu vida”.

El juicio al Comando Dixán se saldó como se saldó. Mohamed Tahraoui, Djamel Boudjelthia, Mohamed Amin Benaboura y Ali y Souhil Kaouka acabaron entre rejas, pasando por hasta doce prisiones distintas. Pero ni siquiera ahí terminó su pesadilla.

Cumplidas sus condenas, los cuatro fueron detenidos de nuevo y expulsados a Argelia. ¿El truco? Hacer valer la Ley de extranjería... después de haber impedido que pudieran renovar sus papeles mientras cumplían sus penas en prisión. No tienen permitido volver a territorio español ni de visita.

Durante todos estos años, la Plataforma Aturem la Guerra ha batallado a favor de los condenados. Ahora, con el documental Dixán quieren rememorar aquel proceso, sus pruebas, sus irregularidades. En parte, porque sienten que la historia se vuelve a repetir.

Ahí va un dato: desde el atentado del 11-M en Madrid, sólo se ha condenado a uno de cada diez detenidos por terrorismo islámico. Los detenidos suelen pasar meses o incluso años en prisión antes de ser liberados por falta de pruebas.

“A finales de 2014, se producen diversos hechos que nos impulsan a concretar la idea del documental. El más importante es la reaparición de operaciones policiales contra supuestos terroristas ‘islamistas’ o anarquistas en Catalunya y en el Estado español. Son operaciones policial y jurídicamente débiles, impregnadas de intereses políticos. Se puede decir que después del caso del Raval de 2009 habían casi desaparecido. En 2014 resurgen con fuerza. Los paralelismos de estas macrooperaciones con el Caso Dixán o el del Raval son evidentes”.

El documental busca animar el debate en torno a la creciente islamofobia que se vive estos días. Y lo hace desde la memoria. Mirar a un pasado que puede ayudarnos a interpretar el presente.

Tres miembros de la Plataforma viajaron este pasado verano a Argelia para encontrarse con sus amigos del Comando Dixán. Ali, Souhil, Mohamed y Amine toman la palabra para contar su historia. ¿Qué sienten ahora aquellos hombres? ¿Cuál es la lección que les queda?

“Los cuatro han reconstruido sus vidas, cada cual a su manera, y a pesar de todo lo que tuvieron que vivir, de una injusticia sin paliativos que les robó la vida durante diez años, parece que son razonablemente felices”, nos cuentan los chicos de Dixán.

“La verdad es que impresiona su fortaleza para sobrevivir a todo sin odios ni rencores pero con ganas de decir verdades y de ajustar algunas cuentas. Y contribuir a que eso no pueda volver a pasarle nunca a nadie”.

Porque está pasando. Puede que no en forma de sentencias, pero si como agravios, ataques y persecuciones. No hay más que abrir un periódico para verlo.

“Las matanzas en París son un acto de fascismo y una barbarie injustificable. Pero también lo son las que sucedieron días más tarde en Túnez o unos días antes en Beirut y las que suceden cada día en Irak, Siria o Palestina y en otros países... El tema es complejo, y aún más en un mundo globalizado. No podemos desenraizar nuestro análisis ni de la historia -venimos del colonialismo de los siglos XIX y XX- ni de los intereses económico-políticos”, explica el equipo de Dixán.

Lo que parece claro es que el odio al islam no puede traer nada bueno, ni nos va a librar del miedo.

“El odio y el rechazo al otro es una cuestión extendida en las sociedades europeas actuales, pero e se racismo de una parte de la sociedad se ve instrumentalizado por los estados para resolver crisis propias y crear un enemigo común que una filas”.

Ahí están discursos como el del Frente Nacional en Francia, o un Donald Trump envalentonado llamando a prohibir la entrada a EEUU de todos los musulmanes.

El documental Dixán busca estos días financiación a través del crowdfunding.

Fuente: http://www.playgroundmag.net/noticias/actualidad/comando-Dixán-documental-memoria-islamofobia_0_1661233864.html

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