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¡Camarero: una ración de 'comillas'!

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Nicolás Bianchi

Me pasa que a las rimbombantes palabras las tengo que entrecomillar y, a diferencia de quienes se llenan la boca con, por ejemplo, el concepto "democracia" sin que sufran empacho, a mí me dan arcadas. Si escribo "democracia" (en cursiva), la tengo que entrecomillar, vean: "democracia". Y ello, por supuesto, porque no creo que en el Reino de España exista una democracia (como Dios manda, iba a decir, lo que son, qué cosa, los reflejos condicionados de Pavlov) a no ser que seamos "nominalistas" y creamos en la magia de las palabras, en su poder taumatúrgico, es decir, que sólo con nombrarlas o enumerar una serie de libertades formales ya cobran vida propia y adquieren consistencia como el muñeco al ventrílocuo. Una suerte de "fiat lux" y la luz se hizo así nomás.

Decía el cronopio Julio Cortázar (como apellido vasco no le pondremos tilde en la primera "a", aunque el puto corrector ya la ha puesto por su cuenta) que las palabras pueden llegar a cansarse y a enfermarse, como los hombres y los caballos (y las revoluciones, como la cubana, según oí, creo, a uno de PODEMOS, y es que no somos nada así van cayendo las hojas del calendario, oye). Hay palabras que, a fuer de ser repetidas y mal empleadas, terminan por fatigarse. Y agotarse. Palabras-cumbre como libertad, dignidad, derechos humanos, pueblo, justicia o democracia se ven atacadas por este virus que a mí me obliga, según quién las pronuncie, a entrecomillarlas para protegerlas. Digo libertad, digo democracia, y súbito, presto, si no les pongo comillas, casi como quien pone los cuernos, siento que las pronuncio maquinalmente y, lo que es peor, quienes me leen, de haber alguno, corren el riesgo involuntario de asimilarlas como un estereotipo, como un cliché vacío de contenido. No es ya que padezcan desgaste o erosión, sino que, en efecto, los cuatreros de plusvalía y sus lacayos nos hurtan hasta las nobles palabras y su significado. Y ello con avaricia. Con glotonería. Ni las ningunean ni son anoréxicos, al revés: las expectoran a cada rato así nomás les pidas la hora. Al monopolio de la violencia (del Estado), que decía Max Weber, le agregan el monopolio del verbo y hasta del Logos, que es lo mismo, pero suena más bíblico (del apocalíptico evangelista San Juan, supongo que fumao).

Mostraré ahora otra impostura. Me valdré de Antonio García-Trevijano, republicano unionista, quien sostiene que la deslealtad ha sido el motor de la llamada Transición española. Empezando por el Rey (Juan Carlos, no el de ahora, que no ha tenido que jurar nada), que fue desleal primero a su padre y luego a los Principios del Movimiento Nacional, que se decía, y juró. Lo fue el recién extinto Adolfo Suárez a la Falange. Fraga a su credo franquista. Felipe González a sus postulados socialistas (tiene el lector mi venia para descojonarse a modo). Y Carrillo al ideario comunista.

A los intelectuales y artistas no los toquemos, que están inspirándose. Como puede verse, todo un rosario de traiciones a cambio del medro y la posición, por descontado. Como decían los milicos argentinos, con cruel ironía, nosotros somos "derechos" y "humanos".

Quienes todavía se mantienen en pie y no de rodillas son los proscritos que aún creen en las grandes y hermosas palabras y les restituyen su auténtico significado. Algo más que un metarrelato. Palabras y conceptos que hacen detener el viento.

Las ilusiones del sueño biotecnológico

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Juan Manuel Olarieta

Un estudiante de biotecnología responde al artículo sobre los transgénicos afirmando, entre otras cosas, que yo he recurrido a la manipulación, aunque no dice en dónde está la misma, quizá porque opina que todo el artículo no es más que una manipulación. Naturalmente que por mi parte sostengo que no he manipulado ni una sola línea, y voy mucho más allá: como vivimos en un mundo de manipulaciones, bajo ninguna circunstancia el lector debe aceptar la más mínima manipulación y, por consiguiente, si alguien advierte una manipulación en cualquier autor o cualquier medio, debe denunciarlo pública y claramente como tal. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

El estudiante ha leído con demasiada precipitación el artículo, pues dice que yo no he demostrado "con seguridad" que los alimentos transgénicos sean nocivos. Naturalmente: no puedo demostrar algo que no he dicho porque no constituía el objeto del artículo. Lo que sucede es que, como buen estudiante de biotecnología, él quiere llevar la polémica a ese terreno. No se preocupe: habrá ocasión para ello, pero no por ahora.

Luego dice que le hubiera gustado que yo hubiera incluido más referencias, pero es que no he incluido ninguna y lo he dicho desde el principio: "No voy a citar fuentes científicas ni no-científicas", entre otras razones porque tampoco era ese el objeto del artículo.

Su réplica acoge varios tópicos erróneos, propios de la (de)formación científica que imponen las universidades, como una supuesta necesidad que surgirá en el futuro de mejorar las técnicas de cultivo en el socialismo para cubrir las necesidades alimenticias de la población. Pues bien, en todo el mundo la deficiente alimentación es consecuencia única y exclusivamente de algo que no enseñan en las facultades de agrónomos, ni en las de biotecnología: el capitalismo. Por consiguiente, el remedio no es técnico (agrario, químico o biotecnológico) sino económico, político y social. En este punto la respuesta realmente científica no la han hallado las universidades sino el movimiento obrero, que desde hace 150 años lleva exigiendo el socialismo frente al hambre y la desnutrición de los explotados (que son los que la padecen, no lo olvidemos).

En el asunto de los transgénicos, lo mismo que en otras polémicas políticas disfrazadas de ciencia, mi interés primordial no está ni en las consecuencias ecológicas, ni en las sanitarias, sino en otros aspectos que el autor de la respuesta deja apuntadas de pasada porque las da por buenas, y para mi no lo son. Como ambas me parecen muy importantes porque conciernen a la esencia misma del marxismo (y por lo tanto de la ciencia), aprovecharé la oportunidad para exponer otra vez mi punto de vista.

A diferencia de la ideología burguesa, el marxismo enseña a adoptar siempre dos actitudes sin las cuales no hay manera de avanzar en ningún terreno, ni político, ni económico, ni social, ni cultural. Las dos actitudes son infantiles y absolutamente científicas. Por lo demás, son más viejas que la tos, por más que estén empeñados en que las olvidemos.

La primera es que, como dijo Engels, la esencia del marxismo consiste en preguntar siempre por qué cansinamente, igual que los niños. En general a todas las ciencias, tal y como se explican hoy en las universidades españolas, en general, hay que reprocharles lo que Marx decía de la teoría economica burguesa: que "parte de aquello que debía explicar"(1). Por su posición de clase en la sociedad a la burguesía sólo le interesa el cómo; a nosotros, además de eso, nos interesan las razones últimas de todo, y si no las conocemos no paramos hasta que las encontramos.

Hay quien se conforma pasivamente con lo que le dan, por ejemplo, con las explicaciones de un profesor de biotecnología o con lo que dice un manual de la asignatura. Los marxistas procedemos de otra manera: buscamos, indagamos y preguntamos. Eso es exactamente lo que significa la palabra "investigar" que es la esencia de la ciencia y que exige una actitud activa, iniciativa propia. También se le llama "profundizar" en lo que ocurre y luchar contra los argumentos superficiales que, como decía Descartes, no son más verdaderos que "las ilusiones de mis sueños" (2).

La segunda actitud científica es la negación: lo mismo que los niños, los marxistas decimos que no cuando la mayoría claudica y dice que sí. Pero no sólo los marxistas: la negación es un principio dialéctico que forma parte del método científico desde hace muchos siglos. Basta leer lo que decía Francis Bacon en 1600, que a algunos les recordará sorprendentemente a Engels: "Todo lo que puede nuestra inteligencia, se reduce a proceder primeramente por negaciones y llegar en último término a las afirmaciones, hechas previamente todas las exclusiones necesarias"(3).

La actitud de negación (crítica o antítesis) es aún más importante que la de preguntar, porque si los marxistras nos hacemos preguntas que otros no se hacen es porque no admitimos (o sospechamos) que las respuestas que nos ofrecen no son solventes. Nosotros (y los científicos de verdad) somos inconformistas: no tenemos por demostradas esas "ilusiones de los sueños" que a otros les bastan y sobran.

No voy a entrar aquí en una teoría de la demostración científica. Lo que sí voy a apuntar es algo que me está pareciendo cada vez más importante en los debates: que toda demostración exige lo que los juristas llaman "la carga de la prueba". ¿Quién es el que tiene que demostrar? No me refiero a la persona sino a la tesis: ¿qué es lo que hay que demostrar? Cuando pedimos a alguien que nos demuestre algo es porque no estamos de acuerdo con lo que está afirmando. En caso contrario no se lo exigiríamos. Por lo tanto, el que pide una demostración ya tiene tomada una posición al respecto, aunque no se aperciba de ello.

Las demostraciones no son simétricas en ninguna ciencia. No es lo mismo demostrar una tesis que una antítesis o tesis contraria, lo cual tiene múltiples aspectos, pero si hablamos de la salud de los explotados pondré como ejemplo lo que los nutricionistas llaman "principio de precaución": con la salud de las personas no se debería jugar. Antes de aprobar un alimento que se va a consumir en masa es necesario tener cuidado. Por lo tanto, lo que hay que demostrar no es si los transgénicos son perjudiciales sino lo contrario. Por lo tanto, quien debe demostrarlo es el fabricante, no el consumidor.

Las demostraciones no son simétricas porque un monopolio, por pequeño que sea, tiene muchas más posibilidades que yo de demostrar cualquier cosa. Nadie debería admitir (y menos en nombre de la ciencia) que por enésima vez los que tienen la sartén por el mango le den la vuelta a la tortilla para imponer a los demás la prueba de algo que sólo ellos deberían demostrar, como exige el estudiante, "con seguridad". ¿Por qué nadie exige a los monopolios que demuestren que lo que nos venden como exquisita liebre de campo no es, en realidad, más que un gato callejero?

Como quienes tienen la sartén por el mango plantean el debate al revés (para eso manejan la sartén) y dado que se niegan en rotundo a etiquetar sus transgénicos, es decir, dado que me están engañando, estoy con la mosca detrás de la oreja, empiezo a hacer preguntas y a decir que no. Para que me convenzan de lo contrario los monopolistas deberán empezar por dejar de darme gato por liebre.

No es sólo un problema de transparencia o etiquetado. La ocultación demuestra que hay gato encerrado no sólo con lo que nos venden en el supermercado sino con los terrenos que se cultivan con semillas transgénicas. No tengo por qué consumir un salmón transgénico como si fuera natural, pero si tengo una huerta tampoco tengo por qué admitir que los cultivos transgénicos del vecino contaminen los míos.

La desconfianza se puede multiplicar tanto como uno quiera, pero especialmente cuando el objetivo de una empresa capitalista no es mi salud sino su propio lucro, es decir, que gana dinero a mi costa y, además, no me cuenta (toda) la verdad.

Mi mosqueo no para de crecer en todos y cada uno de los aspectos que observo: ¿por qué las revistas "de referencia" como Nature o Science no publican artículos científicos en contra de los transgénicos?, ¿acaso no existen o los censuran?, ¿no hay polémica?, ¿no valen para nada los experimentos rusos?, ¿saben más los científicos estadounidenses que los rusos? La prohibición de los transgénicos por parte de Rusia, ¿es infundada?, ¿es arbitraria? Así lo ha sostenido una estúpida página web de esas que defienden a la "ciencia" de todos los peligros habidos y por haber, al tiempo que critican las "atrocidades" del castrismo en Cuba (4). Todo lo que no está conforme con ellos no es ciencia. La ciencia son ellos.

Pero no es sólo Rusia. También Suiza ha impuesto una moratoria sobre los transgénicos (5) y recientemente el ejército nigeriano y el chino los han prohibido en el rancho de sus tropas, e incluso en el aceite de cocina (6). ¿Eso no demuestra nada? La pregunta no debe dirigirse sólo sobre los motivos de esa prohibición sino también sobre lo siguiente: es evidente que a esos Estados les importa un bledo la salud de sus ciudadanos. En cambio sí se preocupan por sus ejércitos, y para evitar que sean diezmados por la comida, o sea, para salvaguardar su poderío militar, prohiben los transgénicos en la alimentación de los soldados. De ahí yo deduzco lo siguiente: si se preocuparan por los civiles lo mismo que por los militares, la prohibición se generalizaría.

El enésimo engaño es que la mayor parte de las revistas especializadas están aparentando que en la ciencia no hay una polémica sobre los transgénicos (ni sobre nada), lo cual es falso. Por lo tanto, pregunto: ¿quién es realmente el que manipula?, ¿acaso no está poniendo el mundo al revés, quien puede hacerlo, es decir, quien tiene el poder para hacerlo y la desfachatez de acusar de manipulación al bando contrario?

No desviemos la atención ni nos engañemos con la ciencia: las semillas transgénicas de Monsanto suponen ya el 80 por ciento del maíz y el 93 por ciento de la soja cultivada en Estados Unidos y aspiran a alcanzar esa misma proporción en todo el mundo, o sea, a poner al mundo entero a sus pies. De eso (y no de otra cosa) hablaba mi "manipulador" artículo.

(1) Marx, Manuscritos: filosofía y economía, Madrid, 1968, pg.104.
(2) Descartes, Discurso del método, Barcelona, 1980, pg.120.
(3) Bacon, Novum Organum, Barcelona, 2002, pg.106.
(4) http://magufos.com/17842/por-que-rusia-se-opone-a-los-transgenicos
(5) http://vistoenlaweb.org/2012/09/28/suiza-se-suma-a-rusia-y-dice-no-a-los-transgenicos/
(6) http://fooddemocracynow.org/blog/2014/may/14/breaking_chinese_army_bans_all_GMO_grains_and_oil/

Los dos rostros antagónicos de internet

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Juan Manuel Olarieta

La informática, la era digital e internet tienen dos rostros opuestos, como todo en esta vida y como no podía ser de otra forma. Se pueden resumir diciendo que muestran la esencia misma de las contradicciones del capitalismo moderno en su etapa final, agónica. Por un lado, el imperialismo nos ha metido el ordenador en nuestras casas, nuestros trabajos, e incluso los que se van de vacaciones llevan un portátil o un móvil en la maleta junto a su pasaporte y sus chanclas. Los han introducido en nuestros trabajos y en nuestras vidas porque la informática, como todo conocimiento, no es inofensiva, sino todo lo contrario; tiene otro rostro, es un instrumento de control y dominación, cuando es (debería ser) un instrumento de liberación y de comunicación ente los seres humanos.

Aquí no hay nada nuevo que no sepamos pero, como decía Hegel, lo que es conocido es lo menos reconocido. Por lo tanto es bueno volver una y otra vez sobre lo que todos conocen y nadie reconoce: la técnica es otro de esos grandes mitos de la sociedad moderna. Está a la altura de Pegaso, el caballo volador, Jano, el hombre de dos cabezas, o Minotauro, el hombre con cabeza de toro. Las cosas no han cambiado nada. Hoy a los que adoran a los artilugios modernos de la técnica se les llama "geeks" y hay muchos, sobre todo en internet y los ordenadores.

