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Obama y Putin: dos estrategias opuestas sobre el Ártico

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Las reservas naturales son tan poco naturales como las reservas indígenas. El Ártico encierra un 13 por ciento de las reservas petrolíferas conocidas y un 30 por ciento de las de gas.

Es una región estratégica para Estados Unidos, para Rusia y también para las multinacionales petroleras. Además, es el Vaticano de los ecologistas, el “corazón del planeta”, un lugar sagrado.

Por diversos motivos, el Ártico concentra, pues, una parte importante de los conflictos mundiales en el terreno militar, económico e incluso ideológico. Sin embargo, la mayor parte de las noticias tienen como fuente al movimiento ecologista y pivotan sobre la fragilidad medioambiental, de tal manera que da la impresión de un choque entre David y Goliath, los verdes contra la industria petrolera, Greenpeace contra Shell.

En el mundo no hay mejor agencia de publicidad que Greenpeace, no por las intrínsecas cualidades de la organización sino por la favorable acogida que sus “informaciones” tienen siempre en los medios de comunicación de todo el mundo, lo cual es bastante sospechoso.

Como, por lo demás, Greenpeace pone en la picota a un sector tan característico del capital monopolista, como las petroleras, da la impresión de que dicho movimiento tiene algún componente progresista, y lo que es progresista tiene que ser necesariamente cierto. Nadie parece tener en cuenta que Greenpeace también es una multinacional y que la impresión es -más bien- que se trata de una batalla entre multinacionales.

En 2012 Greenpeace inició en todo el mundo una campaña publicitaria para “salvar” al Ártico con el típico alarde de medios de todo tipo en refinerías, maares, puertos y calles, además de un concierto “Réquiem por el Ártico” y la participación de conocidas estrellas, como la actriz Emma Thompson, que prestaron su imagen para la campaña.

En casi todo el mundo la campaña contó con un beneplácito generalizado. No sólo era algo inofensivo sino ejecutado por el bien de la humanidad y, sobre todo, por el bien del planeta (que es más importante que la humanidad).

... Excepto en Rusia, pero ya se sabe que Putin -a diferencia de otros- es un dictador... etcétera, etcétera. En setiembre de 2013 un tribunal de Murmansk condenó a ocho miembros de un barco de Greenpeace a dos meses de prisión por piratería. Fue un aviso para navegantes porque en Rusia la piratería se puede castigar con 15 años de cárcel...

No cabe duda que a Putin no le gustan los ecologistas, y menos los que perturban sus planes militares y económicos en el Ártico. Pero no es tan poco ecologista como parece. Hace lo mismo que la Casa Blanca: utilizar la ecología como instrumento de guerra propagandística. Rusia ha financiado las campañas de los ecologistas de una manera discreta, a través del gabinete Wakefield Quinn, con sede en las islas Bermudas, a través de la sociedad pantalla Klein y la fundación “Sea Change”, con sede en California. En 2011 esta fundación donó 100 millones de dólares a organizaciones ecologistas como “Natural Resources Defense Council”, “Food and Water Watch” o “Center for American Progress”.

No puede haber políticas más contrapuestas que las de Putin y Obama. El mes pasado Rusia anunció que de aquí a finales de año triplicará la extracción de petróleo en el yacimiento de Prirazlomnaya, dentro del Círculo Polar. Por el contrario, Obama ha cancelado los permisos de perforación en Alaska.

Poco antes que Obama, la Shell ya había renunciado a continuar sus perforaciones en el Ártico. El movimiento ecologista pareció ganar la batalla, pero antes hay que  averiguar de qué batalla estamos hablando, porque el binomio del petróleo y una reserva natural tan mimada como el Ártico siempre ha tenido un ingrediente ecológico que oculta el componente económico, estratégico y militar.

Que dicho componente sea estratégico no quiere decir que sea el mismo para Rusia que para Estados Unidos. Obama se retira del Ártico lo mismo que de otras regiones del mundo, como Oriente Medio. Por el contrario, para Rusia el Ártico es una pieza fundamental de tipo militar y económico.

Putin ha reactivado diez viejas bases militares soviéticas y ha construido otras cuatro nuevas.

En 2001 Rusia reclamó sin éxito ante la ONU la extensión de su zona económica exclusiva en el Ártico.

En 2007 clavó su bandera a 4.200 metros de profundidad bajo el hielo.

En agosto volvió a reclamar a la ONU una superficie de 1,2 millones de kilómetros cuadrados de hielo.

El primer ministro Medvedev ha anunciado un plan para multiplicar por 20 el tráfico marítimo a través del Ártico.

Dimitri Rogozin, director de la Comisión del Ártico Ruso, ha anunciado unas inversiones de 3.500 millones de euros de aquí a 2020.

La explotación del petróleo de Prirazlomnaya, ha dicho Putin, “ejerce una influencia estimulante sobre la presencia de Rusia en el mercado de la energía y va a reanimar la economía de Rusia”.

Otra diferencia entre Obama y Putin es que el primero se tambalea como un membrillo. Después de varios años de dudas, en agosto volvió a autorizar las prospecciones en el norte de Alaska y luego viajó allá para lanzar el típico mensaje ecologista: hay que luchar contra el calentamiento del planeta.

Naturalmente que su torpeza salió a la luz por enésima vez, hasta que el 16 de octubre recuperó el aliento y volvió a prohibir las perforaciones petrolíferas... hasta 2017.

La rectificación se presentó envuelta de nuevo en una mixtificación ecológica, aunque las verdaderas razones no se pudieron ocultar. En el Ártico las condiciones de extracción del petróleo son difíciles a causa de las temperaturas extremas y, por lo tanto, tiene costes por encima de la media de otras explotaciones. El yacimiento de Prirazlomnaya no es rentable más que a partir de unos precios de 50 ó 60 dólares el barril, por lo que ahora se encuentra precisamente en ese umbral.

Estados Unidos calcula que el bloqueo económico impuesto sobre Rusia, que afecta a casi un 70 por ciento del equipamiento necesario para explotar Prirazlomnaya, obligará a Rusia a cancelar sus planes sobre el Ártico, como les ha ocurrido a ellos mismos. También cree que Rusia no encontrará financiación para sacarlos adelante.

Lo mismo se puede decir de las explotaciones americanas en Alaska. La Shell ha abandonado sus explotaciones a causa de los bajos precios del petróleo.

No obstante, la retirada de Obama se explica más bien por razones estratégicas. A diferencia de Rusia, el Pentágono está cerrando sus bases militares en el Ártico. Por lo menos de momento.

Paradójicamente, a pesar de los pesares y, sobre todo, del bloqueo económico, la Exxon ha decidido invertir en Rusia.

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