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La pesadilla que se muerde la cola

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El pasado 2 de febrero, pocos días después de los atentados de Charlie Hebdo en París, Rajoy y Pedro Sánchez firmaron el llamado “pacto antiyihadista” para salir por la tele unos pocos minutos más.

Después de alarma había que traer un poco de calma y para ello, para la galería, redactaron un pacto “de Estado” que se dejó abierto a la firma de otros partidos. Hoy se acaban de incorporar Ciudadanos, UPyD, Unió, UPN, Foro Asturias, Coalición Canaria y el Partido Aragonés.

Podemos se ha incorporado a su manera típica, en calidad de “observador”, como si los demás no fueran también meros observadores.

El dirigente de Izquierda Undida, Alberto Garzón, ha declinado la invitación a asistir a la reunión de hoy: “No vamos a participar en ninguna justificación de la doctrina que va desde Bush hasta Hollande”. Pero no ha aclarado si se trata de una “doctrina” o más bien de una guerra imperialista.

El PNV tampoco suscribe el pacto porque no deja ningún papel estelar a la Ertzaintza. El PP y PSOE niegan a la policía autonómica “el acceso directo” a la información sobre el yihadismo y, además, el gobierno central “prohíbe” las convocatorias para ampliar el número de policías autonómicos.

Las “virtudes” del pacto quedan ilustradas por lo que ocurrió el lunes, cuando la policía entró en la cárcel de Segovia para “detener” a A. Chiakhi, un yihadista que ya estaba detenido. Es la pesadilla que se muerde la cola.

Le acusan de “intentar” captar y adoctrinar a otros presos para que se incorporen al Califato Islámico. Por lo que dicen las notas oficiales, no logró su propósito, que parece imposible. ¿Acaso pretendía crear una célula yihadista dentro de la cárcel?

Con un mano el Ministerio del Interior tolera que un yihadista “adoctrine” a otros dentro de la cárcel; con la otra le detiene.

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