Si hay algo en lo que hoy estamos profundamente equivocados es en nuestra concepción sobre el carácter instrumental de la técnica, como de cualquier otra máquina o artefacto. Las cosas no son buenas ni malas; depende del uso que cada cual le de. Ya se sabe: las cosas son independientes del uso, las cosas pueden tener muchos usos distintos, incluso opuestos, el uso es posterior al invento de las cosas... Es como si las cosas no se hubieran inventado para que tuvieran un uso determinado.

Pues bien, el capitalismo desarrolla la informática como una técnica de guerra y esclavización de la clase obrera y bajo su imperio no puede ser otra cosa diferente, de tal manera que cuando las masas lo convierten en su contrario, en una técnica de liberación, el capitalismo (y su Estado) trata de impedirlo por la fuerza bruta. Lo mismo que las sirenas son una unidad de contrarios (mitad mujer, mitad pez), la informática y toda la técnica que la rodea también forman una unidad de contrarios; tiene dos partes muy distintas y se trata de descubrir aquella que no conocemos.

A diferencia de ahora, en tiempos de Marx y Engels las personas apenas se comunicaban ente sí a distancia. Los medios más importantes eran la correspondencia escrita o las diligencias. Por lo tanto, la informática debería constituir un caso claro de la obsolescencia del marxismo, de su carácter trasnochado.

No obstante, si se lee el Capítulo 13 de El Capital (1) es imposible no darse cuenta de que los ordenadores demuestran a la perfección que Marx no sólo escribió para 1860, sino para 1960, para 2060 y para la posteridad. Es como si por sus escritos no hubiera pasado el tiempo; no han envejecido lo más mínimo.

Hoy no puede dejar de sorprender que, fiel a su estilo, el Capítulo que dedica a "Maquinaria y gran industria" empiece con un apartado que tiene que resultar sorprendente para unos ingenieros e informáticos acostumbrados a otro tipo de explicaciones: Marx empieza hablando del "Desarrollo histórico de las máquinas" y nos descubre que, como todo, no es que las máquinas tengan historia sino que forman parte de ella. Marx llega al punto de criticar a los matemáticos y a los "mecánicos"porque "no tienen en cuenta el elemento histórico" en su concepción de las máquinas.

Además, las máquinas son "un medio para la producción de plusvalía", lo cual tampoco aparece en los planes de estudio de ninguna facultad universitaria. La "ciencia" económica no habla de máquinas para nada porque cree que eso es cosa de los ingenieros. En esas facultades, lo mismo que en otras, no se habla de casi nada. En fin, un desastre cuyo origen surge del propio carácter ilusorio del mecanicismo, otra de esas concepciones (ideológicas) profundamente arraigadas y asociadas a la metafísica y al materalismo vulgar, o sea, a la vulgaridad que se presenta a sí misma como "ciencia"o ingeniería.

La explicación radica en un ejemplo bastante conocido de una cierta manera de proceder, que parece analítica y es puramente unilateral: si le das un martillazo a un teléfono móvil y lo rompes en mil pedazos, puedes comprobar lo que contiene, sus partes, como la pila, la tarjeta, la carcasa o la pantalla. ¿Dónde está ahí la plusvalía, la historia o las relaciones de producción? Por más que rompas el móvil en trozos más pequeños no los verás por ninguna parte, ni aunque los mires con un microscopio. Conclusión "científica": nada de eso existe, es un invento de los marxistas, que siempre ven cosas donde no las hay. La plusvalía no forma parte de un móvil. Es más: la plusvalía no existe. Marx y Engels estaban equivocados.

La plusvalía ni la vemos ni tampoco la oímos. Al mismo tiempo que escribo esto, escucho a través del ordenador la V Sinfonía de Beethoven y después de analizar cada uno de los bits de que se compone el archivo digital he llegado a la conclusión de que en las sinfonías tampoco existe un director de orquesta, ni una partitura. Mi conclusión "científica" es la misma: la música carece de partitura, ni de director de orquesta. Es mentira. También es mentira que la música, lo mismo que la maquinaria, tenga historia. La historia no existe. Las facultades de ingenieros de minas, no tienen una asignatura que se titule "historia de las minas", ni tampoco un manual dedicado a la explotación de los mineros. ¿Para qué? Los ingenieros aprenden lo que es una mina pero no saben lo que es un minero.

Cuando en la habitación de su casa alguien se sienta delante de su ordenador no puede entender que Marx escriba que la maquinaria "sólo funciona en manos del trabajo directamente socializado o colectivo". Si le quitas los tornillos al ordenador lo que ves es un disco duro, un teclado, un procesador, una placa base o una tarjeta de sonido. ¿Dónde está el carácter social de mi ordenador?

También dice Marx que una de las diferencias entre una herramienta y una máquina es que mientras en la primera el instrumento es una prolongación de la mano del hombre, en la segunda el hombre es una prolongación del instrumento. Por eso solemos decir que "nos sentamos al volante del coche". Pero los ingenieros no ven ninguna diferencia, ni aquí ni en muchas otras cosas. Por eso tenemos una concepción ludita de todas las máquinas e instrumentos que nos rodean: en las cosas no vemos ni oímos más que cosas. Lo demás son ganas de complicar (las cosas).

Pero al aprobar la "tasa Google" el Congreso de los Diputados nos acaba de sacar de nuestro estupor otra vez más. Nos vuelven a demostrar que en las máquinas, en internet y la informática hay hasta impuestos, una palabra derivada de imponer. Los ordenadores también muestran al fisco, al dinero, a la propiedad privada, a las sanguijuelas, al poder político y al capitalismo monopolista de Estado.

Desde 2006 se han ido creando partidos piratas que defienden derechos básicos que casi todos daban como ampliamente reconocidos y aceptados en nuestras sociedades civilizadas. Pero los piratas han aparecido precisamente porque esos derechos elementales han desaparecido. El asunto es mucho más serio de lo que parece porque lo que antes eran derechos el capitalismo los ha convertido en su contrario: en crímenes. Es lo mismo que escribía Marx hace 150 años: para expandir el capitalismo la burguesía desahució a los campesinos de sus tierras "a sangre y fuego" y cuando los campesinos volvieron a "okupar" luego las tierras que siempre habían sido suyas, les acusaron de ser "okupas", es decir, delincuentes. ¿Cuál es la solución al problema? Si hoy Marx pudiera acudir a un escrache llevaría una pancarta con la siguiente consigna: hay que desahuciar a los desahucidores, que es lo que propone en El Capital: expropiar a los expropiadores (2).

Cuando abro uno de los sitios piratas de internet me encuentro con un enlace que se titula "Amenazas legales" (3). No sólo vivimos en una sociedad que ha sido expropiada de sus derechos, sino que, además, los monopolios (Microsoft, Warner, Sega) se atreven a amenazarnos, no sólo a los piratas, o sea, a los que ponen la cultura a disposición de millones de seres humanos como jamás se había conocido en la historia, sino que me amenazan a mí porque me he descargado la V Sinfonía de Beethoven gratis. Nadie le ha preguntado a Beethoven si escribió aquella Sinfonía para que otros ganaran dinero con ella. ¿Quienes son realmente los piratas?, ¿qué pensaría Beethoven si le dijeran que 200 años después, en pleno siglo XXI, hay personas perseguidas y encarceladas por poner su música a disposición de las masas del mundo entero?

Las justificaciones que al respecto exponen los diputados, verdaderos sicarios de los monopolios, son parecidas a las que dan los ingenieros informáticos: defienden la cultura. Pero ocurre que a veces se les escapa algo que es un poco distinto: en realidad lo que defienden es la industria cultural, el "show bussines", es decir, que con la excusa de la cultura se trata de defender el capitalismo, la propiedad privada y el saqueo de todos y cada uno de los derechos de las personas.

Pero el mayor enemigo somos nosotros mismos, nuestra (de)formación cultural. En los conservatorios enseñan música, y nada más. A los estudiantes de arte les enseñan a pintar, y nada más. Nadie les ha explicado el capitalismo, es decir, que junto al pintor hay un marchante, es decir, un traficante de arte, alguien que hace del arte un negocio, que la historia de la música y la pintura es también la historia de los mecenas y de los patrocinadores a los que hoy se les llama "sponsors", o sea, los capitalistas que ponen el dinero para que vayamos a un concierto de Bisbal pero no vayamos nunca a uno de Valtonic, para que Bisbal vaya de gira y Valtonic vaya a la Audiencia Nacional.

La era digital, esta revolución moderna de las fuerzas productivas, confirma que el capitalismo carece ya de recorrido, ha llegado a su final y antes de caer fulminado se revuelve como una fiera herida de muerte.

(Este artículo no acababa así sino dando vivas a la piratería, pero las he borrado por si acaso. He consultado el Código Penal y los libros de jurisprudencia y aunque no parece que por el momento la exaltación de la piratería sea delito, no me fío de la fiscalía, por cierto, una institución que deriva del fisco. Es una laguna legal que Soraya Sáenz de Santamaría tiene que ponerse a rellenar rápidamente porque aún quedan cosas que no están prohibidas y eso es un peligro para la sociedad. También es intolerable que el partido pirata no haya sido ilegalizado todavía. ¿A qué esperan?, ¿Garzón se ha quedado sin relevo? Internet, o sea, la red, ¿es una palabra que deriva de redada? Si es así, ¿a qué espera la fiscalía de la Audiencia Nacional para ordenar la próxima redada contra las redes?)

(1) Marx, El Capital, tomo I, pgs.302 y stes.
(2) Idem, tomo I, pg.649
(3) The Pirate Bay, http://thepiratebay.se/legal

Reverencias versallescas

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Nicolás Bianchi

Lo raro, lo insólito, lo verdaderamente "espectacular", hubiera sido que "Pablo Iglesias", el rostro icónico de "Podemos", a la admonición de la lideresa Esperanza Aguirre que, cual señorita Rottenmeyer en una escuela de párvulos, le conminó a nuestro héroe a que repitiera con ella, como loro, que condenaba a la organización armada vasca ETA, hubiera respondido, nuestro campeón, en La Sexta, algo así como: "no solamente no condeno -que eso es cosa de curas y jueces y yo no lo soy- a los gudaris de (la) ETA, sino que la llamaré a usted  por su nombre: fascista". Algo inimaginable, ¿no es cierto? Algo impensable, ¿verdad? Y, sin embargo, yo lo imagino y lo pienso, ¿seré yo quién está fuera del mundo, de la realidad? ¿Serán las tertulias televisivas "la realidad", la verdad y la vida?

El líder de Podemos, antes de entrar él en la casta, denuncia "la casta" de manera, esto sí, versallesca. Con modales, con exquisiteces, con glamour, con buenrrollismo, con compadreo, con jijijajás, con "anchantés", que estamos entre "gentlemen". Todo muy civilizado.

Realmente estamos ante un fenómeno cuando delante le ponen morlacos de la extrema derecha o del "tea party" (o a Floriano, tanto monta) en los canales privados de la televisión, uno de Lara y otro de Berlusconi. Y no sabemos si de G.Soros. Como se las ponían a Fernando VII las carambolas en el billar: "a güevo". O a Franco los atunes cuando pescaba en el yate "Azor": con el anzuelo ya hincado en la boca del túnido. No sabemos qué ocurriría de situar enfrente de Iglesias a gente verdaderamente de izquierdas -que haberla, hayla-. Y no lo sabemos porque este montaje de "disidencia fabricada" no tiene previsto que eso ocurra, no está en el guión. Y no lo tiene previsto porque no quiere que otro gallo cante más que el kikirikí del penúltimo cacareador sin espolones que, como decía el filósofo (y músico) Theodor W. Adorno "OBEDECEN AL SISTEMA CON EL LENGUAJE DE LA REBELIÓN".

Este joven es el yerno ideal que toda suegra quisiera tener, a pesar de las "pintas". Educado, cortés, amable, voz cadenciosa, sin estridores y, sobre todo (lo que a la suegra le importa tres cojones si lleva un sueldo decente y mantiene a su hija), demócrata. Dirán de él -la caverna- que es de extrema izquierda, pero (riéndose por dentro y sabedor de que le hacen la campaña gratis con estos infundios) se "defenderá", aparentando estar muy ofendido, ahora sí lo exige el guión, diciendo que no, que lo que a él le define es ser un demócrata y como tal, "discutidor", porque a él lo que le priva, lo que le mola, lo que le pone, es discutir (pacíficamente y no como cuando en el siglo XIX español había diputados en Las Cortes que se retaban a duelo) las ideas "ad aeternum y ad nauseam "lo mismo en un set de televisión que en un reducido plató vallekano que en un chiringuito de Lavapiés tomando unas cañas con olivas amistosa y camaredilmente, que la vida es bella y son dos días, "carpe diem". Y es que la democracia es eso: discutir. Y discutir con quien sea -siempre respetando las ideas y sin gritar ni interrumpirse, versallescamente- menos... con los comunistas, digamos, de verdad, para entendernos, y no de boquilla ni de mentirijillas. Gentes del pleistoceno que no les conoce nadie ni salen en la tele salvo cuando son detenidos por "terroristas".

"Para mí será un honor tener un debate (como un show a la americana, esto es mío) con Esperanza Aguirre (la que siendo ministra de Cultura con Aznar dijo aquello que ni los geniales Faemino & Cansado superaría de que felicitaba el Premio Nobel de Literatura otorgado a la'escritora', agárrense, Sara Mago. Esto también es mío"), dice el nuevo valladar de la burguesía para retrasar lo más posible lo inevitable: la Revolución socialista que echará a todos, incluido este "constructo mediático" al museo de la historia.

Ese día, el día de la Revolución, veremos a estos campeones de Podemos, no felicitarse por ello, por lo que supuestamente luchaban, no, no, los veremos atacar a los revolucionarios reivindicando las "libertades" (burguesas) y hablando de las bondades del pluralismo (discutidor, elegante y versallesco), las elecciones (entre un ladrón u otro), la libertad de expresión (entre mentirosos), etc. O sea, de la democracia (burguesa) que, como la religión católica, es la única verdadera. Acabáramos.

Alemania se acerca a Rusia y se aleja de Estados Unidos

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Óscar Miguélez

El descubrimiento de dos espías dobles en el BND (centro alemán de inteligencia) ha levantado el tono de los ataques verbales contra de Estados Unidos por parte de los políticos y la prensa alemanes. Bajo la retórica propia de la diplomacia oficial, hay marejada de fondo. La escasa magnitud del asunto no justifica el nuevo lenguaje que empieza a aparecer entre los imperialistas alemanes.

El 28 de mayo el BfV (Oficina federal para la protección de la constitución) desenmascaraba a un joven espía de 31 años que proporcionaba información a la NSA a través de la embajada de Estados Unidos en Berlín a cambio de cantidades ridículas de dinero.

Uno de los espías no era precisamente el 007 de las películas de la guerra fría, las persecuciones trepidantes y las chicas de buen ver. A los espías les basta con tener buenas orejas, mientras que el agente doble alemán era un joven minusválido de 31 años con una discapacidad motora y de la palabra, que trabajaba en el BND en Pullach, cerca de Munich, dentro de un departamento anodino: "Área de intervención/Relaciones exteriores".

