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La degeneración política del eco-pacifismo

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Tanto la apertura como la clausura de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, en Rusia, se celebraron sin que asistiera ni un solo Jefe de Estado o dirigente político occidental. Casi ni nos hemos enterado de las competiciones porque las televisiones las han boicoteado. Por eso el artículo de la vicepresidenta del Parlamento alemán Claudia Roth, dirigente de Los Verdes, en el diario Saarbrücker Zeitung no tiene que sorprender.

Roth critica duramente a su compatriota Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, por brindar con Putin en la inauguración de los Juegos Paralímpicos. Lo califica como "un acto inaceptable". El motivo es Ucrania. La dirigente verde considera que Bach y Putin "se burlaron de las víctimas de Maidan y de toda la gente en el mundo que está preocupada por la situación en Ucrania". Los Juegos Paralímpicos no se hubieran debido llevar a cabo "a 500 kilómetros de la frontera con Ucrania".

La eco-pacifista alemana recuerda, además, que ya en la clausura de los Juegos Olímpicos, Bach había homenajeado "desproporcionadamente" a Putin, mientras todos los demás le rechazaban. Lo que ocurre es que cuando Roth escribe "todos" se refiere sólo a los Jefes de Estado y personalidades occidentales, no a otros, como el Presidente chino y a las dos terceras partes del mundo que no está a este lado del hemisferio y que también pertenecen a este mundo.

En las condiciones del imperialismo es cada vez más difícil ser sólo un oportunista. Hay muy poco margen entre el eco-pacifismo y el militarismo más descarado. Los Verdes se consideraron a sí mismos como los auténticos herederos de mayo del 68 y durante muchos años explotaron aquella leyenda. Nacieron en Alemania en los ochenta de una izquierda pequeño burguesa rabiosilla, alternativa y anti-OTAN, aunque recientemente hasta el diario Le Temps de Ginebra criticaba sus posturas reaccionarias en el Estado de Baden-Würtemberg, donde desde hace dos años son el partido más votado y su programa no es otro que la reacción pura y dura.

A finales del pasado año se hablaba de una alianza de los eco-pacifistas con Merkel y la coalición conservadora CDU-CSU "para formar una mayoría alternativa". Aún no se ha firmado, pero no hay que desesperar. Los que siempre alardearon de constituir un movimiento social (apolítico) son capaces de cualquier cosa por un voto más en las urnas, un escaño más o un poco más de lo que sea.

En Frankfurt Los Verdes ya dirigen el ayuntamiento en coalición con "los negros" de Merkel. Pero hubiera bastado con la propuesta de alianza para que Los Verdes rompieran otro tabú. También en Alemania se están produciendo "revoluciones" de colorines. A los eco-pacifistas ya les llaman los kaki-verdes (por lo del uniforme nazi). ¿Qué ha acabado con la virginidad seudoecologista? Que Merkel ha ordenado el cierre de las centrales nucleares.

Algún día alguien tendrá que explicar lo que los seudoecologistas nunca van a explicar, el cierre de las centrales nucleares y sus verdaderos motivos, porque no han sido ellos los que lo ordenaron cuando estaban en el gobierno, sino precisamente "los negros".

En los países imperialistas más avanzados organizaciones como Los Verdes representan a esa costra social de intelectuales, profesionales, docentes y demás capataces de la burguesía que se encuentran siempre a mitad de camino de cualquier sitio, o sea, eso que estúpidamente llaman "la clase media". Dentro de poco volverán a celebrar los 50 años de mayo del 68 y nos recordarán a quienes presentan como sus "dirigentes", momias como Cohn-Bendit que han pasado del pacifismo a un atlantismo feroz, a la justificación de las guerras y las peores agresiones de la OTAN.

Es difícil acabar con el fetichismo político. A pesar de todas las traiciones siempre habrá ingenuos que crean que un partido político es lo que él mismo dice de sí, o lo que dice su programa, o sus emblemas. En su novela "Por quién doblan las campanas" Hemingway incluye el siguiente diálogo:

– ¿Hay muchos fascistas en tu país?
– Hay muchos que lo son y no lo saben. Pero se darán cuenta en cuanto llegue el momento


El hábito no hace al monje, ni siquiera cuando es de color verde. Hay que tener cuidado con los modernos y pos-modernos, los ambiguos, los flexibles y todos esos que dicen exactamente lo que su auditorio quiere escuchar. Digan lo que digan son kakis; por eso hay que ponerles verdes.

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