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Un pintoresco debate sobre la lucha armada en Francia

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Juan Manuel Olarieta

En Francia la lucha armada es algo cotidiano, más de lo que cabría esperar si uno es capaz de ir más allá de las noticias que se publican y lee también las que se esconden debajo del felpudo. Por ejemplo, una entrada de la Wikipedia francesa dice (*) que los disturbios callejeros en Francia son corrientes desde comienzos de los años setenta.

Casi cada día los autónomos queman los cajeros automáticos de los bancos de manera metódica. “Desde 1995 la quema de vehículos se ha convertido en una especie de 'rito' de Año Nuevo en ciertas ciudades francesas”, dice la Wikipedia.

No se trata de que se quemen media docena de vehículos, sino de varios miles de ellos. Tampoco es cosa de los excesos de una noche de fiesta; a veces los disturbios, como en Toulouse, se prolongan durante varios días y van acompañados de barricadas y enfrentamientos con la policía.

En París los antidisturbios ya no pueden patrullar las calles de los barrios por la noche; lo dejan para los helicópteros, decía el diario Le Monde en 2008. Ahora los han sustituido por drones. “Uno tiene la impresión de vivir una guerra civil en los barrios”, decía el periódico.

No obstante, a diferencia de España, allá se puede hablar de algo así sin miedo a que a uno le metan en la cárcel, por lo que se puede leer una gama de tonterías mucho más variada que aquí, que van desde el desprecio al “lumpen” hasta la apología de la guerrilla urbana.

Es lo que ha ocurrido con los recientes ataques de los obreros de Air France en huelga a los miembros de la patronal. A un diputado del Partido de la Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, no se le ocurrió otra cosa que jalear la violencia de los trabajadores, algo que aquí sería impensable, sobre todo procediendo de un partido que se califica a sí mismo como “eco-socialista”.

Haciendo gala de izquierdismo, Mélenchon pedía más madera a los trabajadores. Para situarnos en la fauna parlamentaria gala, Mélanchon es un antiguo trotskista que pasó al Partido Socialista y luego encabezó el nuevo Partido de la Izquierda, una imitación del Die Linke alemán.

Un colega suyo, Julien Dray, otro parlamentario que comparte con él mucho recorrido político, se asustó y dijo lo siguiente en una entrevista en Canal+ sobre la famosa “espiral” de la violencia:

“Cuando uno comienza a arrancarse la camisa, después pasa a dar palos. Tras dar palos se secuestra y se ejecuta. Lo que él [Mélenchon] cuenta ya ha pasado en la historia.

Para todas las generaciones que están ahí y que aplauden, es un debate que ya hemos tenido: en 1970-71, la extrema izquierda se planteó la cuestión de la violencia. Y en Italia, por ejemplo, basculó hacia el terrorismo”
.

En efecto, es una debate que ambos ya habían tenido, porque Dray proviene de las mismas cloacas trotkistas y socialdemócratas de Mélenchon, en las que ambos compartieron mesa y mantel. Pero no fue el debate sino el sabotaje violento de un mitin del desaparecido partido fascista Ordre Nouveau, en compañía de los maoístas del PCMLF, el que condujo a la ilegalización de la Liga Comunista francesa en 1973.

Dray advierte que la lucha armada es algo con lo que no se debe jugar. Mejor no abrir la caja de Pandora. Mejor no hablar siquiera de ello. Cuidado.

Llamémoslo como queramos: lucha armada, guerrilla urbana, motines, disturbios, sabotajes, terrorismo... En Francia nada de eso existe porque alguna organización especialmente radicalizada haya realizado un llamamiento a las armas. Se equivocan, pues, quienes creen lo contrario y hacen depender la lucha armada de tales o cuales siglas.

No hay huelgas porque haya sindicatos, sino al revés. Tampoco hay lucha armada porque haya organizaciones que la propugnen, sino al revés. A ver si nos vamos enterando...

(*)  https://fr.wikipedia.org/wiki/%C3%89meutes_urbaines_fran%C3%A7aises

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