Según las informaciones de la prensa alemana contactó a finales de 2012 con Estados Unidos en la embajada de Berlín a través de correo electrónico ofreciendo sus servicios, seguramente porque con el sueldo no llegaba a fin de mes. Desde el inicio de su colaboración pasó unos 200 documentos secretos a cambio de 25.000 euros.

Inicialmente las informaciones de la prensa alemana dijeron que las filtraciones del espía se habían centrado en la obtención de información relativa a la comisión parlamentaria que investiga el espionaje de otros países (Estados Unidos) dentro de Alemania. Luego tuvieron que reconocer que era falso: sólo dos de los documentos entregados a la NSA pertencían a la comisión parlamentaria.

El "escándalo" de espionaje no era nada novedoso. Ni siquiera había tal escándalo. Lo realmente novedoso ha sido reacción política que le siguió, que alcanzó cotas extremadamente virulentas, desde luego inusuales cuando en Alemania se habla de un tema tabú desde la posguerra: las relaciones con Estados Unidos.

El escenario no se pudo seleccionar de mejor manera: inmediatamente antes de la recepción oficial del 4 de julio, la fiesta nacional estadounidense, el ministerio de Asuntos exteriores convocó al embajador estadounidense en Berlín John Emmerson para una "entrevista".

Angela Merkel realizó su declaración en Pekín durante un encuentro con Li Keqiang, el primer ministro de China, uno de los principales rivales de Estados Unidos en el escenario internacional. La canciller alemana acusó a Estados Unidos de "abuso de confianza" y calificó los hechos de "muy graves" porque estaban en contradicción con lo que ella entiende como "una cooperación basada en la confianza".

El presidente alemán, Joachim Gauck, que comenzó su carrera política como jefe de los archivos de la Stasi, siempre había guardado un silencio escrupuloso sobre el espionaje de la NSA hasta la fecha. Pero esta vez se pronunció abiertamente en la cadena de televisión ZDF sobre las acusaciones de espionaje dirigidas contra Estados Unidos. Si fueran fundadas, dijo, "entonces estamos jugando con la amistad, con una estrecha alianza". "Ya basta", concluyó.

Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, comentó el asunto mientras estaba de visita en Mongolia. Si las denuncias fueran ciertas, dijo, "no sería ninguna bagatela". Instó a Estados Unidos a "aclarar" el incidente tan rápido como sea posible, "por el propio interés de Estados Unidos".

A principios de julio Stefan Kornelius, redactor jefe de política internacional del diario Süddeutsche Zeitung, escribió: "Si se confirma que un servicio de inteligencia de Estados Unidos utiliza los servicios de un funcionario del BND como agente doble, Alemania y Estados Unidos entrarían en una crisis política de dimensiones desconocidas hasta el momento".

"Es así como se destruyen las alianzas", se lamentó Kornelius cuyo servilismo hacia Estados Unidos es bien conocido en Alemania. Para limitar el daño, hizo un llamamiento a Washington para "arrojar luz sobre las responsabilidades y las razones por las que un servicio de inteligencia amigo había sido infiltrado". Eso podría acarrear "consecuencias personales". ¿Personales?

Parece evidente que los imperialistas alemanes están rebotados, pero no hay proporción con otro tipo de "escándalos" anteriores, mucho más serios, que no merecieron reproches tan severos. El espía desenmascarado no era más que un peón, que son los primeros en ser sacrificados en el tablero. No desempeñaba ninguna función relevante dentro del BND, lo que se demuestra por su salario, muy modesto para lo que se acostumbra a pagar a los espías 007.

Muy poco antes de este "escándalo" el presidente del BND, Gerhard Schindler, defendía la cooperación de su institución con la NSA como algo indispensable. A su comentario le siguió inmediatamente la revelación de que entre 2004 y 2007 el BND había entregado a la NSA gran cantidad de información procedente de un centro de internet ubicado en Frankfurt. Si el BND y la NSA trabajan tan estrechamente, preguntaba un comentarista: ¿qué sentido tiene esta escalada verbal?

El agente doble no ha descubierto, pues, nada que no se supiera. Ante una comisión del Parlamento dos antiguos funcionarios de la NSA, Thomas Drake, y William Binney, ya habían testificado que los lazos entre los dos centros de espionaje eran tan estrechos que se podía calificar al BND como "un anexo de la NSA". Drake incluso acusó al BND de proporcionar datos a Estados Unidos para que llevara a cabo ataques con "vehículos aéreos no tripulados".

En comparación con las actividades de vigilancia destapadas por Snowden, este último caso de espionaje es más bien minúsculo. La NSA y otros centros de espionaje controlan a millones de personas de manera ilegal en Alemania, han llegado a colocar escuchas en los móviles de la canciller y registran todas las comunicaciones del gobierno alemán. Sin embargo, el gobierno de Merkel siempre ha minimizado los "escándalos".

Esta reacción alemana subida de tono tiene otro tipo de razones, que no están en el espionaje: indica un cambio de rumbo en la política exterior de Alemania. Desde que a finales del año pasado el actual gobierno asumió el poder, el ministro de Relaciones Exteriores Steinmeier, la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen y el presidente Joachim Gauck, están promoviendo lo que eufemísticamente la prensa califica como "un papel más activo de Alemania en el mundo" y, naturalmente, un resurgimiento del militarismo alemán.

El giro en la política ha conducido a un giro en los medios de comunicación alemanes, que han empezado a exigir que el gobierno alemán "ponga fin a su diplomacia dócil hacia Washington".

La evidente expansión del imperialismo alemán sólo puede conducir, inevitablemente, a conflictos de intereses económicos y geopolíticos con Estados Unidos y, finalente, a la ruptura. Es el momento oportuno. Estados Unidos se retira de Irak, lo que supone un debilitamiento de su presencia en todo el Oriente Medio. Alemania quiere tomar el relevo.

Alemania sigue atentamente el enfrentamiento cada vez más abierto de Estados Unidos con China, que es uno de los mercados exteriores más importantes de Alemania, además de un destino decisivo a sus exportaciones de capitales; unas 2.500 empresas alemanas tienen invertidos alrededor de 40.000 millones de euros en China.

El diario Bild Zeitung ha destapado un documento interno del Ministerio del Interior sobre "la preparación de contramedidas". Aparentemente, hasta la fecha, el espionaje alemán tenía órdenes de la cancillería de no espiar a los aliados de Alemania en la OTAN. Sin embargo, a partir de ahora, dice el Bild, el ministro del Interior Thomas de Maizière ha encargado al espionaje alemán la vigilancia de las comunicaciones de Estados unidos y otros "aliados", como Gran Bretaña y Francia.

La referencia a Francia es pura distracción, una cortina de humo. Dentro y fuera de Europa la alianza entre Alemania y Francia tiene un carácter estratégico.

Pero no se trata sólo de un viraje de las relaciones entre Alemania y Estados Unidos, sino de un acercamiento paralelo a Rusia. Los monopolistas alemanes, los capitanes de la industria, han rechazado expresamente los llamamientos de Estados Unidos para imponer sanciones económicas a Rusia como consecuencia de la situación en Ucrania, hasta el punto de que Alemania se ha tenido que enfrentar a la Unión Europea por este asunto, lo que ha dejado claro que el mantenimiento de la unidad europea es puramente formal y depende de la postura de cada país hacia Estados Unidos.

Eso es más que obvio en lo que respecta a los antiguos países de Europa oriental, especialmente Polonia, cuyas declaraciones son monocordes: mano dura contra Moscú. Lo mismo cabe decir de España. Sin embargo, en otros países de Europa la estela del imperialismo alemán es alargada. A finales de junio, el gobierno austriaco dio en Viena una calurosa bienvenida a Putin por la firma de un acuerdo para la finalización del gasoducto meridional, un proyecto que Estados Unidos está empeñado en sabotear. Italia, que acaba de asumir la presidencia de la UE, Francia y otros países también se oponen a una coalición contra Rusia.

El espionaje ha abierto la caja de Pandora, ha desencadenado un intenso debate que ha desbordado los reducidos círculos en los que este tipo de asuntos se desenvuelven habitualmente. Ya es cosa de la prensa. Bajo el título "La cuestión de la Alianza" la revista Der Spiegel publicó un artículo para analizar si era "conveniente" que Alemania se distanciara de Estados Unidos y comenzara a trabar una relación más estrecha con Rusia.

Para justificar un apoyo de los alemanes al giro en la política internacional del imperialismo alemán, Der Spiegel realiza una encuesta que indica que muchos alemanes se pronuncian a favor de una mayor independencia frente a Estados Unidos y una mejora de la cooperación con Rusia.

También es curiosa la manera que tiene Der Spiegel de justificar dicho giro: en los últimos años, dicen, "han sucedido muchas cosas: la guerra en Irak, Guantánamo, las actuaciones de los drones de la crisis financiera, la NSA y el miedo a Google".

El artículo aboga por un papel geopolítico más activo de Alemania, y añade: "La exigencia de una mayor responsabilidad de Alemania es unánime en el extranjero", y si es grave tomar partido, como con cualquier otra potencia dirigente, siempre hay que "pagar un precio". Naturalmente ese precio consiste en romper amarras con Estados Unidos: "Romper la alianza con Occidente no es una opción", concluye Der Spiegel, pero "Alemania podría hacerse más independiente de Estados Unidos".

Alemania "ha crecido en el curso de los últimos veinte años. No puede ocultarse detrás de otros. Por el contrario, Alemania puede guiar a Europa hacia un papel político independiente". Para Estados Unidos una Alemania así "tal vez no sea un socio fácil, pero al final será más un alivio que una amenaza".

Las crecientes contradicciones entre Alemania y Estados Unidos son consecuencia de la crisis del imperialismo, exacerban las tensiones y conflictos en todo el mundo y conducen a una nueva guerra imperialista.

Los bufones se divierten

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Nicolás Bianchi

No me proponía escribir sobre las declaraciones de Fernando Savater porque lo autorretratan, lo que algunos veteranos del Vietnam ya sabíamos. Que diga que se ha “divertido” con el “terrorismo” y que ello le ha “rejuvenecido” demuestra la morbidez de quien se recibe de catedrático de Ética y no un vulgar rastacuero. Lo pone fácil, pero no abusaré. Lo que no deja de sorprenderme es su erostratismo, es decir, su extrema soberbia que se figura prerrogativa impune diciendo en público lo que piensa en privado lo cual, en cierto modo, tiene su mérito. Savater no ha mentido, al margen de las náuseas. A lo sumo, calibrando los efectos de sus amorales declaraciones, ”matiza”. Pero jamás se arrepentirá o sufrirá comezón o culpa, sentimientos éstos, como diría su admirado Nietzsche (o Cioran), propios de “resentidos” y gente vil. Y S. A. Water no se “re-siente” sino que se siente por encima de cualquier avatar o vicisitud consustancial a los mortales. Descendió de su olimpo para enredarse en los prosaicos “asuntos humanos”, olvidando dedicarse a sus “libritos”, para concluir, lúdicamente, deportivamente, como quien ve desde la tribuna de Epsom el “Grand National” (carrera de caballos que le chifla), que se ha “divertido” y, encima, como Dorian Grey, ha “rejuvenecido”. El nene está contento. Y se ríe con esas fauces.

El micrófono se ha revelado un instrumento de doble filo, pues no es lo mismo que esté en “on” que en “off”. O que su usuario crea que esté “abierto” o “cerrado”. Puede jugarte malas pasadas. Le pasó a Rajoy cuando dijo (le pillaron) –pensando que el micro estaba cerrado y ya no se le oía– que ir al desfile militar era un “coñazo”. Algo que ya sospechábamos, pero cuya sinceridad se ve mediatizada por un artilugio como un simple micrófono. Igual que la diplomacia secreta del Antiguo Régimen donde no había micrófonos ni periodistas. Ni pueblo ni público. No es necesariamente así, por supuesto, pero es sintomático. El “off the reccord” es más real que lo dicho abiertamente. La “realidad” se construye y “lo real” se dice a puertas cerradas. Y sin micrófonos. Imagine el lector/a una rueda de prensa donde un líder habla ante una nube de micrófonos. Podrían estar todos apagados y no habría mayor transcendencia. Bastaría con que sólo uno estuviera abierto para que sucediera algo, pero sólo a condición de que nuestro lidercito la diera por concluida y pensara que también ese uno estuviera en off. Naturalmente, exagero, es posible... Zaplana dijo que “se metió en política” para “forrarse”, pensando que los micrófonos estaban mudos. Algo que a Savater le da igual. Como buen sofista, siempre le encontrará una salida a sus abundosidades. Y que me perdonen los sofistas griegos clásicos.

Finalizaré con una congoja que me atribula. ¿Qué va a pasar con toda la recua de “profesionales” masmediáticos “expertos en antiterrorismo” cuando esto se acabe? ¿Verán rebajados sus emolumentos? ¿Será sensible el Estado a su condición de víctimas de las víctimas de las víctimas? ¿Reclamarán sus “méritos” como abanderados de la lucha contra el terrorismo si se ven ninguneados? ¿Qué ocurrirá cuando la “industria del antiterrorismo” ese filón para tanto mercenario de la pluma y del micro, se termine? A Savater siempre le quedarán sus “libritos”.

¿Vas a convertirte en un bufón de esta Corte?

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Le Bret:

Si olvidases tu alma mosquetera, podrías conseguir gloria y fortuna...

Cyrano:

¿Y qué tendría que hacer? Buscar un protector, tomar un amo, y como una hiedra oscura que rodea un tronco lamiéndole la corteza, subir con astucia en vez de elevarme por la fuerza. ¡No, gracias!

¿Dedicar, como todos hacen, versos a los financieros? ¿Convertirme en bufón con la vil esperanza de ver nacer una sonrisa amable en los labios de un ministro? ¡No gracias!

¿Desayunar todos los días con un sapo? ¿Tener el vientre desgastado de arrastrarme y la piel de las rodillas sucias de tanto arrodillarme? ¿Hacer genuflexiones de agilidad dorsal? ¡No, gracias!

¿Tirar piedras con una mano y adular con la otra? ¿Procurarme ganancias a cambio de tener siempre preparado el incensario? ¡No, gracias!

¿Subir de amo en amo, convertirme en un hombrecillo y navegar por la vida con madrigales por remos y por velas, suspiros de amores viejos? ¡No, gracias!

¿Conseguir que Servy edite mis versos, pagando? ¡No, gracias!

¿Trabajar por hacerme un nombre con un soneto, y no hacer otros? ¡No, gracias!

¿Hacerme nombrar papa por los cónclaves de imbéciles de los mesones? ¡No, gracias! ¿No descubrir el talento más que a los torpes, ser vapuleado por las gacetas y repetir sin cesar: «¡Oh!, ¡a mí, a mí, que he sido elogiado por el Mercurio de Francia!»? ¡No, gracias!

¿Calcular, tener miedo, estar pálido, preferir hacer una visita antes que un poema, releer memoriales, hacerse presentar? ¡No, gracias! ¡No, gracias! ¡No, gracias!

Cantar, soñar, reír, caminar, estar solo, ser libre, saber que mis ojos ven bien, que mi voz vibra, ponerme al revés el sombrero cuando me plazca, batirme por sí o por un no, hacer versos... trabajar sin inquietarme la fortuna o la gloria, pensar en un viaje a la Luna, no escribir nunca nada que no nazca de mí mismo y contentarme, modestamente, con lo que salga; decirme: «Amigo mío, conténtate con flores, con frutos, o incluso con hojas, si en tu propio jardín las siembras y las recoges». Y si, por casualidad llegara al triunfo, no verme obligado a devolver nada al César; guardar el mérito para mí mismo, y desdeñar la parásita hiedra... O incluso, siendo encina o tilo, subir, subir... subir siempre solo, ¡aunque no alcance mucha altura!

