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Channel: La lucha es el único camino
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En toda Europa los nazis ocupan el sitio que les corresponde

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Los hipócritas se rasgan las vestiduras. En Europa sorprende la proliferación de organizaciones nazis por todas partes. Por ejemplo, en Ucrania. Para empezar, las llaman neonazis, como si efectivamente fueran nuevas y hubieran resurgido después de desaparecer. Dicen que en toda Europa -pero especialmente en el este- el fascismo está en auge... Otra vez.

Cuando se refieren a los neonazis no aluden al Estado sino a una constelación difusa de grupúsculos, como si fuera posible diferenciar ambas cosas: el Estado burgués, por un lado, y los movimientos nazis, por el otro. Esto demuestra que alguien no ha entendido la historia del III Reich desde 1922 y no puede, por ello, explicar cómo fue posible que un burdo sicario como Hitler llegara a las más altas cumbres de la Cancillería.

Naturalmente que cuando algo no se explica, resulta sorprendente, como si fuera un milagro. La resurrección de los muertos no existe. El fascismo tampoco resucita. Si los nazis habían sido derrotados en 1945, ¿por qué reaparecen?, ¿por qué la jauría nazi vuelve a acaparar los titulares de los medios?

Cuando vemos que los perros andan sueltos tenemos todo el derecho a preguntar: ¿dónde están los dueños?, ¿por qué todos hablan de los perros y nadie habla de sus dueños? ¿Están tratando de desviar la atención?

Por supuesto, es igualmente claro que la relación de los nazis -y del fascismo en general- con el imperialismo -y específicamente con el imperialismo estadounidense- está ausente por completo. Por ejemplo, ya nadie se acuerda de la Ruta de las Ratas, la Operación Paperclip o Gladio. Tampoco de la masacre de Piazza Fontana en Milán en 1969, cuando una bomba asesinó a 17 personas, un crimen cometido al alimón por los fascistas, la OTAN y el propio Estado. Pero, ¿no había sido derrotado el fascismo en Italia?

Seamos claros: no es posible explicar absolutamente nada de lo que está pasando en Europa porque los ingredientes más básicos de esta situación se están ocultando, y eso no es ninguna casualidad.

Seamos más claros todavía: nos estamos dejando engañar por todos esos papanatas domesticados que relacionan al fascismo con el pasado, con el brazo en alto, la cruz gamada o la svástica, es decir, con los símbolos y no con lo que ya nos advirtió la Internacional Comunista y de lo que no queremos hacer ningún caso porque -faltaba más- los comunistas estaban equivocados, para variar.

Para referirse a esta maraña de confusión en la que nos enredan, la Internacional Comunista acuñó el término "socialfascismo", que son todos esos hipócritas como Beiras que -cada vez más- tienen al fascismo en la boca, al que identifican con el PP, por ejemplo. Para escapar del fascismo hay que dejar de votar al PP y hay que votar... ¿A quién? No importa, a quien sea. Por ejemplo a Beiras. El caso es votar.

El fascismo resultaría imposible sin esos monaguillos, como Pablo Iglesias, que le lavan la cara, tanto a Suárez, el audaz piloto de la transición, como a Zapatero, un referente progresista mundial y alternativo a Estados Unidos... por más que instalara el escudo antimisiles en Rota. El fascismo necesita del socialfascismo, de pintamonas, demagogos y trepas de esa calaña. El socialfascismo, decía la III Internacional, es el brazo izquierdo del fascismo, lo cual a algunos les parece una disculpa: están en el costado izquierdo.

Pero lo que más está sorprendiendo es que haya nazis -y que haya tantos nazis además- en los países del este de Europa. No debería ser tan sorprendente: la mayor parte de los criminales de la Waffen SS no eran alemanes, sino de esos países. Desde la caída de la URSS las SS desfilan por Riga cada año. Entonces, ¿no sirvieron para nada la II Guerra Mundial ni el socialismo? La URSS y los demás países del este de Europa sólo habían tendido un velo por encima de algo que seguía subsistiendo, alimentado por el imperialismo estadounidense, lo mismo que en occidente.

Una vez desmantelada la URSS empezamos a entender algo, tenemos una dimensión más precisa de lo que ocurrió y de la necesidad de recurrir a los métodos draconianos que se pusieron en funcionamiento en Moscú desde 1936, en Budapest en 1956 o en Praga en 1968. El que no quiera ver el paralelismo de esos sucesos con Ucrania es porque mira para otro lado. De cualquier manera no cabe olvidar que el fascismo no se erradica por decreto, ni basta tampoco el NKVD ni la Stasi, ni el gulag.

Es algo muy curioso. Ahora son muchos los que se quejan de que los Estados "democráticos" europeos no hacen nada frente al auge del fascismo, la persecución a los antifascistas, los gitanos o los emigrantes. Al respecto se nos ocurren dos reflexiones. La pimera es que si a pesar de la experiencia histórica un Estado no hace nada frente al fascismo es porque ese Estado no es tan democrático como dicen: promueve el auge del fascismo porque es fascista. La segunda es que no somos congruentes: nunca nos ha parecido bien que en los años treinta un Estado como la URSS hiciera frente al fascismo de una manera consecuente. A eso le llamamos dictadura; la democracia consiste en dejar las puertas abiertas al fascismo.

La lucha contra el fascismo es algo democrático que nosotros mismos debemos emprender ahora mismo. Sin tregua, sin concesiones. No lo dejemos para ningún Estado, ni siquiera para el más revolucionario. Y menos para el futuro porque el fascismo ya está aquí. Nunca se ha ido.

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