La campaña de propaganda sobre la hambruna ucraniana de los años treinta fue un invento de Goebbels que luego ha tenido éxito entre ciertos “historiadores”, hasta el punto de convertirse en un tópico periódicamente recordado por los medios de comunicación, los documentales de la televisión y los reportajes a todo color.
Durante la guerra fría se calificó como “Holodomor” para equipararla al “Holocausto” de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y equiparar a Stalin con Hitler.
Hoy es un tema de moda en todo el este de Europa, un asunto recurrente, como la matanza de Katyn, que el gobierno ucraniano recuerda cada cierto tiempo para demostrar que rusos y ucranianos siempre han mantenido pésimas relaciones mutuas.
En un libro publicado en 2009, titulado “Crisis: ¿cómo se organizó?”, el economista ruso Nikolai Starikov le ha dado la vuelta haciendo un paralelismo con otro asunto de actualidad, recordando el bloqueo económico y las sanciones de las potencias imperialistas contra la URSS a finales de los años veinte. Starikov afirma, además, que entonces y ahora el bloqueo contra la URSS, lo mismo que contra Rusia hoy, se volvió contra los propios países capitalistas, siendo uno de los factores que agravaron la crisis del 1929.
La situación económica en los primeros años de la URSS estuvieron marcados por la Primera Guerra Mundial y la posterior guerra civil. Los soviets tuvieron que reconstruir un devastado y no cabe duda que fueron años muy difíciles y que la responsabilidad de ellos recae sobre los imperialistas, única y exclusivamente.
Para mejorar las condiciones de vida de las masas, el Estado soviético se propuso reconstruir su industria y modernizar su agricultura. Se iniciaron los planes quinquenales, que tuvieron dos fases. La primera fue la construcción de nuevas instalaciones industriales. La segunda, aumentar la producción agrícola mediante la introducción de maquinaria agrícola.
Con la exportación de una parte de la producción agrícola, el Estado trató de importar nuevos equipos y maquinaria agrícola, dice Starikov, y ahí fue donde los imperialistas trataron de presionar a la URSS.
Justificándose con que los bolcheviques se negaron al pago de las deudas de la autocracia zarista, en 1925 impusieron un bloqueo del oro, de manera que no aceptaban que la URSS pagara con dicho metal. Exigieron una permuta de la maquinaria industrial a cambio de madera, petróleo y cereales.
Además, desde 1930 los imperialistas impusieron un embargo sobre el comercio con la URSS, negándose a exportar nada hacia el país soviético, especialmente grano.
Las presiones económicas del imperialismo aparecieron en el preciso momento en el que el gobierno soviético trataba de poner en marcha los planes quinquenales.
Desde finales del siglo XIX la Rusia zarista había padecido repetidas hambrunas y tras la Primera Guerra Mundial la superficie sembrada se redujo significativamente.
Al comienzo de la Revolución socialista, en los años veinte, no sólo Ucrania padeció un hambre crónica sino también Rusia y los demás países que formaban parte de la URSS. Las hambrunas se reproducían cada dos o cuatro años, dependiendo de las regiones afectadas.
Grover Furr cita al profesor Mark B. Tauger como experto en las hambrunas de la historia. Las mismas eran consecuencia de varios factores, como el atraso de la agricultura rusa, las catástrofes naturales o los efectos a largo plazo de las sucesivas guerras que asolaron al país.
Entonces Starikov pregunta: sabiendo los imperialistas los problemas que estaba padeciendo el gobierno soviético para alimentar a la población, ¿por qué exigieron que las importaciones fueran pagadas en grano y no con oro?
La respuesta es obvia: los imperialistas querían agravar el problema del hambre forzando una carestía artificial de grano que, en lugar de destinarlo a la población, debía enviarse al extranjero como medio de pago.
Se trataba de que la población hambrienta se amotinara, de provocar desórdenes contra el gobierno soviético, obligarle a recurrir a la represión.
Starikov apunta que las presiones del imperialismo coinciden con la gran crisis capitalista de 1929 y contribuyeron a agravarla, es decir, que la URSS no fue el único país perjudicado por la política imperialista.
No obstante, el embargo comercial no fue más que una de las causas de las hambrunas de aquella época. Hay otras que, en cualquier caso, demuestran que no se trató de una política deliberada del gobierno soviético contra Ucrania, que puso todo su empeño en impedirla y luego en paliar sus efectos.
No obstante, la propaganda fascista afirma que la causa de dicha hambruna radicó en la colectivización “forzosa” del campo en 1929. Es todo lo contrario: la colectivización se aprueba precisamente para erradicar de manera definitiva el hambre entre la población rural.
Se puede añadir, además, que la colectivización fue un pleno éxito del gobierno soviético y que a partir de entonces los ciclos de hambre se acabaron en la URSS para siempre, a diferencia de los países capitalistas, donde han seguido hasta hoy.