Le Bret:


¡Completamente solo, de acuerdo; pero no contra todos! ¡Tienes la espantosa manía de sembrar enemigos por todas partes!

Cyrano:

He adquirido esa costumbre a fuerza de verte hacer amigos y reír con ellos en todas partes. Sabes de sobra que por detrás te insultan. Al pasar, casi nadie te saluda, y yo me digo con alegría: ¡un enemigo más!

Le Bret:

¡Que aberración!

Cyrano:

Sí, pero es mi vicio: desagradar me agrada. Me gusta que me odien. Amigo mío, ¡si supieras lo bien que se camina bajo la mirada de unos ojos excitados que intentan fulminarte! ¡Y cómo me divierten las manchas que sobre mi capa dejan la hiel de los envidiosos y la baba de los cobardes! La dulce amistad de tus amigos se parece a esos cuellos calados y flotantes de Italia, con los que el cuello se afemina y debilita; eso sí, son cómodos, aunque roban la expresión altiva, porque al no tener la frente ni sostén ni estorbo, la cabeza se cae en todos los sentidos. Para mí, en cambio, el odio es cada día como un cuello rizado que me obliga con su almidón a levantar la cabeza. Un enemigo más es un nuevo pliegue que me añade una molestia, pero también un rayo de luz, porque, según el refrán español, el odio es un dogal, y también una aureola.

(Edmond Rostand, Cyrano de Bergerac, acto segundo, escena VIII)

Fascismo y revisionismo

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Juan Manuel Olarieta

Una de las concepciones más extendidas entre los círculos que debaten sobre la naturaleza de este Estado es la de que España es un país democrático burgués, si bien aún permanecen restos o residuos del fascismo.

Desde luego que esto ya es un pequeño avance porque hasta hace muy poco tiempo nadie ponía en duda que España era un país democrático sin reservas, "con todas las de la ley". Por fin, algunos le empiezan a ver las orejas al lobo.

No obstante, ese avance les permite a los revisionistas seguir emboscados sin dar la cara. La teoría de los residuos parece que lo dice todo pero no dice nada o, mejor dicho, le sigue lavando la cara al fascismo.

La teoría de los residuos no es una concepión nueva, que haya surgido ayer mismo sino la marca de agua de todos los revisionistas españoles desde siempre. Nace como consecuencia de la degeneración del revisionismo en España. A Carrilo y a la dirección del PCE siempre le sirvió para justificar la claudicación y subsiguiente colaboración con el régimen de Franco.

Dicho con otras palabras, para que no quepan dudas: al menos desde finales de los años sesenta, o sea, antes de la muerte del criminal Franco, los revisionistas ya decían que España no era exactamente un país fascista, sino un híbrido, una mezcla de fascismo y democracia, por lo que era posible (y aún necesario) negociar con los "democratas" para que evolucionaran hacia la democracia.

A medida que los revisionistas negociaban más, o sea, claudicaban más, la composición química entre el fascismo y la democracia cambiaba sus porcentajes de pureza: España era cada vez menos fascista y más democrática. Así es como hemos llegado hasta el día de hoy. Por lo tanto, esta tesis residual siempre ha servido para:

a) lavar la cara al fascismo, al que casi se le puede calificar de democrático
b) justificar al revisionismo en su política colaboracionista porque la participación forma parte de la democracia

Los revisionistas explicaron su teoría de varias maneras diferentes, que no cambiaban la esencia del asunto. Un buen ejemplo es el libro de Carrillo en forma de entrevista con Regis Debray, publicado en francés en 1974 y en castellano al aña siguiente que reúne los ingredientes básicos de la teoría revisionista del fascismo con unas ínfulas típicas de esos dos mediocres que eran Carrillo y Debray, que se creían el oráculo de Delfos.

El punto de partida de Carrillo es tópico: el Estado (todos los Estados) han cambiado mucho desde los tiempos de Lenin, dice en términos pedantes, sin aclarar nada. En lo que a la España respecta, aseguraba también que el "aparato del Estado" ya no era el "aparato fascista del pasado. Con retoques casi podría convertirse en un Estado democrático burgués". Como ejemplo Carrillo decía que las torturas "se hacen menos habituales"(1).

Además de un ejemplo de lavado de cara, la tesis revisionista conducía sin disimulo a conclusiones políticas evidentes: ya antes de la muerte de Franco España era un país tan democrático que no necesitaba grandes cambios, sino sólo retoques, cambios cosméticos, que fueron la esencia de la transición. No hacía falta más.

Desde luego que pocas semanas después los hechos iban en dirección opuesta a las teorías revisionistas. El verano sangriento de aquel mismo año 1975 y los fusilamientos del 27 de setiembre obligaron a otro cambio cosmético, añadiendo apresuradamente al libro un breve "Prefacio" a la edición en castellano que al cabo de los años da vergüenza recordar.

Justo antes de las masacres de aquel fatídico verano, el PCE celebró su II Conferencia, cuyos documentos se publicaron muy poco después. En uno de ellos se podían leer cosas como ésta: "La zona de libertad conquistada por el movimiento obrero y por las amplias masas trabajadoras confiere ya a éste [al fascismo] unas características muy diferentes de la imagen clásica de un país fascista"(2).

A muchos ese tipo de concepciones sobre la necesidad de conquistar "zonas de libertad" o "parcelas de contrapoder popular" dentro del "sistema" les sonarán como plenamente actuales y modernas, pero está en la boca de los reformistas desde hace mucho tiempo. No obstante, nunca ha habido nada de eso y si no lo ha habido antes es muy posible que no lo haya nunca.

Hacia 1975 ya había grupos que habían roto con el PCE, por lo que se puede (y se debe) analizar si esa ruptura era sólo organizativa o realmente habían roto con el revisionismo y sus concepciones liquidacionistas. Por ejemplo, a finales de los sesenta, como consecuencia de la Primavera de Praga, bajo la dirección de Enrique Líster, Eduado García y otros, un grupo de militantes del PCE se escindieron para crear otro partido. En 1971 empezaron a publicar una revista llamada "Nuestra Bandera" con los documentos preparatorios del VIII Congreso en los que el análisis del fascismo, además de marginal, es realmente penoso. Según "Nuestra Bandera" en 1971 España ya se había "desfalangistizado" paulatinamente (3). Es pues evidente que, a pesar de las apariencias, Líster, García y los demás no habían roto con el revisionismo. Eran una forma más de revisionismo que en muy poco se diferenciaba del de Carrillo.

Durante la transisión ese tipo de concepciones siempre estuvieron presentes en casi todas las organizaciones que criticaban al PCE para hacer exactamente los mismo que el PCE. Por ejemplo, Carlos Tuya, dirigente del Partido Comunista de los Trabajadores, exponía en aquellos momentos toda esa colección de tópicos en los que nadan los oportunistas: las dictaduras (en general) son regímenes excepcionales, lo normal es que burguesía sea democrática... El mejor ejemplo de ello era que la oligarquía española había logrado desatar lo que Franco había dejado atado, es decir, que nuestra oligarquía no formaba parte del franquismo sino que se oponía a él.

Pero había una contradicción flagrante entre las concepciones revisionistas y los hechos más evidentes. Casi en letra pequeña Tuya contabiliza 11 muertos en los cien primeros días de transición política (4), es decir, un asesinato cada diez días. Me parece que esa cifra más que de una excepción aparece una regla: que el asesinato político formó parte integrante de la transición. Nunca fue nada excepcional sino algo cotidiano y normal. Lo mismo que el fascismo.

Con la perspectva de los años releer toda aquella literatura seudomarxista de la transición deja en evidencia que el papel lo soporta todo o, dicho en otras palabras, entre los revisionistas no hay nunca más que palabrería. Antes igual que ahora. Aquel formidable dirigente comunista que fue entonces Carlos Tuya hoy es el afamado enólogo que escribe en periódicos como El País con el nombre de Carlos Delgado, el verdadero. Pero en sus artículos no aparece nada sobre plusvalía, imperialismo ni cosas parecidas, sino claretes, blancos y tintorros, espumosos o no. Tempus fugit.

(1) Santiago Carrillo, Mañana España, París, 1975, pgs 22 y 23.
(2) Manifiesto Programa del Partido Comunista de España, 1975, pg.48.
(3) Nuestra Bandera, núm.1, enero de 1971, pg.22.
(4) Carlos Tuya, Aspectos fundamentales de la revolución española, Partido Comunista de los Trabajadores, 1977, pgs.10, 12, 42 y 57.

El Tribunal Supremo como cómplice de la corrupción

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Juan Manuel Olarieta

La corrupción no es una disfunción sino que ha formado parte integrante del capitalismo y el Estado burgués desde siempre. Nunca ha habido ningún problema de corrupción. La burguesía (sus monaguillos, sus diputados, sus funcionarios) no puede luchar contra la corrupción porque no puede luchar contra sí misma.

La indignación generalizada contra corrupción procede de dos errores. El primero es suponer que bajo el capitalismo lo público (Estado, políticos, jueces) es algo distinto de lo privado (lucro, empresa, acumulación) en lugar de constatar que lo público es un dispositivo al servicio de lo privado, de ganar más y de enriquecerse pronto.

El segundo error procede de imaginar que si bien hay algunos corruptos, también hay que tener en cuenta a los limpios, los buenos de la película, de tal manera que cuando un funcionario o cargo público se corrompe el limpio le vencerá: hará justicia y devolverá el dinero a las arcas de donde lo sacaron.

En este segundo aspecto de la película están involucrados los jueces y fiscales que, junto a la policía, juegan siempre el papel de limpios. Ellos son un mecanismo de seguridad al que recurrir cuando falla del primero, cuando se corrompe. Si un alcalde (el malo) mete mano a la caja del dinero, el asunto se soluciona poniendo los hechos en conocimiento del juez (denuncia), que le meterá en la cárcel, depuranado así el mecanismo de funcionamiento.

La historia de España no conoce ningún caso de ese tipo porque el remedio (jueces, fiscales) es peor que la enfermedad (corrupción). El juez no es nada distinto del alcalde sino más de lo mismo, empezando por el propio Tribiunal Supremo, cuyo papel histórico no sólo ha consistido en garantizar la impunidad sino en reafirmar una y otra vez que si algún juez se creía su papel de limpio y condenaba a un corrupto, debía echar abajo la condena en segunda instancia.

A mediados del siglo XIX la corrupción, es decir, el Estado caciquil fue una de las palancas más importantes de acumulación especulativa de capitales, de frenética corrupción de la oligarquía, que se estaba enriqueciendo répidamente con las emisiones de deuda pública o las concesiones de ferrocarriles, con el dinero público, en definitiva, hasta llegar a la Restauración (1874), caracterizada por Ortega y Gasset como "la corrupción organizada y el turno de los partidos, como manivela de ese sistema de corrupción". Según él, Cánovas fue "un gran corruptor; como diríamos ahora, un profesor de corrupción. Corrompió hasta lo incorruptible".

El Tribunal Supremo, un órgano judicial típicamente burgués, fue la clave de bóveda de aquella corrupción. Basta repasar las sentencias originales de la Sala Segunda, es decir, criminales, dictadas entre 1856, en que se conservan las primeras, y 1860: no aparece ningún proceso dirigido contra aforados, es decir, contra altos cargos. No había corrupción en España, por lo que todos esos historiadores que hablan de plagas tales como el caciquismo, están equivocados.

Sin embargo, en agosto de 1854 el gobierno tuvo que expulsar del país a María Cristina de Borbón (antigua Regente y madre de Isabel II) y Luis José Sartorius (antiguo Presidente del Gobierno) por el llamado caso de "las piedras", una compra fraudulenta de adoquines para unos caminos que jamás se construyeron. Muchísimo dinero que salió de las arcas públicas y fue a parar a los bolsillos (privados) de los Borbones y de un Presidente del Gobierno. En aquel caso destacan varios aspectos a tener en cuenta:

a) fue el gobierno, no los tribunales, quien tomó la medida de expulsarles de España
b) no lo hizo para castigar a los culpables sino para evitar males mayores a los Borbones y a Sartorius y calmar a los indignados de entonces
c) no se hizo gracias a la legalidad sino en contra de ella, es decir, gracias a un previo golpe de Estado que acabó con el gobierno

No obstante, en 1854 algunos diputados de la Asamblea constituyente demostraron su interés por exigir responsabilidades a María Cristina de Borbón, a la que culpaban, junto a los jefes del partido moderado, de muy graves delitos. Solicitaron también la redacción de una nueva ley de responsabilidades, pero sin mayor trascendencia. La Comisión encargada de depurar responsabilidades, de la que formaba parte Alonso Martínez, encontró que las acusaciones eran "habladurías populares", excesivamente genéricas, no demostradas, por lo que había que crear una de esas comisiones parlamentarias "de investigación" que no investiga nada, deja pasar el tiempo hasta que los indignados se calman... o hasta que organizan otro golpe de Estado que devueva las cosas a su sitio.

Por el contrario, en los diez años comprendidos entre 1860 y 1869 hay once casos resueltos por el Tribunal Supremo contra aforados. De ellos siete son en primera instancia, tres son apelaciones y una súplica, interpuesta contra una de las sentencias dictadas en primera instancia por la Sala Segunda y que resolvió el pleno del Tribunal. Son, por tanto, diez asuntos distintos, uno por año, una cifra insignificante para el saqueo de los fondos públicos que estaba llevando a cabo la oligarquía.

Aunque son muy pocos, en todos esos casos hay aspectos muy destacables. El primero es que los cargos públicos nunca violan ni matan. Los delitos que les imputan tienen que ver, o con el dinero o con seguir manteniéndose en el poder, es decir, con pucherazos electorales, que son una consecuencia de los anteriores, o sea, del dinero. Mantener el cargo es una manera de mantener el negocio, y una manera de hacer negocio consiste en detener a las personas o amenazarlas con enviarle a la guardia civil a su casa.

El segundo es que la mayor parte de ellos van dirigidos contra funcionarios judiciales: en seis supuestos se dirige la acción contra jueces, magistrados y fiscales, en tanto tres son contra gobernadores civiles y uno contra un delegado de hacienda. Parece, pues, obvio que los jueces no son nada distinto de la corrupción sino una parte muy importante de ella, o dicho de otra manera, que es el zorro quien cuida de las gallinas.

Otro dato importante es que en cuatro supuestos el procedimiento tiene su origen en las colonias, y más exactamente, todas las apelaciones se dirigen contra sentencias dictadas por las Audiencias de Manila (dos) y La Habana (una), a las que hay que añadir una causa seguida en primera instancia ante el Tribunal Supremo, dirigida contra el presidente de la Audiencia de Puerto Rico. Como se pudiera pensar, no se trata de que en las colonias hubiera más corrupción, sino que había un mayor control sobre la misma, por la propia naturaleza colonial del lugar, que se encontraba militarizado.

