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China devalúa el yuan por tercer día consecutivo

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Después de 20 años con la tasa de cambio congelada respecto al dólar, esta mañana el Banco Popular de China ha vuelto a devaluar el yuan por tercer día consecutivo. En total, el yuan ha caído más de un 4 por ciento en 48 horas.

Esto significa que la crisis económica del gigante asiático es mucho más profunda de lo que se reconoce oficialmente y, por lo tanto, que la economía mundial pende de un hilo muy fino, especialmente los hidrocarburos y los mercados de materias primas, cuyo precio está cayendo. Las devaluaciones también han desatado un ciclo de inestabilidad en las bolsas mundiales, que ayer cayeron ostensiblemente.

El motivo anunciado oficialmente por el banco central es el estancamiento de las exportaciones y el comercio exterior, que son la locomotora que hasta la fecha ha impulsado la expansión del capitalismo en China. La denominada “fábrica del mundo” se está parando y hasta el momento el gobierno chino no ha encontrado la manera de impedirlo.

Ayer el Banco Popular aseguró que el ajuste del yuan se volvía fijar “de una vez por todas”, para dejarlo a la altura de la cotización real del mercado. Ese intento de dejar que sea el mercado quien fije la paridad de la moneda china ha sido saludada por las instituciones financieras del imperialismo, como el Fondo Monetario Internacional, pero el intento de relanzar la exportación de mercancías puede frenar la de capitales, por más que en noviembre el yuan logre formar parte de los Derechos Especiales de Giro.

Si la depreciación del yuan continúa como hasta ahora, se puede producir una importante fuga de capitales, además de un encarecimiento de las importaciones que incrementaría la pesada deuda en dólares que ya soportan las empresas chinas.

Pero, como es obvio, tres devaluaciones en tres días no son sólo consecuencia de la crisis económica interna de China, sino que forman parte de una “guerra de divisas” desencadenada por otras potencias imperialistas, como Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Esto es lo que explica que, de manera oficiosa, los dirigentes del banco central chino hablen de que “no tendrán piedad para devaluar su moneda”, lo cual contradice las explicaciones ofrecidas el martes a la prensa y le da un tono militar a una crisis que, hasta el momento, parecía exclusivamente económica.

Las exportaciones de mercancías chinas han caído bruscamente por dos motivos: el descenso de la demanda en los principales mercados mundiales (Estados Unidos, Japón y Europa) y su pérdida de competitividad frente a otros competidores, como Japón, Corea, Taiwan, Malasia, Tailandia e Indonesia, que desde 2010 han devaluado significativamente sus monedas frente al dólar, iniciando así la “guerra de divisas”.

La otra cara de la moneda -nunca mejor dicho- es la exportación de capitales. Aunque el yuan no integra los Derechos Especiales de Giro, ya es la forma de pago de casi un cuarta parte del comercio internacional y está en las reservas de divisas de muchos bancos centrales del mundo. Su devaluación puede tener consecuencias catastróficas para el capitalismo mundial, mucho mayores que la quiebra de Lehman Brothers en 2007.

A escala mundial el capitalismo se enfrenta a una crisis de superproducción de magnitud gigantesca para la que no hay ninguna otra salida que la guerra imperialista, por lo que la única alternativa es: o la revolución impide la guerra o la guerra desencadenará la revolución.


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