El hambre de 1932-1933, que no fue exclusivamente ucraniana, fue la última que conoció la URSS.
Durante la guerra fría se calificó como “Holodomor” para equipararla al “Holocausto” de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y equiparar a Stalin con Hitler.
Hoy es un tema de moda en todo el este de Europa, un asunto recurrente, como la matanza de Katyn, que el gobierno ucraniano recuerda cada cierto tiempo para demostrar que rusos y ucranianos siempre han mantenido pésimas relaciones mutuas.
En un libro publicado en 2009, titulado “Crisis: ¿cómo se organizó?”, el economista ruso Nikolai Starikov le ha dado la vuelta haciendo un paralelismo con otro asunto de actualidad, recordando el bloqueo económico y las sanciones de las potencias imperialistas contra la URSS a finales de los años veinte. Starikov afirma, además, que entonces y ahora el bloqueo contra la URSS, lo mismo que contra Rusia hoy, se volvió contra los propios países capitalistas, siendo uno de los factores que agravaron la crisis del 1929.
La situación económica en los primeros años de la URSS estuvieron marcados por la Primera Guerra Mundial y la posterior guerra civil. Los soviets tuvieron que reconstruir un devastado y no cabe duda que fueron años muy difíciles y que la responsabilidad de ellos recae sobre los imperialistas, única y exclusivamente.
Para mejorar las condiciones de vida de las masas, el Estado soviético se propuso reconstruir su industria y modernizar su agricultura. Se iniciaron los planes quinquenales, que tuvieron dos fases. La primera fue la construcción de nuevas instalaciones industriales. La segunda, aumentar la producción agrícola mediante la introducción de maquinaria agrícola.
Con la exportación de una parte de la producción agrícola, el Estado trató de importar nuevos equipos y maquinaria agrícola, dice Starikov, y ahí fue donde los imperialistas trataron de presionar a la URSS.
Justificándose con que los bolcheviques se negaron al pago de las deudas de la autocracia zarista, en 1925 impusieron un bloqueo del oro, de manera que no aceptaban que la URSS pagara con dicho metal. Exigieron una permuta de la maquinaria industrial a cambio de madera, petróleo y cereales.
Además, desde 1930 los imperialistas impusieron un embargo sobre el comercio con la URSS, negándose a exportar nada hacia el país soviético, especialmente grano.
Las presiones económicas del imperialismo aparecieron en el preciso momento en el que el gobierno soviético trataba de poner en marcha los planes quinquenales.
Desde finales del siglo XIX la Rusia zarista había padecido repetidas hambrunas y tras la Primera Guerra Mundial la superficie sembrada se redujo significativamente.
Al comienzo de la Revolución socialista, en los años veinte, no sólo Ucrania padeció un hambre crónica sino también Rusia y los demás países que formaban parte de la URSS. Las hambrunas se reproducían cada dos o cuatro años, dependiendo de las regiones afectadas.
Grover Furr cita al profesor Mark B. Tauger como experto en las hambrunas de la historia. Las mismas eran consecuencia de varios factores, como el atraso de la agricultura rusa, las catástrofes naturales o los efectos a largo plazo de las sucesivas guerras que asolaron al país.
Entonces Starikov pregunta: sabiendo los imperialistas los problemas que estaba padeciendo el gobierno soviético para alimentar a la población, ¿por qué exigieron que las importaciones fueran pagadas en grano y no con oro?
La respuesta es obvia: los imperialistas querían agravar el problema del hambre forzando una carestía artificial de grano que, en lugar de destinarlo a la población, debía enviarse al extranjero como medio de pago.
Se trataba de que la población hambrienta se amotinara, de provocar desórdenes contra el gobierno soviético, obligarle a recurrir a la represión.
Starikov apunta que las presiones del imperialismo coinciden con la gran crisis capitalista de 1929 y contribuyeron a agravarla, es decir, que la URSS no fue el único país perjudicado por la política imperialista.
No obstante, el embargo comercial no fue más que una de las causas de las hambrunas de aquella época. Hay otras que, en cualquier caso, demuestran que no se trató de una política deliberada del gobierno soviético contra Ucrania, que puso todo su empeño en impedirla y luego en paliar sus efectos.
No obstante, la propaganda fascista afirma que la causa de dicha hambruna radicó en la colectivización “forzosa” del campo en 1929. Es todo lo contrario: la colectivización se aprueba precisamente para erradicar de manera definitiva el hambre entre la población rural.
Se puede añadir, además, que la colectivización fue un pleno éxito del gobierno soviético y que a partir de entonces los ciclos de hambre se acabaron en la URSS para siempre, a diferencia de los países capitalistas, donde han seguido hasta hoy.
El hambre de 1932-1933, que no fue exclusivamente ucraniana, fue la última que conoció la URSS.
Fuente: http://sputniknews.com/russia/20151112/1029956744/holodomor-hoax-ussr-ukraine-starikov.html