Los asuntos sometidos al Tribunal Supremo eran intrascendentes, centrados en el sector más débil del Estado, los funcionarios judiciales, y relativos a asuntos muy alejados del centro neurálgico peninsular donde estaba el poder. En dos de los litigios, además, los acusados estaban ya jubilados, por lo que los hechos no tenían relación con el ejercicio de sus antiguos cargos, pese a lo cual mantenían el aforamiento. Los jubilados no eran tales: seguían controlando los resortes típicos del laberinto burocrático: amiguismo, enchufes, recomendaciones y prebendas.

Los delitos no fueron perseguidos por la fiscalía, que en asuntos de corrupción siempre se lavó las manos como Pilatos porque era una parte de la corrupción. Quienes acusaron fueron personas particulares que sostuvieron la acusación por dos motivos:

a) porque habían sido perjudicados por el saqueo
b) porque también ellos tenían una parte del poder, es decir, influencia, enchufes y recursos para contraatacar judicialmente

Por ejemplo, sólo una de las acusaciones alude a coacciones electorales, y es debido a que se pretendió derribar el molino de un particular, quien denunció los hechos, amén de que en otro caso aparecía el típico  pucherazo de la época: se destituyó a un ayuntamiento en pleno para colocar otro en su lugar de tal manera que se enriquecieran todos un poco.

¿Cuál fue el papel del Tribunal Supremo ante esta situación? Reafirmar la impunidad y proteger a los corruptos:

a) en las causas resueltas en primera instancia contra aforados, todos los fallos, excepto uno, con condena de veinte duros, determinan la libre absolución del acusado.

b) en las apelaciones (segunda instancia), la sentencia revoca siempre la resolución condenatoria dictada en primera instancia y absuelve libremente, excepto un caso en que rebaja las condenas sensiblemente.

La única condena impuesta por el Tribunal Supremo en primera instancia, lo fue en un delito de detención ilegal imputado a un gobernador civil. Pero en un delito tan grave el Tribunal Supremo aprecia dos atenuantes, una, la de obrar "en interés del orden público", y la otra, la de concurrir algo imposible para alguien con los más elementales nociones jurídicas: se trataba de un delito culposo y no doloso. La pena resultó irrisoria, por tratarse de una multa contra un título nobiliario, el Vizconde del Cerro, que disponía de una cuantiosa fortuna.

En segunda instancia, el Tribunal Supremo anule sistemáticamente las sentencias condenatorias de las Audiencias. La única excepción en que mantiene la condena, aún rebajándola sustancialmente, merece también ser destacada ya que es quizá el único delito de cierta relevancia. Tuvo se origen en Colón, en la isla de Cuba, y estuvieron implicados numerosas e importantes autoridades (párroco, teniente de la Guardia Civil, alcaldes, secretarios del gobierno civil y de los ayuntamientos, etc.) encabezados por el teniente gobernador de la provincia, José Agustín Argüelles.

La sentencia tiene el número 81 y fue dictada el 27 de octure de 1866. Se imputaba a los acusados haberse quedado en su propio beneficio con los esclavos procedentes de un alijo introducido en contrabando en la isla, así como de varias falsificaciones de documentos. La condena de la Audiencia de La Habana contra Argüelles fue de 19 años de cárcel, inhabilitación perpetua para todo tipo de cargos públicos y multa de 50.000 pesetas, entre otros conceptos.

Pero el Tribunal Supremo encuentra también esta vez un atenuante, el de obrar parcialmente con autorización del Capitán General de la isla, cuando lo cierto es precisamente todo lo contrario, según se desprende de los propios resultados de la sentencia. Así, deja la condena en 10 años, suspensión sólo por el tiempo de la condena más 700 duros de multa. La condena del párroco fue rebajada de ocho años más la inhabilitación perpetua para cargos parroquiales, a siete años con suspensión para el ejercicio de cargos públicos por el tiempo de la condena. Otras seis condenas privativas de libertad se reducen a multas, al precisar el Tribunal Supremo que la participación de los inculpados lo fue en grado de complicidad o encubrimiento, y no de autoría.

Lo más significativo en la reducción de las condenas son las inhabilitaciones, que pasan de ser perpetuas a limitarse al periodo de la condena, y además, la inhabilitación específica del párroco para el desempeño de sus funciones, se transforma en una suspensión para cargos públicos. Tampoco podemos dejar de reseñar que ello está en relación con un párrafo del fallo que no podemos dejar de transcribir: "Diríjase exposición al Gobierno Provisional -dice la sentencia- manifestando que el Tribunal entiende que la pena de prisión impuesta a los procesados es notablemente excesiva, atendido el grado de malicia y el daño causado por el delito, y que el Gobierno, haciendo uso de su prerrogativa, puede conmutarla en la de cumplimiento".

Los que tienen recursos son los que pueden recurrir. Cuando no es al Tribunal Supremo es al gobierno de turno.

La gente y eso y tal

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Nicolás Bianchi

Para que no se diga que aquí estamos, algunos, inficionados de un virus anti-Podemos, nos haremos eco de la reseña de unos libros sobre su líder, Pablo Iglesias, y también Juan Carlos Monedero, publicada en el diario EL PAIS por el historiador Santos Juliá. Se verá que no simpatiza mucho con este fenómeno mediático (al igual que EL PAIS) y hasta acaba sibilinamente relacionándolo -a Podemos; hay, por cierto, un grupúsculo venezolano del mismo nombre semibolivariano o medio chavista, aparte del "Yes, we can" de Barack Obama- con la canción que se ve en una escena de la espléndida película "Cabaret" (1972), de Bob Fosse, con unos impagables Liza Minelli y Joel Grey, interpretada por un joven alemán, rubio y repeinado, o sea, ario hiperbóreo de la Walhalla, subido a una mesa ante un nutrido y heteróclito público, titulada -la canción- "Tomorrow belongs to me" (El mañana me pertenece) con el nazismo en alusión a una ilusionante frase donde Pablo Iglesias dice que "el mañana es nuestro". Y es que cuando la cámara va descendiendo del rostro angelical del joven teutón se ve en el brazo un brazalete con la svástica nazi (la svástica es un símbolo oriental, hindú, que hicieron suyo los nazis) y todo el público acaba cantando las estrofas de la canción, menos un anciano que mueve la cabeza de un lado a otro y no de arriba abajo, asintiendo. Desde luego, nosotros no haríamos nunca semejante ejercicio subliminal.

De la lectura del libro "Conversación con Pablo Iglesias"de Jacobo Rivero, Santos Juliá concluye que para Iglesias Turrión el nuevo sujeto político es... "la gente". Así no más y tal cual, como la "multitud" de Negri & Hardt. Y la "gente" está con ellos, con los "antisistema", concepto que niegan tildando de antisistema precisamente a ellos, ¿y quienes son "ellos"?, pues... "la casta". Al "ellos" se le puso un nombre: la casta. Un acierto, para S.J., quien añade: "la gente, convertida en comunidad, pudiera sacar la consecuencia de que si ellos están en el poder es sólo porque nosotros los pusimos (yo no he votado en mi vida, pero, en fin... N. B.), y que ahora, que ya no nos representan, podemos echarlos..."

Se da por hecho que el movimiento Podemos se generó en las acampadas en la Puerta del Sol de Madrid de hace pocos años y con el PSOE todavía en el Gobierno. Y se supone que a esa indignación Podemos la ha dado cauce transformándola en "empoderamiento" -término del que S.J. confiesa ignorarlo todo y que yo creo que es un préstamo de la fraseología feminista, pero igual no- tras infundir en los reunidos la ilusión -"ingrediente imprescindible", subraya S.J.- en un proceso de cambio político: eso es Podemos, concluye S. Juliá.

Compara S.J. a Iglesias con un discurso de Ortega y Gasset pronunciado en 1914, hace 100 años, donde hablaba de acabar con la "vieja política", pero -añade el recensionista- con una diferencia: los líderes de Podemos, como Iglesias recalca, son políticos, no intelectuales. Aunque, eso sí, gente leída y estudiada (los dos líderes son profesores universitarios). Sobre todo, parece ser, por Carl Schmitt, un teórico de entreguerras demoledor del liberalismo político, que les fascina y a quien respetan, lo que, ya ven ustedes, quien firma esto también, para que no se diga otra vez ("schmittianos de izquierda", se ha llamado a esto).

Por supuesto, nada de sujetos revolucionarios, clase obrera, partido de corte leninista, eso es una antigualla. Lo moderno, el último alarido de la política (se ve que no han aprendido nada de sus lecturas de Schmitt), es -escribe ahora S. J.- que "los correlatos negativos del voto y del capitalismo brillan por su ausencia. Del voto, porque no ven otra forma de llegar al poder; del capitalismo, porque el socialismo realmente existente, o sea, el comunismo en la URSS, 'no era bonito' o, peor aún, 'era muy feo' y, más todavía, 'era horrible', como dice Iglesias en un alarde de elaboración teórica al servicio de la práctica"(la ironía es de S. Juliá).

No, Podemos, dice S.J., no es una nueva izquierda anticapitalista, ni propone una versión incontaminada de socialismo o comunismo. Nada de eso."El programa de Iglesias consiste en empoderar a la gente" (la negrita es mía. N. B. ). ¿Cómo se come eso? Ni puta idea, viene a decir S.Juliá, quien pone en boca de Pablo Iglesias que ahora tocan los espacios de debate, o sea, los "espacios de empoderamiento", los "círculos" y, ojo, no toca la organización, la estrategia y las metas finales, eso, ahora, repito, no toca, que diría Jordi Pujol.

Y acaba Santos Juliá: "es cierto que 'gente'no es clase obrera. Gente es otra cosa; es un nuevo sujeto colectivo, al que, si mantiene el espíritu de comunidad ilusionada y se empodera, pertenece el futuro". Y aquí es donde relaciona Juliá, para darle, zas, en toda la boca a Iglesias, el "Tomorrow belongs to me" del joven rubio hitleriano. Como si fuera el "You'll never walk alone" de los "reds" del Liverpool en Anfield road.

Ya puedo ver dentro de veinte años a Pablo Iglesias dando charlas y conferencias (cobradas) presentando sus Memorias tituladas: "Lo intenté, pero no me dejó la caspa, digo la casta". Un buen tipo, sin duda. El hombre lo intentó...

El punto de vista partidista

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Juan Manuel Olarieta

A diferencia de lo objetivo, su contrario, lo subjetivo, tiene mala fama. La ciencia y la buena información tienen que ser objetivas, necesariamente, por antonomasia. Si a una información le acusan de ser subjetiva, es sinónimo de parcial, es decir, de que es sólo una parte que oculta el resto de la información. La buena información es imparcial, o sea no parcial, o sea, aquella que lo cuenta todo, que no oculta absolutamente nada.

Ya lo dijo Hegel: "lo verdadero es el todo"(1). Pero como consecuencia de una trampa estúpida de la ideología modernista y posmodernista hoy a Hegel le acusan, precisamente por ello, lo mismo que a los marxistas, de "totalitario". Los grandes sistemas filosóficos han sido abandonados en favor de las menudencias, lo cual demuestra el tamaño intelectual de los pensadores modernos, que son insignificantes porque no expresan más que menudencias e insignificancias filosóficas, es decir, vulgaridad.

El todo es una aspiración admirable. Al emprender la gigantesca obra intelectual de la Enciclopedia, la burguesía revolucionaria lo intentó, pero es un empeño imposible. Por ejemplo, no hay un manual de economía que explique toda la economía política. Lo que hacen los científicos (y los planes de estudio) es un resumen: de la totalidad toman en consideración una parte que consideran importante y dejan el resto al margen porque la consideran menos importante. Son, pues, esencialmente parciales, es decir, subjetivos.

Pero ni siquiera se dan cuenta. Hacen esa selección (más o menos) conscientemente en función de criterios más o menos acertados y a eso, a una parte, le llaman "imparcialidad". Algunos científicos, como los historiadores, suelen ser aún peores. Dicen bobadas como que han escrito una obra imparcial sobre la guerra civil de 1936, por encima de "prejuicios" porque no se decantan ni por unos (fascistas) ni por otros (antifascistas) porque todos son iguales, todos ellos cometieron crímenes... Este tipo de historiadores son los más cretinos porque son fascistas pero ni siquiera se han dado cuenta de su adscripción ideológica.

Todos en cualquier aspecto del conocimiento (y de la práctica) tenemos un "punto de vista", miramos al universo, al planeta y a la sociedad desde una determinada perspectiva. No puede ser de otra forma. Las cuestiones a plantear son, pues, de dos tipos. El primero es si somos conscientes de nuestro partidismo, porque en caso contrario, el conocimiento degenera a marchas forzadas. El segundo es: una vez que somos conscientes de ello, se trata de comprobar si nuestro punto de vista es el punto de vista correcto, el único que es capaz de empujar el conocimiento hacia adelante.

Eso conduce al aspecto capital del asunto: la subjetividad y la objetividad no son un estado sino un movimiento: el conocimiento marcha unilateralmente desde lo subjetivo a lo objetivo, sin dejar nunca de ser ni una cosa ni la otra. En palabras de Hegel, "el todo es solamente la esencia que se completa mediante su desarrollo"(2), un desarrollo que va de la verdad relativa a la absoluta (3).

Sigamos con el ejemplo de la guerra civil. Antes los manuales de historia mostraban el punto de vista fascista, pero hoy ya nadie lo hace porque los fascistas lo disimulan con su supuesta "neutralidad". Lo que se está imponiendo cada vez con más fuerza es el punto de vista de los republicanos y antifascistas que, como no podía ser de otra forma, es el punto de vista de las masas. Lo mismo ocurre con cualquier otra disciplina. Siempre hay un punto de vista (un punto de partida) desde el cual el conocimiento se desarrolla, de manera que los demás acaban en vías muertas.

En referencia a la filosofía, Lenin lo calificó como "partidismo", un término repleto de contenidos. El partidismo, por ejemplo, proporciona el punto de vista de la práctica, es decir, no el de aquel "neutral", el de quien no se moja, el de quien ve las cosas desde fuera y desde lejos, sino el de quien está en medio de las batalla, el que forma "parte" del asunto, el militante.

Pero el partidismo de Lenin tiene otro aspecto importante: un punto de vista (subjetivo) desarrolla el conocimiento en oposición y lucha con su contrario. En contra de la creencia de los neutrales, un punto de vista no se suma al contrario sino que se enfrenta él. La burguesía no se suma al proletariado, ni el idealismo al materialismo. Si el conocimiento es una forma de movimiento, un desarrollo o un progreso, es porque, al mismo tiempo, es una contradicción, una lucha de contrarios.

Otra ventaja que tienen los que reconocen su partidismo es que reconocen también el partidismo del contrario, por más que ellos no sean capaces de verlo y de verse a sí mismos como parciales. Ellos no se consideran a sí mismos como una parte sino como la totalidad. Por lo tanto, los demás no tienen cabida, no son científicos, no son objetivos y tienen que ser expulsados de la ciencia, de la universidad y de todas partes. Ellos, pobrecillos, creen que las discusiones sólo tienen cabida en el fútbol o en la política, pero nunca en la ciencia.

La subjetividad no es sólo la de una persona singular. El pensamiento humano, escribió Engels, no es el de un individuo,"pero no existe sino como pensamiento individual de muchos millones de hombres pasados, presentes y futuros" (4). Por lo tanto, es subjetivo no sólo porque sea el pensamiento de alguien sino porque es siempre el de una época, el de una cultura, el de un país o el que corresponde a un determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas. El conocimiento, decía Engels, es una categoría histórica:"Sólo podemos conocer en las condiciones de nuestra época y hasta donde éstas lo permiten"(5).

La verdad, la ciencia, el conocimiento no son fantasmas ni abstracciones sino fuerzas históricas, políticas, sociales y morales. Pero también aquí hay un error bastante común. Por ejemplo, es corriente escuchar que la historia la escriben los vencedores. De ahí algunos suponen que el conocimiento se puede imponer o que la verdad es consecuencia de la fuerza, cuando es justamente al revés, como escribió el filósofo soviético Kursanov: la fuerza es consecuencia de la verdad (6). Del mismo modo que hay teorías y concepciones, como las religiosas, que conducen a callejones sin salida, hay otras que se abren camino, y al revés: una determinada concepción y una determinada práctica sólo se abren camino si realmente son científicas.

(1) Hegel, Fenomenología del espíritu, México, 1966, pg.16.
(2) Hegel, Fenomenología del espíritu, cit.
(3) Engels, Anti-Dühring, México, 1968, pgs.80 y stes.
(4) Engels, Anti-Dühring, cit., pg.75.
(5) Engels, Dialéctica de la naturaleza, pgs.44 y 192.
(6) G.Kursanov, Veritas. Fundamentos de le teoría leninista de la verdad y crítica de las concepciones idealistas modernas, Moscú, 1977, pg.6.

Aroma de corrupción entre la burguesía catalana

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Juan Manuel Olarieta

Hace un año y medio el militante de "Podemos" y antiguo fiscal del Estado Carlos Jiménez Villarejo publicó un artículo sobre el caso Banca Catalana (*), que conocía muy bien porque fue quien lo "investigó" en 1984: un agujero de 20.000 millones de las antiguas pesetas. Eran los primeros tiempos del gobierno del PSOE.

Lo primero que hay que poner de manifiesto es el carácter oportunista de Villarejo, que entonces guardó silencio porque le importó más su carrera en la fiscalía. Ha tenido que esperar a asegurarse su jubilación para publicar la denuncia, cuando ya no tenía la obligación profesional de denunciar. El mundo al revés.

Pero el artículo de Villarejo tampoco era información exactamente, sino un relato inconexo de corruptelas en el que el fondo de asunto, el capitalismo monopolista de Estado, quedaba enterrado. No hace falta ser fiscal ni investigar mucho en la corrupción para que aparezca siempre la estrecha conexión del capital con el Estado (del que formaba parte Villarejo), la necesidad que tienen los monopolios de recurrir al Estado para competir unos con otros (y con el exterior), así como el chantaje de crear otro Estado si el que tienen no les da lo que necesitan.

Aunque ambos están estrechamente relacionados, el caso Banca Catalana fue mucho más importante que el actual caso Pujol y ambos demuestran la verdadera naturaleza de la burguesía catalana y su juego con el Estado español: la corrupción en Catalunya es el precio que ha tenido que pagar el Estado para mantenerse como tal en Catalunya y para que en Madrid la burguesía catalana (Unió, Convergencia, ERC) sostuviera a la monarquía y a los gobiernos del PSOE.

Hablando de capitalismo lo más normal es que siempre aparezca un precio, o sea, uno que paga y otro que cobra. Al tiempo que la burguesía catalana se convertía en uno de los puntales más importantes del Estado fascista, el precio pagado por el PSOE en los ochenta sirvió para engordar política y económicamente a aquella burguesía. En las condiciones actuales del capitalismo monopolista de Estado una cosa (la política) siempre va ligada a la otra (la economía). No es posible competir (políticamente) sin competir (económicamente) y eso un figurante como Villarejo en una organización de figurantes como "Podemos" deberían saberlo.

Es el catecismo: los partidos típicamente oportunistas nunca tendrán ninguna oportunidad política sin un tinglado capitalista a su lado que les ponga el dinero encima de la mesa, lo cual es especialmente cierto en el caso de los "independentistas", como el BNG o Bildu. Si no disponen de uno, lo tienen que crear, y ese ha sido siempre el llamado "problema de la corrupción" que han padecido los trepas y advenedizos.

En Catalunya la quiebra de Banca Catalana no fue lo que cuenta Villarejo. No fue un asunto personal de los consejeros que, como Pujol, se lucraron sino algo de más calado: el intento de la burguesía catalana de crear algo que nunca tuvo, un grupo financiero propio ligado a un proyecto político. Pero llegó tarde, no sólo porque en los tiempos del monopolismo queda ya muy poco sitio para nadie más, sino porque la banca estaba en crisis y el PSOE se embarcó en un plan de rescate del conjunto del sistema financiero. Sobraban más de la mitad de los bancos.

El PSOE hizo dos cosas en favor de la burguesía catalana: no sólo pagó las deudas con dinero público, faltaba más, sino que manipuló el sistema judicial para que ningún financiero ni político catalán se tuviera que sentar en el banquillo. Como recordó Villarejo, el Fiscal General del Estado prohibió llevar a los tribunales a los implicados en el caso Macià Alavedra aunque cínicamente reconoció que los hechos desprendían “un aroma de corrupción”.

Fue un chantaje mutuo, un acuerdo entre caballeros que contribuyó a asegurar la "gobernabilidad", a reconducir los acontecimientos tras el golpe de Estado del 23-F. Ganaron tiempo, engordaron las arcas (las economicas y las electorales), e incluso arrinconaron al PP, los voceros del centralismo en Catalunya, a quienes relegaron a la marginalidad política. Lo mismo sucedió con otro tipo de organizaciones, típicamente reformistas y de "izquierda", que son tentáculos de la burguesía catalana.

Si tuviéramos memoria histórica recordaríamos la Operación Roca de 1986, otro eslabón del esfuerzo de la burguesía catalana por meter las narices en "Madrid", que para los nacionalistas (catalanes, vascos y gallegos) es una entelequia como El-País-de-Nunca-Jamás. El nombre de Roca sonará como abogado de Cristina de Borbón en el caso Noos. ¿Cómo es posible que la Corona ponga su defensa en manos de un catalanista como Roca? Por lo mismos motivos por los que la referida Cristina empezó su carrera con La Caixa de Catalunya.

¿Se acuerda alguien de todo eso? ¿Se acuerda alguien de que quien llevó de la mano a Roca en su Operación madrileña no era otro que Florentino Pérez? Pero, ¿no es Florentino Pérez un representante típico del monopolismo más vinculado al centralismo madrileño? ¿Acaso no es el presidente del Real Madrid? Al mismo tiempo, ¿no ascendió como testaferro de la Banca March?

La Operación Roca llegó el mismo año en que los tribunales tapaban definitivamente el fraude de Banca Catalana y fue otro fracaso más a apuntar en el pasivo del balance. La Operación Roca fracasó por los mismos motivos por los que fracasó Banca Catalana: iban con retraso, llegaban tarde a la historia.

Pero no todo fueron pérdidas...

Algún eslabón se ha tenido que romper ahora para que alguien haya logrado hundir a un puntal de la transición como Pujol. La historia de la transición ya no se va a poder escribir como hasta la fecha. No sólo Pujol: el propio sistema impuesto durante aquella época (en Catalunya y fuera de ella) ha dejado de ser un poco menos honorable (si es que alguna vez tuvo una pizca de honorabilidad).

Pero no se ha roto un único eslabón sino muchos, por no decir todos: el Estado que pusieron en pie durante la transición se ha venido abajo. El rey abdica, la prensa (El País, El Mundo, La Vanguardia) padece una purga a gran escala, el PSOE naufraga, llegan caras nuevas para sotener los podridos pilares y en el horizonte están a punto de aparecer los nuevos alineamientos de España en el seno del imperialismo.

Nada va a ser como antes. La burguesía catalana ya no espera nada de El-País-de-Nunca-Jamás y vuelve a la carga de la única manera que le queda. Desde "Madrid" la caverna les ha enseñado los dientes cuando preparaban una Diada triomfant para después del verano, una exhibición que les debía llevar a la consulta soberanista en unas condiciones pletóricas. Han hundido su buque insignia. Lo que quizá no se hayan dado cuenta es que han hundido mucho más que eso y con el tiempo se acabarán arrepintiendo. El-País-de-Nunca-Jamás funciona así: quien fabrica más separatistas en Barcelona es el separador de Madrid.

Lo que está claro es que todos y cada uno de los mimbres con los que se tejió el actual tinglado político se han venido abajo. La crisis es galopante, por supuesto la crisis capitalista, pero también la crisis política.

(*) http://www.elplural.com/opinion/persecuci%c3%b3n-a-catalu%c3%b1a-nada-m%c3%a1s-lejos-de-la-realidad-el-agujero-de-20-000-millones-fue-asumido-por-el-estado/

¡No me cuentes historias!

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Nicolás Bianchi

Así, con esa expresión, suele despacharse a quien parece estar contándote una película, una mentira, una “historia”. La historia, con minúscula, como milonga. Tampoco el teatro se libra de estos desdoros. En las gradas de un campo de fútbol no es infrecuente oír, cuando un futbolista simula tirarse dentro de área rival para provocar un penalti inexistente, que ese jugador “ha hecho teatro”, o sea, no es real lo que hemos visto, aunque, a favor del teatro, diremos que la intención es engañar no tanto al espectador como al árbitro que es, realmente, quien “pica” (o no) y/o decide. Y, sin embargo, algo de teatro sí hay en estos lances. Está el público-espectador que juzga pero no decide, y los actores dizque el jugador que interpreta un “papel” con el fin de que otro actor, el árbitro, sea engañado. En cualquier caso, todos los personajes representan unos roles y cada quien “en su papel”.

Sucede parecido cuando se habla de “memoria histórica” o, como decía Maurice Halbswachs allá por 1920, ”memoria colectiva” o, como propusieron Fentress y Wickman, ”memoria social”. Están los historiadores como actores –y guionistas- de la función, luego el público que somos nosotros y, al final, o desde el principio, el árbitro como juez y parte. Por ejemplo, Garzón, juez estrella hoy estrellado, ese “Roy Bean”, como prohombre justiciero que levanta fosas y cunetas para hacer justicia a las víctimas de la guerra civil del bando republicano y antifascista. En Chile se le adora, en Euskal Herria se le odia y, en el Estado español, para la “izquierda” apesebrada y de pacotilla, de mentirijillas, los de la ceja, pasa por un héroe quien no va a hacer otra cosa que dar la última paletada de tierra a los muertos por la causa popular. Quien usurpa el papel de juez y árbitro al pueblo, que es soberano. Los papeles están cambiados.

La Historia, ahora con mayúsculas, son dos cosas, al menos: lo sucedido en el tiempo (los hechos acaecidos) y el relato de lo sucedido, o sea, cómose cuenta lo acaecido. Y quién lo cuenta. La historiografía se divide en dos hogaño y hodierno: la académica, otrosí profesional, que inaugurara Ranke, para quien “hecho histórico” y “verdad” son la misma cosa, como buen positivista finisecular (los “Annales” y el marxismo hablarían de la “historia condicionada” ergo la “verdad”), y la “historiografía mediática” vulgo historietas que contaba la periodista (¿) Victoria Prego en TVE “narrándonos” la Transición (modélica y exportable) en Hispanistán. La que vale es esta última contada deshistorizadamente y au dessus de la mèlee. La clave de bóveda fue este arquitrabe: callar lo realmente ocurrido (lo histórico) para no reabrir heridas (históricas) en pro de la reconciliación (lucha de clases abolida) de las “dos Españas”. Y que se piense –que se no piense- que Merlín fue un personaje real y Líster un futbolista. Lo nodal es la equidistancia, es decir, todos fueron culpables (en la guerra). Ambos bandos cometieron atrocidades. En los folletines había maniqueísmo, buenos y malos, igual que nos enseñaban los curas en el nacional-catolicismo. Hoy, no: todos fueron unos mal bichos. Conclusión: borrón y cuenta nueva, aquí paz y después gloria hasta que dure este tinglado de la antigua farsa.

¿Llamarán “terroristas” a los voluntarios de ETA en la historia de Euskal Herria dentro de veinte años? Menos mal que ya estaré picha arriba.

Los puntos sobre las íes

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Nicolás Bianchi

Hay veces en que, no por sabido, se olvidan los glacis o meollos. Por ejemplo, el paro laboral. Y su obscena utilización como arma arrojadiza puramente electoral. El PP usa la alta cifra de desempleo contra el gobierno del PSOE como si éste fuera el culpable del mismo. Y no el modo de producción capitalista. Un capitalismo en crisis estructural y no coyuntural. Los tiempos de bonanza –como la “industria del ladrillo”- son la excepción y no la norma. En los años 80 tuvo que ser el PSOE quienes gestionaran las brutales reconversiones industriales pues que con un gobierno del PP hubieran sido imposibles y poco menos que se hubiera tomado el Palacio de Invierno. Para el trabajo sucio, mejor la “izquierda”, el PSOE. Hoy ocurre algo similar sólo que el PSOE también está desacreditado. La crisis actual no sería mejor “gestionada”–un término impúdicamente mercantil como si fuéramos grey en manos de oficinistas- por el PP que por el PSOE: el problema es el capitalismo siendo estos partidos parte del problema. Y ello porque están en el mismo barco y viven del mismo cuento.

Como también es una falacia decir que el paro es un “problema” y no una solución para el capitalismo. Es cierto que preferirían un 10% de paro permanente al 20% que sufren, pero no tanto por esa cifra en sí sino por las repercusiones desestabilizadoras para el sistema que pudiera haber. El ”ejército de reserva” de los parados siempre fue un exutorio, un alivio, para el Capital, como decía Marx. Eso frena los salarios.

Marx también decía que, hablando del trabajo enajenado, el obrero es más pobre cuanto más riqueza produce. Un trabajador que es tratado como una mercancía –una “cosa”- que vende lo único que tiene: su fuerza de trabajo a quien es propietario –y toda propiedad es un robo- de los medios de producción en contradicción con el carácter social de la producción, lo pinten como lo pinten. Igual que en la religión: cuanto más pone el hombre de lo mejor de sus virtudes más nobles en un Dios imaginario, fantástico y ensoñado, más vacío y menoscabado se siente: ¡un producto de su mente! Alienación religiosa. El trabajo –dice Marx, lo siento, pero es que con Marx soy muy palizas- es externo al trabajador, no pertenece a su ser. No es feliz, salvo que gane el Athletic. Sólo está contento fuera del trabajo –un domingo comiendo rabas con la compañera, hijos y amigos- y enajenado dentro de él. Su trabajo no es voluntario, sino enajenado. ¿Me pongo apocalíptico? Tal vez. Un animal come pero no “trabaja” (si no eres un buey). Un humano trabaja –“fuerzatrabaja”- para comer. El trabajo no es un fin en sí mismo, sino un medio para satisfacer sus necesidades ¡fuera del trabajo! Si se fijan, el obrero, en horas de asueto, casi nunca habla de su trabajo, si lo tiene, claro, o que le pregunten qué tal le va, es algo “extraño” para él –y hasta “siniestro”-. Por eso juega a la lotería o al cupón pro-ciegos, confiando en la suerte para salir de la maldición bíblica del trabajo… enajenado bajo el capitalismo (los ricos nunca juegan a la lotería).

Un capitalismo cruel y sanguinario que enajena todavía más: solicitarle un trabajo (precario) para recordarnos lo que somos: esclavos modernos. Pero, bueno, en peores imaginarias hemos estado...

Ni leninismo ni liberación nacional

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Juan Manuel Olarieta

En un reciente artículo un militante de Primeira Linha, Mauricio Castro, tergiversa las concepciones marxistas sobre las naciones y las luchas nacionales para exponer las suyas propias, que son las de la burguesía nacionalista. Por mi parte no voy a seguir su mismo proceder, es decir, no voy a tratar de exponer lo que la burguesía sostiene acerca del problema nacional. De lo que se trata aquí es de restaurar el pensamiento de Marx y Engels al respecto.

En la cuestión nacional Marx y Engels expresaron el punto de vista del proletariado que, como no podía ser de otra forma, es el opuesto al de la burguesía y, por consiguiente, también es un punto de vista opuesto al que Castro y su grupo defienden. Los intentos de Castro por disimular la naturaleza de clase de las posiciones nacionalistas como si fueran las de Marx y Engels son paralelas al intento opuesto, es decir, a hacer pasar a Marx y Engels como nacionalistas y, en definitiva, como burgueses.

Los movimientos nacionalistas que pretenden apoyarse en el marxismo padecen la ilusión de analizar la historia desde el punto de vista nacional, incluso a veces de manera exclusiva, de tal forma que en la historia no son capaces de ver otra cosa que naciones, problemas nacionales y luchas nacionales. Para ello Castro asimila la lucha de clases a la lucha nacional cuando afirma que la explotación, la opresión y el dominio de unas naciones sobre otras constituyen un aspecto de la misma totalidad social y universal.

En definitiva, para la burguesía nacionalista las luchas nacionales son el motor de la historia. Pero ocurre que el marxismo sostiene todo lo contrario y fundamenta la historia sobre unas bases científicas diferentes, de tal manera que a partir de aquí es imposible entenderse siquiera porque no se trata de que la burguesía y el proletariado tengan una concepción distinta de los movimientos nacionales sino una concepción distinta de la historia, de toda la historia, y es obvio que las naciones y las luchas nacionales no son otra cosa que una parte de la historia.

El punto de vista de la burguesía que tan claramente expone Castro es el opuesto al punto de vista de Marx y Engels. Por eso, como él bien dice, en Marx y Engels la cuestión nacional "no fue un tema central" y también por eso mismo tuvieron una "comprensión parcial" del fenómeno nacional y del nacionalismo. Lo que Castro no acaba de rematar, porque su punto de vista de clase se lo impide, es aclarar cuál fue el "tema central" de Marx y Engels, es decir, el hilo conductor a través del cual analizaron el problema nacional que, como es bien sabido, son las clases y la lucha de clases.

No obstante, según confesión propia, Castro no pretende centrarse exactamente en Marx y Engels sino en Lenin, con lo que pone de manifiesto el nudo de este asunto, que también tiene una naturaleza de clase porque la esencia del leninismo conduce a defender que en las condiciones del imperialismo el proletariado debe ponerse al frente de los movimientos nacionales, es decir, que quien debe dirigirlos no es la burguesía sino el proletariado.

El nuevo aspecto que las luchas nacionales adquieren bajo el imperialismo es lo que ha conducido a que, como en el caso de Castro, la burguesía trate de disfrazar sus posiciones de clase con los ropajes del marxismo, o dicho de otra manera: cuando los grupos nacionalistas, como Primeira Linha, se disfrazan de marxistas, lo que tratan es de que la burguesía siga dirigiendo la lucha contra la opresión nacional, poniendo al proletariado bajo su batuta. El nacionalismo y la lucha nacional son la coartada para que el proletariado siga sometido a la burguesía.

El planteamiento marxista-leninista es justo el contrario: el proletariado dirige los movimientos nacionales con su propia organización de vanguardia, con su propia ideología y su propio programa, que es una parte de la revolución socialista. Las posiciones leninistas se enfrentan a las pretensiones de la burguesía de dirigir al proletariado y pretenden todo lo contrario: dado que la lucha nacional es una parte de la lucha contra el imperialismo y dado que en las condiciones del imperialismo la burguesía no puede dirigirla, la única clase capaz de dirigir los movimientos nacionales es el proletariado.

Son, pues, dos posiciones diametralmente opuestas. En el caso de grupos como Primeira Linha la burguesía trata de dirigir al proletariado; en el caso de los comunistas, es el proletariado quien trata de dirigir a la burguesía. A partir de aquí se desprende todo lo demás: mientras proletariado dirige de una manera transparente y no oculta sus objetivos, la burguesía se hace pasar por lo que no es, tergiversa, manipula y retuerce la historia para que se acomode a sus pretensiones. Esa es la esencia del artículo de Castro, cuyos ataques no se ciñen a Marx, Engels y Lenin, sino que se extienden al conjunto de los dirigentes más destacados del movimiento obrero y comunista internacional.

Por mi parte creo que bastará con poner un ejemplo para ilustrar lo que Castro considera como una de esas "contradicciones" de Marx y Engels en su planteamiento de la lucha contra la opresión nacional. Cuando Hungría se independizó de Austria tras la revolución de 1848, Marx y Engels apoyaron al movimiento independentista húngaro. No obstante, de manera inmediata los checos se levantaron a su vez contra los húngaros para lograr exactamente lo mismo, pero Marx y Engels se opusieron esta vez a las pretensiones de los checos.

¿Por qué? La explicación la dieron Marx y Engels y conduce a aclarar algo que los nacionalistas ni quieren ni pueden: el movimiento nacionalista checo estaba dirigido por el zarismo, uno de los focos más importantes de la reacción europea en aquella época. Pero la burguesía analiza las luchas nacionales "en sí mismas", ocultando todo lo demás, como si fueran entes metafísicos porque eso le permite un doble juego. El primero es sacar adelante su propia estrategia: utilizar al movimiento nacional para sus propios intereses de clase. El segundo es tratar confundir diciendo que los ataques a la burguesía son ataques a la nación o a la lucha nacional.

Fuera de las clases y de la lucha de clases, los movimientos nacionales no son nada más que una abstracción puesta fuera de contexto y, por consiguiente, de la historia. Se puede decir aún más claramente, para que no quepan dudas: extraer a un movimiento nacional de la historia es una manipulación. Si, como hace Castro, se extrae no sólo uno sino todos los movimientos nacionales de la historia para criticar a los comunistas, el asunto alcanza cotas de aberración que sólo son posibles en la clase social a la que pertenece el autor del artículo.

La coherencia de clase no tiene nada que ver con la incoherencia nacionalista que los burgueses como Castro han creído encontrar en Marx y Engels. Esa coherencia es la misma con la que el marxismo analiza cualquier otro movimiento social y consiste en preguntar: esa lucha, ¿quién la dirige? Es lo mismo que preguntar: esa lucha, ¿hacia dónde se dirige?, o ¿contra qué o contra quién se dirige? Si se obtiene respuesta a la primera pregunta, se obtienen también a las demás. Por lo tanto, si el movimiento nacional lo dirige la burguesía, la opresión nacional no se va a acabar nunca porque la burguesía no es hoy la clase social capaz de resolverlo, como el artículo de Castro pone de manifiesto. La burguesía no es la solución a la opresión nacional sino parte de esa misma opresión.

(*) Mauricio Castro, Leninismo y liberación nacional, http://www.lahaine.org/index.php?p=79113

Tinto de verano

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Nicolás Bianchi

En una sociedad dividida en clases, al margen de la mayor o menor agudización de lucha de clases que haya entre ellas, lo que existe, objetivamente, son los intereses distintos y contrapuestos y su expresión político-ideológica traducida en principios políticos. Podrá haber diferentes niveles de lucha de clases en su desarrollo, pero jamás desaparecerá la misma (ni siquiera bajo el socialismo, véase China) justamente porque lo que hay es lucha entre contrarios y no armonía, como quería el socialismo utópico bienintencionado. No se trata, por supuesto, de que el obrero, cuando acude al tajo, le ladre al patrón y le recuerde su condición de explotador y vampiro de la sangre trabajadora. No haremos caricatura. Normalmente ocurre lo contrario, es decir, el asalariado, sabedor de que no es dueño más que de su fuerza de trabajo pero no de los medios de producción que son propiedad del empresario capitalista, se humilla y calla hasta que la situación se le hace insostenible y busca la unidad de la clase obrera y trabajadora tratando de organizarse como mejor modo de enfrentar el modo de producción capitalista que se defenderá pagando a esbirros uniformados y aristócratas con overol (buzo). Porque no es cierto que el empresario sea un “trabajador”. Éste, sea pequeño o grande, invierte un capital con la única idea de obtener una ganancia, un beneficio, lo que parece lógico, sí, pero a costa del sudor de sus empleados que son los que realmente trabajan y son productivos. Sin mano de obra no hay capital que valga. Y es porque las relaciones sociales de producción son capitalistas que existe explotación de las clases trabajadoras y la extracción de plusvalía, independientemente, pero no sin influjo, del desarrollo de las fuerzas productivas. No se me escapa que este “sermón” ya no está de moda y suena jurásico, pero todavía es hoy el minuto en que nadie, en lo fundamental, puede refutármelo. Nadie salvo los monos que se vistan de seda.

Como ven, me puse conferenciante, homilético, impertinente. Y esto en estío, en tiempo de verano, de relax. Lo siento, pero me importuna oír decir –cambio ahora de registro- de alguien que, si sale elegido en unos comicios, gobernará para todos, ”los que me votaron y los que no”. Esto es falso, mendaz. En un régimen de partidos políticos se es partidista. Si, por ejemplo, Bildu decide allá donde ganó por mayoría, quitar la bandera española y colocar sólo la ikurriña, eso es un acto partidista que no busca, ni siquiera aunque lo pretendiese, contentar a todos, precisamente porque… es imposible. Y no tanto por la decisiva lucha de clases, que no siempre está en primer plano en según qué tipo de sociedades, como por la defensa de unos principios políticos que responden a clamores populares. El rival –el enemigo si nos ponemos schmittianos- haría exactamente lo mismo en sentido contrario.

En la sociedad de clases siempre se gobierna contra alguien igual que nunca llueve a gusto de todos. La cuestión es saber quienes son la mayoría y, por supuesto, quién detenta el poder. Quién oprime y quién está oprimido. Y quién se deja oprimir para conservar la piscina.

Los escritos de Marx sobre el colonialismo

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Juan Manuel Olarieta

La burguesía nacionalista, especialmente en Latinoamérica, siempre ha deplorado los escritos de Marx y Engels relativos a la colonización, que consideran como un apoyo al expansionismo europeo, un embellecimiento fruto de una supuesta deformación eurocéntrica que llevó a los fundadores del socialismo científico a convertirse en unos vulgares apologistas de las conquistas y el saqueo del Tercer Mundo.

Es típico de la obnubilación patriotera que considera siempre mejor lo autóctono que lo foráneo: aquí estábamos muy bien hasta que desde fuera llegaron los colonos (o los emigrantes). Los males de una nación siempre proceden de fuera. Los extranjeros son tanto peores en cuanto que los nacionalistas son capaces de vestir lo propio con las mejores galas. En el caso de la colonización, las críticas a la rapiña siempre han solapado la verdadera situación previa a la conquista. Los nacionalistas han creado la falsa impresión de que los problemas de la India, por ejemplo, empiezan con la colonización británica. A veces los problemas también acaban con la propia colonización.

Ellos nunca reconocerán la evidente superioridad (tecnológica, económica y militar) de los colonialistas, ni que la relativa facilidad con la que se extendió el colonialismo en todo el mundo fue -en parte- consecuencia de la profunda descomposición de las sociedades locales, que distaban mucho de ser idílicas. Por ejemplo, en el caso de la India, dice Marx, antes de la llegada de los británicos el asesinato era uno de los "ritos religiosos".

Poner de manifiesto esos aspectos no disimula en absoluto los horrores y crímenes en masa que el colonialismo desencadenó en África, Asia y América. Es necesario hacerlo así para comprobar la manera sesgada en que, a diferencia del proletariado, la burguesía expone la historia.

En sus artículos Marx no escribió postales a la manera turística sobre los parajes exóticos de la India. Se interesó por la sociedad y profundizó en su historia anterior, lo cual no está nada mal para un subcontinente que carecía de ella, es decir, de historia, debiendo recordar a la burguesía nacionalista que Marx precisa que se trata de "historia conocida", o sea, que Marx trata de conocer algo desconocido y es de los pocos que en aquella época -lo mismo que en la actualidad- se interesan por ello y no por monumentos de piedra como el Taj Mahal.

Para tratar de reconstruir la historia de la India Marx se remonta a los tiempos en que fue presa de conquistadores extranjeros, como los árabes, los turcos, los tártaros o los mongoles: "Lo que llamamos historia de la India no es más que la historia de los sucesivos invasores que fundaron sus imperios sobre la base pasiva de esa sociedad inmutable que no les ofrecía ninguna resistencia". En la medida en que la dominación no encontraba resistencia, a los conquistadores les interesaba preservar la sociedad tal cual la encontraron, hasta el punto de que los de fuera acabaron siendo asimilados por los de dentro, lo cual Marx califica como una la ley "inmutable" de la historia: "Los conquistadores bárbaros son conquistados por la civilización superior de los pueblos sojuzgados por ellos".

Al llegar los británicos la India estaba envuelta en una guerra interna, "y mientras todos luchaban contra todos irrumpió el conquistador británico y los sometió a todos". Tras la colonización, dice Marx, la India pasó de un "despotismo asiático" a un "despotismo europeo cultivado" que, además, fue "infinitamente más intenso" que el anterior. El despotismo británico, dice Marx, mantuvo "esclavizada" a la India "con ayuda de un ejército hindú sostenido a costa de la misma India", algo que los nacionalistas tampoco suelen reconocer: la colonización es imposible sin la pasividad e incluso el apoyo de una parte -al menos- de la población local y los sectores sociales que la dirigen.

En la época en la que se escribieron los artículos de Marx sobre la India, hacia 1850, resultan extraordinariamente sorprendentes porque no se dirigían al lector europeo, sino al americano, que sólo 60 años antes también había padecido los estragos del colonialismo británico. Salvo los aficionados a la geografía y las exploraciones, nadie conocía (y menos en Nueva York o Chicago) aquel lejano país poblado por nativos sometidos a la esclavitud, férreamente divididos en castas que apaciguaban su rebeldía con ancestrales supersticiones místicas.

Pero el colonialismo británico tuvo un aspecto diferente de todas las conquistas que hasta entonces se habían impuesto en la India: los invasores no fueron absorbidos por la sociedad local, convirtiéndose en "los primeros conquistadores de civilización superior a la hindú" hasta el punto de que, precisamente por ello, "resultaron inmunes a la acción de esta última".

Marx tenía razón: es una verdadera la ley "inmutable" de la historia. Lo mismo que los demás "pueblos sin historia", también la India estaba destinada a convertirse en una "presa fácil" para cualquier agresor que se dignase fijar su atención en el país. Había sido conquistada por los británicos del mismo modo que antes lo había sido por otros pueblos, un fenómeno que no se puede entender de una manera unilateral sino en toda su amplitud, como un proceso contradictorio y paradógico de destrucción y construcción a la vez: "Las páginas de la historia de la dominación inglesa en la India apenas ofrecen algo más que destrucciones. Tras los montones de ruinas a duras penas puede distinguirse su obra regeneradora. Y sin embargo, esa obra ha comenzado".

En contra de lo que afirman los patrioteros, Marx describe con una claridad pasmosa tanto la destrucción de la sociedad tradicional hindú como su contrario, la construcción de otra nueva sociedad sobre las ruinas de la anterior. Si los nacionalistas no estuvieran tan cegados por sus prejuicios de clase, deberían interesarse especialmente por lo que Marx expone al respecto: paradógicamente el colonialismo británico puso (impuso más bien) los cimientos para edificar "la unidad política de la India" y, por consiguiente, para que el país pudiera lograr su independencia. La espada británica -escribió Marx- es la primera condición para la regeneración de la India, que se fortalecerá y perpetuará con aportaciones como el ferrocarril o el telégrafo eléctrico: "El ejército hindú, organizado y entrenado por los sargentos ingleses, es una condición sine qua non para que la India pueda conquistar su independencia y lo único capaz de evitar que el país se convierta en presa del primer conquistador extranjero".

La torpeza de los nacionalistas queda al descubierto sólo con tener en cuenta que Marx aludía a la independencia de la India con un siglo de antelación, algo que parecía impensable a mediados del siglo XIX. Pero hace ya mucho tiempo que la India logró su independencia, y lo realmente sorprendente es que los independentistas sigan sin querer aprender de la historia real y prefieran inventarse otra diferente.

Rehenes políticos

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Nicolás Bianchi

La lucha armada de ETA y, por extensión, la del segmento más concienciado políticamente del pueblo vasco, no ha sido tanto –a mi juicio- la brega por la liberación nacional, puesto que Euskal Herria nunca ha sido una colonia de la “metrópolis” española, como la permanente denuncia, empleando vías armadas o pacíficas, de una nación sin Estado que grita su derecho a la autodeterminación y, en su caso, la independencia y, por ende, a formar un Estado. El carácter que adopte este futuro Estado es ya otro cantar que sólo la lucha de clases, en primer término, aparte otros factores, decantará (más que una “sociedad” indiscernible).

En Euskadi no se han enfrentado, militarmente hablando, dos ejércitos. Si así fuera, los militantes de ETA hubieran ido uniformados para enfrentarse a un enemigo que SÍ va uniformado como las FSE. He aquí una diferencia. Otra es que un voluntario de una organización armada que aspira a la independencia de su pueblo –ahora sí cabe hablar de liberación nacional o MLNV- o a la revolución política (que implica la social), está dispuesto a matar y morir por su causa, que no es cualquier causa sino la más democrática de todas, es decir, el derecho a decidir de la población de un territorio geográfico y un marco político concreto y no otro, mientras el ocupante, el invasor, el que oprime nacionalmente a un pueblo determinado, quien va uniformado, quien representa una autoridad “política” ilegítima por antidemocrática y fascista, está dispuesto a matar pero no a morir, ah, esto no. Y ello porque no tiene ninguna causa que defender salvo la de una soldada, esto es, un interés particular frente a una causa desinteresada exceptuando unos objetivos políticos por los que se juega la vida que la hipócrita burguesía tanto consagra otrosí sus piscinas. En conclusión: el carácter político del enfrentamiento armado lo da el enemigo que disimula tal carácter llamando “terrorista” a quienes se resisten a la opresión. Esto ha pasado toda la puta vida y no digo nada nuevo. Para ello, como es sabido, cuentan con la maquinaria propagandística para cloroformar y lobotomizar a eso que llaman la “opinión publica”. Conviene recordar estas cosas, pinten bastos o la ocasión la pinten calva, salvo que estemos hablando de otra cosa. Como también conviene no olvidar –otra diferencia- que ETA (o los GRAPO en su día) que no es un ejército uniformado, no hace prisioneros uniformados del enemigo ni tiene cárceles ni territorios liberados, no es –no era- una guerra convencional (hoy ninguna lo es), aunque me hablen de “cárceles del pueblo” y secuestrados, pero no es lo mismo, mientras que las fuerzas de ocupación invasoras y uniformadas, sí. Que me demuestren lo contrario.

Pues bien, si es verdad, como se viene diciendo, que vivimos nuevos tiempos de cambio de ciclo, es preciso poner en primer lugar y no posponer la lucha por la excarcelación de todos los presos políticos vascos y no vascos. Especialmente los más chantajeados, o sea, los que están enferm os o han cumplido sobradamente su condena. Ellos son la verdadera memoria histórica de los pueblos. Y las auténticas víctimas directas de la opresión terrorista.

La lucha contra la opresión nacional es un campo de minas

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Juan Manuel Olarieta

La lucha contra la opresión nacional es el típico campo de minas al que la burguesía arrastra a las organizaciones del proletariado para aplastarlas de una manera bastante sencilla. El proletariado se introduce en la trampa movido por un poderoso cebo: en definitiva, se apresta a defender una causa aparentemente justa, que es la de las naciones oprimidas. De esa manera, se desangra a medida que van explotando bajo sus pies todos y cada uno de los explosivos que la burguesía ha ocultado cuidadosamente.

Una de esas minas es la de que la opresión justifica casi cualquier cosa. Las naciones oprimidas (y las colonias) son intocables por el mero hecho de serlo. Cuando no es sólo la opresión de una nación sino la de un continente entero y cuando la naturaleza política de los movimientos populares a duras penas va más allá de la liberación nacional, parece obligado callarse la boca: ningún extranjero (sobre todo si es originario de un país colonizador) puede hacer otra cosa que lamentarse y seguir la corriente.

En Latinoamérica la inmunidad se extiende a la burguesía nacional, que juega el papel de víctima como nadie, de tal manera que una crítica a Bolívar, por ejemplo, se convierte en un ataque a Venezuela o incluso a toda América Latina. La figura de Bolívar debe quedar como la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro en plena Semana Santa. Marx tuvo que equivocarse. Necesariamente. Quien resulta intocable no es Marx sino Bolívar.

La burguesía ha convertido a Bolívar en una figura de culto, en un mito Libertador y en los años sesenta los revisionistas hicieron lo propio, lo que les caracteriza (seguidismo respecto de la burguesía) reconvirtiendo al héroe de una clase social en el héroe de la otra. Según el revisionismo Venezuela necesitaba menos Marx y más Bolívar. El país no estaba maduro para el socialismo sino que debía atravesar uno de esos procesos previos de liberación nacional y de lucha contra el imperialismo que conducen siempre a una línea política muy cómoda: luchamos contra un enemigo extranjero (el imperialismo) de la mano de "los nuestros" (la burguesía).

¿Qué tenía Bolívar que Marx no supiera apreciar?, ¿estaba mal informado alguien tan meticuloso como él que hizo de la información una obsesión? Algunos lo explican recurriendo al "eurocentrismo", lo que es harto significativo. Las opiniones de Marx sobre Bolívar podrán ser erróneas (que no lo son) pero no como consecuencia de ningún eurocentrismo. Por el contrario, la defensa a ultranza de Bolívar es típicamente burguesa y lo más significativo es que no creo que nadie en Catalunya -por ejemplo- saque las uñas porque alguien llene de lodo a una figura como Prat de la Riba.

Sobre México Marx y Engels no escribieron absolutamente nada. Se limitaron a referirse al país incidentalmente en tres artículos y dos cartas, todas ellas redactadas entre 1848 y 1854. Caben en una pequeña cuartilla y sobra papel. En sus comentarios Engels afirma algo sobre la situación previa del país que nadie ha desmentido, por lo que habrá que darlo por bueno: a medidos del siglo XIX México se encontraba desgarrado por "perpetuas guerras civiles" y a punto de caer en el "vasallaje industrial" de Inglaterra. Cuando Estados Unidos se apoderó de Texas y California el país centroamericano fue "lanzado al movimiento histórico", escribió Engels, del mismo modo que la historia moderna de España empieza con la invasión por las tropas napoleónicas de 1808.

Lo que diferencia a Marx y Engels de la burguesía nacionalista es que ellos no exponen ningún proceso histórico de manera unilateral. Engels refiere los dos aspectos divergentes de la conquista de Texas y California. Alude a la vulneración de "principios morales" como la independencia o la justicia, que son los únicos que las plañideras nacionalistas lamentan, pero valora otros aspectos que, incluso, resultan favorables a México, según Engels. Por consiguiente, no se pronuncia contra México, como dicen los nacionalistas, sino a favor de México. No se refiere al beneficio de Estados Unidos sino al del propio México.

Engels no tiene las estrechas miras de la burguesía (la pérdida de una parte del territorio), sino que lleva su análisis muy lejos: la apertura de las minas de oro de California -dice- interesa al desarrollo de América entera porque se trata de un acontecimiento histórico de primera magnitud. Junto con el ferrocarril que de costa a costa unió a Nueva York con San Franciso, California imprimió una nueva orientación al comercio mundial incorporando por primera vez al Océano Pacífico al comercio mundial ("a la civilización", dice Engels).

Para los cortos de vista los artículos de Engels se prestan hoy a una manipulación estúpida, también típica del cretinismo burgués, por lo que parece necesaria otra aclaración: en aquella época, mediados del siglo XIX, el capitalismo no había entrado en su etapa imperialista y Estados Unidos no desempeñaba el papel que hoy desempeña, ni en América Latina ni en el mundo, sino más bien todo lo contrario, era la locomotora más avanzada de América, mientras que no cabe decir lo mismo de México. Es cierto que la "doctrina Monroe" (América para los americanos) no era nada inocente (América para los norteamericanos). Estados Unidos trataba de expulsar a Inglaterra (y a los europeos, en general) del continente. Sin embargo, ¿hubiera sido preferible para México el vasallaje industrial de Inglaterra al que se refería Engels?

A mediados del siglo XIX la situación de México era tan lamentable que en 1863, después de perder Texas y California, el país entero cayó bajo las garras de Maximiliano, que estableció un imperio... francés. Pero no sólo fue México. En aquella época las fronteras no tenían el significado que ahora tienen y países enteros se compraban y se vendían como mercancías. Francia vendió Luisiana, Rusia vendió Alaska, España vendió Florida... y si no había acuerdo sobre el precio, un país aún podía expandir sus dominios a las bravas, como hizo Estado Unidos con Puerto Rico (a costa de Puerto Rico y de España) en 1898.

Salvo en la época de la Unión Soviética, en el derecho internacional siempre ha imperado la "ley de la bandera", según la cual las fronteras de un país llegan hasta donde la fuerza del ejército sea capaz de sostenerlas. El caso reciente de Crimea ha vuelto a demostrar que las fronteras son una especie de termómetro que mide la capacidad de un ejército y, por consiguiente, de un Estado. ¿Qué opinión puede merecer un Estado y un ejército que no son capaces de defender sus fronteras? Pues bien: despues de perder Texas y California, México siguió perdiendo más territorios y no reaccionó hasta la gran revolución de 1911. El México que hoy conocemos no empieza con el "Grito de Dolores" de 1810 sino un siglo después.

No sólo los cometas tienen cola

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No todos los astros con cola son cometas. Venus, por ejemplo, tiene una cola filiforme, semejante a la de un cometa, que se extiende a lo largo de millones de kilómetros. En su punto más cercano a la Tierra, cada 584 días su cola interactúa con la magnetosfera de la tierra.

La magnetosfera de Júpiter, con forma de elipse alargada, se extiende hasta la órbita de Saturno, a la increíble distancia de 680 millones de kilómetros que es cuando están más próximos. Cuando la nave espacial Pioneer 10 cruzó la órbita de Saturno, también estuvo detrás de Júpiter con relación al Sol. En ese momento los especialistas de la misión se sorprendieron al descubrir que no podían detectar ninguna partícula cargada procedente del Sol, lo que indica que la magnetosfera de Júpiter atenúa el viento solar a una distancia de varios cientos de millones de kilómetros.

Compuesta de plasma, la cola de cometa de la Tierra, también conocida como magnetosfera, cambia de forma y de fuerza adaptándose a las cargas eléctricas procedentes del Sol (viento solar). La cola de la magnetosfera terrestre está orientada en dirección opuesta al Sol, lo mismo que la cola de los cometas, debido a los efectos eléctricos de los iones a altas velocidades.

Cuando la Luna atraviesa el plasma ionizado que rodea la Tierra, la capa de polvo de su superficie adquiere una carga negativa, que hace que se repelan y se alejen de la superficie. La diferencia de carga eléctrica entre el lado visible y el invisible de la Luna crea un "viento" de iones que fluye del lado oscuro, cargado negativamente, hacia la cara soleada, cargada positivamente. Los campos eléctricos entre los dos hemisferios presentan una diferencia de al menos 1.000 voltios.

La cola del planeta Mercurio ha sido un descubrimiento inesperado, ya que los especialistas en planetología ignoran la física del plasma. La teoría del universo eléctrico establece que la cola de un cometa se forma cuando la vaina de cometas de plasma acumula suficiente potencial eléctrico para descargar, procediendo a iluminarse. Independientemente de su propia composición, los cometas se comportan como objetos cargados eléctricamente y envueltos en plasma.

La cola de Mercurio contiene una alta concentración de átomos de sodio. En 2008, después de haber medido la cola de sodio y Mercurio, los astrofísicos del Observatorio McDonald, en Texas, encontraron que era tan largo como cuatro lunas llenas. Uno de los aspectos más interesantes de sus observaciones es que el sodio parece provenir de dos "puntos calientes" a una alta latitud sobre Mercurio.

Cuando la nave espacial Messenger pasó a toda velocidad cerca de Mercurio, los puntos calientes se localizaron donde, según los expertos, la materia se había retirado de la superficie del planeta por la "presión de radiación" del Sol. Como Mercurio no tiene atmósfera ni campo magnético que le proteja del Sol, la Luna podría ayudar a explicar esos fenómenos. Si las diferencias de voltaje de la Luna se explican por la electricidad, las peculiaridades de Mercurio también se pueden aclarar por la hipótesis eléctrica. Io, la luna de Júpiter, también podría servir como un modelo para los puntos calientes de Mercurio.

Orbitando cerca de Júpiter, Io es bombardeada por una radiación electromagnética tan intensa, que levanta casi una tonelada por segundo de gas y otros materiales de su superficie. A través de la plasmaesfera de Júpiter, Io actúa como un generador eléctrico. Una corriente de más de tres millones de amperios en 400.000 voltios fluye entre el entorno eléctrico de Júpiter y Io.

Quizá Mercurio conozca algo similar. Los puntos calientes podrían ser los focos de un plasma denso en los que Mercurio se conecta con el Sol. La erosión catódica de Mercurio podría proporcionar un motivo de que su cola parezca una estructura filamentosa que recuerda las corrientes de Birkeland.

El concepto de cola filamentosa inducida por el cambio de carga eléctrica no se aplica sólo al Sistema solar. Lo mismo que las galaxias, las estrellas también tienen cola. Mira, una estrella gigante roja, tiene una cola que se estira a lo largo de 13 años-luz. La galaxia ESO 137-001 tiene una cola de más de 200.000 años-luz de larga. Parece que todos los cuerpos celestes están movidos por el plasma que los rodea. Puesto que el Universo está compuesto en un 99,99% de partículas cargadas, podemos decir que el plasma impera en todas partes.

Fuente: Stephen Smith, Comets are not the only objects with tails, 8 de agosto, https://www.thunderbolts.info/wp/2014/08/08/16273/
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